RETO a cualquier TRINITARIO

No hay contradicción si se distingue origen relacional de comienzo temporal.
La doctrina clásica lo resume como engendramiento eterno: el Hijo procede del Padre (es “engendrado” en sentido filial), pero sin sufrir un comienzo en el tiempo. Es decir:

  • Origen = relación: el Hijo procede del Padre (Sal 2:7; Heb 1:5).
  • Eternidad = sin comienzo temporal: Juan y los sinópticos muestran la preexistencia/participación divina del Logos (Jn 1; Col 1:17).
  • Recibir (Jn 5:26; Col 1:19) indica dependencia y comunicación de la vida/divinidad, no necesariamente un momento cronológico dentro de la eternidad.

Por tanto se puede afirmar coherentemente: el Hijo tiene origen relacional (es engendrado por el Padre) y, a la vez, es eterno en su modo de ser
(no inició en el tiempo). La tensión se resuelve aceptando que “engendrar” en la teología bíblica puede ser eterno, no temporal.

Lo que estoy entendiendo es que tú quieres sostener al mismo tiempo que:

Por un lado, El Hijo es eterno (origen relacional)
Por otro, afirmas que el Hijo no es igual al Padre.
Esto es contradictorio porque, si se concede eternidad, la conclusión de igualdad en divinidad es inevitable. Negarla implica dos cosas:

Quitarle la eternidad (decir que tuvo comienzo temporal).
O quitarle la plenitud (decir que no posee toda la divinidad).
 
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Aprecio sinceramente tu respuesta tan detallada y la claridad con la que intentas sostener tu posición con datos lingüísticos e históricos. Sin embargo, sigo viendo que el marco general de tu interpretación depende de una lectura sistemática posterior —elaborada ya en los siglos II–IV— más que del lenguaje original de los apóstoles y profetas.


1. Sobre Juan 17:3
Que Jesús incluya su propio nombre junto al del Padre no lo coloca necesariamente dentro del “único Dios verdadero”, sino que muestra que la vida eterna depende de conocer al Dios verdadero por medio de aquel que Él envió.

El verbo “conocer” (ginōskō) en sentido relacional no significa divinizar al objeto conocido, sino entrar en comunión con quien el Padre ha revelado. Jesús mismo dice: “El Padre mayor es que yo” (Juan 14:28) y “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti…” — la distinción es explícita.

Juan 1:1 y 1:18 deben leerse desde esa distinción: el Logos “estaba con Dios”, lo que ya implica alteridad; y “era dios” en sentido cualitativo, no identificativo. Es decir, expresaba lo divino porque procedía de Dios, no porque fuera el mismo Ser.


2. Sobre Juan 10:30 y la “unidad” (ἕν)
El propio contexto explica la unidad como acción conjunta (“para que crean que el Padre está en mí y yo en el Padre”, v. 38).

Jesús ora después para que los discípulos sean “uno como nosotros” (Juan 17:22). Si la unidad del Padre y del Hijo fuera de “esencia”, los discípulos participarían de esa misma esencia, lo cual es imposible. Por tanto, la comparación es funcional: unidad en propósito, no en ontología.


3. Sobre Filipenses 2:6–7
Morphē (forma) no significa necesariamente “esencia”. En la literatura helenística, puede referirse al estatus o condición visible (como morphē doulou).
Pablo no está describiendo una igualdad eterna con Dios, sino que subraya la humildad de Cristo frente a la exaltación que recibió después.
El punto del pasaje es moral (ejemplo de humillación), no metafísico (definición de naturaleza).


4. Sobre Juan 20:28
La exclamación de Tomás es una confesión de reconocimiento ante la manifestación divina en Cristo, no una definición ontológica. Los judíos usaban ese tipo de lenguaje teofánico (“Dios está con nosotros”, Isaías 7:14) sin convertir al mediador en el propio YHWH.

Además, el evangelista aclara inmediatamente el propósito de su relato: “para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” (Juan 20:31).
Si Juan hubiera querido afirmar que Jesús es Dios, ese habría sido el momento para decirlo claramente.


