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<title>Los Testigos de Jehová y las transfusiones</title>
</head>
<body background="../images/fondo.jpg">
<table cellSpacing="0" cols="2" cellPadding="0" width="100%">
<tr>
<td width="10%"><center>
<p>
<img alt="Watch Tower" hspace="10" src="../images/Seal3.gif" vspace="10" border="0" NOSAVE width="207" height="206"></p>
</center></td>
<td width="60%"><center>
<p><b><font size="+3" color="#006699" face="Comic Sans MS">Los Testigos de
Jehová y las transfusiones</font></b></p>
</center></td>
</tr>
</table>
<p align="justify"><font face="Verdana">Sin lugar a dudas, una de las sectas
“cristianas” más conspicuas aparecidas en los últimos cien años es la de los
llamados “Testigos de Jehová”, la cual fue fundada hacia 1878 por Charles Taze
Russel, disidente de un grupo adventista. La secta solo adquiriría su
designación actual en 1931, de mano de su segundo presidente, Joseph Franklin
Rutherford, mejor conocido como el “juez” Rutherford (con anterioridad se les
denominaba simplemente “estudiantes de la Biblia” o “russelitas”). </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Son conocidos en especial por su
inagotable proselitismo, por sus constantes prédicas apocalípticas (que los han
llevado a profetizar en varias oportunidades y siempre infructuosamente la fecha
de la batalla del Harmagedón), y por su rechazo a recibir transfusiones
sanguíneas. El resto de sus dogmas suelen ser ignorados a nivel popular, que
identifica a los miembros del grupo bastante borrosamente como “evangélicos”,
error muy difundido que no agrada ni a los Testigos ni a las iglesias
evangélicas propiamente dichas. Los adversarios de los Testigos de Jehová suelen
calificarlos de “estado totalitario y policial hasta la médula”, debido al
control dictatorial que ejercen sobre sus miembros, los cuales, por su parte,
tienen la obligación (entre otras muchas) de ejercer el espionaje y la delación
mutua. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">La<i> </i>Watch Tower Bible and Tract
Society of New York, Inc.<i> </i>es uno de los mayores negocios editoriales del
mundo, y quizás el más productivo. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Nos ocuparemos de aquí en adelante de la
doctrina del “rechazo a la sangre” que preconizan los Testigos. Este es uno de
los problemas médicos más espinosos, y en más de una aspecto innecesarios,
surgidos en los últimos decenios. Las publicaciones de la secta suelen abundar
en este tema (doctrinalmente menor si se quiere) a tal punto que no se puede
sino sospechar que se trata de una estudiada estrategia para afianzar la
cohesión interna del grupo. Contra lo que pudiera esperarse, el tratamiento que
se le da al mismo no es exclusiva ni fundamentalmente religioso: al lado de un
artículo repleto de citas e “interpretaciones” bíblicas siempre aparece otro
recargado de datos “científicos” y de docenas de referencias bibliográficas de
la misma especie. Por otra parte, de cara a los profesionales de la medicina y
al público general, los adeptos han montado todo un aparataje de apariencia no
menos “científica” para defender su dogma, que incluye larguísimas listas de
“opciones de calidad” al tratamiento con sangre, numerosos artículos
cuidadosamente seleccionados procedentes de revistas biomédicas en las que se
reseñan los peligros de las transfusiones y el manejo del shock y de la anemia,
así como estudios clínicos de intervenciones quirúrgicas sin sangre y casos
anecdóticos de Testigos que sobrevivieron en diversas circunstancias sin usar
tan pecaminoso recurso. Todo lo cual suele resultar bastante persuasivo, en
especial si él que lo lee carece de conocimientos fisiológicos y
fisiopatológicos consistentes, e ignora las muchas formas en que dicha
información puede ser manipulada, empezando por la más simple y corriente:
recopilar solo la información que apoya una tesis determinada, y obviar o negar
la que la contradice. Lamentablemente, son muchos los médicos que están en esta
situación, de ahí que caigan fácilmente en la trampa. </font><br>
</p>
<div align="right">
<h2><font color="#006699" face="Comic Sans MS">El origen del rechazo a la
sangre</font></h2>
</div>
<p align="justify"><font face="Verdana">Para muchos de los lectores puede
resulta sorprendente el saber que la prohibición de las transfusiones de sangre
se integró al cuerpo doctrinal de los Testigos en una fecha tan tardía como
1945, bajo la presidencia de Nathan Homer Knorr, electo el 13 de enero de 1942.
Y digo tardía, pues los primeros intentos de terapia transfusional datan nada
menos que del siglo XVII, con Jean Baptiste Denys, el uso de sangre almacenada
se inició durante la Primera Guerra Mundial (1914 –1918), y el primer Banco de
Sangre fue creado en 1921 en Londres. Por consiguiente, para 1945 las
transfusiones ya no constituían ninguna novedad. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">La prohibición fue promulgada por
primera vez en <i>La Atalaya</i> del 1 Julio de 1945. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Las transfusiones no son la única
práctica médica que en un momento dado ha sido enérgicamente anatemizada por los
Testigos de Jehová. En su oportunidad, las vacunas fueron calificadas de crimen
y fraude, y los transplantes de órganos de canibalismo. Pero la postura frente a
estos temas fue flexibilizándose hasta el punto de convertirse en un mero asunto
de conciencia personal, dejando de ser faltas atroces que solo podían pagarse
con la expulsión de la secta (como ocurre todavía hoy con las transfusiones).
Sospecho que no deben existir actualmente muchos Testigos que recuerden o sepan
que alguna vez existieron prohibiciones sobre las vacunas y los transplantes tan
terminantes como la de la sangre. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Concretamente, las vacunaciones
estuvieron proscritas desde 1931 hasta 1952, durante veintiún años, y los
transplantes de órganos por trece, desde 1967 hasta 1980. Respecto a las
vacunas, he aquí una muestra de la hinchada verborrea con que fueron combatidas,
al igual que lo hacen hoy en día con las transfusiones: </font></p>
<ul>
<p><i>La vacunación nunca previno nada y nunca lo hará, y es la máxima
práctica bárbara. Estamos en los últimos días; y el diablo pierde lentamente
su asidero, haciendo un esfuerzo arduo para hacer mientras tanto todo el daño
que él pueda, y poner en su crédito tales males que pueda hacer... Usen sus
derechos como ciudadanos americanos para abolir para siempre la práctica
diabólica de la vacunación. </i>[Golden Age, (transformada luego en
¡Despertad!), Oct. 12, 1921, p. 17].</p>
</ul>
<p align="justify"><font face="Verdana">De golpe, en 1952, la “Sociedad” (como
la llaman los adeptos) descubrió que, después de todo, las vacunas no iban
contra los preceptos bíblicos. Uno esperaría que Jehová fuese más preciso con
aquellos que son los únicos que tienen “la comisión de hablar como profetas en
Su nombre”. Pero estos esguinces doctrinales no son cosa nueva entre los
