Rayaba el alba en el horizonte, los gallos cantaban anunciando el nuevo día, en el interior de su casa se preparaba para salir al lugar acostumbrado, el cantar de las aves era insistente como muestra de agradecimiento a su creador, él, sumergido en su pensamiento una y otra vez se hacia diferentes interrogantes sin encontrar respuesta a sus inquietudes, quien mejor que él para entender su dolor, solo él sabia su soledad, su impotencia era grande, era rechazado por los demás, decrecia su autoestima cuando los dardos del murmullo y los gestos de desprecio eran apercibidos de una u otra forma, tenía gran necesidad, anhelaba que en su vida brillara tan solo un rayo de esperanza, que iluminara su vida, sediento estaba de justicia, buscaba el agua que calmara y mitigara su sed, la carga que llevaba en su hombro cada día aumentaba, tenía ganas de oír de alguien “¿en que te puedo ayudar?” ¿qué puedo hacer por ti?, aunque turbado en su pensamiento se colocaba su capa y se preparaba para salir a estar en aquel lugar, en el trayecto del camino, pensaba en lo bondadoso que le resultaba estar en aquel lugar, pues era fuente de su sustento, se había aprendido de memoria el rumbo, al llegar a dicho lugar, su asiento era el suelo, sus aliados y compañías eran los candentes rayos del sol y el polvo que se levantaba los caminantes, se colocaba junto al camino para no obstruir a los viajeros y así hallar gracia y misericordia, a su situación era triste, cuando escuchaba el tumulto de la gente se aprestaba para extender su mano para recibir “algo” (algunas monedas) de los que transitaban por aquel lugar, las conversaciones que estos tenían al pasar eran: “Mis yuntas están preciosas”, “levante una gran cosecha”, “ he recibido una herencia por parte de mis padres”, conversaciones que cual ola se levantaban para ahogar toda motivación que pudiera tener, claro esto lo orillaba a sentir mas desilusionado de su triste situación, porque su vida en cierta forma estaba acondicionada a las migajas y limosnas de los caminantes, así transcurría un día mas y el sol empezaba a declinar, el manto de la noche cobijaba a la ciudad, algunos que se detuvieron a darle algo, de su corazón salió el profundo agradecimiento, otros ya sabían que formaba parte del escenario de aquel lugar, regresaba contento con lo poco que recibía, una vez en su casa le llego la noticia mas agradable e importante de su vida, le habían dicho que el hijo del carpintero vendría a la ciudad, es el profeta de Dios, es un hombre de un extraordinario poder, su misión: continuara...