Ultimo artículo de Pablo Blanco en www.jeitoledo.com
¿Se debe celebrar la Navidad en Navidad?
Dicen que una de las mejores definiciones de un tonto ó de un necio, si se prefiere este apelativo más común en nuestras versiones bíblicas, es el de “uno al que le señalas la luna con el dedo y se queda mirando al dedo”. Y aquí ya podría dar por terminado mi artículo que estoy seguro que todos los lectores de nuestra web, que son gente inteligente, con esta breve indicación les bastaría para zanjar la cuestión. Pero como basta con echar un vistazo a este asunto a lo largo de los siglos de la historia cristiana para que se demuestre que igual que “no es de todos la fe” (2Ts. 3:2), tampoco es todos la sabiduría y la inteligencia espiritual (Col 1:9).
Durante un buen número de siglos, y en casi todas las corrientes del entorno cristiano, el número y la calidad de los necios que en esta cuestión y otras semejantes se han quedado mirando al dedo, es decir, que encallaron en cuestiones de fechas, en lugar de mirar a lo que las fechas apuntaban es para record Guinness. A muchos les alcanzó el día cuando ya no había luna que mirar, pero ellos seguían erre que erre empeñados en la cuestión del dedo, y buscando a otros necios para disputar y enzarzarse con ellos sobre si el más apropiado para señalar a la luna era el índice ó el meñique.
Jesús ordenó a sus discípulos que fuesen testigos de su mensaje y obra hasta el fin de la tierra (Hch. 1:8). Es decir para declarar y anunciar que el Hijo de Dios, el Verbo, se había manifestado en carne (Jn. 1:14), naciendo de mujer (Gal. 4:4), para salvar a los pecadores (1 Ti. 1:15), como una expresión sublime del amor de Dios hacia los hombres que consistió en que su único Hijo derramase su sangre en rescate de muchos (Heb. 11:35). Es decir de aquellos que se arrepienten de sus caminos y son justificados y reconciliados con Dios, por medio de la fe en el Redentor, Jesucristo, y en su obra redentora (Rom. 5:1). En este testimonio y mensaje se resume el ministerio de la reconciliación, también llamado del evangelio de la gracia de Dios.
El Señor estableció que para el propósito de recordar su manifestación en carne y su sacrificio, sus seguidores, aquellos que habían creído en él y en su mensaje, debían reunirse tantas veces como pudiesen para un sencillo acto de comunión y recuerdo, en el que compartieran una pieza de pan y un poco de vino. Este singular acto compendiaba el anuncio de su muerte y resurrección, y a la vez que Dios ofrece al hombre un nuevo pacto establecido sobre la sangre de Jesucristo que fue derramada en la cruz (1Cor. 11:24-26).
Ahora bien, sin dejar de celebrar ni en menoscabo de este explícito mandamiento destinado a ser llevado a cabo por los creyentes en forma comunitaria, los apóstoles y primeros seguidores de Jesús también empleaban otros recursos para el propósito de acercar el mensaje a todos los hombres. Discursos públicos (Hch. 2:14; 17:22), entrevistas personales (Hch. 8:27-39; 16:30,31), declaraciones judiciales (Hch. 25:23 y ss), en las casas (Hch. 2:46), en la calle, en cárceles (Hch. 16:25), en escuelas (Hch. 19:9)en el Templo (Hch. 5:42), en sinagogas judías (Hch. 13:5) ó en templos paganos (Hch. 17:23), en sábado (Hch. 17:2), en domingo (Hch. 20:7), en cualquier otro día (Hch. 19:9), de día ó de noche (Hch. 20:7), con cánticos (Hch. 16:25) ó con discursos, el evangelio se predicaba y extendía por todos los pueblos y ciudades con multiforme expresión y presentación. En divulgarlo y alcanzar a las personas para el Reino de Dios consistía y consiste el meollo de la cuestión.
De la misma manera que Dios habló a los hombres por medio de profetas de distintas formas (Heb. 1:1), y ahora nos confío a nosotros (2 Co. 5:19) esa responsabilidad, no estableció un estricto manual de operaciones que deba ser seguido al pié de la letra en cuanto a formas, porque el propósito es que dentro de la dignidad y reverencia que tanto Dios como el mensaje mereces, tratemos de que ser colaboradores en la consecución de la voluntad de Dios, en cuanto a que no quiere que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento (2Pe. 3:9).
