El mal no proviene de una sustancia ni de una fuerza creadora.
No es una entidad autónoma que compite con el bien, sino una distorsión, una fractura en el orden del bien.
San Agustín decía que el mal es la ausencia del bien
Yo digo que es una manifestación que ocurre cuando el ser humano, dotado de libertad, elige actuar contra el bien establecido.
El mal, entonces, viene de la decisión humana: de la voluntad que, pudiendo elegir el bien, opta por destruir, dañar o transgredir.
Esta elección no surge en el vacío, sino en un contexto donde intervienen múltiples factores: deseo, ignorancia, presión social, ideología, resentimiento.
Pero ninguno de estos factores elimina la responsabilidad del sujeto. El mal se consuma cuando hay consentimiento.
Satanás no es el creador del mal, sino el tentador, el acusador, el que incita a la caída. No tiene poder absoluto, ni puede obligar: sugiere, seduce, distorsiona.