¿Qué piensan...?

Miniyo

Discípulo de Cristo
20 Abril 2006
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Salud y bendición en la paz de Cristo.

¿De dónde viene el mal? ¿El mal existe?

¿Qué piensan, y cómo entienden sobre este asunto?


Que Dios les bendiga a todos
Paz a la gente de buena voluntad
 
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Salud y bendición en la paz de Cristo.

¿De dónde viene el mal? ¿El mal existe?

¿Qué piensan, y cómo entienden sobre este asunto?


Que Dios les bendiga a todos
Paz a la gente de buena voluntad
El mal no proviene de una sustancia ni de una fuerza creadora.
No es una entidad autónoma que compite con el bien, sino una distorsión, una fractura en el orden del bien.

San Agustín decía que el mal es la ausencia del bien

Yo digo que es una manifestación que ocurre cuando el ser humano, dotado de libertad, elige actuar contra el bien establecido.

El mal, entonces, viene de la decisión humana: de la voluntad que, pudiendo elegir el bien, opta por destruir, dañar o transgredir.

Esta elección no surge en el vacío, sino en un contexto donde intervienen múltiples factores: deseo, ignorancia, presión social, ideología, resentimiento.

Pero ninguno de estos factores elimina la responsabilidad del sujeto. El mal se consuma cuando hay consentimiento.

Satanás no es el creador del mal, sino el tentador, el acusador, el que incita a la caída. No tiene poder absoluto, ni puede obligar: sugiere, seduce, distorsiona.
 
El mal no solo es la ausencia del bien, es su contraparte porque sin este El bien no existe.
 
¿De dónde viene el mal? ¿El mal existe?
¿Qué piensan, y cómo entienden sobre este asunto?
FORISTA MINIYO

La Escritura enseña que la obra de la Redención fue concebida antes de la fundación del mundo (1P.1:18–20; 2Tim.1:9), lo que implica que la existencia del pecado no sorprendió a Dios, sino que fue permitida dentro de un plan mayor.

En este marco:


El pecado no es creado por Dios, pero es permitido para que se manifieste Su amor redentor (Jn.3:16).

El Cordero de Dios (Jn.1:29) fue preparado para quitar el pecado, no como reacción, sino como propósito eterno.


La sangre de Cristo purifica (1Jn.1:7), y la santificación por el Espíritu (1P.1:2) es parte del proceso restaurador.

La rebelión de la criatura (Is.14:14) surge del deseo de ser semejante al Altísimo, no en comunión, sino en independencia.

Así:


El libre albedrío, cuando se desvincula de la voluntad divina, se convierte en rebeldía.

La voluntad independiente del Creador no es libertad verdadera, sino autonomía destructiva.


El pecado es la expresión de esa autonomía: querer definir el bien y el mal sin RECONOCER al Creador (Gn.3:5).

Podemos entonces concluir que Dios no necesita la existencia del mal, pero lo ha permitido para el despliegue de su gloria de su amor devolviendo bien por mal a un costo imposible de explicar (Jn.3:16) el cual no admite controversia, para que toda boca se cierre y confiese que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre.

Veamos:


Amor sacrificial: “Nosotros le amamos a Él, porque Él nos amó primero” (1Jn.4:19).

Justicia y misericordia: El juicio al pecado y la gracia al arrepentido revelan atributos divinos.

Santificación progresiva: El Espíritu Santo obra en medio de un mundo caído para formar el carácter de Cristo en los redimidos.


En este contexto la posesión de una voluntad independiente es la vanagloria orgullosa, pero peligrosa, de la criatura, sea ángel o sea hombre.

Su deber, seguridad y felicidad demandan por igual que su voluntad quede subordinada a la voluntad de Dios, y toda revuelta contra la voluntad divina es pecado.

Su esencia es la rebeldía.
 
El mal no proviene de una sustancia ni de una fuerza creadora.
No es una entidad autónoma que compite con el bien, sino una distorsión, una fractura en el orden del bien.

San Agustín decía que el mal es la ausencia del bien

Yo digo que es una manifestación que ocurre cuando el ser humano, dotado de libertad, elige actuar contra el bien establecido.

El mal, entonces, viene de la decisión humana: de la voluntad que, pudiendo elegir el bien, opta por destruir, dañar o transgredir.

Esta elección no surge en el vacío, sino en un contexto donde intervienen múltiples factores: deseo, ignorancia, presión social, ideología, resentimiento.

Pero ninguno de estos factores elimina la responsabilidad del sujeto. El mal se consuma cuando hay consentimiento.

Satanás no es el creador del mal, sino el tentador, el acusador, el que incita a la caída. No tiene poder absoluto, ni puede obligar: sugiere, seduce, distorsiona.
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Salud y bendición en la paz de Cristo.

Gracias por participar. Podemos decir que lo que nos dices coincide con la siguiente enseñanza bíblica.

«Santiago 1:13-15

Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios;
porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;
sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.

Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.»

Concupiscencia

¿Se puede decir, entonces, que la concupiscencia es la causa del pecado, y que hay un proceso en que interviene la persona, con su libre albedrío, para aceptar o rechazar la tentación, y qué por eso es responsable de lo que decida personalmente, ante Dios y los hombres, de las consecuencias que tenga su decisión?

Ahora es tarde, ya mañana seguiré atendiendo el tema.

Que Dios les bendiga a todos
Paz a la gente de buena voluntad
 
Encuentro esta ley, que el mal está en mí Romanos 7:21, aunque en mi carne no mora el bien, no puedo hacer el bien, en mí mora el hombre viejo, esa inclinación a pecar a desobedecer a realizar lo malo o cualquier cosa que es contraria a lo que agrada a Dios, es decir su voluntad.

Toda cosa que es contraria a su voluntad es pecado.

La buena noticia es que Cristo, el hombre nuevo mora en mí, todo lo que haga conforme a su deseo es el bien. Y el remedio para matar la naturaleza de pecado es tomar mi cruz, negarme a mí mismo, dejar que Él haga su obra y la termine.

Hacemos pecado y...somos pecado.

¿Somos pecado? Si, así es, cada segundo que no estemos reflejando la vida de Cristo, la vida que ama Dios y al prójimo, esa vida que no piensa mal de otros, que no tiene envidia ni hace nada indebido, que no busca lo suyo propio, que no se jacta, que si perdona, la vida que se entrega por otros, etc, lejos estamos de vivir esa vida disponible, somos pura carne y normalmente asi vivimos, egoístamente.