5. Sobre Hechos 5:3–4
El paralelismo “mentir al Espíritu Santo / mentir a Dios” no prueba identidad personal, sino que muestra que el Espíritu es la presencia de Dios actuando en la comunidad. Isaías 63:10–11 ya hablaba del "Espíritu Santo" de YHWH como Su propia presencia ofendida.


6. Sobre la historia y los Padres
Es cierto que desde el siglo II se fue desarrollando una cristología cada vez más alta, pero eso no implica que fuera la comprensión original de los apóstoles.
Que Ignacio o Justino usen expresiones como “Jesucristo es Dios” refleja el lenguaje devocional de su tiempo, ya influido por la filosofía helenística y el esfuerzo por defender la fe frente al paganismo, no necesariamente la enseñanza literal de los textos hebreos y arameos del primer siglo.


En síntesis:
-Los apóstoles proclamaban a un solo Dios, el Padre (1 Cor 8:6), y a Jesucristo su Hijo, el mediador exaltado por Él (Hech 2:32–36).
-El Espíritu es Su presencia y poder activo en los creyentes.
-La teología posterior sistematizó esa experiencia en términos de “Trinidad” y “una esencia”, pero esos conceptos no pertenecen al pensamiento semita original de las Escrituras.

Sigamos buscando juntos lo que realmente enseña el texto, sin imponerle categorías filosóficas ajenas a su propio contexto.
Mil disculpas por la demora en la respuesta, pero con el tiempo libre, he aquí respondo.

Hermano en Cristo, gracias por compartir tu reflexión con tanta claridad y amor por la Palabra. Es evidente que buscas la verdad con integridad, y eso honra al Señor. Permíteme responder con el mismo espíritu: no para confrontar, sino para juntos examinar las Escrituras, como hicieron los bereanos en Hechos 17:11.

Respecto a Juan 17:3 y la vida eterna, tienes razón en que conocer a Dios es relacional. Pero en el evangelio de Juan, esa relación no es indirecta. Jesús no dice: “Yo les presento al Padre”, sino: “El que me ha visto, ha visto al Padre” en Juan 14:9. Si Jesús fuera únicamente un mensajero, como Moisés o Elías, hubiera señalado hacia el Padre. Pero Él se presenta como el camino único: “Nadie viene al Padre sino por mí” en Juan 14:6. Eso va más allá de una función delegada; es una afirmación de identidad reveladora. Solo Dios puede ser la única vía al Padre. Y sí, Jesús dice: “El Padre es mayor que yo” en Juan 14:28, pero lo hace dentro de su estado de humillación. Así como un rey que se viste de siervo no deja de ser rey, Cristo, aun en la cruz, sigue siendo el Señor de gloria según 1 Corintios 2:8.

Sobre Juan 10:30 y la unidad expresada con la palabra griega hen, el contexto sí habla de acción conjunta, pero la unidad perfecta en la obra presupone una comunión perfecta en la relación. Cuando Jesús ora en Juan 17:22 para que sus discípulos sean “uno, como nosotros somos uno”, no está diciendo que seremos idénticos al Padre y al Hijo, sino que participaremos de su amor mutuo, como sarmientos unidos a la Vid verdadera en Juan 15:5. Pero esa Vid debe ser vida divina, para poder darnos vida eterna. Además, los judíos no lo acusaron de decir “trabajamos en armonía”, sino de “hacerte Dios a ti mismo” en Juan 10:33. Ellos entendieron el peso de sus palabras.

En cuanto a Filipenses 2:6–7 y la “forma de Dios”, Pablo usa morphē, no schēma. Morphē habla de la forma esencial, no de apariencia externa. El contraste es claro: “forma de Dios” en el versículo 6, y “forma de siervo” en el versículo 7. Jesús no perdió su deidad al encarnarse; renunció a la manifestación visible de su gloria, no a su naturaleza. Y el punto no es solamente moral: es quién se humilló. Si un ángel se hiciera hombre, sería admirable; pero si el Creador del universo se hace siervo, eso solo tiene sentido si Él es Dios en persona, que por amor se vació a sí mismo según el versículo 7.