Testigos, ni se limita en modo alguno a los temas médicos. Por varias décadas,
los Testigos de Jehová defendieron que la Gran Pirámide de Gizeh era “un
testimonio a la par de la Biblia”, y además, la “Piedra Testigo y Profeta de
Dios”, llegando a llamarla Charles T. Russell, “La Biblia en Piedra”. Esto,
hasta 1928. En ese año <i>La Atalaya</i> declaró que la Gran Pirámide había más
bien sido construida bajo la dirección de Satanás, y que por lo tanto “debería
llamarse La Biblia de Satanás, y no La Piedra Testigo de Dios”. Huelgan los
comentarios. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">El origen de la prohibición de la sangre
se encuentra (y cuando no) en la Biblia, merced a una interpretación de la misma
tan libre como arbitraria. Se basa en diversos pasajes del</font> <i>Génesis</i>,
<i>Levítico</i>, <i>Deuteronomio</i> y <i>Hechos de los Apóstoles</i>. </p>
<p><font face="Verdana">En Génesis podemos leer: </font></p>
<ul>
<p><sup>4 </sup><i>Tan sólo os abstendréis de comer carne que tenga aún dentro
su vida, es decir, su sangre.</i> <b>(Génesis 9,4).</b></p>
</ul>
<p><font face="Verdana">Levítico es, si se quiere, aún más terminante, y hasta
amenazador:</font> </p>
<ul>
<p><sup>26 </sup><i>Donde quiera que habitéis, no comeréis sangre alguna ni de
ave ni de bestia. <sup>27</sup> Quien llegue a comer sangre, cualquiera que
sea, será extirpado de su pueblo</i>. <b>(Levítico 7,26–7,28).</b></p>
</ul>
<p><font face="Verdana">Deuteronomio vuelve sobre el mismo tema: </font></p>
<ul>
<p><i><sup>15</sup> Podrás, sin embargo, siempre que quieras, matar animales y
comer su carne, en la medida en que Yavé, tu Dios te haya bendecido en todas
tus ciudades, y podrán comerla el puro y el impuro, como si fuese gacela o
ciervo. <sup>16</sup> Pero la sangre no la comeréis: la derramareis en la
tierra como el agua.</i> <b>(Deuteronomio 12,15–12,16)</b>.</p>
</ul>
<ul>
<p><i><sup>23 </sup>Ten solo buen cuidado de no comer la sangre, porque la
sangre es la vida y no debes comer la vida con la carne; <sup>24</sup> así que
no la comas: la derramareis en tierra como el agua. <sup>25</sup> No la
comerás, para que seas feliz, tu y tus hijos después de tí, por haber hecho lo
que es justo a los ojos de Yavé.<b> </b></i><b>(Deuteronomio 12,23–12,25).</b></p>
</ul>
<p align="justify"><font face="Verdana">Y en los Hechos de los Apóstoles, en el
seno de una controversia sobre los gentiles recientemente convertidos al
cristianismo, se nos aclara: </font></p>
<ul>
<p><i><sup>25 </sup>En cuanto a los gentiles que han abrazado la fe, ya les
hemos enviado a decir que, según nuestra determinación, debían abstenerse de
lo sacrificado, de sangre, de carne sofocada y de fornicación.<b> </b></i><b>
(Hechos 21,25).</b></p>
</ul>
<p align="justify"><font face="Verdana">Como la idea de este artículo no es
entablar una discusión teológica, me limitaré a hacer una observación: los
cuatro textos citados del Antiguo Testamento se refieren inequívocamente a <b>
comer sangre</b>; y el de los Hechos es una simple reafirmación de la vigencia
de los anteriores, en un momento histórico muy determinado. Pero recibir una
transfusión no es en modo alguno “comer” sangre, por la simple razón que los
derivados sanguíneos <b>nunca</b> se usan para alimentar al paciente, ni sirven
para tal fin. Son una terapia restitutiva: se le suministra al paciente uno o
más componentes de la sangre de los que está deficitario en ese momento. La
sangre es un tejido vivo, y continúa estando viva una vez que se ha infundido;
no se utiliza como suministro de calorías, ni para formar reservas, ni para
proveer componentes para la síntesis de proteínas. Como ninguna autoridad medica
moderna sería capaz de avalar un concepto tan descabellado como el considerar a
una transfusión como un aporte nutricional para el paciente, los Testigos se ven
obligados a apelar a la prehistoria de la medicina científica, citando al danés
Thomas Bartholin (1616–1680) y a nuestro ya conocido Jean Baptiste Denys
(?–1704). </font><br>
</p>
<div align="right">
<h2><font color="#006699" face="Comic Sans MS">Algunas incongruencias</font></h2>
</div>
<p align="justify"><font face="Verdana">Para la época en que se lanzó la
doctrina de la prohibición de la sangre, en 1945, las transfusiones se
realizaban simplemente utilizando sangre completa. Posteriormente, con el avance
de los conocimientos fisiológicos y de las técnicas hemoterapéuticas, se llegó a
la conclusión de que la terapia transfusional ideal era aquella en la que se le
suministraba al paciente exclusivamente el componente deficitario, ya fuera
plasma, glóbulos rojos, plaquetas, crioprecipitado o cualquier otro. Hoy en día,
virtualmente toda la sangre que llega a los Bancos de Sangre se fracciona en sus
diversos componentes para utilizarlos individualmente. Por otra parte, con el
tiempo fueron apareciendo también otros productos derivados, como las
inmunoglobulinas, los concentrados de diversos factores de la coagulación y la
albúmina. Esto le planteó un angustioso problema a los Testigos de Jehová:
¿Utilizar concentrado de factor VIII o albúmina es “comer sangre”? ¿Es lícito
emplear la gammaglobulina anti Rho? ¿Se puede utilizar la sangre del mismo
paciente recuperada durante la intervención quirúrgica? </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Entre la sana alternativa de desechar de
una buena vez la “prohibición de la sangre”, y la fidelidad al dogma, los
Testigos (o mejor dicho, su camarilla gobernante, el “esclavo fiel y discreto”)
optaron al final por la incoherencia. He aquí una lista de componentes
“pecaminosos” y permitidos: <br>
</font> </p>
<center>
<table cellSpacing="2" cols="2" cellPadding="2" width="85%" bgColor="#ccffff" border="1">
<tr>
<td bgColor="#66ffff"><center>
<p><b><font size="+1" color="#ff0000">Prácticas y componentes de la sangre
prohibidos</font></b></p>
</center></td>
<td bgColor="#66ffff"><center>
<p><font size="+1" color="#ff0000"> <b>Prácticas y componentes de la sangre
permitidos</b></font></p>
</center></td>
</tr>
<tr>
<td>
<ul>
<li><b>Sangre completa </b> </li>
<li><b>Plasma </b> </li>
<li><b>Leucocitos</b> </li>
<li><b>Glóbulos rojos </b> </li>
<li><b>Plaquetas </b> </li>
<li><b>Almacenar la sangre propia del paciente para subsiguientes
transfusiones </b> </li>
</ul>
</td>
<td>
<ul>
<li><b>Albúmina </b> </li>
<li><b>Inmunoglobulinas </b> </li>
<li><b>Preparados para hemofílicos (Factores VIII y IX)</b> </li>
<li><b>Desviación de la sangre del paciente a través de una máquina de
diálisis u otro tipo de desviación donde la "circulación extracorpórea no
se interrumpa".</b> </li>
</ul>
</td>
</tr>
</table>
</center>
<p align="justify"> <br>
<font face="Verdana">Pues no, no se puede utilizar la sangre del paciente
recuperada durante la misma intervención quirúrgica, pues esta ha sido
“almacenada” (que solo haya sido durante algunos minutos o que siga tan viva
como cuando estaba dentro del paciente no es algo digno de tomarse en cuenta).
