Predicar el Evangelio del Reino semana 1 lunes

hgo

2
5 Septiembre 2001
3.029
1
Predicar el Evangelio del Reino
Semana 1--- El evangelio de Dios
Lunes --- Leer con oración: Job 6:21-30; 42:3-6; Jn 3:3, 5; Ro 1:1-7; 3:23
“Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mt 24:14)
TODO HOMBRE NECESITA DEL EVANGELIO
El tema de esta nueva serie del Alimento Diario es: "Predicar el Evangelio del Reino", y el de esta semana es: "El Evangelio de Dios" (Mt 24:14; Ro 1:1-7).
El primer registro acerca de la predicación del evangelio del reino está en Mateo 24:14. Los cuatro evangelios tratan especialmente de asuntos relacionados con el reino, pero el evangelio de Mateo habla de manera más clara los asuntos con respecto al reino de los cielos. Los evangelios de Marcos y Lucas hablan del reino de Dios y del reino de los cielos sin hacer distinción entre estos dos aspectos. Por ejemplo, el evangelio de Juan nos muestra de una manera más clara que nacimos de nuevo, principalmente, para entrar en el reino (Jn 3:3, 5). Así que, el principal aspecto del diálogo entre el Señor Jesús y Nicodemo es presentarnos que el requisito para entrar en el reino es tener la vida de Dios. Por tanto, estos cuatro evangelios tratan este importante asunto acerca de entrar en el reino.
En el Nuevo Testamento encontramos dos aspectos acerca del evangelio: el evangelio de la gracia y el evangelio del reino, el de la gracia es para el del reino (Ro 1:1-4). Evangelio significa buenas nuevas. Las buenas nuevas de los cuatro evangelios consisten en el cumplimiento de la salvación del Señor para con nosotros. Además, éstos se limitan a hablar sobre el periodo de los tres años y medio del vivir del Señor Jesús en la tierra, pero no se refieren al contenido del evangelio que fue predicado.
El contenido del evangelio que predicamos a las personas está descrito, principalmente, en la Epístola de Pablo a los Romanos. En el primer capítulo vemos que Pablo define que el evangelio es acerca del Hijo (Ro 1:1, 3), el cual tiene dos aspectos, según leemos: "Acerca de su Hijo, que era del linaje de David según la carne, que fue designado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos, Jesucristo nuestro Señor" (vs. 3-4). Así pues, el Señor Jesús, según la carne, es descendiente de David; y según el Espíritu, después de Su muerte y resurrección, fue designado Hijo de Dios. Él ya era Hijo de Dios, pero según estos versículos, esto sólo fue manifestado después de Su resurrección de entre los muertos. Por tanto, el Evangelio de Dios tiene dos aspectos: por un lado, el Señor Jesús es el Hijo del Hombre; por otro, es el Hijo de Dios.
El Señor Jesús, como el Hijo del Hombre, teniendo carne y sangre, estaba calificado para pasar por las experiencias humanas a fin de liberarnos y salvarnos. Sabemos que el pecado, que también es la naturaleza de Satanás, entró en nuestra carne (Ro 7:18-20). Según la Biblia todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios (3:23). Algunos pecan abiertamente, otros, por su parte, tienen pecados ocultos a los ojos de las personas. No obstante, si todos nosotros estuviésemos bajo la luz de Dios, veremos que todos somos pecadores.
Cuando estudiamos el libro de Job vimos que al comienzo él se consideraba sin pecado. Defendió siempre su posición de no haber cometido errores para demostrar que los sufrimientos que le sobrevinieron no eran por esa razón (Job 6:21-30). Pero cuando fue iluminado por Dios vio que estaba en su vida del alma y que era una persona llena de pecados, por eso se arrepintió (42:3-6).
Cuando Adán y Eva comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal, desobedecieron a Dios. El pecado no sólo alcanzó sus cuerpos, sino también el alma, pues el conocimiento es algo que está relacionado con la mente. Al comer de ese árbol, se desarrolló dentro del alma del hombre una vida independiente de Dios, la vida del alma. Así pues, su descendencia, representada por Caín, comenzó a servir a Dios en su ser natural (cfr. 1 Co 2:14). Dios al rechazar la ofrenda de Caín, quiso mostrarnos que las cosas que provienen de la vida del alma no son aceptadas.
El evangelio de Dios vino a nosotros para librarnos del pecado y salvarnos de los daños que éste causó en todo nuestro ser. Por un lado, el evangelio es de la gracia, y por otro, es del reino, a fin de salvarnos completamente.
Punto Clave: Salvarnos completamente.
Pregunta: ¿Cuál es la finalidad del evangelio?
 