Ahora volvamos a la cuestión de la celebración de la Navidad. Es decir, de una fiesta que conmemora y proclama que Cristo Jesús vino a este mundo en carne y sangre, declaración que constituye una de las verdades esenciales del mensaje del evangelio. Y celebrar esta verdad una vez al año haciendo una fiesta en la que sean sus principales características hablar del regalo que Dios hizo a los hombres recordando los episodios más significativos del evento para divulgar el relato del prodigio de Dios según hemos recibido de los evangelistas. Sentir y compartir este recuerdo con alegría en los corazones, con sentimientos de paz y buena voluntad, alabando a Dios y proclamando el evangelio, solo puede molestar a quienes no creen, a quienes solo buscan contiendas por cualquier razón ó a quienes siguen a sectas que quieren buscar elementos diferentes de la virtud para distinguirse.
En España hay un buen número de enemigos de la cruz de Cristo en la sociedad con influencia en Ayuntamientos, en la política y en muchos departamentos de las administraciones del gobierno deseando erradicar la Navidad. Con la excusa de un falso laicismo (que en el orden correcto significaría neutralidad) no pueden ocultar que lo que realmente les molesta es la fe cristiana y Jesucristo, así como todo lo que tiene que ver con él. Así que en muchos lugares de España, incluso en colegios e institutos, personas con estas intenciones se oponen a la celebración de la Navidad, a la vez que promueven sin el menor reparo fiestas paganas como el Halloween ó el Carnaval, o fiestas religiosas como el Ramadán islámico, con el propósito de molestar y provocar a los cristianos. Y es una pena que en ocasión algunos de estos sean sus cómplices para el mal.
Ahora, para los que se han quedado mirando al dedo, voy a dedicar unas líneas también a sus peregrinos argumentos:
1) “Jesús no nació el 25 de Diciembre”.- Yo creo que esa es una información que debieran saber absolutamente todos los cristianos, ó bien poco saben del señor Jesucristo. La Navidad no es el “cumpleaños” de Jesús, sino la conmemoración de su nacimiento, para lo cual es tan válido ese día como otro cualquiera.
2) “En el 25 de Diciembre se celebraba una antigua fiesta pagana”.- Si no pudiésemos celebrar una fiesta los cristianos en un día en que los paganos celebraron fiestas ó cometieron maldades, no las celebraríamos nunca, pues desde que el pecado entró en el mundo ya no existió día alguno en que el pecado estuviera ausente, ni en el que los malos y paganos no celebrasen actos que ofenden a Dios.
3) “La Navidad tiene que ser todos los días”. - Muy bien, pues entonces justamente no se puede excluir el 25 de Diciembre como algunos pretenden.
4) “La fiesta de la Navidad es puro consumismo”(1).- El consumismo es algo que está en el corazón de los consumidores. El consumo navideño solo es un pretexto. El “consumista”, malgasta en las rebajas de enero, de verano, de primavera, en fin de año, en carnaval, en vacaciones, sin que una fiesta ó una celebración como la Navidad sea más allá que una excusa. Cualquier razón ó sinrazón le vale al consumista para consumir desaforadamente incluso más allá de su capacidad económica. ¿Alguien piensa que si no se celebrara la Navidad, las personas dejarían de consumir? Evidentemente no. Pero el creyente que tiene entre sus mandamientos el vivir y ser sobrio, también tiene una oportunidad en estas fechas para convertirse en un referente de la ética cristiana, lo cual es otra forma de testimonio que conduce al mismo fin.
5) “Es que los cristianos decoran sus casas con símbolos paganos como los árboles de Navidad”.- Voy a introducir aquí un ejemplo comparativo con los alimentos. Los judíos se abstenían conforme a la ley mosáica de ciertos alimentos (no voy a entrar a profundizar en este tema) que sin embargo comían los paganos. Pues vino Jesús y en “su ley” “declaró limpios todos los alimentos” (Mr. 7:19), trasladando su efecto a la conciencia personal de cada uno (Ro. 14:14).
Desde luego el que es débil y en su conciencia ve en el árbol de Navidad un elemento idolátrico, no lo debe poner. Pero los que somos maduros en el conocimiento de la voluntad de Dios debemos colaborar con paciencia para que los inmaduros adquieran la madurez necesaria para entender que si suprimiéramos de la vida de los creyentes todo lo que los paganos usan ó han usado, tendríamos que ser sacados de este mundo, cosa que no pidió nuestro Señor, sino solo que fuésemos apartados del mal (Jn. 17:15).