Para clasificar un componente como permitido o prohibido se apela a dos
falacias: la primera, si es un componente "mayor" o "menor"; la segunda, si hay
paso de dicho componente a través de la placenta durante la vida intrauterina
(?). Para empezar, el mayor componente de la sangre, que no se mencionado en la
lista, es el agua (como para todo el resto del organismo). ¿No debería
prohibirse? Pero es parte de la sangre ¿o no? ¿Y de donde sale que la albúmina
es un componente “menor”? <b>En 100 ml de sangre hay en promedio de 4,5 gramos
de albúmina</b>, lo que es considerablemente más que el peso de los leucocitos,
o de las plaquetas (o de los dos juntos). De paso, se prohibe el plasma, pero no
la albúmina, que es su principal proteína, ni se prohiben las globulinas, ni se
prohiben los factores de la coagulación, que también forman parte del mismo. La
división en componentes “mayores” y “menores” es simple y llanamente irracional
y arbitraria. Sin contar con que para producir cantidades clínicamente útiles
de cualquiera de esos componentes “menores” es preciso procesar muchos litros de
sangre, que no han sido “derramados en la tierra como el agua” según el precepto
bíblico. Otro tanto se puede decir del criterio del paso de un componente a
través de la barrera placentaria: es muy frecuente que los glóbulos rojos del
feto pasen a la circulación materna (así es como se produce la isoinmunización
Rh). Entonces ¿por qué prohibirlos? </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Recuérdese además que en el momento en
que se escribieron los textos bíblicos nadie podía imaginar que algún día
aparecerían tales terapias, ni que en la sangre existieran componentes “mayores”
y “menores”. De otro modo, Jehová (conservaré el filológicamente incorrecto
término que utilizan los Testigos) hubiera tenido que ordenar: </font></p>
<ul>
<p>“<i>Podrás, sin embargo, siempre que quieras, matar animales y comer su
albúmina, sus inmunoglobulinas y su factor VIII, en la medida en que Yavé, tu
Dios, te haya bendecido en todas tus ciudades, y podrán comerla el puro y el
impuro, como si fuese gacela o ciervo. Pero el plasma, los glóbulos rojos,
las plaquetas y los leucocitos no los comeréis: los derramareis en la tierra
como el agua</i>”.</p>
</ul>
<p align="justify"><font face="Verdana">Cosa que, evidentemente, no hizo. <br>
</font></p>
<div align="right">
<h2><font color="#006699" face="Comic Sans MS">Los argumentos “científicos”</font></h2>
</div>
<p align="justify"><font face="Verdana">Los Testigos defienden su doctrina del
rechazo a la sangre siguiendo una triple vertiente: la puramente religiosa, la
ético–jurídica y la “científica”. De la religiosa ya hablamos; la segunda es
empleada constantemente para apoyar a la primera y utiliza básicamente
apelaciones a la libertad de consciencia, al “derecho a escoger” y a la potestad
de decidir de los padres respecto a los hijos, con un oportuno refuerzo de
decisiones de diversos tribunales al respecto. La tercera no es menos tortuosa
que las otras dos; se basa en demostrar que: </font></p>
<ul>
<p>1.<i> Las transfusiones sanguíneas son peligrosas.</i> <br>
2. <i>Las transfusiones sanguíneas son innecesarias, pues existen otras
alternativas “de calidad”.</i></p>
</ul>
<p align="justify"><font face="Verdana">Uno podría preguntarse por que son
necesarios argumentos de carácter aparentemente científico para reforzar una
verdad revelada. Intuyo tres razones: ganar la cooperación (o la pasividad) de
los profesionales de la medicina, hacer aparecer como menos aberrante su dogma
ante la opinión pública, y finalmente, pero no menos importante, acallar
cualquier duda o escrúpulo de conciencia de parte de los adeptos. Después de
todo, si alguien murió desangrado a pesar de las infusiones masivas de albúmina,
de solución fisiológica y de poligelina, no es porque no se le haya dado un
tratamiento médico “de calidad” (o, al menos, eso es lo que están obligados a
pensar). </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Tengo ante mi en este momento un ejemplo
de ese esfuerzo propagandístico, un elegante <i>dossier</i> que me suministraron
dos Testigos de Jehová bastante incautos que intentaron reclutarme como “médico
cooperador” Lleva en su portada el título “Los Testigos de Jehová y el
tratamiento médico sin sangre”, y su contenido es bastante demostrativo. A
saber: </font></p>
<ul>
<p align="justify"><font face="Verdana">1. Una revista de treinta y dos
páginas titulada “¿Cómo puede salvarle la vida la sangre?”, en el que se habla
de las prescripciones bíblicas, de los riesgos de las transfusiones, de las
“opciones de calidad” y del derecho a escoger. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">2. Nueve separatas extraídas de
¡Despertad! y de La Atalaya, entre las que destacan “El factor Rh y usted”, “A
la Vanguardia de la cirugía sin sangre con los Testigos de Jehova”, y una con
preguntas de los lectores sobre las autotransfusiones y el uso de la albúmina.
</font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">3. Un folleto que se presenta como
“Tratamiento alternativo a la sangre”, en las que se enumeran diversos
expansores de volumen, antihemorrágicos y antianémicos. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">4. Otro titulado “Estrategias para
prevenir y controlar hemorragias y anemia sin transfusión de sangre”, que
complementa al anterior. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">5. Nueve separatas extraídas de
diversas publicaciones biomédicas (y algunas que no lo son, pues se trata de
recopilaciones realizadas por los mismos Testigos), de las cuales tres son
reportes de casos de acólitos que sobrevivieron más o menos milagrosamente sin
las transfusiones; posiblemente este sea el más sensacional: <i>Sobrevida con
anemia aguda y hemoglobina de 1,4 g/dl</i>. (Brimacombe J et al. Anaesthesia
and Intensive Care. Vol. 19, N°4, 1991). También hay un artículo extraído del
British Medical Journal sobre manejo del Shock Hipovolémico y otro sobre los
riesgos de la transfusión, tomado de las Clínicas de Anestesiología de
Norteamérica. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">6. Una hoja con el “Balance ético
legal de la relación médico–paciente”, una “exoneración de responsabilidad”
(muy importante), una encuesta médica, y otros formularios por el estilo.</font></p>
</ul>
<p align="justify"><font face="Verdana">Indudablemente todo esto resulta
impresionante... sobre todo si no se lee. Por citar un ejemplo, el artículo del
British Medical Journal (que forma parte de su famosa serie ABC del Trauma
Mayor) no dice en ninguna parte que se pueda o se deba prescindir de los
derivados sanguíneos. De hecho, el autor considera a la sangre como el
tratamiento<i> indicado</i> cuando existe hemorragia moderada o severa. ¿Por qué
lo incluyeron entonces? Quizás porque los caminos de Jehová son inescrutables, o
porque tenían la esperanza de que efectivamente nadie leyera el contenido de las
separata, quedándose solo con la positiva impresión de su origen en una revista
tan acreditada. Lo que para el pensamiento de un sectario resulta muy natural.
Por otra parte, en el resumen del artículo</font> <i>Riesgos de la Tranfusión</i>,
de Mark Warner y Ronald J. Faust (Anesthesiology Clinics of North America – Vol
8, N°3, Sept.1990), <font face="Verdana">encuentro esta perla</font>: “<i>Existen
pocas alternativas a la transfusión sanguínea en la práctica clínica. La
transfusión autóloga está disponible y su popularidad va en aumento, básicamente
por el miedo de los pacientes a contraer SIDA</i>”, <font face="Verdana">cosa
que, huelga decirlo, es una de las que los Testigos no quieren oír en modo
alguno. Pero hasta al mejor cazador se le va la liebre, y eso es lo que a
ocurrido en esta ocasión. Por lo demás, la conclusión del citado artículo es que
deben modificarse las prácticas inadecuadas de transfusión, y en ninguna parte
sugiere ni remotamente que estas deban suprimirse. </font></p>
<p><font face="Verdana">Pero no nos detengamos más en sus efusiones editoriales
y revisemos de una vez sus argumentos “científicos” en contra de la sangre,
empezando primero por el más simple: las transfusiones de sangre son peligrosas.
