Re: Ratzinger: los protestantes son fruto «de una casualidad»
Sabía que tendría que volver a copiar lo de Clemente, así que ya lo tenía preparado.
Se supone que este texto de Clemente enseña la Sola Fide:
Luego, tampoco nosotros que fuimos por su voluntad llamados en Cristo Jesús no nos justificamos por nuestros propios méritos, o por medio de nuestra propia sabiduría o entendimiento o piedad u obras que hayamos hecho en santidad de corazón, sino por medio de la fe, por la cual el Dios Todopoderoso justifica a todos los hombres que han sido desde el principio; al cual sea la gloria para siempre jamás. Amén
Nótese que Clemente habla de la autojustificación. Es decir, "no nos justificamos". He ahí la clave para entender lo que Clemente dice. En ningún caso el hombre puede autojustificarse. Lo que Clemente niega es la idea de que el hombre puede justificarse a sí mismo, ya que sólo Dios justifica al hombre. Si alguien dice “yo me autojustifico delante de Dios por lo mucho que sé, por lo mucho que hago, por lo bueno que soy”, es un necio. No, la justificación parte de los méritos de Cristo y la fe que nos justifica es un don de Dios de manera que nunca puede haber una autojustificación.
En cualquier caso, un texto fuera de contexto es un pretexto. Y la carta de Clemente es muy clara. Miremos lo que dice justo después:
XXXIII
¿Qué hemos de hacer, pues, hermanos? ¿Hemos de abstenemos ociosamente de hacer bien, hemos de abandonar el amor? Que el Señor no permita que nos suceda tal cosa; sino apresurémonos con celo y tesón en cumplir toda buena obra.
......
Hemos visto que todos los justos estaban adornados de buenas obras. Sí, y el mismo Señor, habiéndose adornado Él mismo con obras, se gozó. Viendo, pues, que tenemos este ejemplo, apliquémonos con toda diligencia a su voluntad; hagamos obras de justicia con toda nuestra fuerza.
¿Qué? ¿nos suena de algo eso de hacer obras de justicia?
Pero no queda ahí la cosa...
XXXIV
El buen obrero recibe el pan de su trabajo con confianza, pero el holgazán y descuidado no se atreve a mirar a su amo a la cara. Es, pues, necesario que seamos celosos en el bien obrar, porque de Él son todas las cosas; puesto que Él nos advierte de antemano, diciendo: He aquí, el Señor, y su recompensa viene con él; y su paga va delante de él, para recompensar a cada uno según su obra. El nos exhorta, pues, a creer en Él de todo corazón, y a no ser negligentes ni descuidados en toda buena obra. Gloriémonos y confiemos en Él; sometámonos a su voluntad
¿Vemos como no basta con creer en Él de todo corazón sino que no podemos ser negligentes ni descuidados en toda buena obra? ¿acaso Clemente sugiere que podrá justificarse el que cree de todo corazón pero es negligente en el buen obrar?
Pero no queda ahí la cosa.... sigue
XXXVI ¡Qué benditos y maravillosos son los dones de Dios, amados! ¡Vida en inmortalidad, esplendor en justicia, verdad en osadía, fe en confianza, templanza en santificación! Y todas estas cosas nosotros las podemos obtener.
¿Qué cosas dice Clemente que podemos obtener?
Una de ellas es vida eterna, ¿no?
¿Y cómo podemos obtenerlas? Sigamos leyendo:
¿Qué cosas, pues, pensáis que hay preparadas para los que esperan pacientemente en Él? El Creador y Padre de las edades, el Santo mismo, conoce su número y su hermosura. Esforcémonos, pues, para que podamos ser hallados en el número de los que esperan pacientemente en Él, para que podamos ser partícipes de los dones prometidos.
¿Cómo? ¿qué es eso de que debemos esforzarnos? ¿acaso no basta con tener fe? ¿porqué se nos requiere un esfuerzo personal para recibir esos dones entre los que se encuentra la vida inmortal?
Clemente, ¿acaso no basta con la fe?:
Pero, ¿cómo será esto, amados? Si nuestra mente está fija en Dios por medio de la fe; si buscamos las cosas que le son agradables y aceptables; si realizamos aquí las cosas que parecen bien a su voluntad infalible y seguimos el camino de la verdad, desprendiéndonos de toda injusticia, iniquidad, avaricia, contiendas, malignidades y engaños, maledicencias y murmuraciones, aborrecimiento a Dios, orgullo y arrogancia, vanagloria e inhospitalidad.
