La Guerra del Escarabajo
¿Ha observado que a veces las grandes sorpresas vienen en paquetes pequeños? Tal es el caso del asombroso escarabajo bombardero. Este pequeño insecto está armado de un impresionante sistema de defensa. Cuando se siente amenazado por el ataque de un enemigo, el valiente escarabajo descarga gases irritantes y repugnantes a una temperatura de l00º C, los cuales dirige, desde dos conductos en su cola, directamente a la cara del desafortunado atacante.
Hermann Schildknecht, químico alemán, estudió al escarabajo bombardero y la forma en que ejecuta esta impresionante proeza química. Descubrió que el insecto fabrica el gas explosivo mezclando dos químicos muy peligrosos (hidroquinona y peróxido de hidrógeno), a los que añade otro químico llamado “inhibidor”. Este impide que las sustancias químicas exploten, permitiendo así que el escarabajo almacene dichos gases indefinidamente.
Cuando un predador —como el sapo, por ejemplo— se acerca al escarabajo, éste inyecta los químicos almacenados en los dos tubos de combustión, y en el momento preciso, añade un químico anti-inhibidor. Este destruye al inhibidor y una violenta explosión ocurre justamente en la cara del atacante.
¿Es posible que un mecanismo tan maravilloso y complejo haya evolucionado gradualmente durante millones de años? El evolucionista está forzado a responder con un tímido “sí”, pero un breve estudio del tema revelará que tal idea es absurda.
De acuerdo al “pensamiento” evolucionista, tuvo que haber miles de generaciones de escarabajos que, en experimentos evolutivos fatales, mezclaron estos peligrosos químicos en forma impropia y explotaron en pedazos. Con el tiempo, se nos dice, lograron crear la fórmula mágica, pero, ¿qué podemos decir respecto a la producción del inhibidor? No es necesario producir un inhibidor a menos que tengamos los dos químicos que tratamos de inhibir. Por otro lado, si tenemos los químicos sin el inhibidor, ya es demasiado tarde, porque nos habremos destruido a nosotros mismos. Obviamente, tal medida nunca surgiría sin una previsión y planificación inteligente. No obstante, supongamos que el pequeño escarabajo lograra producir simultáneamente los dos químicos junto con el valioso inhibidor. La solución resultante no sería de ningún beneficio porque sería una mezcla inocua. Para que preste algún beneficio al escarabajo, se tendría que añadir el anti-inhibidor. Así, una vez más debemos suponer que por miles de generaciones, estos pobres escarabajos mezclaron y almacenaron las sustancias químicas sin razón ni ventaja alguna, hasta que finalmente, al anti-inhibidor fue perfeccionado. ¡Recién entonces logró cierto éxito! Tras haber desarrollado el anti-inhibidor, ahora puede explotar en pedazos, frustrando de esta manera los esfuerzos del hambriento predador que desea comérselo. ¡Ah! pero aún necesita desarrollar los dos tubos combustión, y una red de comunicación y funcionamiento precisos para controlar y ajustar la dirección y tiempo de explosión. Y, una vez más, por miles de generaciones estos alegres escarabajos celebraron las fiestas de la independencia explotando ellos mismos en pedazos, hasta que finalmente aprendieron a controlar sus nuevos poderes.
Pero, ¿cuál sería la motivación de esa evolución gradual desastrosa de prueba y error’? Supuestamente en la evolución todo debe tener un beneficio y propósito lógico; de lo contrario nunca habría evolución. Pero el proceso mencionado no tiene sentido, y afirmar que todo el sistema de defensa se desarrolló de una sola vez, es simplemente imposible. Sin embargo, naturaleza abunda en ejemplos de perfecta coordinación. esta manera, sólo podemos concluir que el pequeño escarabajo bombardero es firme testimonio de la creación especial, porque no hay otra explicación racional para tal maravilla.
Gish, Dusane T., Dinosaurs: Those Terrible Lizards, Creation-Life Publishers Inc., San Diego California.
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Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús
Filipenses 3:8
Carlos.
