Originalmente enviado por: Chon
Me gustaría también opinar acerca del sacerdocio católico, oficio fuera de lugar, pues ya deberían enseñar a la gente a presentarse ella misma ante el Padre por medio de Jesús nuestro único mediador entre Dios y los hombres.
Acaso NO querrán enseñarlos para que dependan de ustedes y así tener trabajo. [/SIZE][/FONT][/COLOR]
Vaya hombre, no seas chusco…¿enseñarme?. ¿Es que acaso no puedo aprender por mí mismo?, no necesito que nadie me enseñe cuando puedo aprender.
¿Quiere hablar del sacerdocio Católico?, vale tío:
Los católicos creemos:
1) Que Jesucristo es el único y verdadero Sumo Sacerdote.
2) Que todo el pueblo cristiano, por voluntad de Dios, es un pueblo sacerdotal y
3) Que dentro de este pueblo sacerdotal algunos son llamados a participar del sacerdocio llamado ministerial o pastoral.
Yo no invento esto. Es la comunidad de los creyentes, guiada por el Espíritu Santo y meditando largamente la Palabra de Dios, la que ha llegado a esta verdad acerca de Cristo, su Iglesia y sus ministros
¿Es verdad que el apóstol Pedro dice que nosotros los creyentes somos un pueblo sacerdotal? Sí, Dios, en su gran amor hacia los hombres, quiso que todos los creyentes-bautizados participaran como miembros del Cuerpo de Cristo, del único sacerdocio de Cristo:
“Ustedes también, como piedras que tienen vida, dejen que Dios los use en la construcción de un templo espiritual, y en la formación de una comunidad sacerdotal santa, para ofrecer sacrificios espirituales, gratos a Dios por mediación de Cristo” (1 Pedro. 2, 5)
"Ustedes son una raza escogida, una nación santa, un pueblo que pertenece a Dios" (1 Pedro. 2, 9).
por la fe y por el bautismo Dios nos integra en un pueblo sacerdotal. Y como pueblo de sacerdotes, tenemos la vocación de ofrecer nuestras personas, nuestras vidas «como hostia viva» (Romanos. 12, 1). En todo lo que hacemos con amor, en nuestra familia, en nuestro pueblo, en nuestros trabajos, siempre ejercemos este sacerdocio.
Pero más allá de eso Dios instituyo la jerarquía católica, Así es. No es la Iglesia la que inventó el ministerio apostólico sino el mismo Jesús.
El llamó a los Doce apóstoles (Mc. 3, 13-15) y les encargó ser sus representantes autorizados: “Quien los recibe a ustedes, a mí me recibe.” (Lucas. 10, 16).
La misión de los apóstoles fue encomendada con estas palabras:
“Les aseguro: todo lo que aten en la tierra, será atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra, será desatado en el cielo” (Mateo. 18, 18).
Este «atar» y «desatar» significa claramente la autoridad de gobernar una comunidad y aclarar problemas en el Pueblo de Dios. En la última Cena, Jesús dio a sus apóstoles este mandato: “Haced esto en memoria mía” (Lucas. 22, 19). Es eso lo que celebra la Iglesia en la Eucaristía.
Y en una de sus apariciones, Jesús sopló sobre sus discípulos y dijo: “A quienes les perdonen los pecados, les quedarán perdonados” (Juan. 20, 23).
Dirigir, enseñar y administrar los signos del Señor, he aquí el origen del ministerio apostólico. Poco a poco la comunidad cristiana va aplicando y evolucionando en este servicio apostólico según la situación de cada comunidad
En las cartas apostólicas del Nuevo Testamento, los ministros de la comunidad cristiana reciben el título de “obispos y presbíteros” (Hechos. 11, 30; Tito. 1, 5 etc.).