¡¡Pero qué cosas escribió Clemente!! Si él mantuviera que sólo la fe es necesaria para que estemos entre el número de los que esperan en él y así participar de sus dones, o sea, entre el número de los salvos, él habría acabado el texto así “Si nuestra mente está fija en Dios por medio de la fe”. Pero no acaba ahí, no. Nos pide que busquemos qué es aquello que agrada a Dios y que LO HAGAMOS. O sea, que no basta con que tengamos fe. Hemos de obedecer obrando lo que Dios quiere que obremos. Y si no, no nos encontraremos entre los salvos. Por tanto, en lo referente a la salvación Clemente no sólo no deja a las obras en un segundo orden subordinado e innecesario sino que las pone en el mismo nivel que la fe. Como quiera que esto lo hace justo después de haber hablado de que Dios justifica al hombre por la fe
Pero aún hay más:
Porque todos los que hacen estas cosas son aborrecidos por Dios; y no sólo los que las hacen, sino incluso los que las consienten. Porque la escritura dice: Pero al pecador dijo Dios: ¿Por qué declaras mis ordenanzas, y pones mi pacto en tus labios? Tú aborreces mi enseñanza, y echaste mis palabras a tu espalda. Si ves a un ladrón, te unes a él, y con los adúlteros escoges tu porción. Tu boca multiplica maldades y tu lengua teje engaños. Te sientas y hablas mal de tu hermano, y contra el hijo de tu madre pones piedra de tropiezo. Tú has hecho estas cosas y guardas silencio. ¿Pensaste, hombre injusto, que yo sería como tú? Pero te redargüiré y las pondré delante de tus ojos. Entended, pues, estas cosas, los que os olvidáis de Dios, no sea que os desgarre como un león y no haya quien os libre. El sacrificio de alabanza me glorificará, y éste es el camino en que le mostraré la salvación de Dios
Clemente ha hecho un paréntesis para hablar de lo que hacen los injustos que serán condenados. Pero vuelve a hablar de la salvación
XXXVI. Ésta es la manera, amados, en que encontramos nuestra salvación, a saber, Jesucristo el Sumo Sacerdote de nuestras ofrendas, el guardián y ayudador en nuestras debilidades
Clemente ¿cuál es la manera en que encontramos nuestra salvación, es decir en que encontramos a Cristo? ¿Verdad que es tanto la que nos has escrito en los párrafos anteriores como lo que nos escribes a continuación?
Fijemos nuestra mirada, por medio de Él, en las alturas de los cielos; por medio de Él contemplamos como en un espejo su rostro intachable y excelente; por medio de Él fueron abiertos los ojos de nuestro corazón; por medio de Él nuestra mente insensata y entenebrecida salta a la luz; por medio de Él el Señor ha querido que probemos el conocimiento inmortal; el cual, siendo el resplandor de su majestad, es muy superior a los ángeles, puesto que ha heredado un nombre más excelente que ellos. Porque está escrito: El que hace a sus ángeles espíritus y a sus ministros llama de fuego; pero de su Hijo el Señor dice esto: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy. Pídeme y te daré a los gentiles por heredad, y los extremos de la tierra por posesión tuya. Y también le dice: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. ¿Quiénes son, pues, estos enemigos? Los que son malvados y resisten su voluntad. Alistémonos, pues, hermanos, con toda sinceridad en sus ordenanzas intachables. Consideremos los soldados que se han alistado bajo nuestros gobernantes, de qué modo tan exacto, pronto y sumiso ejecutan las órdenes que se les dan.
No lo puedes decir más claro, querido San Clemente, Vicario de Cristo, obispo de Roma. Si queremos ser salvos, debemos fijar nuestros ojos en Cristo y cumplir sus ordenanzas. No en vano el mismo Señor, al responder al joven rico que le preguntaba cómo ser salvo, le respondió exactamente lo mismo pero cambiando el orden. Primero le pidió que guardara los mandamientos. Luego, que abandonara todo para seguirle a él. O sea, ten fe en Cristo y cumple sus mandamientos, o cumple los mandamientos de Dios y sigue a Cristo. Ten fe y obra. Obra y ten fe. De lo contrario, no podrás ser salvo. La Fe sóla, no salva.
Y dicho esto, no me queda más que añadir.
Qui moderatur sermones suos doctus et prudens est et pretiosi spiritus vir eruditus<!-- / message --><!-- sig -->