RETORNO Y RESURGIMIENTO DE ISRAEL PROFECÍAS CUMPLIDAS



Cuando Mahoma se acercó a los judíos, esperaba reconocimiento.
Pensó que lo recibirían como profeta en su tradición.

En cambio, lo rechazaron y lo llamaron un impostor.
Los cristianos hicieron lo mismo.

Ese rechazo fue un golpe personal, y el Islam, tal como lo conocemos hoy, se construyó como respuesta a ese rechazo.

Mahoma no se rindió, sino que tomó represalias. Inscribió esa venganza en el Corán.

La tolerancia inicial desapareció. Lo que siguió fue una doctrina marcada por la amargura.

El rechazo al que se enfrentó fue reempaquetado como ira divina, y su humillación personal se convirtió en un sistema de hostilidad permanente.

Por eso los últimos versículos del Corán están llenos de desprecio hacia judíos y cristianos. No eran solo oponentes teológicos, sino quienes hirieron el orgullo de Mahoma.

Esa herida se convirtió en doctrina, y esa doctrina se convirtió en el fundamento de la civilización islámica.

Esta es también la razón por la que los movimientos islámicos no se centran en convertir o dominar rincones olvidados del mundo.

No hay nada que demostrar en las naciones pobres y débiles. No hay afrenta histórica que vengar.

¿Pero Occidente? ¿Israel? ¿El cristianismo? Estos representan a los mismos pueblos y culturas que negaron la legitimidad de Mahoma.

Esas son las civilizaciones cuyo éxito es un insulto existencial a la pretensión de perfección divina del islam.

Su éxito continuo es un recordatorio constante de que su mensaje fue rechazado y que su afirmación de autoridad divina nunca fue aceptada universalmente.

La expansión del islam en Occidente busca reescribir el desenlace histórico. Busca que Mahoma gane donde una vez perdió, aunque lleve siglos.

Islamizar Occidente sería, para muchos musulmanes, la reivindicación definitiva de su profeta. Una victoria retroactiva. Una reversión del insulto original.

Vía @DanBurmawy