La palabra obispo viene del griego y en castellano significa “el encargado de la Iglesia”; la palabra presbítero significa en castellano “el anciano”. Los obispos y los presbíteros son así los encargados de la comunidad de los creyentes. Ellos tienen la función de servir en el nombre de Cristo al Pueblo de Dios. Estos nombres de “obispo y presbítero” van a evolucionar hacia la función del sacerdocio ministerial. Aunque los apóstoles todavía no hablaron de sacerdocio ministerial, ya estaba esta idea en germen en la Iglesia Primitiva. Es el Espíritu Santo el que hizo ver, poco a poco, que los obispos y presbíteros representaban al Señor, al Único Sumo sacerdote, por el ministerio que ejercían. “No nos proclamamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, Señor y a nosotros como servidores suyos, por amor a Jesús” (2 Corintios. 4, 5-7).
El apóstol Pablo en su carta a los filipenses ya usa ciertos términos para expresar su sacerdocio apostólico: “Y aunque deba dar mi sangre y sacrificarme para celebrar mejor la fe de ustedes, me siento feliz y con todos ustedes me alegro”
(Fil. 2, 17: “Bien sabe Dios a quién doy culto con toda mi alma proclamando la buena noticia de su Hijo” (Romanos. 1, 9).
En estos textos hay indicaciones que la liturgia de la Palabra y la entrega de la vida del apóstol ya es una función sacerdotal: “En todo, los ministros del pueblo deben ser no como los grandes y los reyes, sino servidores como Jesús: como el que sirve” (Lucas. 22, 27).
Este ministerio apostólico se transmite con la imposición de manos. Escribe el apóstol Pablo a su amigo Timoteo: “Te recomiendo que avives el fuego de Dios que está en ti por imposición de mis manos” (2 Timoteo. 1, 6; 1 Timoteo. 4, 14).
Este gesto de imposición transmite un poder divino para una misión especial.
El apóstol Pablo recibió la imposición de manos de parte de los apóstoles (Hechos. 13, 3). Pablo a su vez impuso las manos a Timoteo (2 Timoteo. 1, 6; 1 Timoteo. 4, 14) y Timoteo repitió este gesto sobre los que escogió para el ministerio (1 Timoteo 5, 22).
Así, la Iglesia Católica, desde los apóstoles hasta ahora, sigue sin interrupción imponiendo las manos y comunicando de uno a otro los dones del ministerio sacerdotal.
Esta sucesión apostólica tan sólo se ha perpetuado en la Iglesia Católica durante 20 siglos hasta llegar a los ministros actuales. Ninguna otra iglesia puede decir esto, solamente la Iglesia Católica.
De esta la forma los pastores de la Iglesia participan del único sacerdocio de Cristo.
Y en cuanto al celibato sacerdotal, sepa usted que es una cuestión de disciplina, no un dogma.
Es sencillamente seguir el consejo de Pablo:
Él, que fue uno de los grandes evangelizadores y del cual conservamos varias cartas en la Biblia, no se casó. Y no tuvo ningún problema de sexualidad como algunos hoy en día lo andan diciendo acerca de los que se quedan célibes.
”Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo; mas cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera, otros de otra. No obstante, digo a los célibes y a las viudas: Bien les está quedarse como yo”
1 Corintios 7:7-9
Los sacerdotes, obispos, religiosos siguen precisamente el ejemplo de San Pablo que por amor a Jesucristo permanecen sin casarse.
Un error muy común entre los protestantes es que cuando leen el capítulo cuatro de la carta a Timoteo dicen: «Ya ves. El prohibir casarse es doctrina diabólica». Esto es falso, porque allí de lo que se está hablando no es del celibato. Allí se está hablando de doctrinas que existían en aquel tiempo en la que algunos grupos, como los maniqueos, pensaban que todo lo relacionado con el cuerpo era malo. Por eso para ellos era malo el casarse. Es una condenación hacia esos grupos y su doctrina.
Despido con este versículo:
“El que no está casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. En cambio, el casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer Por tanto, el que se casa con su novia, hace bien. Y el que no se casa, mejor." 1 Corintios 7:32, 33, 38.
«No todos entienden esto, sino aquellos a quienes se les ha concedido.Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay otros que no se casan por amor al Reino de los Cielos. Que entienda el que pueda.»
Mt 19,11-12
o nunca leyeron esto, o peor aun: no saben el significado de eunucos.
Saludos en cristo.