Sobre Juan 20:28 y la confesión de Tomás, Tomás no dice “Dios está contigo” ni “Eres el ungido del Señor”. Dice: “¡Señor mío y Dios mío!”. Son dos títulos divinos, aplicados directamente a Jesús, sin que Él lo corrija. Al contrario, lo bendice por su fe en el versículo 29. Y el evangelista cierra inmediatamente con el propósito de su libro en el versículo 31: “para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios”. Pero en el Nuevo Testamento, “Hijo de Dios” no es un título meramente humano. Los demonios lo reconocen como “Hijo del Dios Altísimo” en Marcos 5:7, el centurión lo confiesa al pie de la cruz en Marcos 15:39, y el Padre lo declara en el bautismo y la transfiguración en Mateo 3:17 y 17:5, uniendo las promesas del rey davídico y del Siervo sufriente.

Respecto a Hechos 5:3–4 y el Espíritu Santo, Pedro no dice: “mentiste a una influencia” o “ofendiste un don”. Dice: “¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mientas al Espíritu Santo?… No has mentido a los hombres, sino a Dios”. El Espíritu Santo es presentado como una Persona: puede ser entristecido en Efesios 4:30, habla en Hechos 13:2, dirige en Hechos 16:6–7, y reparte los dones según su voluntad en 1 Corintios 12:11. Una fuerza impersonal no tiene voluntad ni puede ser ofendida personalmente.

Sobre la cuestión del desarrollo posterior, la fe apostólica no cambió; se defendió frente a malentendidos. Cuando Pablo escribe en 1 Corintios 8:6, reformula el Shemá de Deuteronomio 6:4: “Para nosotros hay un solo Dios, el Padre… y un solo Señor, Jesucristo”. Incluye a Jesús dentro de la confesión monoteísta, no como añadido, sino como cumplimiento. Y cuando el Nuevo Testamento llama a Jesús “Señor”, usando la palabra griega Kyrios, está empleando el término que en la Septuaginta traduce el nombre YHWH. Cuando Pablo cita Joel 2:32 —“todo aquel que invoque el nombre de YHWH será salvo”— y lo aplica a Jesús en Romanos 10:13, no está innovando: está proclamando lo que los apóstoles recibieron del Señor resucitado.

En resumen, no se trata de defender una fórmula, sino de adorar a quien las Escrituras presentan como digno de toda adoración: el Padre es Dios —eso lo afirmamos todos; el Espíritu es Dios —porque actúa, habla, enseña y santifica como Persona divina; Jesús es Dios —porque le dan nombres que pertenecen solo a YHWH en Isaías 9:6, Juan 20:28 y Tito 2:13; le atribuyen obras que solo Dios puede hacer, como crear, perdonar pecados y resucitar muertos; le rinden adoración que solo corresponde a Dios en Mateo 28:17, Hechos 7:59 y Apocalipsis 5:13–14; y Él acepta esa adoración sin rechazo —lo cual, en el pensamiento judío del primer siglo, habría sido blasfemia si no fuera Dios.

Y si Jesús no es Dios, entonces su muerte no cubre todos los pecados, su resurrección no vence la muerte para siempre, y su promesa “estaré con vosotros todos los días” no es la presencia de Emmanuel —Dios con nosotros—, sino la memoria de un buen maestro que ya no está. Pero si Él es verdadero Dios y verdadero hombre, entonces su gracia es suficiente, su sangre eficaz, su vida nuestra justicia, y su Espíritu la garantía de nuestra herencia según Efesios 1:14.

Hermano, no te escribo para convencerte con argumentos, sino para invitarte a mirar a Jesús —no como tema de debate, sino como Persona viviente: ¿Quién es este que calma el mar con una palabra? ¿Quién es este a quien los ángeles adoran? ¿Quién es este que dice: “Antes que Abraham fuese, yo soy”? Que el Señor nos conceda, con humildad y temor, creer todo lo que los profetas y apóstoles escribieron en Lucas 24:25 —ni menos, ni más.