¿Ha observado que a veces las grandes sorpresas vienen en paquetes pequeños? Tal es el caso del asombroso escarabajo bombardero. Este pequeño insecto está armado de un impresionante sistema de defensa. Cuando se siente amenazado por el ataque de un enemigo, el valiente escarabajo descarga gases irritantes y repugnantes a una temperatura de l00º C, los cuales dirige, desde dos conductos en su cola, directamente a la cara del desafortunado atacante.
Hermann Schildknecht, químico alemán, estudió al escarabajo bombardero y la forma en que ejecuta esta impresionante proeza química. Descubrió que el insecto fabrica el gas explosivo mezclando dos químicos muy peligrosos (hidroquinona y peróxido de hidrógeno), a los que añade otro químico llamado “inhibidor”. Este impide que las sustancias químicas exploten, permitiendo así que el escarabajo almacene dichos gases indefinidamente.
Cuando un predador —como el sapo, por ejemplo— se acerca al escarabajo, éste inyecta los químicos almacenados en los dos tubos de combustión, y en el momento preciso, añade un químico anti-inhibidor. Este destruye al inhibidor y una violenta explosión ocurre justamente en la cara del atacante.
¿Es posible que un mecanismo tan maravilloso y complejo haya evolucionado gradualmente durante millones de años? El evolucionista está forzado a responder con un tímido “sí”, pero un breve estudio del tema revelará que tal idea es absurda.
De acuerdo al “pensamiento” evolucionista, tuvo que haber miles de generaciones de escarabajos que, en experimentos evolutivos fatales, mezclaron estos peligrosos químicos en forma impropia y explotaron en pedazos. Con el tiempo, se nos dice, lograron crear la fórmula mágica, pero, ¿qué podemos decir respecto a la producción del inhibidor? No es necesario producir un inhibidor a menos que tengamos los dos químicos que tratamos de inhibir. Por otro lado, si tenemos los químicos sin el inhibidor, ya es demasiado tarde, porque nos habremos destruido a nosotros mismos. Obviamente, tal medida nunca surgiría sin una previsión y planificación inteligente. No obstante, supongamos que el pequeño escarabajo lograra producir simultáneamente los dos químicos junto con el valioso inhibidor. La solución resultante no sería de ningún beneficio porque sería una mezcla inocua. Para que preste algún beneficio al escarabajo, se tendría que añadir el anti-inhibidor. Así, una vez más debemos suponer que por miles de generaciones, estos pobres escarabajos mezclaron y almacenaron las sustancias químicas sin razón ni ventaja alguna, hasta que finalmente, al anti-inhibidor fue perfeccionado. ¡Recién entonces logró cierto éxito! Tras haber desarrollado el anti-inhibidor, ahora puede explotar en pedazos, frustrando de esta manera los esfuerzos del hambriento predador que desea comérselo. ¡Ah! pero aún necesita desarrollar los dos tubos combustión, y una red de comunicación y funcionamiento precisos para controlar y ajustar la dirección y tiempo de explosión. Y, una vez más, por miles de generaciones estos alegres escarabajos celebraron las fiestas de la independencia explotando ellos mismos en pedazos, hasta que finalmente aprendieron a controlar sus nuevos poderes.
Pero, ¿cuál sería la motivación de esa evolución gradual desastrosa de prueba y error’? Supuestamente en la evolución todo debe tener un beneficio y propósito lógico; de lo contrario nunca habría evolución. Pero el proceso mencionado no tiene sentido, y afirmar que todo el sistema de defensa se desarrolló de una sola vez, es simplemente imposible. Sin embargo, naturaleza abunda en ejemplos de perfecta coordinación. esta manera, sólo podemos concluir que el pequeño escarabajo bombardero es firme testimonio de la creación especial, porque no hay otra explicación racional para tal maravilla.
Gish, Dusane T., Dinosaurs: Those Terrible Lizards, Creation-Life Publishers Inc., San Diego California.
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Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús
Filipenses 3:8
Carlos.