Martes

Martes

Predicar el Evangelio del Reino
Semana 1 --- El evangelio de Dios
Martes --- Leer con oración: Lv 1:2-5; Mt 16:24-28; Jn 3:16; He 9:22; 1 P 1:3
“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Ef 1:7)
EL PERDÓN DE PECADOS
Como vimos ayer, el principal daño que la desobediencia de Adán y Eva trajo al hombre, después de comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, fue el surgimiento de una vida independiente de Dios, la vida del alma, esto los indujo a querer adorar a Dios a su propia manera. No obstante, Dios mostró claramente que no acepta nada que provenga de la vida del alma del hombre.
En los mensajes de las epístolas de Pedro, vimos que el Señor, después de revelarle la iglesia a Pedro, le mostró cómo debía vivir la vida de la iglesia. Según la revelación que recibió, este vivir no se limita a sólo amar al Señor, amar a los hermanos, ir a las reuniones, orar, participar de la mesa del Señor y predicar el evangelio. Ciertamente debemos practicar todas estas cosas, sin embargo, el punto más importante es que la vida de la iglesia es una vida de seguir al Señor. Para seguirlo es necesario negarnos a nosotros mismos (Mt 16:24). Si elevamos nuestro ego y, al mismo tiempo, deseamos seguirlo, el Señor no nos aceptará. Aunque ganemos todo el mundo, si no perdemos nuestra vida del alma, no tendremos derecho al gozo del reino (vs. 25-28). Por eso vale la pena repetir: lo que proviene de la vida del alma, aunque sea algo excelente, no será aceptado por Dios.
Además, en este último semestre fuimos introducidos en una nueva esfera. Ya conocemos doctrinalmente lo que es negar la vida del alma, pero no hemos recibido antes tanta ayuda como la que hemos recibido recientemente por medio de los escritos del apóstol Pedro. Pedro nos dice en sus epístolas que ya hemos obtenido la vida divina, es decir, obtuvimos la vida por el evangelio de la gracia (1 P 1:3). Pero ¿Cómo está nuestro vivir? Ahora, después de haber sido regenerados, necesitamos dar un paso más: necesitamos crecer en la vida divina, necesitamos avanzar al evangelio del reino.
Incluso acerca del evangelio de la gracia, vimos que éste comprende la muerte del Señor por nosotros, por medio de la cual Su vida fue liberada (Jn 12:24). Cuando somos iluminados, percibimos nuestra condición de pecadores y comprendemos que pecamos porque vivimos en nuestra vida del alma, la cual es constantemente usada por Satanás. Bajo esa misma luz somos llevados a confesar nuestros pecados y somos ayudados a arrepentirnos. Cuando tomamos este camino, el Señor nos concede el perdón de los pecados por medio de Su sangre.
Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, cuando alguien violaba la ley de Dios, tenía que ofrecer un sacrificio. Tal persona debía llevar un buey o una oveja hasta el tabernáculo. En primer lugar, el pecador imponía las manos sobre la ofrenda para identificarse. Así, el animal pasaba a ser su sustituto. El animal era inmolado, y los sacerdotes, por su parte, rociaban la sangre sobre el altar (Lv 1:2-5), pues sin derramamiento de sangre no hay perdón (He 9:22). Con el derramamiento de la sangre del animal, el problema del pecado era solucionado. En aquella época los pecados no eran tantos ni tan fuertes como los de hoy.
Existen pecados que cometemos que son interiores, que proceden de las intenciones, de los pensamientos. Si hubiésemos vivido en la época del Antiguo Testamento y aún tuviésemos que sacrificar animales, ¿cuántos nos serían necesarios? ¿diez ovejas o diez bueyes serían suficientes? ¿Tendríamos tantos animales? Sin embargo, Dios envió a Su Hijo unigénito a la tierra (Jn 3:16) que, por causa de nuestros pecados, fue crucificado. Pablo, al predicar el evangelio de la gracia, nos mostró que es necesario creer que el derramamiento de la sangre del Señor fue, en realidad, el derramamiento de nuestra sangre y que todo lo que el Señor cumplió en la cruz fue por nosotros. Cuando creemos que el Señor murió por causa de nuestros pecados, esta realidad nos alcanza.
Punto Clave: Sin derramamiento de sangre no hay perdón.
Pregunta: ¿Cuál es la relación entre el sacrificio del Antiguo Testamento y la muerte de Cristo?
 
