¿Que quiere decir GRACIA IRRESISTIBLE?

Salmos 1

Crea en mi, oh Dios, un corazón limpio...
4 Julio 2012
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Refutación bíblica de la doctrina de la gracia irresistible​

La obra voluntaria de Cristo y la oferta de la gracia​

El centro del evangelio es Jesucristo, su vida sin pecado, su obediencia perfecta al Padre y su entrega voluntaria en la cruz por amor a la humanidad.

La Biblia enseña que Jesús se ofreció a sí mismo libremente por nuestra redención: “Nadie me la quita (mi vida), sino que yo de mí mismo la pongo” (Juan 10:18 - Reina-Valera 1960 - Bible Gateway).

Por esa obediencia perfecta, Él se convirtió en el autor de salvación eterna “para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:8-9, cf. (Hebreos 5:8-9 RVR1960 - Bible.com)). Este acto supremo de amor y sacrificio abrió el camino de la gracia de Dios para todo el mundo.
 
Sin embargo, la doctrina calvinista de la “gracia irresistible” afirma que la gracia salvadora de Dios actúa de forma coercitiva e infalible solamente en los elegidos, de modo que éstos no pueden resistirla y serán inexorablemente llevados a la fe.
 
En esta refutación bíblicamente fundamentada mostraremos que la Escritura presenta la gracia divina no como una fuerza imparable que anula la voluntad humana, sino como una oferta genuina que el ser humano debe recibir voluntariamente por medio de la fe y el arrepentimiento, sin que ello signifique negar la soberanía de Dios.
 
Veremos que Dios soberanamente decidió crear al ser humano con la capacidad de responder libremente, y que esto exalta aún más Su amor, Su justicia y la obra de Cristo.
 
Presentaremos argumentos bíblicos contundentes –más allá de los típicos planteamientos arminianos– para demostrar que si la gracia fuera irresistible: la fe y el arrepentimiento carecerían de sentido, el amor de Dios no sería genuinamente relacional, y la justicia de Dios en el juicio quedaría en entredicho.
 

La gracia como invitación, no imposición coercitiva​


Jesús tocando a la puerta del corazón (Apocalipsis 3:20) simboliza que la gracia llama e invita, pero no fuerza la entrada.
Cristo, la Luz, llama respetuosamente a la puerta cerrada esperando que el hombre abra por voluntad propia.


A lo largo de la Biblia, la gracia de Dios se revela como una invitación amorosa que requiere respuesta, no como una imposición unilateral.

Jesús invitaba abiertamente a las personas a acercarse a Él:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).

Este llamado es universal (“todos los que estáis trabajados...”), mostrando que la intención de Cristo es atraer a todos los pecadores, no solo a un grupo predeterminado.
Importante es notar que Jesús no dijo: “Vendré a ustedes y los haré venir a la fuerza”, sino “venid a mí”, implicando que espera una decisión voluntaria del oyente.

De igual modo, en Juan 7:37 Jesús clama: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” – otra invitación abierta que demanda que el que tiene sed venga libremente a beber de la gracia.

En las parábolas y enseñanzas de Jesús vemos el mismo patrón.
Por ejemplo, en la parábola del banquete de bodas, el rey (figura de Dios) envía invitaciones a muchos, pero varios rechazan la invitación: “envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir (Juan 5:40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.).

El lenguaje “no quisieron” deja claro que resistieron la gracia ofrecida.
Jesús, al lamentarse por la incredulidad de Jerusalén, expresó el corazón de Dios con palabras conmovedoras: “¡Jerusalén…! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37 ¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste!).

Aquí vemos a Jesucristo deseando reunir a su pueblo bajo su protección y gracia, pero enfrente de la voluntad contraria de ellos. Si la gracia de Dios actuara de forma irresistible, este lamento de Jesús no tendría sentido alguno, pues nadie podría oponerse a ese “juntar”.

La frase “y no quisiste” confirma que el ser humano puede negarse al llamado divino.

Incluso en el Apocalipsis –el último libro del canon– encontramos la famosa invitación final: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven... y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida” (Juan 5:40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.).

Dios extiende su gracia como “agua de vida” disponible gratuitamente, pero fija una condición: “el que quiera” debe tomarla. Nada obliga al pecador a beber de esa agua; es “el que quiera” quien debe decidir acercarse.

Esto demuestra que la gracia no viola la voluntad, sino que apela a ella.
La imagen de Cristo tocando a la puerta (Apocalipsis 3:20) refuerza esta verdad: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré…”.