<br>
</font></p>
<div align="right">
<h2><font color="#006699" face="Comic Sans MS">El riesgo de las transfusiones</font></h2>
</div>
<p align="justify"><font face="Verdana">Pues aquí tienen razón: las
transfusiones de componentes sanguíneos son <i>peligrosas</i>: pueden ocasionar
reacciones hemolíticas mortales, pueden producir la enfermedad de injerto contra
huesped, pueden transmitir enfermedades como la hepatitis B, la hepatitis C, el
SIDA y el paludismo, por nombrar solo algunas. De hecho, lo que intentan es
demostrar algo que no requiere demostración, extrayendo de paso una conclusión
que en modo alguno está justificada por las premisas. Por supuesto, una cosa que
los Testigos no mencionarán <i>jamás</i> que es el progreso técnico a logrado ir
disminuyendo paulatinamente todos los riesgos antes mencionados; para ellos
tiene la misma vigencia un dato tomado de una publicación de 1960, que otro de
1989... Actualmente, las muy ocasionales reacciones transfusionales ocurren
principalmente por errores humanos, no por falla en los métodos de las pruebas
cruzadas. El riesgo de transmisión del SIDA ha disminuido drásticamente desde
las terroríficas cifras iniciales a un 1 caso por 450.000 a 650.000
transfusiones, y seguirá disminuyendo en la medida en que se haga una mejor
selección de los donantes y en la que cada generación de inmunoensayos estreche
más el período de “ventana”, en el que la infección es muy difícil de detectar.
Las cifras sobre el SIDA resultan especialmente pertinentes debido a que son el
espantajo más utilizado por los Testigos en sus revistas. Lo mismo cabe decir de
las hepatitis B y C. ¿Llegará el día en que existan transfusiones absolutamente
sin riesgo? Es muy improbable. Y no se descarta que sigan descubriéndose en el
futuro nuevos agentes infecciosos transmitidos por la sangre. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Pero aquí hay que hacerse una pregunta:
entre la opción de tener un 60 o 70 % de probabilidad de fallecer por shock
hemorrágico a consecuencia de una accidente, y una probabilidad de 1 en 500.000
de adquirir el SIDA por la transfusión, ¿cual hay que elegir? El común de los
mortales sin duda opinará acertadamente que el segundo riesgo es
considerablemente menor y aceptará la transfusión; los Testigos apelaran de
inmediato a que existen “opciones de calidad” (que no como ellos las presentan;
de eso hablaremos después). </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Como mi intención no es ocultar
información, debo aceptar que en muchos países el riesgo de adquirir una
enfermedad a través de la sangre es aún elevado (y hasta escandalosamente
elevado). En un artículo de</font> <i>Emerging Infectious Diseases</i>
(4(1):5-11, 1998),<font face="Verdana"> se dan las siguientes cifras estimadas
de riesgo para Centro y Sudamérica (hago énfasis en que se trata de cifras</font>
<i>estimadas</i> y <i>globales</i>, <font face="Verdana">no se refieren a un
solo tipo de infección sino a todas en conjunto; por otra parte, los autores del
artículo dejan bien sentado que la cifra real es probablemente inferior): </font>
</p>
<ul>
<p><font face="Verdana">Bolivia: 233 infecciones por 10000 transfusiones. <br>
Honduras: 9 por 10000. <br>
Ecuador: 16 por 10000. <br>
Paraguay 19 por 10000. <br>
Otros cinco países de Centro y Sudamérica: 68 a 103 infecciones por 10000.</font></p>
</ul>
<p align="justify"><font face="Verdana">En cualquier caso, la cuestión es
sopesar cual es el riesgo mayor: ¿la muerte inminente o la probabilidad de
adquirir una enfermedad?. Las penicilinas pueden ocasionar un shock anafiláctico
que llevará a la muerte a uno de cada 100.000 pacientes. ¿Las proscribimos? El
ácido valproico (un medicamento utilizado en ciertos trastornos convulsivos)
produce insuficiencia hepática mortal en 1 de 50.000 pacientes. ¿Se lo negamos a
aquellos para los que es la única opción de sobrellevar su enfermedad? El
cloranfenicol produce un caso de aplasia medular por cada 30.000 pacientes... y
hasta aquí solo me he referido a aquellos casos en que el medicamento lleva al
paciente a la muerte, no a la totalidad de los efectos tóxicos, que es
inmensamente superior. La estricta verdad es que<b> no existe ningún tratamiento
médico completamente inocuo</b>, y las transfusiones de sangre no escapan a
esto. ¿Son riesgosas? Sí, sin la menor duda. Pero en muchos casos son la única
alternativa a la muerte. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">En el folleto</font> <i>¿Cómo puede
salvarle la vida la sangre?</i> <font face="Verdana">se describen someramente
varios estudios en los que se encontró que los pacientes con cáncer de laringe y
del colon que no fueron transfundidos tenían mayor sobrevida y menos recidivas
que los que si lo fueron. Los editores del opúsculo no nos dicen porque ocurrió
esto, pues simplemente asumen que la dañina transfusión afectó el pronóstico del
paciente, así sin mas. Pero una explicación sencilla sería que los pacientes
que ameritaron transfusiones eran los que ya inicialmente se encontraban en
peores condiciones, por lo que no resulta extraño que tuvieran una mayor
morbilidad y mortalidad. Este es solo un ejemplo del modo en que puede
manipularse la información para hacerla decir lo que el interesado desea que
diga. También se resaltan casos anecdóticos de pacientes infectados en los
Estados Unidos con la enfermedad de Chagas. Pues bien, eso puede ocurrir, ¿cómo
negarlo? ¿Pero acaso el corolario de esto es que debemos de una vez por todas
dirigirnos en masa a todos los Bancos de Sangre del mundo, clausurarlos,
demolerlos y sembrar el solar de sal, a la usanza antigua? </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">De más está decir que no. A pesar de
todos los riesgos potenciales y reales que puedan tener, las terapias
transfusionales han salvado, y seguirán salvando</font>,<i> millones de vidas</i>.
<font face="Verdana">Lo que realmente es aquí pertinente es </font><i>disminuir</i>
<font face="Verdana">el riesgo</font> <i>evitando </i><font face="Verdana">las
transfusiones</font><i> innecesarias</i>. <font face="Verdana">Cada día se
conocen mejor aquellas situaciones en las que muy probablemente el paciente no
sobrevivirá si no recibe hemoderivados, aparecen pautas de transfusión con bases
clínica y fisiopatológicas mejor establecidas, cada día se depuran los sistemas
de control que disminuyen el riesgo de contraer una enfermedad. Los únicos que
han elegido no entender esto son los Testigos de Jehová, y por eso siguen
atosigándonos con montañas de panfletos que repiten lo mismo una y otra vez. Y
una pregunta para terminar: si lo que en realidad les preocupan los riesgos de
las transfusiones, ¿por qué siguen rechazando las transfusiones autólogas (en
que la sangre procede del mismo paciente)? ¿Por qué rechazan la retransfusión de
la sangre recuperada en el mismo acto quirúrgico? <br>
</font></p>
<div align="right">
<h2><font color="#006699" face="Comic Sans MS">Las alternativas “de calidad” a
las transfusiones</font></h2>
</div>
<p align="justify"><font face="Verdana">Las publicaciones de los Testigos de
Jehová no se cansan nunca de decirnos que existen alternativas “de calidad” a
las transfusiones, lo que en realidad quiere decir que a su criterio las
transfusiones son, en el mejor caso, innecesarias, y en el peor, francamente
deletéreas, y que hay opciones mejores. Sin darnos respiro nos echan en cara
términos tales como</font> <i>hemodilución, expansor de volumen, transporte de
oxígeno, oxígeno hiperbárico, eritropoyetina, hemostáticos, desmopresina</i>.