עֶלְיוֹן
[◊] ✡️
P.A.E. ✝️
 
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Mil disculpas por la demora en la respuesta, pero con el tiempo libre, he aquí respondo.

Hermano en Cristo, gracias por compartir tu reflexión con tanta claridad y amor por la Palabra. Es evidente que buscas la verdad con integridad, y eso honra al Señor. Permíteme responder con el mismo espíritu: no para confrontar, sino para juntos examinar las Escrituras, como hicieron los bereanos en Hechos 17:11.

Respecto a Juan 17:3 y la vida eterna, tienes razón en que conocer a Dios es relacional. Pero en el evangelio de Juan, esa relación no es indirecta. Jesús no dice: “Yo les presento al Padre”, sino: “El que me ha visto, ha visto al Padre” en Juan 14:9. Si Jesús fuera únicamente un mensajero, como Moisés o Elías, hubiera señalado hacia el Padre. Pero Él se presenta como el camino único: “Nadie viene al Padre sino por mí” en Juan 14:6. Eso va más allá de una función delegada; es una afirmación de identidad reveladora. Solo Dios puede ser la única vía al Padre. Y sí, Jesús dice: “El Padre es mayor que yo” en Juan 14:28, pero lo hace dentro de su estado de humillación. Así como un rey que se viste de siervo no deja de ser rey, Cristo, aun en la cruz, sigue siendo el Señor de gloria según 1 Corintios 2:8.

Sobre Juan 10:30 y la unidad expresada con la palabra griega hen, el contexto sí habla de acción conjunta, pero la unidad perfecta en la obra presupone una comunión perfecta en la relación. Cuando Jesús ora en Juan 17:22 para que sus discípulos sean “uno, como nosotros somos uno”, no está diciendo que seremos idénticos al Padre y al Hijo, sino que participaremos de su amor mutuo, como sarmientos unidos a la Vid verdadera en Juan 15:5. Pero esa Vid debe ser vida divina, para poder darnos vida eterna. Además, los judíos no lo acusaron de decir “trabajamos en armonía”, sino de “hacerte Dios a ti mismo” en Juan 10:33. Ellos entendieron el peso de sus palabras.

En cuanto a Filipenses 2:6–7 y la “forma de Dios”, Pablo usa morphē, no schēma. Morphē habla de la forma esencial, no de apariencia externa. El contraste es claro: “forma de Dios” en el versículo 6, y “forma de siervo” en el versículo 7. Jesús no perdió su deidad al encarnarse; renunció a la manifestación visible de su gloria, no a su naturaleza. Y el punto no es solamente moral: es quién se humilló. Si un ángel se hiciera hombre, sería admirable; pero si el Creador del universo se hace siervo, eso solo tiene sentido si Él es Dios en persona, que por amor se vació a sí mismo según el versículo 7.

Sobre Juan 20:28 y la confesión de Tomás, Tomás no dice “Dios está contigo” ni “Eres el ungido del Señor”. Dice: “¡Señor mío y Dios mío!”. Son dos títulos divinos, aplicados directamente a Jesús, sin que Él lo corrija. Al contrario, lo bendice por su fe en el versículo 29. Y el evangelista cierra inmediatamente con el propósito de su libro en el versículo 31: “para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios”. Pero en el Nuevo Testamento, “Hijo de Dios” no es un título meramente humano. Los demonios lo reconocen como “Hijo del Dios Altísimo” en Marcos 5:7, el centurión lo confiesa al pie de la cruz en Marcos 15:39, y el Padre lo declara en el bautismo y la transfiguración en Mateo 3:17 y 17:5, uniendo las promesas del rey davídico y del Siervo sufriente.

Respecto a Hechos 5:3–4 y el Espíritu Santo, Pedro no dice: “mentiste a una influencia” o “ofendiste un don”. Dice: “¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mientas al Espíritu Santo?… No has mentido a los hombres, sino a Dios”. El Espíritu Santo es presentado como una Persona: puede ser entristecido en Efesios 4:30, habla en Hechos 13:2, dirige en Hechos 16:6–7, y reparte los dones según su voluntad en 1 Corintios 12:11. Una fuerza impersonal no tiene voluntad ni puede ser ofendida personalmente.