Cristo toca, no derriba la puerta.

Él llama a nuestra decisión –quien oye y abre es quien experimenta su entrada y comunión.
El amor de Dios respeta la respuesta libre del ser humano; no opera como un ariete irresistible que fuerce la rendición sin consentimiento.
 

Evidencia bíblica de que la gracia puede ser resistida

La Escritura proporciona ejemplos directos de hombres resistiendo la acción de Dios, lo cual contradice la noción de una gracia absolutamente irresistible.
En la predicación de Esteban justo antes de ser martirizado, él reprendió a sus oyentes con estas palabras: “¡Duros de cerviz...! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros”.
Este pasaje (Hechos 7:51) es muy claro: el Espíritu Santo estaba obrando para convencerlos (a través de la predicación de Esteban y de muchos profetas antes), pero ellos se mostraban resistentes.
No se puede “resistir” una fuerza irresistible; el texto solo tiene sentido si entendemos que el Espíritu Santo les estaba acercando la gracia (convicción de pecado y llamado al arrepentimiento), y ellos se oponían a esa obra en sus corazones.
 
Jesús mismo enfrentó la resistencia de muchos de sus oyentes.
En una confrontación con líderes incrédulos, Él declaró: “y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Juan 5:40).
Obsérvese que la vida estaba disponible en Jesús allí mismo, pero la razón de que ellos no la recibieran no era una falta de ofrecimiento de gracia, sino su negativa voluntaria: “no queréis venir a mí”.

Este “no querer” es un acto de la voluntad humana contra la oferta de gracia personificada en Cristo.
De nuevo, si la gracia actuara de forma infalible sobre aquellos a quienes se dirige, Jesús no habría señalado la responsabilidad de ellos por rehusar venir.
Del mismo modo, Juan 1:11 afirma acerca de Jesús: “A lo suyo vino, mas los suyos no le recibieron.

El Verbo eterno vino en carne con gracia y verdad a su pueblo (Juan 1:14), pero muchos no lo recibieron.

¿Por qué?

Porque la gracia de Dios en Cristo puede ser rechazada por un corazón endurecido.
No todos creyeron, a pesar de ver la “luz” de sus milagros: “la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz” (Juan 3:19). Esta afirmación muestra que la condición del corazón humano (amar las tinieblas) puede llevarlo a rechazar la luz de la gracia que Dios le envía.

Las cartas apostólicas confirman esta realidad.
Pablo enseña que es posible “recibir la gracia de Dios en vano” (2 Corintios 6:1), y exhorta a no hacerlo.
¿Cómo podría la gracia ser recibida “en vano” si fuera imposible resistir o frustrar su propósito?

El hecho de que Pablo advierta esto implica que el receptor tiene algo que ver en cómo responde a la gracia recibida.
Asimismo, los creyentes son exhortados: “No contristéis al Espíritu Santo” (Efesios 4:30) y “No apaguéis al Espíritu” (1 Tesalonicenses 5:19).
Aunque estos textos se aplican a la vida del ya creyente, revelan un principio: el Espíritu Santo (quien aplica la gracia) no actúa anulando siempre la voluntad humana, puesto que aun un creyente puede oponerse parcialmente al Espíritu Santo. Si en la santificación continua podemos resistir al Espíritu, ¡cuánto más en la etapa previa de convicción y llamado al arrepentimiento podría el pecador obstinado resistir la gracia!

La Biblia incluso relata casos de personas a quienes Dios quería mostrar misericordia, pero que rechazaron Su consejo.
Por ejemplo, Lucas 7:30 dice que “los fariseos y doctores de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos al no querer ser bautizados por Juan.

Dios tenía un plan benévolo (un designio de salvación) para ellos por medio del llamado de Juan el Bautista al arrepentimiento, pero ellos lo desecharon.

Esto encaja con las palabras de Jesús:
“Muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mateo 22:14), donde “muchos llamados” indica que el llamado de gracia alcanza a más personas de las que finalmente responden positivamente.
Los “pocos escogidos” no significa que a los demás les faltó una gracia suficiente, sino que pocos la aceptaron.

