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Sharia en Nigeria
El Corán o lo siniestro
Lucrecio
La repetición, escribe Freud, es la ley de lo siniestro. Eso que, no debiendo manifestarse, emerge. Una y otra vez. Haciendo naufragar, cada vez más, el mundo convenido en su espiral insoportable. Y no es cada suceso lo terrible. Lo terrible es la lógica que exige su retorno. Necesario.
Cuando, hace algunos meses, se supo que Safiya Huseini iba a ser lapidada, como adúltera, en la Nigeria islámica, Europa concertó todos sus buenos sentimientos seculares: ¡Salvemos a Safiya!, fue entonces satisfecha consigna. Nadie -o casi- se atrevió a exigir lo esencial: proscribamos la lógica que determina que ese caso, el de Safiya, no sea sino anécdota. E infinitamente repetible. Esa lógica se llama Islam. No una interpretación, no una corriente. Se llama Islam. En su literalidad más precisa.
Safiya Huseini tiene ahora un nuevo nombre Amina Lawal. Idéntica es su condena a la de aquella: el adulterio que la Ley coránica castiga con lapidación hasta la muerte. Y no hace falta ser profeta para saber que serán menos las protestas ahora, porque todo aburre, también la muerte. Y que, más tarde, vendrán otras iguales y cada vez más invisibles. Otras que morirán mientras nosotros enfocamos a otro punto de anecdótico horror en el planeta. Hicimos anécdota de Safiya, la hacemos Amina, seguiremos haciéndola de aquellas cuyos nombres lleguen hasta nosotros. Nos complace hacer eso: es el duro onanismo de los buenos sentimientos. De la dura determinación que exige el exterminio de toda mujer adúltera, no diremos nada. No hay goce humanitario en eso.
O sí. Tal vez algo digamos. Diremos, satisfechos, que Europa es tolerante. Y que el Estado pagará, con los impuestos de todos nosotros, creyentes como laicos, al clero islámico para que enseñe, en nuestras constitucionales escuelas europeas, el mensaje de redención que Alá dictara al Profeta. Corán, Sura IV, versículo 24: “Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres, en virtud de la preferencia que Dios les ha concedido sobre ellas... Castiga a aquella de tus mujeres a quien sospeches infiel, enciérrala en cuarto aislado y golpéala”.
En verdad que Alá es grande. Y Europa su humilde financiera. Y todo se repite, en el tiempo sin tiempo del Misericordioso. Sumisión como muerte. Humillación como desprecio. Algunos damos a eso un nombre: lo siniestro. O el Corán.