Miercoles

Miercoles

Predicar el Evangelio del Reino
Semana 1 --- El evangelio de Dios
Miércoles --- Leer con oración: Gn 3:22-24; 1 Co 1:30; 6:11; Col 2:14; 1 Ti 2:5
“A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche” (Is 55:1)
EL EVANGELIO DE LA GRACIA
Al recibir el evangelio de la gracia, fuimos iluminados y reconocimos nuestra condición de pecadores, confesamos nuestros pecados y nos arrepentimos. Así, el perdón del Señor es extendido a nosotros. Otro importante aspecto del evangelio de la gracia es nuestra justificación. Adán fue expulsado del huerto del Edén porque era un pecador (Gn 3:22-24). Por otro lado, nosotros que recibimos la sangre del Señor, ya no somos más pecadores. Ahora somos justos, puesto que el Señor fue hecho nuestra justicia (1 Co 1:30). Él cumplió la justicia por nosotros y nos llevó a una posición santa. El Espíritu Santo lavó todos los registros de los pecados que teníamos, y de esa manera, no sólo fuimos justificados, también fuimos santificados (6:11; Col 2:14; Tit 3:5). Así, libres de los pecados, pudimos recibir la vida de Dios. Por medio del evangelio de la gracia fuimos aceptados por Dios.
El Señor Jesús es el mediador entre Dios y los hombres (1 Ti 2:5). Una vez que Él murió por nosotros, como nuestro mediador, también nos asegura que podemos ir hasta Dios porque nuestros problemas de pecados ya fueron solucionados delante de Él. Fuimos reconciliados con Dios y llegamos a ser alguien recién creado, sin problemas con el pecado. Las impurezas y el problema de nuestra posición también fueron tratados. ¿Quién hizo todo esto? Fue el Señor Jesús. ¡Esto es gracia!
De acuerdo con la Biblia, gracia es lo que obtuvimos gratuitamente, sin pagar ningún precio (Is 55:1). Si hoy podemos ser perdonados de nuestros pecados es porque el Señor hizo todo por nosotros. Él no sólo derramó Su sangre, sino también, nos llevó a la presencia de Dios. Él es el que nos justifica y santifica. En la condición de personas que no pecaron, podemos ir delante de Dios, pues Él quiere que recibamos Su vida. ¡Alabado sea el Señor!
Por tanto, el evangelio de la gracia nos muestra que podemos recibir la vida de Dios, y así, llegar a ser Sus hijos. De manera general, todos los grupos cristianos predican este evangelio que nos hace hijos de Dios (Ro 1:16; Jn 1:12). Según este evangelio, por el hecho de haber creído, no sólo nuestros pecados fueron perdonados, sino que también fuimos justificados, santificados y reconciliados con Dios. De esta manera, volvimos al propósito original de Dios, al recibir a Cristo como vida eterna, hecho que fue perdido en Adán. ¡Aleluya! Este es el evangelio de la gracia.
Punto Clave: Volvimos al propósito original de Dios.
Pregunta: ¿Qué alcanzamos por medio del evangelio de la gracia?
 