En resumen, abundan los textos que presentan la gracia divina interactuando con la voluntad humana de forma dinámica, no unilateral. Dios invita, persuade, ruega, convence... pero el hombre decide si se rinde a esa gracia o si la resiste. Esta verdad lejos de disminuir a Dios, realza Su paciente amor: “Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde” (Isaías 65:2, citado en Romanos 10:21). Dios extiende sus manos con gracia, pero lamentablemente muchos permanecen rebeldes.
La resistencia humana es un hecho bíblico que refuta la idea de que la gracia sea irresistible por naturaleza.
 

Refutación bíblica de la doctrina de la gracia irresistible​

La obra voluntaria de Cristo y la oferta de la gracia​

El centro del evangelio es Jesucristo, su vida sin pecado, su obediencia perfecta al Padre y su entrega voluntaria en la cruz por amor a la humanidad.

La Biblia enseña que Jesús se ofreció a sí mismo libremente por nuestra redención: “Nadie me la quita (mi vida), sino que yo de mí mismo la pongo” (Juan 10:18 - Reina-Valera 1960 - Bible Gateway).

Por esa obediencia perfecta, Él se convirtió en el autor de salvación eterna “para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:8-9, cf. (Hebreos 5:8-9 RVR1960 - Bible.com)). Este acto supremo de amor y sacrificio abrió el camino de la gracia de Dios para todo el mundo.
Falso, el sacrificio sempiterno de Cristo Jesus es la culminacion y el cumplimiento del plan de redencion divino que existion en la mente de Dios desde antes de la fundacion del mundo. Ya deja de pontificar tus viejas herejias. Solo aquellos a quienes el Espiritu no ilumina a la luz de las escrituras niegan la soberania del Todopoderoso y la irremediable naturaleza pecaminosa de los seres humanos.

Desde el primer capitulo de Genesis, Dios articula el protoevangelio. Describe como de la descendencia de la mujer vendra el Mediador y Redentor de la humnidad; Cristo Jesus.

"Pondré enemistad Entre tú y la mujer, Y entre tu simiente y su simiente; él te herirá (aplastar) en la cabeza, Y tú lo herirás en el talón." Gen 3:15

Juan 17:24 "Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy, y que vean mi gloria, la gloria que me has dado, porque me amaste desde antes de la creación del mundo."

La primera vez que Jesús mismo menciona esta frase «desde antes de la creación del mundo». ¿Y de qué habla? De amor. La Biblia dice que Dios es amor (1 Juan 4:8,16). Antes del tiempo, antes de la materia, antes de los ángeles, antes de la humanidad, había amor... amor dentro y entre la Deidad. Había amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Efesios 1:3-5 Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en los lugares celestiales con toda bendición espiritual en Cristo. Porque nos escogió en él antes de la creación del mundo para ser santos e irreprensibles a su vista. En amor nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, conforme a su beneplácito y voluntad."

En pocas palabras, la doctrina de la gracia irresistible se refiere a la verdad bíblica de que todo lo que Dios decreta que suceda, inevitablemente sucederá, incluso en la salvación de las personas. El Espíritu Santo obrará en la vida de los elegidos para que inevitablemente lleguen a la fe en Cristo. La Biblia enseña que el Espíritu Santo nunca deja de salvar a los pecadores a quienes llama personalmente a Cristo (Juan 6:37-40). En el centro de esta doctrina está la respuesta a la pregunta: ¿Por qué una persona cree en el evangelio y otra no? ¿Es porque uno es más inteligente, tiene mejor capacidad de razonamiento o posee alguna otra característica que le permite comprender la importancia del mensaje del evangelio? ¿O es porque Dios hace algo único en la vida de aquellos a quienes salva? Si es por lo que la persona que cree hace o es, entonces, en cierto sentido, es responsable de su salvación y tiene una razón para jactarse. Sin embargo, si la diferencia radica únicamente en que Dios obra algo único en los corazones y las vidas de quienes creen en Él y son salvos, entonces no hay motivo de jactancia, y la salvación es verdaderamente un don de gracia. Por supuesto, la respuesta bíblica a estas preguntas es que el Espíritu Santo obra algo único en los corazones de quienes son salvos. La Biblia nos dice que Dios salva a las personas «según su misericordia... mediante el lavamiento de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo» (Tito 3:5). En otras palabras, quienes creen en el evangelio y son salvos lo hacen porque han sido transformados por el Espíritu Santo.

"Sobre la esclavitud de la voluntad" es un libro de Martín Lutero publicado en diciembre de 1525. El libro argumenta sobre bases biblicas, que las personas solo pueden alcanzar la salvación o redención a través de Dios y que no pueden elegir entre el bien y el mal por su propia voluntad. El libro representa la determinación de Lutero de fortalecer los fundamentos teológicos del naciente movimiento luterano. Y hasta el sol de hoy, es quizas el tratado mas transparente en cuanto al tema. Te lo recomiendo.