<font face="Verdana">Pues bien, ¿qué significa todo esto? ¿Existen realmente
tantas alternativas “de calidad” a las transfusiones? ¿Hasta que punto
funcionan? ¿Y qué quiere decir “de calidad”? </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">En el folleto </font><i>Tratamiento
alternativo a la sangre</i> <font face="Verdana">los Testigos nos presentan una
lista de treinta y un productos considerados como opciones (presuntamente de
calidad) a la terapia transfusional. Bueno, en realidad no son tantos, pues hay
varios repetidos. Por ejemplo, las inmunoglobulinas de uso intravenoso aparecen
seis veces, y la eritropoyetina tres (simplemente han enumerado las diferentes
marcas y presentaciones de un mismo principio activo). Al final nos quedan
quince, de los cuales dos son expansores plasmáticos, seis antihemorrágicos, dos
coadyuvantes para la hemostasia quirúrgica, dos antianémicos, y tres que no
encajan en ninguna de estas categorías. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">La valor de algunos de los fármacos
reseñados en la lista es más que dudoso. Por ejemplo, el ácido tranexámico y el
etamsilato, dos antihemorrágicos que jamás han demostrado beneficios clínicos
que justifiquen su uso. Casi en la misma situación se halla el ácido epsilon–aminocaproico,
un antifibrinolítico que tiene una utilidad muy poco clara en hemorragias por
extracciones dentales en hemofílicos, y posterior a cirugía prostática, y
ninguna confirmada fuera de estas dos situaciones (de paso, puede ocasionar
problemas severos debido a su tendencia a favorecer la formación de trombos). El
acetato de desmopresina, que es un análogo sintético de la vasopresina, tiene
un espectro de acción muy limitado, circunscrito a enfermos con enfermedad de
Von Willebrand Tipo I, y a los trastornos de la hemostasia ocasionados por
uremia. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">En otros casos, la información que
suministran sobre el fármaco es tan parcial que resulta errónea. Así, sobre la
inmunoglobulina intravenosa opinan que “Eleva los niveles plaquetarios y corrige
la tendencia anormal a la hemorragia”. Pues bien, a la inmunoglobulina de uso
intravenoso se le han encontrado mil aplicaciones, pero lo de elevar los niveles
plaquetarios solo se ve en las púrpuras trombocitopénicas inmunes (por otra
parte, no todas responden a este tratamiento). Y salvo en esta situación,
definitivamente no corrige la “tendencia anormal a la hemorragia”. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Otras de sus alternativas son en verdad
muy efectivas, pero también dentro de un contexto muy limitado. La
eritropoyetina y las inyecciones de hierro puede resultar muy útiles (quien lo
duda) pero no en situaciones de emergencia; la respuesta inicial a la
eritropoyetina puede demorar de dos a seis semanas, y en pacientes con
enfermedades renales (que son aquellos en los que hay mayor experiencia) se
puede tardar hasta cuatro meses en lograr valores normales de hematocrito.
</font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">En otra lista de alternativas “de
calidad” a la terapia con sangre descubro el Fluosol DA–20, un
perfluorocarbonado que ha dado muy malos resultados (cosa curiosa, no aparece la
solución de hemoglobina libre, que quizás sea más prometedora). </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Por lo visto, hasta aquí las llamadas
“alternativas de calidad” no lo son tanto: unas simplemente no funcionan y otras
funcionan solo en circunstancias muy especiales. Esto último hay que tenerlo en
mente en todo momento, pues las publicaciones de los Testigos de Jehová tienden
espontáneamente a la generalización. Por ejemplo, nos revelan que se han
realizado exitosamente tantas intervenciones sin sangre, y por lo tanto, las
intervenciones sin sangre no son peligrosas; sólo que siempre se les “olvida”
decirnos que están hablando exclusivamente de operaciones electivas, en las que
es factible preparar perfectamente al paciente y tomar todas las precauciones
que se quieran, circunstancia que no es extrapolable automáticamente a la
totalidad de las intervenciones quirúrgicas, y en particular a las de urgencia,
donde no existen unas condiciones tan controladas. Al final daré unas cifras
acerca de los maravillosos resultados de las intervenciones sin sangre. </font>
</p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Otro punto que destacan siempre las
publicaciones de los Testigos es que las transfusiones no son necesarias pues lo
fundamental es detener la hemorragia y restaurar el volumen. Cuando hablan de
volumen se refieren a la volemia, que es la cantidad total de sangre en el
organismo. Esto es muy cierto, pero remiten a un lejano segundo plano otro punto
fundamental: la función principal de la sangre es transportar oxígeno a los
tejidos. ¿Logran esto sus “opciones de calidad? ¿Y en que medida? Veremos.
</font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Antes de entrar en materia, citaré
primero dos párrafos de</font> <i>¿Cómo puede salvarle la vida la sangre?:</i>
</p>
<ul>
<p align="justify"><font color="#330000">"<font face="Verdana">El reemplazo
del volumen puede lograrse sin usar sangre ni plasma sanguíneo. Varios fluidos
no sanguíneos sirven eficazmente expandir el volumen de la sangre. El más
sencillo es la solución salina, que es barata y compatible con nuestra sangre.
También hay fluidos con propiedades especiales, como dextrán, Haemaccel y la
solución lactada de Ringer. Hetastarch (HES) es un expansor del volumen que se
ha empezado a usar recientemente, y “puede recomendarse sin riesgo para los
pacientes [de quemaduras] que objetan productos sanguíneos”</font> (<i>Journal
of Burn Care & Rehabilitation</i>, <font face="Verdana">enero–febrero de
1989). Estos fluidos tienen ventajas claras. “Soluciones cristaloides [como la
solución salina normal y la solución lactada de Ringer], dextrán y HES son
relativamente atóxicas y baratas, fácilmente obtenibles, pueden almacenarse a
temperatura normal, no requieren exámenes de compatibilidad ni encierran
riesgos de enfermedad transmitida por transfusiones”</font> (<i>Blood
Transfusion Therapy– A Physician’s HandBook,</i> 1989)".</font></p>
</ul>
<ul>
<p align="justify"><font color="#330000" face="Verdana">"Sin embargo, puede
ser que usted pregunte: “¿Cómo pueden ayudar los fluidos no sanguíneos de
reemplazo cuando lo que yo necesito es glóbulos rojos para llevar el oxígeno a
todo mi cuerpo? Como se ha mencionado, usted tiene reservas que funcionan para
llevar el oxígeno. Si pierde sangre, maravillosos mecanismos de compensación
empiezan a funcionar. Su corazón bombea más sangre con cada latido. Puesto que
la sangre perdida ha sido reemplazada por un fluido conveniente, la sangre,
ahora diluida, fluye más fácilmente, hasta en los vasos sanguíneos pequeños.
Como resultado de cambios químicos, se suelta más oxígeno en los tejidos.
Estas adaptaciones son tan eficaces que si en su cuerpo quedara solamente la
mitad de su cantidad de glóbulos rojos la entrega de oxígeno aún pudiera
alcanzar el 75 % de los normal. Un paciente en descanso solo usa el 25 % del
oxígeno disponible en su sangre. Y la mayoría de los anestésicos generales
reducen la necesidad de oxígeno del cuerpo".</font></p>
</ul>
<p align="justify"><font face="Verdana">Para comprobar si todas estas maravillas
son enteramente ciertas, deberemos hacer primero un breve repaso de la
fisiología. </font></p>
<div align="right">
<h2><font color="#006699" face="Comic Sans MS">Algunos apuntes fisiología</font></h2>
</div>
<p align="justify"><font face="Verdana">Para empezar, como ya lo mencionamos
antes, la finalidad principal de la sangre es llevar oxígeno (y otros
nutrientes) a los tejidos, y trasladar en su retorno los productos de desecho
hacia los órganos excretores. Pero centrémonos en el oxígeno, que es lo que aquí
interesa. El oxígeno es transportado en la sangre por dos mecanismos: </font>
</p>
<ul>
<p align="justify"><font face="Verdana">1. En dilución física en el plasma <br>
2. Ligado a la hemoglobina</font></p>
</ul>
<p align="justify"><font face="Verdana">La cantidad diluida en el plasma es
prácticamente despreciable, por lo que casi todo el oxígeno viaja unido a la
hemoglobina. Es factible calcular cuanto oxígeno transporta una determinada
cantidad de sangre, por medio de la fórmula del contenido arterial de oxígeno (CaO<sub>2</sub>):
</font></p>
<center>
<p><b>Hb(g)x1,34 x SaO<sub>2</sub> + PaO<sub>2</sub> x 0,003</b></p>
</center>
<p align="justify"><font face="Verdana">Donde: </font></p>
<ul>
<p align="justify"><font face="Verdana">Hb =: hemoglobina (gramos por
decilitro). <br>
SaO<sub>2</sub>= saturación de la hemoglobina (porcentaje de hemoglobina que
está efectivamente unida a oxígeno) <br>
PaO<sub>2</sub>= presión parcial que ejerce el oxígeno disuelto físicamente en
la sangre.</font></p>
</ul>
<p align="justify"><font face="Verdana">El primer término de la ecuación nos
indica el volumen de oxígeno unido a la hemoglobina; el segundo, la cantidad
disuelta en el plasma. Según esta fórmula, un paciente respirando oxígeno a
concentración ambiente, que tenga 15 gramos de hemoglobina por decilitro,
transporta 20,4 volúmenes de oxígeno por cada 100 volúmenes de sangre. ¿Cuanto
transporta la sangre de un paciente que tenga 7 g/dl, en las mismas condiciones?
