Re: Siempre lo mismo
Caminante2007; Paz en Dios.
Hace unos días, leyendo a Cirilo de Jerusalen, me llamó la atención este detalle, ya que cita allá por el siglo IV que libros componen la Biblia, y cuales han de ser desechados, es decir, los apócrifos.
Tú, que estás al día con estos temas, que opinión puedes darme, y partiendo de que es y según Cirilo, un dogma.
LAS SAGRADAS ESCRITURAS (dogma XI)
33. Todo esto nos lo enseñan las Escrituras de la antigua y de la nueva Alianza, inspiradas por Dios. Uno mismo es el Dios de ambas alianzas, que en la antigua preanunció que Cristo se manifestaría en la nueva y que nos condujo por la Ley y los Profetas como pedagogo hasta Cristo. «Antes de que llegara la fe, estábamos encerrados bajo la vigilancia de la Ley» (Gál 3, 23), y «la Ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo. Pero si alguna vez oyes a alguno de los herejes denigrando a la Ley o los profetas, replícale con aquella palabra saludable que dice: «No vino Jesús a abolir la Ley, sino a cumplirla»(41). Aprende también de la Iglesia con afán cuáles son los libros del Antiguo Testamento y cuáles del Nuevo, y hazme el favor de no leer ninguno de los apócrifos(42), Pues si no estás al tanto de lo que todo el mundo conoce y confiesa, ¿por qué pierdes lastimosamente el tiempo con cuestiones dudosas y controvertidas? Lee las Sagradas Escrituras, o sea, estos veintidós libros del Antiguo Testamento que tradujeron los setenta y dos intérpretes(43).
34. Después que murió Alejandro, rey de los Macedonios, dividido su reino en cuatro principados, Babilonia, Macedonia, Asia y Egipto, uno de los que reinaron en Egipto, Ptolomeo Filadelto, príncipe estudiosísimo de las letras, hacía acopio de libros de cualesquiera lugares. Oyó hablar a su bibliotecario Demetrio Falereo sobre las Escrituras de la Ley y los Profetas. Pensaba rectamente que por la fuerza no se obtienen los libros, sino que uno se gana a sus poseedores más bien por los regalos y la amistad. Sabiendo que, al forzar violentamente, lo que se da contra la voluntad propia queda frecuentemente corrompido por el engaño, mientras que lo que se enseña de modo espontáneo se regala con toda sinceridad, envió al entonces sumo sacerdote Eleazar numerosos presentes para adornar el templo de Jerusalén, haciendo venir a él a seis hombres por cada una de las doce tribus de Israel. Después, con la finalidad de comprobar si los libros estabano o no inspirados por Dios, buscando que los intérpretes enviados no se pusiesen de acuerdo entre sí, los hizo colocar a cada uno de ellos en estancias propias en donde está el Faro de Alejandría(44), ordenando a cada uno traducir toda la Escritura. Terminaron el trabajo en el lapso de setenta y dos días, y el rey reunió todas las versiones, elaboradas en lugares separados y sin contacto entre los autores, comprobando que coincidían completamente no sólo en cuanto al sentido, sino en los términos mismos. La obra, pues, no era una creación verbal ni artificio de humanos sofismas, sino una versión de las Sagradas Escrituras, dictadas por el Espíritu Santo y con la inspiración de ese mismo Espíritu.
35. Lee, pues, los veintidós libros, pero no quieras saber nada de los apócrifos. Medita y estudia sólo aquellos, que son los que en la Iglesia leemos con confianza cierta; mucho más prudentes y piadosos que tú eran los Apóstoles, así como los antiguos obispos de la Iglesia que nos los transmitieron; por tanto, tú, que eres hijo de la Iglesia, no conculques sus leyes. Medita en serio los veintidós libros del Antiguo Testamento, cuyos nombres esfuérzate en grabártelos de memoria tal como te los diré ahora. Los cinco primeros son los libros de la Ley, de Moisés: Génesis, Exodo, Levítico, Números, Deuteronomio. Después, cl libro de Josué y el de los Jueces, el séptimo y que se considera conjuntamente con Rut. De los restantes libros históricos, el primero y segundo de los Reinos se consideran uno entre los hebreos, y lo mismo sucede con el tercero y el cuarto(45). De modo semejante sucede entre ellos con el primero y el segundo de los Paralipómenos, a los que consideran un único libro; también los dos libros de Esdras(46) son contados como uno. El de Ester es el libro duodécimo. Estos son los históricos. Cinco están escritos en verso: Job, el libro de los Salmos, Proverbios, Eclesiastés y el Cantar de los cantares, que es el libro diecisiete. Siguen cinco proféticos: un libro de los Doce profetas(47) y la Epistola(48), más los libros de Ezequiel y Daniel, el vigésimo segundo del Antiguo Testamento.
36. Los Evangelios del Nuevo Testamento son sólo cuatro, pues los demás son apócrifos y perjudiciales. También los maniqueos escribieron un «Evangelio según Tomás» que, revestido del buen olor de la denominación de «Evangelio», corrompió las almas de la gente más sencilla. Acepta también los Hechos de los doce Apóstoles y, además, las siete epístolas católicas de Santiago, Pedro, Juan y Judas. Por fin, lo que sirve a todos de señal y es obra última de los discípulos: las catorce epístolas de Pablo. Todo lo demás déjese fuera, en un segundo plano. Todo aquello que no se lee en las Iglesias, tampoco lo leas privadamente, como ya oíste(49). Pero de todo esto ya es suficiente.
37. Huye de toda maquinación diabólica y no creas al dragón caído, que por propia voluntad mudó en otra su naturaleza buena; es capaz de persuadir a quienes consientan en ello, pero no puede quitar a nadie su libertad. Tampoco hagas caso de las predicciones de los astrólogos ni a quienes observan las aves, como asimismo tampoco escuches a cualquiera ni a las imaginativas adivinaciones de los griegos. A los filtros mágicos, los encantamientos y las perniciosas evocaciones de los muertos ni siquiera les prestes oído. Apártate de toda clase de intemperancia, y no te des a la gula ni ames la voluptuosidad. Manténte por encima de toda avaricia y usura. No asistas a los espectáculos de los gentiles. No utilices nunca amuletos en caso de enfermedad. No frecuentes ninguna taberna puerca o sórdida. Tampoco practiques la religiosidad samaritana o judía, pues para algo superior te liberó Jesucristo. Manténte alejado de toda observancia del Sábado y no consideres puros o limpios a alimentos que de por sí son indiferentes. pero sobre todo odiarás todas las reuniones de los herejes infractores; pon todos los medios para favorecer tu alma con los ayunos, las limosnas y las lecturas de los oráculos divinos para que, por la temperancia y la guarda de los sagrados dogmas, goces, por el tiempo que te quede de vivir en la carne, de la única salvación, la cual se otorga por el bautismo. Y así, adscrito por Dios Padre al ejército celestial, merezcas también la corona del cielo: en Jesucristo nuestro Señor, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Gracias.