Y es que, claro, los paganos, por ejemplo, comen de todo, así que nosotros para no hacer lo mismo que hacen ellos, no podríamos comer de nada. Los paganos corren, así que nosotros tendríamos que estar sentados, pero como ellos se sientan, tendríamos que levantarnos; si ellos cantan, nosotros no cantamos; pero como los hay que también callan… y así entraríamos en un círculo esquizofrénico.
El apóstol Pablo, quien tuvo que bregar continuamente contra los mal llamados legalistas, porque debieran ser llamados propiamente “fariseístas” (Mt. 23:24), que andaban de aquellas dale que dale con la cuestión de imponer normas y prohibir determinados alimentos a los cristianos, concluyó: 1Co 10:25,26 “De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud”. 1Ti 4:4 “Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias”. Trasladada esta cuestión al árbol de Navidad, sepamos que es tan bueno y limpio para celebrar al Señor como cualquier otro adorno de propósito semejante, ó ¿acaso el Señor Jesús rechazó “a los que –a su paso- tendían sus mantos y cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino” (Mr. 11:9), por la razón de que lo mismo hacían los paganos con sus monarcas? ¿Es que a los que critican el árbol de Navidad no se les ocurre pensar que Jesús no tuvo reparo alguno en utilizar el vino, como símbolo de su sangre, a pesar de que el vino formaba parte desde bien antiguo de las celebraciones de los paganos a sus ídolos, y que hasta tenía su dios entre los griegos romanos, que era Baco, y sus fiestas eran llamadas Bacanales?
Y es que, ya también San Pablo decía: Tit 1:15 “Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas”.
Pablo Blanco
Navidad 2010
(1) El tema del consumismo es mucho más complejo para ser despachado con una frase simplista. Por un lado existe un consumismo compulsivo, que es una enfermedad que nada tiene que ver con fiestas determinadas. Hay un consumismo de origen moral por el que las personas se llenan de cosas materiales, en un ciclo de permanente insatisfacción para escapar de los vacios espirituales y existenciales en que viven. También hay un consumismo de productos inútiles, innecesarios y vanos, pero que es producto de la vaciedad moral y de valores incapaces de discriminar lo bueno de lo malo, fomentado por técnicas comerciales insanas. Pero el consumismo es también el motor económico de una sociedad que produce bienes y servicios con los que se genera una actividad económica que proporciona los recursos económicos para cubrir muchas atenciones de carácter. Como se ve, esto tiene suficiente materia para un debate monográfico.
¿Se debe celebrar la Navidad en Navidad?
Dicen que una de las mejores definiciones de un tonto ó de un necio, si se prefiere este apelativo más común en nuestras versiones bíblicas, es el de “uno al que le señalas la luna con el dedo y se queda mirando al dedo”. Y aquí ya podría dar por terminado mi artículo que estoy seguro que todos los lectores de nuestra web, que son gente inteligente, con esta breve indicación les bastaría para zanjar la cuestión. Pero como basta con echar un vistazo a este asunto a lo largo de los siglos de la historia cristiana para que se demuestre que igual que “no es de todos la fe” (2Ts. 3:2), tampoco es todos la sabiduría y la inteligencia espiritual (Col 1:9).
Durante un buen número de siglos, y en casi todas las corrientes del entorno cristiano, el número y la calidad de los necios que en esta cuestión y otras semejantes se han quedado mirando al dedo, es decir, que encallaron en cuestiones de fechas, en lugar de mirar a lo que las fechas apuntaban es para record Guinness. A muchos les alcanzó el día cuando ya no había luna que mirar, pero ellos seguían erre que erre empeñados en la cuestión del dedo, y buscando a otros necios para disputar y enzarzarse con ellos sobre si el más apropiado para señalar a la luna era el índice ó el meñique.
Jesús ordenó a sus discípulos que fuesen testigos de su mensaje y obra hasta el fin de la tierra (Hch. 1:8). Es decir para declarar y anunciar que el Hijo de Dios, el Verbo, se había manifestado en carne (Jn. 1:14), naciendo de mujer (Gal. 4:4), para salvar a los pecadores (1 Ti. 1:15), como una expresión sublime del amor de Dios hacia los hombres que consistió en que su único Hijo derramase su sangre en rescate de muchos (Heb. 11:35). Es decir de aquellos que se arrepienten de sus caminos y son justificados y reconciliados con Dios, por medio de la fe en el Redentor, Jesucristo, y en su obra redentora (Rom. 5:1). En este testimonio y mensaje se resume el ministerio de la reconciliación, también llamado del evangelio de la gracia de Dios.