Jueves

Jueves

Predicar el Evangelio del Reino
Semana 1 --- El evangelio de Dios
Jueves --- Leer con oración: Ro 8:29-30; 5:10; 1 P 1:23
“Nos ha regenerado para una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (1 P 1:3b-4)
DE LA REGENERACIÓN A LA MADUREZ
El Señor Jesús se hizo carne y sangre para salvarnos (He 2:14). Obtuvo la forma humana por medio de María, pero en Él no había pecado ni tampoco cometió pecado (Ro 8:3; 1 P 2:22; 2 Co 5:21). Nosotros que participamos de sangre y carne pecamos porque la naturaleza maligna mora en nosotros. Cuando el Señor Jesús fue crucificado, no sólo nuestros pecados fueron perdonados, sino que también nuestra carne fue crucificada (Gá 5:24).
Cuando oímos el evangelio de la gracia y creímos en la obra redentora de Cristo en la cruz, fuimos justificados, santificados, reconciliados con Dios, obtuvimos la naturaleza divina y llegamos a ser Sus hijos. Sin embargo, ahora necesitamos avanzar al evangelio del reino, que es el propósito de Dios para con nosotros. No podemos pensar que por haber alcanzado el perdón de los pecados y la reconciliación, ya tenemos lo suficiente. Aún es necesario crecer y madurar.
La encarnación, la muerte y la resurrección del Señor fueron para que recibiésemos Su vida. El Señor, como la simiente incorruptible, fue plantado en nosotros, conforme a lo dicho por Pedro: "Habiendo sido regenerados, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios, la cual vive y permanece para siempre" (1 P 1:23). Nacimos de Dios, y por eso somos Sus hijos. Además de hijos, llegamos a ser herederos de Dios, razón por la cual no podemos permanecer en una condición infantil.
Si no crecemos en vida para alcanzar la madurez espiritual, no estaremos calificados para recibir la herencia. Una vez que fuimos regenerados y recibimos la simiente incorruptible, necesitamos permitir que ésta germine y crezca. Este es el evangelio del reino, el cual los grupos cristianos, de manera general, no predican, pues la mayor parte de ellos se detuvo en el nuevo nacimiento. Necesitamos darnos cuenta que el Señor, como hombre, según la carne, vino de la descendencia de David, y por causa de eso, pudo morir en nuestro lugar. Ahora que el Señor murió, resucitó y cumplió Su obra, tal simiente que fue sembrada en nosotros, necesita germinar y crecer. Por tanto, necesitamos el crecimiento de vida.
Pablo no sólo predicó el evangelio de la gracia, sino también el evangelio del reino de los cielos, que es un evangelio orgánico. Por ejemplo, el énfasis principal en los capítulos del 1 al 8 de Romanos es el evangelio de la gracia. Después que el problema de nuestros pecados fue resuelto, fuimos santificados y justificados, podemos ser conformados a la imagen de Cristo y, consecuentemente, podemos glorificar a Dios (Ro 8:29-30). Pablo nos mostró cómo ser un vencedor al final del capítulo 8.
En los capítulos del 9 al 11, que son capítulos insertados, Pablo mostró su encargo por los judíos, sus hermanos según la carne. Ellos conocían mucho sobre la ley, no obstante, vivían aún según la vida del alma, al igual que aquellos que vivieron en los segundos dos mil años. La voluntad de Pablo y su súplica a Dios en favor de ellos era para que fuesen salvos (Ro 10:1).
En cuanto a nosotros, necesitamos también avanzar de la experiencia inicial de la redención, realizada por el Hijo del Hombre, a la experiencia de la salvación orgánica, desarrollada por el Señor como el Hijo de Dios, mediante Su vida (Ro 5:10).
Punto Clave: Crecer y madurar.
Pregunta: ¿Cuál es el énfasis principal de los ocho primeros capítulos de la Epístola a los Romanos?
 