Sobre la cuestión del desarrollo posterior, la fe apostólica no cambió; se defendió frente a malentendidos. Cuando Pablo escribe en 1 Corintios 8:6, reformula el Shemá de Deuteronomio 6:4: “Para nosotros hay un solo Dios, el Padre… y un solo Señor, Jesucristo”. Incluye a Jesús dentro de la confesión monoteísta, no como añadido, sino como cumplimiento. Y cuando el Nuevo Testamento llama a Jesús “Señor”, usando la palabra griega Kyrios, está empleando el término que en la Septuaginta traduce el nombre YHWH. Cuando Pablo cita Joel 2:32 —“todo aquel que invoque el nombre de YHWH será salvo”— y lo aplica a Jesús en Romanos 10:13, no está innovando: está proclamando lo que los apóstoles recibieron del Señor resucitado.

En resumen, no se trata de defender una fórmula, sino de adorar a quien las Escrituras presentan como digno de toda adoración: el Padre es Dios —eso lo afirmamos todos; el Espíritu es Dios —porque actúa, habla, enseña y santifica como Persona divina; Jesús es Dios —porque le dan nombres que pertenecen solo a YHWH en Isaías 9:6, Juan 20:28 y Tito 2:13; le atribuyen obras que solo Dios puede hacer, como crear, perdonar pecados y resucitar muertos; le rinden adoración que solo corresponde a Dios en Mateo 28:17, Hechos 7:59 y Apocalipsis 5:13–14; y Él acepta esa adoración sin rechazo —lo cual, en el pensamiento judío del primer siglo, habría sido blasfemia si no fuera Dios.

Y si Jesús no es Dios, entonces su muerte no cubre todos los pecados, su resurrección no vence la muerte para siempre, y su promesa “estaré con vosotros todos los días” no es la presencia de Emmanuel —Dios con nosotros—, sino la memoria de un buen maestro que ya no está. Pero si Él es verdadero Dios y verdadero hombre, entonces su gracia es suficiente, su sangre eficaz, su vida nuestra justicia, y su Espíritu la garantía de nuestra herencia según Efesios 1:14.

Hermano, no te escribo para convencerte con argumentos, sino para invitarte a mirar a Jesús —no como tema de debate, sino como Persona viviente: ¿Quién es este que calma el mar con una palabra? ¿Quién es este a quien los ángeles adoran? ¿Quién es este que dice: “Antes que Abraham fuese, yo soy”? Que el Señor nos conceda, con humildad y temor, creer todo lo que los profetas y apóstoles escribieron en Lucas 24:25 —ni menos, ni más.

עֶלְיוֹן
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P.A.E. ✝️

Hermano, gracias por tu respuesta tan extensa y bien intencionada. Quiero responder con el mismo respeto. Pero debo señalar algo importante: tú estás introduciendo presuposiciones teológicas posteriores en textos que no dicen lo que afirmas.

Voy punto por punto:

1. “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14:9)


Esta frase no significa identidad ontológica.

En el mismo capítulo Jesús explica qué quiso decir:
“El Padre que mora en mí, Él hace las obras” (Jn 14:10)

Es representación, no igualdad de esencia.
Moisés también fue dicho que era “Dios” para Faraón (Éx 7:1) sin ser YHWH.

La función representativa es bíblica.
La identidad ontológica es una lectura posterior.

Además, Jesús dice que hay un camino mediado:
“Nadie viene al Padre sino por mí” (Jn 14:6)

Ser el medio no te convierte en el destino. Ser el canal no te convierte en la fuente.
Ese texto prueba mediación, no igualdad.

2. “El Padre es mayor que yo” (Jn 14:28)


Tu argumento es que esto se refiere a la “humillación”.
Pero Jesús lo dijo después de anunciar su regreso al Padre (Jn 14:28–29).
No está hablando de su estado terrenal, sino de la relación eterna.

Si Jesús dice que el Padre es mayor incluso en el contexto de su retorno, entonces no hay igualdad ontológica.