El Señor estableció que para el propósito de recordar su manifestación en carne y su sacrificio, sus seguidores, aquellos que habían creído en él y en su mensaje, debían reunirse tantas veces como pudiesen para un sencillo acto de comunión y recuerdo, en el que compartieran una pieza de pan y un poco de vino. Este singular acto compendiaba el anuncio de su muerte y resurrección, y a la vez que Dios ofrece al hombre un nuevo pacto establecido sobre la sangre de Jesucristo que fue derramada en la cruz (1Cor. 11:24-26).
Ahora bien, sin dejar de celebrar ni en menoscabo de este explícito mandamiento destinado a ser llevado a cabo por los creyentes en forma comunitaria, los apóstoles y primeros seguidores de Jesús también empleaban otros recursos para el propósito de acercar el mensaje a todos los hombres. Discursos públicos (Hch. 2:14; 17:22), entrevistas personales (Hch. 8:27-39; 16:30,31), declaraciones judiciales (Hch. 25:23 y ss), en las casas (Hch. 2:46), en la calle, en cárceles (Hch. 16:25), en escuelas (Hch. 19:9)en el Templo (Hch. 5:42), en sinagogas judías (Hch. 13:5) ó en templos paganos (Hch. 17:23), en sábado (Hch. 17:2), en domingo (Hch. 20:7), en cualquier otro día (Hch. 19:9), de día ó de noche (Hch. 20:7), con cánticos (Hch. 16:25) ó con discursos, el evangelio se predicaba y extendía por todos los pueblos y ciudades con multiforme expresión y presentación. En divulgarlo y alcanzar a las personas para el Reino de Dios consistía y consiste el meollo de la cuestión.
De la misma manera que Dios habló a los hombres por medio de profetas de distintas formas (Heb. 1:1), y ahora nos confío a nosotros (2 Co. 5:19) esa responsabilidad, no estableció un estricto manual de operaciones que deba ser seguido al pié de la letra en cuanto a formas, porque el propósito es que dentro de la dignidad y reverencia que tanto Dios como el mensaje mereces, tratemos de que ser colaboradores en la consecución de la voluntad de Dios, en cuanto a que no quiere que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento (2Pe. 3:9).
Ahora volvamos a la cuestión de la celebración de la Navidad. Es decir, de una fiesta que conmemora y proclama que Cristo Jesús vino a este mundo en carne y sangre, declaración que constituye una de las verdades esenciales del mensaje del evangelio. Y celebrar esta verdad una vez al año haciendo una fiesta en la que sean sus principales características hablar del regalo que Dios hizo a los hombres recordando los episodios más significativos del evento para divulgar el relato del prodigio de Dios según hemos recibido de los evangelistas. Sentir y compartir este recuerdo con alegría en los corazones, con sentimientos de paz y buena voluntad, alabando a Dios y proclamando el evangelio, solo puede molestar a quienes no creen, a quienes solo buscan contiendas por cualquier razón ó a quienes siguen a sectas que quieren buscar elementos diferentes de la virtud para distinguirse.
En España hay un buen número de enemigos de la cruz de Cristo en la sociedad con influencia en Ayuntamientos, en la política y en muchos departamentos de las administraciones del gobierno deseando erradicar la Navidad. Con la excusa de un falso laicismo (que en el orden correcto significaría neutralidad) no pueden ocultar que lo que realmente les molesta es la fe cristiana y Jesucristo, así como todo lo que tiene que ver con él. Así que en muchos lugares de España, incluso en colegios e institutos, personas con estas intenciones se oponen a la celebración de la Navidad, a la vez que promueven sin el menor reparo fiestas paganas como el Halloween ó el Carnaval, o fiestas religiosas como el Ramadán islámico, con el propósito de molestar y provocar a los cristianos. Y es una pena que en ocasión algunos de estos sean sus cómplices para el mal.
Ahora, para los que se han quedado mirando al dedo, voy a dedicar unas líneas también a sus peregrinos argumentos:
1) “Jesús no nació el 25 de Diciembre”.- Yo creo que esa es una información que debieran saber absolutamente todos los cristianos, ó bien poco saben del señor Jesucristo. La Navidad no es el “cumpleaños” de Jesús, sino la conmemoración de su nacimiento, para lo cual es tan válido ese día como otro cualquiera.
2) “En el 25 de Diciembre se celebraba una antigua fiesta pagana”.- Si no pudiésemos celebrar una fiesta los cristianos en un día en que los paganos celebraron fiestas ó cometieron maldades, no las celebraríamos nunca, pues desde que el pecado entró en el mundo ya no existió día alguno en que el pecado estuviera ausente, ni en el que los malos y paganos no celebrasen actos que ofenden a Dios.