Pues 9,68 volúmenes por ciento. De pronto, a alguien se le ocurre que esto se
puede mejorar suministrándole más oxígeno al paciente. Si se respira oxígeno
puro, la PaO<sub>2</sub> sube hasta 500 mmHg (respirando aire ambiente es más o
menos 100 mmHg); y la saturación de la hemoglobina no se puede elevar por encima
de 100%. Haciendo nuevamente las cuentas, obtenemos que ese paciente tendrá un
contenido arterial de oxígeno de 10,88. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Estos ejercicios matemáticos no son
ociosos: esto es exactamente lo que ocurre cuando sustituimos glóbulos rojos por
los “fluidos convenientes” de los Testigos de Jehová. No hay nada que sustituya
a los glóbulos rojos como transportadores de oxígeno. Y no he partido de un caso
extremo: 7 g/dl de hemoglobina son bastante bien tolerados, en especial si se
trata de una anemia crónica (pero no en condidiones de cirugía, o de infección
severa). Si la hemoglobina es de 4 g/dl, el contenido arterial de oxígeno de la
sangre será de apenas de 5,66 volúmenes por ciento. Por supuesto, para que el
sistema cardiovascular funcione es imprescindible una volemia adecuada, y ese es
el objetivo de los expansores, pero estos por si solos no pueden de ninguna
manera transportar el oxígeno suficiente como para cubrir las necesidades
tisulares. Y por debajo de un determinado nivel de aporte de oxígeno, los
tejidos comienzan a lesionarse, el metabolismo aerobio pasa al menos eficaz
anaerobio y se produce acidosis láctica; al cabo de cierto tiempo la lesión se
hace irreversible. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">¿Existen mecanismos compensatorios que
el organismo puede emplear para enfrentar situaciones de shock y anemia aguda?
Pues naturalmente que sí, y no seré yo quien niegue que son maravillosos. Pero
ni alcanzan a compensar todos los trastornos fisiológicos ocasionados por una
perdida aguda de hematies, ni lo hacen en todas las situaciones, ni pueden
funcionar indefinidamente. El más común de todos los mecanismos compensatorios
es el aumento de la frecuencia cardíaca. Si se multiplica el volumen de sangre
eyectado por el corazón en cada latido (volumen latido) por la frecuencia
cardíaca obtenemos el llamado gasto cardíaco, que es el volumen de sangre
eyectado por el corazón en un minuto. De esto resulta claro que si duplicamos la
frecuencia cardiaca, manteniendo el volumen latido, duplicamos el gasto
cardíaco. Tendríamos menos oxígeno por unidad de sangre, pero como estamos
aumentando la cantidad de sangre que le enviamos a los tejidos, el aporte de
oxígeno que le estamos haciendo a estos se mantendría más o menos igual. Hasta
aquí todo está muy bien, pero hay que considerar dentro de que límites funciona.
Para empezar, esta situación ocasiona una sobrecarga de trabajo al corazón, que
no cualquier enfermo puede tolerar. Mientras más se acelera la frecuencia del
corazón, más energía y más oxígeno consume, y recordemos que este último está ya
de por sí deficitario; por otro lado, consideremos que el corazón tiene menos
tiempo de llenarse de sangre, y por lo tanto el volumen que eyecta a cada latido
ira disminuyendo progresivamente. Como el músculo cardíaco solo recibe aporte
sanguíneo con oxígeno durante la diástole, resulta también que el aumento de la
frecuencia disminuye el tiempo en que el corazón puede “alimentarse”, y en
consecuencia comienza a trabajar en condiciones de hipoxia. Todo esto conduce,
si la hemoglobina es lo suficientemente baja, a la insuficiencia cardíaca por
anemia, conocida técnicamente como “cor anémico”, o a la isquemia miocárdica.
¿A qué niveles de hemoglobina se produce todo esto? Muy probablemente no
ocurrirá si la hemoglobina se mantiene sobre 7 g/dl, pero fundamentalmente
dependerá del estado fisiológico del paciente y si hay o no otros problemas
asociados. Una anemia crónica se tolera siempre mejor que una aguda. En
presencia de enfermedad pulmonar, una baja capacidad de transporte de oxígeno
puede resultar rapidamente fatal. Y si hablamos de una hemoglobina de 4 g/dl, la
citada reserva es virtualmente inexistente. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Por otra parte, muchos estados
patológicos realmente incrementan la demanda de oxígeno, entre estos el trauma
severo, la sepsis, las quemaduras y la intervenciones quirúrgicas mayores. Que
un paciente esté acostado en una cama no significa que sus requerimientos
metabólicos necesariamente sean menores, y en muchos casos lo que hacen es
aumentar. Claro, en todos estos pacientes es fundamental mantener la volemia,
pero también mantener el aporte de oxígeno; una cosa no puede ir sin la otra.
Uno de los fundamentos actuales de la terapia del shock es la optimización de la
oferta de oxígeno. A veces, se puede realizar esto sin transfusiones, pero son
muchas las ocasiones en que son necesarias (o mejor dicho, imprescindibles).
Nadie discute que los expansores de volumen sean insustituibles en la
reanimación inicial del paciente, pero ellos solos no siempre le dan al paciente
lo que necesita. Actualmente existe una gran polémica respecto a si aumentar la
oferta de oxígeno realmente mejora la probabilidad de sobrevivir de los
pacientes en condiciones críticas, pero esto se refiere en general a incrementar
la oferta a niveles suprafisiológicos, no cuando está desastrosamente baja
(como en el caso de la anemia severa). </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Existe un amplio rango de valores de
hemoglobina dentro del cual el aporte de oxígeno se mantiene en valores
adecuados, con la salvedad de que lo que es “adecuado” en una situación clínica
puede no serlo en otra. El problema surge cuando se intenta establecer una regla
general para todos los pacientes, como lo hacen los Testigos de Jehová. Puede
haber argumentos válidos para defender que un paciente de cirugía electiva no
requiere una transfusión para llevar su hemoglobina de 8 a 10, pero esos mismos
argumentos son inaplicables si se trata de una hemorragia que ha anemizado
agudamente al paciente. Del mismo modo, existen cientos o miles de artículos
médicos en los que se reconoce que muchas conductas terapéuticas no son otra
cosa que hábitos sin fundamento, pero de ahí a decir que se puede aceptar que a
un paciente le baje la hemoglobina a 1,4 g/dl sin hacer nada, o que lo vamos a
mejorar usando solo expansores, hay un largo trecho. </font></p>
<div align="right">
<h2><font color="#006699" face="Comic Sans MS">El kernicterus</font></h2>
</div>
<p align="justify"><font face="Verdana">Encuentro otras falacias en un folleto
titulado</font><i> “Hiperbilirrubinemia” Volumen 1, Número 1</i>.