Saludos
 
"Gracia irresistible"

"Predestinados a salvación"

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Escoge la vida, ESCOGE. E-S-C-O-G-E.
 

La soberanía de Dios no elimina la responsabilidad humana


Quienes defienden la gracia irresistible lo hacen queriendo honrar la soberanía de Dios en la salvación –reconociendo correctamente que ninguna persona se salva por sus propios méritos o iniciativa, sino por la obra y la gracia de Dios.
En esto todos los cristianos evangélicos estamos de acuerdo: es Dios quien toma la iniciativa (1 Juan 4:19), es Cristo quien realiza la obra completa de expiación (Juan 19:30) y es el Espíritu Santo quien nos convence de pecado y nos regenera.
La pregunta es cómo ejerce Dios Su soberanía: ¿lo hace mediante una gracia que anula la libertad humana, o lo hace de manera que incluye la respuesta libre del hombre?

La Biblia afirma ambas verdades en tensión: Dios es absolutamente soberano y el ser humano es responsable de responder. Jesús lo expresa así: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que viene a mí, no le echo fuera” (Juan 6:37).
Vemos que el Padre “da” (iniciativa divina soberana) y el hombre “viene” (respuesta humana necesaria).
No es “ser arrastrado contra su voluntad”, es venir. Más adelante Jesús aclara: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32).
La atracción de la gracia de Cristo crucificado se extiende a todos, pero en Juan 6 Jesús distingue: solo quienes escuchan y aprenden del Padre vienen a Él (Juan 6:45). Es decir, Dios atrae a todos en Cristo, pero no todos responden al llamamiento interno de Dios; solo aquellos que atienden esa enseñanza y rendición al Padre terminan “viniendo” efectivamente a Cristo. La soberanía de Dios se manifiesta en que Él provee los medios y las oportunidades para la salvación y nadie puede venir sin esa obra previa de gracia (Juan 6:44), pero esa gracia habilitadora no es coercitiva. Dios abre el camino y capacita para que el hombre pueda responder, pero no responde por él.

Lejos de minimizar la soberanía divina, este entendimiento exalta un Dios tan soberano que no teme conceder libertad a sus criaturas y aun así cumple sus propósitos.

La Escritura muestra repetidamente a Dios apelando al corazón humano, razonando con el pecador: “Venid, y razonemos” dice el Señor en Isaías 1:18, “¿Por qué moriréis?… volveos y viviréis” (Ez 18:31-32). Si todas estas súplicas y llamados fueran meramente un “teatro” porque Dios ya decretó irresistiblemente quién responderá, entonces la sinceridad de Dios en ofrecer salvación a todos quedaría en duda. Pero la Biblia afirma que Dios no miente ni engaña. Cuando Él “quiere que todos los hombres sean salvos” y “no quiere que ninguno perezca”, habla en serio.
Su deseo es real, aunque en Su soberanía permite que el hombre rechace ese deseo. En última instancia, Su voluntad permisiva deja espacio a nuestra elección, sin dejar de ser Él quien realiza la obra esencial para que cualquiera pueda salvarse (por la cruz y el Espíritu).

La clave está en reconocer la diferencia entre la iniciativa monergística de Dios (solo Dios puede efectuar la salvación, proveer expiación y tocar el corazón) y la respuesta sinergística que Él espera de nosotros (nos llama a colaborar en el sentido de creer, arrepentirnos y no resistir al Espíritu).

Esta sinergia no significa aportar obras o méritos para ganar salvación –la salvación sigue siendo por gracia– sino que la gracia habilita pero no automatiza la respuesta humana.
Efesios 2:8-9 lo equilibra perfectamente: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”

La gracia y la fe están unidas. La gracia es el origen, la fe es el medio. Si la gracia fuera irresistible en el sentido calvinista, entonces la fe no sería verdaderamente “nuestra” respuesta sino algo impuesto, y las abundantes exhortaciones a creer carecerían de propósito. Pero la Biblia presenta la fe como algo que el ser humano ejerce, ciertamente habilitado por la gracia, pero finalmente una respuesta personal. Por eso hay tantos llamados: “cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hch 16:31), “si confiesas... y crees... serás salvo” (Ro 10:9-10). Dios no cree por nosotros; Él nos invita a creer.