3. Los judíos entendieron Juan 10:30 como blasfemia


Los judíos también malinterpretaron a Jesús muchas veces (Jn 6:52; Jn 2:19–21).
El propio Jesús explica el equívoco en el mismo capítulo:
“Yo dije: dioses sois…” (Jn 10:34–36)

Si Él quisiera afirmar igualdad ontológica, no habría usado un argumento para rebajar la acusación y mostrar que su afirmación no implicaba ser YHWH.

4. Morphē en Filipenses 2 no significa esencia


Dices que morphē = esencia, pero eso no lo dice Pablo.
En toda la literatura griega, morphē es estatus, “condición”.

Pablo mismo contrasta:
  • morphē theou = condición divina (autoridad delegada)
  • morphē doulou = condición de siervo (estatus social)
Si “forma de Dios” fuese esencia divina, entonces “forma de siervo” sería esencia de esclavitud.
Eso no tiene sentido.

Además, el pasaje enseña que Jesús fue exaltado (Fil 2:9).
Un ser igual al Padre no puede ser exaltado por encima de su estado previo.

5. Tomás diciendo “mi Señor y mi Dios”


Tomás no define ontología.
La exclamación puede ser teofánica, no identificativa.

Ejemplos en el AT:
  • El ángel de YHWH recibe lenguaje divino representativo.
  • Reyes y jueces fueron llamados “elohim” en sentido funcional.

Y lo más importante:
Juan explica inmediatamente qué quiso decir Tomás:

“para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios” (Jn 20:31)

Juan no dice: “para que creáis que Jesús es Dios mismo”.
Si ese fuera su punto, lo habría dicho ahí.

6. Espíritu Santo: persona o presencia?


Decir que el Espíritu puede ser entristecido o hablar no define personalidad ontológica.
El AT habla del “Espíritu de YHWH” como la presencia activa de Dios, no un ser distinto.

Isaías 63: 10
“Ofendieron al Espíritu de Su santidad

¿Significa eso que el Espíritu es una tercera persona distinta?
No. La Escritura lo presenta como Dios actuando, no “otro”.

El Espíritu es de Dios, no “un tercero que es Dios a la par del Padre”.

7. 1 Cor 8:6 no incluye a Jesús dentro del Shemá


El texto dice:
“un solo Dios, el Padre”
“un solo Señor, Jesucristo”

No dice:
“Jesús es el único Dios”.

Pablo distingue claramente dos categorías:
  • Dios = el Padre
  • Señor = el Mesías
Decir que “Señor” = “YHWH” en todos los casos ignora que el NT aplica “kyrios” a:
  • autoridades humanas
  • amos
  • señores de casa
  • figuras de honor
El contexto determina el uso.
1 Cor 8:6 no está redefiniendo el Shemá, está reafirmándolo.

8. “Si Jesús no es Dios, su obra no es válida”

Ese argumento es teológico, no bíblico.

Según la Escritura:
  • Dios resucita a Jesús (Hech 2:24)
  • Dios lo hace Señor y Cristo (Hech 2:36)
  • Dios lo exalta (Fil 2:9)
  • Dios le da vida en sí mismo (Jn 5:26)
Si Jesús fuera igual al Padre, Dios no tendría que darle nada.

La eficacia de la obra de Cristo proviene de que Dios lo respalda, no de que Jesús sea igual en esencia al Padre.


CONCLUSIÓN


Tu respuesta es sincera, pero se apoya en categorías posteriores:
  • “humillación ontológica”
  • “unidad de esencia”
  • “morphē como naturaleza divina”
  • “identidad de sustancia”
Ninguna de esas expresiones aparece en la Biblia.
Son desarrollos teológicos de siglos II–IV, no del pensamiento hebreo apostólico.

La Escritura enseña:

-Un solo Dios: el Padre (1 Cor 8:6)
-Un Hijo engendrado, enviado, exaltado y subordinado
-Un Espíritu que es la presencia activa de Dios, no un tercero distinto
-Ningún pasaje afirma “igualdad de esencia” entre Padre e Hijo

Si queremos ser fieles a la Escritura, debemos basarnos solo en lo que el texto dice, no en lo que siglos después la teología sistemática concluyó.
 