<font face="Verdana">En el se menciona al kernicterus, o impregnación
bilirrubínica de los núcleos de la base, una afección neurológica severa que
afecta a los recién nacidos que sufren hiperbilirrubinemia (particularmente en
prematuros con enfermedad hemolítica por incompatibilidad Rh). Se trata de una
enfermedad desbastadora, que puede matar o incapacitar al niño de por vida. El
tratamiento habitual de la enfermedad hemolítica por Rh es la
exsanguinotransfusión (recambio total de la sangre). En el folleto se critica
esa práctica (por supuesto) se hace notar que no todos los médicos están de
acuerdo con ella, se resalta que no existe una demostración fehaciente de que un
determinado nivel de bilirrubina se correlacione con el kernicterus, y se
rescata la probable relación causal con el alcohol benzílico (presente como
preservativo en varios medicamentos). Asimismo, ofrece los inevitables
“tratamientos alternativos”. <br>
Bueno, hagamos algunas precisiones: </font></p>
<ul>
<p align="justify"><font face="Verdana">a) La enfermedad hemolítica severa por
incompatibilidad Rh no solo produce hiperbilirrubinemia y kernicterus, sino
que simple y llanamente</font> <i>mata</i> <font face="Verdana">por anemia
grave. Y aquí no existe terapia alternativa alguna a las transfusiones. </font>
</p>
<p align="justify"><font face="Verdana">b) La relación del kernicterus con la
hiperbilirrubinemia quedo bien establecida en los años cincuenta. Cuando se
comenzó a utilizar la exsanguinotransfusión, el problema disminuyó al punto de
considerarse resuelto. En 1992, Thomas Newman y Jeffrey Maisels propusieron
nuevos criterios menos agresivos de tratamiento para los lactantes a termino
<b>sin enfermedad hemolítica</b>, que han ido ganando progresivamente
aceptación. Para los neonatos con enfermedad hemolítica los criterios no han
cambiado, y muy poca gente los discute. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">c) La supuesta implicación del alcohol
benzílico como “agente causal” se derrumba si se considera que el kernicterus
prácticamente desapareció en cuanto comenzaron a realizarse las
exsanguinotransfusiones. Quizás este implicado en casos esporádicos en
neonatos prematuros. Concluir cualquier otra cosa no es más que especulación.
</font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">d) Los tratamientos “alternativos”
como: “alimentar al lactante”, “fototerapia”, “carbón activado”, “agar”, “fenobarbital”,
etcétera, están muy bien, para aquellos casos en que no hay hemólisis. Y de
hecho, no se pueden considerar alternativos, pues simplemente son parte de la
terapéutica estándar para esos pacientes. Pero no se pueden considerar
alternativas racionales a la exsanguinotransfusión si hay enfermedad
hemolítica severa.</font></p>
</ul>
<p align="justify"><font face="Verdana">El conocimiento médico avanza más rápido
que el pensamiento de los Testigos de Jehová. Actualmente, la inmensa mayoría de
los recién nacidos con hiperbilirrubinemia no son exsanguinados, sino tratados
con fototerapia. Pero siguen existiendo indicaciones difícilmente cuestionables
de la terapia con hemoderivados. Aquí, la estrategia es la de siempre:
generalizar, meter todos los casos en un mismo saco y presentarlos con profusión
de citas bibliográficas inaplicables. <br>
</font></p>
<div align="right">
<h2><font color="#006699" face="Comic Sans MS">Algunas notas finales</font></h2>
</div>
<p align="justify"><font face="Verdana">Quizás debí haber comenzado por aquí.
</font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Los Testigos nos dicen que hay
alternativas a la sangre. Y que son seguras y confiables. Si esto es cierto,
debe poder probarse con cifras. Pues aquí tenemos algunas. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">El Dr. John Doyle, de la Universidad de
Toronto, cita en su artículo <i>Riesgos de evitar una transfusión sanguínea
“necesaria”</i>, un estudio de Carson y Poses publicado en el Lancet en 1988 (Lancet
1988 Apr 2;1(8588):727-9), en el que se investigaron 125 casos de cirugía en
Testigos de Jehová que rechazaron las transfusiones sanguíneas. Los resultados
de dicho estudio fueron los siguientes: </font><br>
</p>
<center>
<table cols="2" width="70%" border="1">
<tr>
<td bgColor="#66ffff"><center>
<p><b><font size="+1" color="#ff0000">Hemoglobina Preoperatoria</font></b></p>
</center></td>
<td bgColor="#66ffff"><center>
<p><b><font size="+1" color="#ff0000">Mortalidad</font></b></p>
</center></td>
</tr>
<tr>
<td bgColor="#ccffff"><center>
<p><b><font size="+1">< 6 g/dl </font></b></p>
</center><center>
<p><b><font size="+1">6.1- 8 g/dl</font></b></p>
</center><center>
<p><b><font size="+1">8,1-10 g/dl </font></b></p>
</center><center>
<p><b><font size="+1">> 10 g/dl </font></b></p>
</center></td>
<td bgColor="#ccffff"><center>
<p><b><font size="+1">61.5% </font></b></p>
</center><center>
<p><b><font size="+1">33%</font></b></p>
</center><center>
<p><b><font size="+1">7.1%</font></b></p>
</center><center>
<p><b><font size="+1">0%</font></b></p>
</center></td>
</tr>
</table>
</center>
<p><b> </b> </p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Estas cifras resultan francamente
desalentadoras si se pretende insistir en que rechazar las transfusiones
sanguíneas y utilizar alternativas es seguro en todas las circunstancias. Y
además, desbarata el argumento de que hay que evitar las transfusiones por su
peligrosidad. Compárese con las cifras dadas antes de riesgo estimado para
varios países de Centro y Sudamérica. Se observará que en el caso de Bolivia (el
país con mayor riesgo) la probabilidad teórica de adquirir una enfermedad
infecciosa por una transfusión es de 233 por 10.000 (o 2,33 %). Aún en el caso
de que se asumiera que todos los pacientes infectados fallecen (lo que
obviamente no es cierto), el riesgo de fallecer por esta razón sería muchas
veces inferior al de cualquiera de los grupos del estudio con hemoglobina
inferior a 10 g/dl. Y hemos tomado como base un caso extremo. Si se compara con
las cifras de otros países, la brecha entre el riesgo de adquirir una enfermedad
por la transfusión y el beneficio en cuanto a probabilidad de sobrevivir se hace
aún más ancha. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">A todo esto los Testigos sin duda
replicaran mostrando estudios sobre cirugías electivas en los que las cifras de
mortalidad son muy inferiores, y enarbolando casos anecdóticos en los que tal o
cual paciente sobrevivió a anemias extremas mediante la utilización de recursos
tecnológicos excepcionales. Ya mencioné antes que en los casos electivos es
factible tomar precauciones extraordinarias, que son imposibles en las cirugías
de urgencia; por otro lado, los casos aislados de supervivencia en condiciones
especiales no son de valor para precisar si es seguro o no rechazar una
transfusión (también existen publicados en la literatura médica numerosos casos
de Testigos que murieron por anemia severa, pero por alguna inaccesible razón
que escapa a mi entendimiento la “Sociedad” ha optado por no incluirlos dentro
su argumentación “científica”. ¡Ah! Pero si los publican en otra parte, y ya
veremos donde...). </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">¿Niegan los Testigos de Jehová que
hallan fallecido creyentes a consecuencia de la doctrina del rechazo a la
sangre? Por todas las demostraciones científicas que nos han dado, con
sobreabundancia de eruditos artículos, separatas y declaraciones, esta negación
pudiera darse como implícita en sus argumentos. Pues no, no es así, y aquí
encontramos una extraña paradoja: lejos de negarlo, los Testigos<i> </i><b>
reconocen</b><i> </i>que el rechazo a la sangre ha ocasionado muertes, y también
reconocen que esas muertes <b>hubieran sido evitables</b> mediante una
transfusión. Y de paso, las publicitan y celebran. ¿Cómo es esto posible? </font>
</p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Quizás sea este el aspecto más grotesco
de la doctrina del rechazo a la sangre. Las dos revistas de la Watch Tower Bible
and Tract Society</font>, <i>La Atalaya</i> y <i>¡Despertad!</i>
<font face="Verdana">publican con necrofílica <img alt="Jovenes que pusieron a Dios en primer lugar" hspace="15" src="../images/dead.jpg" align="left" vspace="10" border="0" NOSAVE width="175" height="225">constancia
aquellos casos en que un Testigo ha fallecido como consecuencia de rechazar una
transfusión, y muy especialmente si se trata de niños o adolescentes. Demás está
decirlo, con la exclusiva finalidad de enfatizar su calidad de santos o de
mártires de la fe. En el número de</font> <i>¡Despertad!</i>
<font face="Verdana">del 22 de mayo de 1994, se presenta un artículo titulado</font>
“<i>Jovenes que pusieron a Dios en primer lugar</i>”, <font face="Verdana">en el
que figuran (entre otros muchos) los casos de dos niñas <i>de doce años</i>. ¿De
que modo podemos calificar esto? ¿De increíble? ¿De absurdo? ¿O simplemente de
criminal? En el dossier “Los Testigos de Jehová y el tratamiento médico sin
sangre” me tropiezo con este otro: </font><i>La fe de Joshua – Una victoria para
los derechos del niño</i> (<i>¡Despertad!</i> <font face="Verdana">22 de enero
de 1995). Los derechos del niño triunfaron, pero igual el pobre Joshua pasó al
otro mundo. Y yo sigo sin ver cual es la gran ventaja que encuentran en eso.