3) “La Navidad tiene que ser todos los días”. - Muy bien, pues entonces justamente no se puede excluir el 25 de Diciembre como algunos pretenden.
4) “La fiesta de la Navidad es puro consumismo”(1).- El consumismo es algo que está en el corazón de los consumidores. El consumo navideño solo es un pretexto. El “consumista”, malgasta en las rebajas de enero, de verano, de primavera, en fin de año, en carnaval, en vacaciones, sin que una fiesta ó una celebración como la Navidad sea más allá que una excusa. Cualquier razón ó sinrazón le vale al consumista para consumir desaforadamente incluso más allá de su capacidad económica. ¿Alguien piensa que si no se celebrara la Navidad, las personas dejarían de consumir? Evidentemente no. Pero el creyente que tiene entre sus mandamientos el vivir y ser sobrio, también tiene una oportunidad en estas fechas para convertirse en un referente de la ética cristiana, lo cual es otra forma de testimonio que conduce al mismo fin.
5) “Es que los cristianos decoran sus casas con símbolos paganos como los árboles de Navidad”.- Voy a introducir aquí un ejemplo comparativo con los alimentos. Los judíos se abstenían conforme a la ley mosáica de ciertos alimentos (no voy a entrar a profundizar en este tema) que sin embargo comían los paganos. Pues vino Jesús y en “su ley” “declaró limpios todos los alimentos” (Mr. 7:19), trasladando su efecto a la conciencia personal de cada uno (Ro. 14:14).
Desde luego el que es débil y en su conciencia ve en el árbol de Navidad un elemento idolátrico, no lo debe poner. Pero los que somos maduros en el conocimiento de la voluntad de Dios debemos colaborar con paciencia para que los inmaduros adquieran la madurez necesaria para entender que si suprimiéramos de la vida de los creyentes todo lo que los paganos usan ó han usado, tendríamos que ser sacados de este mundo, cosa que no pidió nuestro Señor, sino solo que fuésemos apartados del mal (Jn. 17:15).
Y es que, claro, los paganos, por ejemplo, comen de todo, así que nosotros para no hacer lo mismo que hacen ellos, no podríamos comer de nada. Los paganos corren, así que nosotros tendríamos que estar sentados, pero como ellos se sientan, tendríamos que levantarnos; si ellos cantan, nosotros no cantamos; pero como los hay que también callan… y así entraríamos en un círculo esquizofrénico.
El apóstol Pablo, quien tuvo que bregar continuamente contra los mal llamados legalistas, porque debieran ser llamados propiamente “fariseístas” (Mt. 23:24), que andaban de aquellas dale que dale con la cuestión de imponer normas y prohibir determinados alimentos a los cristianos, concluyó: 1Co 10:25,26 “De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud”. 1Ti 4:4 “Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias”. Trasladada esta cuestión al árbol de Navidad, sepamos que es tan bueno y limpio para celebrar al Señor como cualquier otro adorno de propósito semejante, ó ¿acaso el Señor Jesús rechazó “a los que –a su paso- tendían sus mantos y cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino” (Mr. 11:9), por la razón de que lo mismo hacían los paganos con sus monarcas? ¿Es que a los que critican el árbol de Navidad no se les ocurre pensar que Jesús no tuvo reparo alguno en utilizar el vino, como símbolo de su sangre, a pesar de que el vino formaba parte desde bien antiguo de las celebraciones de los paganos a sus ídolos, y que hasta tenía su dios entre los griegos romanos, que era Baco, y sus fiestas eran llamadas Bacanales?
Y es que, ya también San Pablo decía: Tit 1:15 “Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas”.
Pablo Blanco
Navidad 2010
(1) El tema del consumismo es mucho más complejo para ser despachado con una frase simplista. Por un lado existe un consumismo compulsivo, que es una enfermedad que nada tiene que ver con fiestas determinadas. Hay un consumismo de origen moral por el que las personas se llenan de cosas materiales, en un ciclo de permanente insatisfacción para escapar de los vacios espirituales y existenciales en que viven. También hay un consumismo de productos inútiles, innecesarios y vanos, pero que es producto de la vaciedad moral y de valores incapaces de discriminar lo bueno de lo malo, fomentado por técnicas comerciales insanas. Pero el consumismo es también el motor económico de una sociedad que produce bienes y servicios con los que se genera una actividad económica que proporciona los recursos económicos para cubrir muchas atenciones de carácter. Como se ve, esto tiene suficiente materia para un debate monográfico.