[8] El Señor se ha pronunciado contra Jacob;
su juicio ha caído sobre Israel.
[9] Y los habitantes de Israel y de Samaria,
quienes hablaron con tanta soberbia y arrogancia,
pronto se enterarán.
[10] Decían:
«Reemplazaremos los ladrillos rotos
de nuestras ruinas con piedra labrada
y volveremos a plantar cedros
donde cayeron las higueras sicómoros».
[11] Pero el Señor traerá a los enemigos
de Rezín contra Israel
e incitará a todos sus adversarios.
[12] Los arameos desde el oriente
y los filisteos desde el occidente
sacarán sus colmillos
y devorarán a Israel.
Pero aun así no quedará satisfecho
el enojo del Señor;
su puño sigue preparado
para dar el golpe.
[13] Pues después de tanto castigo,
el pueblo seguirá sin arrepentirse;
no buscará al Señor
de los Ejércitos Celestiales.
[14] Por lo tanto,
en un solo día el Señor destruirá
tanto la cabeza como la cola,
la noble rama de palma y el humilde junco.
[15] Los líderes de Israel son la cabeza,
y los profetas mentirosos son la cola.
[16] Pues los líderes del pueblo
lo han engañado;
lo han llevado por la senda de la destrucción.
[17] Por eso el Señor
no se complace en los jóvenes,
ni tiene misericordia siquiera de las viudas
y los huérfanos.
Pues todos son unos hipócritas perversos,
y todos ellos hablan necedades.
Pero aun así no quedará satisfecho
el enojo del Señor.
Su puño sigue preparado para dar el golpe.
[18] Esa perversidad es como un incendio
de maleza que no solo quema
las zarzas y los espinos,
sino que también hace arder los bosques.
Su fuego hace subir nubes de humo.
[19] La tierra quedará ennegrecida
por la furia del Señor
de los Ejércitos Celestiales.
El pueblo será combustible para el fuego,
y nadie perdonará la vida
ni siquiera de su propio hermano.
[20] Atacarán a su vecino de la derecha
pero seguirán con hambre.
Devorarán a su vecino de la izquierda,
pero no quedarán satisfechos.
Al final, se comerán hasta a sus propios hijos.
[21] Manasés se alimentará de Efraín,
Efraín se alimentará de Manasés,
y los dos devorarán a Judá.
Pero aun así no quedará satisfecho
el enojo del Señor;
su puño sigue preparado
para dar el golpe.
Isaías 9:8-21 NTV