</font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Pues sí, ellos reconocen que la gente se
muere por rechazar una transfusión, y eso a pesar de todos los sapientísimos
artículos con que intentan hacernos pensar lo contrario: una y otra vez nos
repiten que la sangre es riesgosa, que las transfusiones son innecesarias, que
existen alternativas “de calidad”, que las normas de los Testigos se adelantaron
a los conocimientos actuales de la medicina... para concluir informándonos
alborozadamente de las muertes que se han producido “por poner a Dios en primer
lugar”. Quizás les vendría bien a los llamados “médicos cooperadores” darle un
somero vistazo a las publicaciones de la secta antes de decidirse a cooperar y
hacer declaraciones. Para que estén bien informados, digo yo. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Y finalmente, ¿todo esto para qué? Como
ya hemos visto, los Testigos de Jehová no se caracterizan precisamente por la
inmutabilidad de sus convicciones. Rechazaron y prohibieron las vacunas y hoy
aceptan las vacunas, rechazaron y prohibieron los transplantes de órganos y hoy
los aceptan, pensaron que la Gran Pirámide era la “Piedra Testigo y Profeta de
Dios” y de golpe se enteraron de que era la “Biblia de Satanás”. Todo, por
supuesto, en base a interpretaciones bíblicas y a revelaciones divinas. En estos
bruscos cambios de opinión no tienen ni voz ni voto los Testigos de a pie, esos
autómatas que venden las revistas, nos atosigan con prédicas y acuden
obedientemente a las asambleas de la Sociedad. Estas decisiones las toma por
ellos el “esclavo fiel y discreto”, nombre notoriamente inadecuado que recibe el
conciliábulo gobernante, residenciado en la ciudad de Nueva York. Cualquier día
de estos el “esclavo fiel y discreto” puede decidir de golpe que las
transfusiones después de todo no son pecaminosas, y que todo se reduce a un
problema de consciencia personal, como ya ha ocurrido antes. Veremos entonces
que ocurre en la consciencia de aquellos que dejaron morir un hijo por seguir
los dictados de los autoproclamados apoderados de Dios en el mundo. Y por
supuesto, en la de aquellos que apoyan semejantes absurdos, médicos y jueces
incluidos. </font></p>
<p align="justify"><font face="Verdana">Hay algunos signos de que este cambio ya
se está produciendo. En el mismo seno de los Testigos de Jehová existen ya
disidentes que se oponen al rechazo a la sangre, la llamada “Asociación de
Testigos de Jehová para la reforma del asunto de la sangre”. Dudo que sus puntos
de vistas puedan triunfar a corto plazo, pero al menos indica que las técnicas
de lavado cerebral de la Sociedad no son tan efectivas como parecen, y que aún
quedan entre ellos algunos cerebros pensantes. Lo que no deja de ser alentador.
<br>
</font></p>
<hr width="75%" SIZE="5" align="justify">
<div align="right">
<h2><font color="#ff0000" face="Comic Sans MS">Apéndice</font></h2>
</div>
<h2><font size="+1" color="#000000">Abstract del artículo de Carson et al.</font></h2>
<ul>
<p>TITLE: <b>Severity of anaemia and operative mortality and morbidity.</b></p>
</ul>
<ul>
<p>AUTHORS: Carson JL; Poses RM; Spence RK; Bonavita G</p>
</ul>
<ul>
<p>AUTHOR AFFILIATION: Department of Medicine, University of Medicine and
Dentistry of New Jersey/Robert Wood Johnson Medical School, New Brunswick. </p>
<p>SOURCE: Lancet 1988 Apr 2;1(8588):727-9 </p>
<p>CITATION IDS: PMID: 2895260 UI: 88173940 </p>
<p>ABSTRACT: <br>
</p>
<center>
<table cols="1" width="75%">
<tr>
<td>In a case-control study of 125 surgical patients who declined blood
transfusions for religious reasons operative mortality was inversely
related to the preoperative haemoglobin level, rising from 7.1% for
patients with levels above 10 g/dl to 61.5% for those with levels below 6
g/dl. Mortality rates were also related to blood loss during surgery,
rising from 8% for patients who lost less than 500 ml to 42.9% for those
who lost more than 2000 ml. Both preoperative haemoglobin level and
operative blood loss should be considered in assessing the need for
preoperative transfusion. In our study no patient with a haemoglobin
level above 8 g/dl and operative blood loss below 500 ml died.</td>
</tr>
</table>
</center>
<p> </p>
</ul>
<h2><font size="+1" color="#ff0000" face="Comic Sans MS">Algunos sitios de
interes:</font></h2>
<p><b><a href="http://www.geocities.com/Athens/Delphi/1524/#2">
http://www.geocities.com/Athens/Delphi/1524/#2</a></b> <b>Página en castellano
de la Asociación de Testigos de Jehová para la Reforma del Asunto de la Sangre.</b>
</p>
<p><b><a href="http://doyle.ibme.utoronto.ca/necessbt.htm">
http://doyle.ibme.utoronto.ca/necessbt.htm</a></b> <b>Con el artículo (en
ingles) del Dr John Doyle <i>Riesgos de evitar una transfusión sanguínea
“necesaria”.</i></b> </p>
<p><b><a href="http://www.watchtower.org/languages/espanol/library/hb/toc.htm">
http://www.watchtower.org/languages/espanol/library/hb/toc.htm</a></b> <b><i>
¿Como puede la sangre salvarle la vida?</i> Publicado por la Watch Tower Bible
and Tract Society.</b> </p>
<p> </p>
<p align="justify"><b><i><font size="4">Nota: Agradezco a Javier Garrido el
permiso otorgado para publicar este artículo, su página (Paraciencias al día) la
encontrtarás en la </font><a href="../Links.htm" style="text-decoration: none">
<font size="4">sección de Links.</font></a></i></b></p>
<p align="right"><a title="Regresar a Medicina" href="../medicina.htm">
<img border="0" src="../images/izquierda.gif" width="49" height="23"></a>
<a title="Regresar a Home" href="../index.htm">
<img border="0" src="../images/derecha.gif" width="49" height="23"></a></p>
</body>
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http://mx.geocities.com/expediente_esceptico/Medicina/Testigos.htm