1. “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14:9)


Esta frase no significa identidad ontológica.
Cuando Jesús afirma en Juan 14“El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”, esta declaración solo tiene sentido si el Hijo comparte la misma esencia o naturaleza divina que el Padre.

Si se niega la identidad ontológica entre ambos, la frase se vuelve contradictoria.
Porque, en ese caso, lo coherente sería que Jesús dijera:
“El que me ve a mí, no ve al Padre, ya que no tenemos la misma identidad ontológica.”

Por tanto:
Si el Hijo es eterno, como se afirma.
Y si en Él habita la plenitud del Padre, como también se afirma.
Entonces necesariamente el Hijo y el Padre son iguales en esencia divina.

Negar esta igualdad mientras se sostienen esas dos premisas es ilógico y contradice el propio testimonio de Jesús. La ontología, lejos de complicar las cosas con retórica, sirve aquí para precisar el lenguaje y mostrar que la frase de Jesús no es un error, sino una afirmación de igualdad en divinidad.
 
Lo que estoy entendiendo es que tú quieres sostener al mismo tiempo que:

Por un lado, El Hijo es eterno (origen relacional)
Por otro, afirmas que el Hijo no es igual al Padre.
Esto es contradictorio porque, si se concede eternidad, la conclusión de igualdad en divinidad es inevitable. Negarla implica dos cosas:

Quitarle la eternidad (decir que tuvo comienzo temporal).
O quitarle la plenitud (decir que no posee toda la divinidad).

No hay contradicción en afirmar que el Hijo es eterno y a la vez subordinado al Padre. La equivocación está en asumir que “eternidad” = “igualdad de esencia”, cuando la Biblia nunca hace esa equivalencia.
  1. Ser eterno no implica ser igual.
    Los ángeles existen desde el principio de la creación y no por eso son iguales entre sí, ni iguales a Dios. La eternidad del Hijo solo indica que procede del Padre antes del tiempo, no que comparte su misma esencia en igualdad.
  2. La Biblia nunca dice que el Padre y el Hijo tengan la misma esencia.
    Lo que sí dice es que el Hijo recibe vida, autoridad y plenitud (Jn 5:26; Col 1:19), lo cual es incompatible con igualdad ontológica, porque el que recibe está subordinado al que da.
  3. Tu dicotomía es falsa.
    No es cierto que solo existan dos opciones:
    – o el Hijo tuvo comienzo temporal,
    – o es igual al Padre.
    La Escritura enseña una tercera opción que tú pasas por alto:
    eternidad por procedencia, no por autoexistencia.

Conclusión:
Es perfectamente coherente afirmar que el Hijo es eterno porque procede del Padre, y al mismo tiempo afirmar que no es igual al Padre, porque depende de Él para su vida y su autoridad. La igualdad ontológica no se deduce del texto bíblico; la subordinación sí.
 
Conclusión:
Es perfectamente coherente afirmar que el Hijo es eterno porque procede del Padre, y al mismo tiempo afirmar que no es igual al Padre, porque depende de Él para su vida y su autoridad. La igualdad ontológica no se deduce del texto bíblico; la subordinación sí.
Si el Hijo es eterno (sin principio y sin fin) porque procede del Padre, eso significa que el Hijo procede eternamente de la ontología del Padre ya que sólo lo que es Dios es eterno sin principio y sin fin. De lo contrario, si niegas eso, entonces estás fracturando la ontología de Dios.
 
  1. Tu dicotomía es falsa.
    No es cierto que solo existan dos opciones:
    – o el Hijo tuvo comienzo temporal,
    – o es igual al Padre.
    La Escritura enseña una tercera opción que tú pasas por alto:
    eternidad por procedencia, no por autoexistencia.
A la larga, la tercera opción que propones viene siendo lo mismo que esa segunda opción: si el Hijo es eterno por procedencia, eso lo hace ontológicamente igual al Padre, con la aclaración de que el Hijo no es el Padre.