Viernes

Viernes

Predicar el Evangelio del Reino
Semana 1 --- El evangelio de Dios
Viernes --- Leer con oración: Ro 10: 9-13; 1 Jn 1:7
“Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan” (Ro 10:12)
INVOCAR PARA SER SALVOS EN NUESTRO VIVIR
Cuando el apóstol Pablo escribió los capítulos 9 al 11 de la Epístola a los Romanos, nos mostró que el pueblo judío tenía mucho conocimiento pero no estaba en el espíritu. No obstante, Pablo no les presentó más conocimiento, porque eso provocaría más discusiones y confusión. Para evitar eso, el apóstol les mostró un camino muy simple para ser salvo: invocar el nombre del Señor (10:13). Les bastaba sólo creer con el corazón y confesar con la boca (vs. 9-10). Era como si Pablo estuviese diciendo a los judíos: "No permanezcan razonando en la mente, en la vida del alma. Basta decir: ‘Oh Señor Jesús’, y serán salvos".
La práctica del invocar salva tanto a nuestro espíritu como a nuestro vivir, pues la salvación de ambos depende del nombre del Señor.
Conocemos la situación de hermanos de varios países que, en el pasado, invocaron el nombre del Señor al saber que todo aquel que Lo invoque es salvo. Ellos practicaron y recibieron gracia, no obstante, después de recibir la salvación por la gracia, estar en la iglesia y participar de las reuniones, pensaron que no necesitaban más invocar tanto.
Cierta vez fui a visitar a un grupo de hermanos que habían dejado de invocar y les testifiqué que las iglesias en Brasil aún invocan el nombre del Señor. Era como si ellos se hubiesen graduado en este asunto y ahora ya no necesitaban invocar más. Nosotros, sin embargo, aún estamos invocando, porque el Señor es rico para con todos los que Le invocan (10:12). Por eso no sólo invocamos para ser salvos en nuestro espíritu; sino mucho más para ser salvos en nuestro vivir.
Cuando invocamos el nombre del Señor, Dios nos da todas Sus riquezas, pues Él es muy rico. Si tuviéremos pecados, tenemos la sangre del Señor a nuestra disposición y cuando la tomamos, somos purificados de nuestros pecados (1 Jn 1:7). Lo que necesitamos, Él es. Él es el suministro, ¡es muy rico! Cuando invocamos el nombre del Señor, Él nos da todas Sus riquezas. La vida de la iglesia es el ambiente para que desarrollemos la salvación orgánica. Por medio de invocar el nombre del Señor y leer y orar la Palabra, la vida que Dios nos dio va creciendo día tras día. Este es el encargo que Pablo tenía en cuanto al Señor Jesús como el Hijo de Dios. Este es el evangelio del reino.
Punto Clave: Él es rico para con todos los que Lo invocan.
Pregunta: ¿Por qué no debemos graduarnos en invocar?
 
Sabado

Sabado

Predicar el Evangelio del Reino
Semana 1 --- El evangelio de Dios
Sábado --- Leer con oración: Mt 16:18; 1 P 1:7
“Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 P 1:7)
EL EVANGELIO DEL REINO
El evangelio del reino es el evangelio que practicamos después de nuestra regeneración. Cuando nacimos de nuevo por medio de la vida de Dios, somos como un niño que necesita crecer. Ese crecimiento es obtenido por medio de vivir la vida de la iglesia. Por eso el Espíritu Santo congrega a los que son hijos, y los trae a permanecer juntos. Tales personas que recibieron la gracia, fueron salvas y están reunidas, son llamadas por la Biblia como: la iglesia (Mt 16:18).
La iglesia es el lugar donde la vida de Dios puede crecer. Para crecer necesitamos invocar el nombre del Señor y leer y orar la palabra de Dios, pues así estaremos en el Espíritu, por medio del cual obtenemos más de la vida divina. Ya hemos pasado por la etapa del evangelio de la gracia y ahora estamos en el evangelio del reino que nos conduce a crecer en vida.
Por medio de las epístolas de Pedro, ya vimos de manera muy clara con respecto al evangelio del reino, el cual corresponde a la salvación orgánica. Esto quiere decir que nosotros, que tenemos la vida de Dios, necesitamos permitir que esta vida crezca a fin de que haya un metabolismo para generar nuevas células en nuestro interior. Por medio de invocar el nombre del Señor y leer y orar Su Palabra, las células antiguas son eliminadas, y nosotros crecemos en vida.
Cuando la palabra de Dios llega a nosotros, no debemos recibirla sólo como doctrina. La palabra del Señor es verdad, y esta verdad necesita ser practicada y tiene que llegar a ser nuestra realidad para que crezcamos día tras día. ¡Alabado sea el Señor!
Además, principalmente, por medio del estudio que hicimos de las epístolas de Pedro, y por medio de sus experiencias, obtuvimos lo que es fundamental para una vida normal de iglesia: de entre los varios aspectos de la vida práctica de la iglesia, como las reuniones y la predicación del evangelio, lo principal es negar la vida del alma.
Muchos hermanos, con la ayuda de las epístolas de Pedro, han percibido que antes no las practicaban de la manera como ha sido presentado bajo esta luz actual. Cuando Pedro cometía un error, el Señor no lo reprendía duramente, antes bien, exponía su condición. En cada momento, lugar o acción, Pedro fue aprendiendo a discernir en cuanto a su vida del alma, que aún estaba presente al hacer las cosas para Dios. De esta manera, él era iluminado, y entendió que cada situación que pasaba era una oportunidad para que el fuego santo quemara todas sus cosas naturales, y para hacer que "el oro" fuese más refinado (1 P 1:7). Aunque ese quemar no era agradable, Pedro entendía que todo eso era por su bien. En cada ocasión, aprovechaba para volverse al espíritu y aprender lecciones para su crecimiento de vida.
No podemos perder de vista la meta que Dios tiene para nosotros hoy. Todas las experiencias de fuego por las cuales pasamos son para que crezcamos en vida, alcancemos la madurez y tomemos posesión de la herencia..
Punto Clave: Tomar posesión de la herencia.
Pregunta: ¿Qué lecciones aprendemos con las experiencias de Pedro?
 
Domingo

Domingo

Predicar el Evangelio del Reino
Semana 1 --- El evangelio de Dios
Domingo --- Leer con oración: Lc 8:1; 2 Co 2:14-15
“Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento” (2 Co 2:14)
SEGUIR AL SEÑOR
En el pasado, nuestra tendencia era pensar que siempre estábamos en lo correcto y los demás equivocados. Sin embargo, bajo la luz que hemos recibido en los escritos del apóstol Pedro, el Señor nos ha llevado a darnos cuenta de nuestros errores. Ahora ya no vemos que los demás están equivocados, por el contrario, somos iluminados sobre la condición de nuestra vida del alma, es decir, si ella está presente o si está siendo negada. ¡Aleluya! ¡Esto es muy bueno!
No sólo hemos recibido el evangelio del reino y crecemos en vida, sentimos también que necesitamos seguir al Señor. En Mateo 16, después de ser revelada la iglesia, y la manera cómo sería producida (vs. 18, 21), el primer punto mencionado fue seguir al Señor (v. 24).
Él no está sentado en el trono diciéndonos: "Vengan a oír mi predicación". Antes, el Señor es Aquel que entró en el Lugar Santísimo y después salió para sufrir fuera del campamento (He 13:12-13).
En cuanto a nosotros, necesitamos preguntarnos: "¿Hemos seguido al Señor? ¿Dónde está Él?". El Señor no está sólo en la reunión. Cuando Él estaba en la tierra, no se quedaba en un lugar fijo con los discípulos, sino que iba de ciudad en ciudad y de aldea en aldea, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce iban con Él (Lc 8:1).
Hoy es nuestra oportunidad de seguirlo en el desfile triunfal por todo lugar. Nos estamos llenando de Cristo y lo conocemos cada vez más en nuestra experiencia diaria. Así, llegamos a ser la fragancia de Cristo, y como tal, debemos seguirlo adonde quiera que Él vaya, manifestando el olor de Su conocimiento en todo lugar (2 Co 2:14-15).
Ya fuimos iluminados acerca del crecimiento de la vida de Dios en nosotros, pero muchas personas que tienen esta vida aún no lo saben y por esa razón no crecen. Por tanto, debemos salir a todo lugar a fin de llevar ese olor, esparcir esa fragancia y predicar el evangelio del reino de los cielos a todas las personas. Tenemos que ayudar a los que fueron regenerados y llamados por Dios para estar juntos, como la iglesia, a fin de crecer día a día en la vida divina. ¡Aleluya! Vamos a predicar el evangelio del reino. ¡Amén!
Punto Clave: Esparcir la fragancia de Cristo en todo lugar.
Pregunta: ¿Qué debemos hacer para seguir al Señor?
Dong Yu Lan
Derechos reservados Editora “Arvore da Vida”
Jesus es el Señor!
La iglesia en Armenia