En las obras de Flavio Josefo nos encontramos con dos referencias claras al judeo-cristianismo palestino. La primera se halla en Ant, XVIII, 63, 64 y la segunda en XX, 200-203. Su texto en la versión griega es como sigue:
"Vivió por esa época Jesús, un hombre sabio, si es que se le puede llamar hombre. Porque fue hacedor de hechos portentosos, maestro de hombres que aceptan con gusto la verdad. Atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. Era el Mesías. Cuando Pilato, tras escuchar la acusación que contra él formularon los principales de entre nosotros, lo condenó a ser crucificado, aquellos que lo habían amado al principio no dejaron de hacerlo. Porque al tercer día se les manifestó vivo de nuevo, habiendo profetizado los divinos profetas estas y otras maravillas acerca de él. Y hasta el día de hoy no ha desaparecido la tribu de los cristianos (Ant. XVIII, 63-64)."
El famoso pasaje acerca de Jesús en las Antiguedades Judaicas de Josefo, capítulo 18, (publicado cerca del 93) es ampliamente reconocida, tal como nos llegó, como una interpolación Cristiana tardía. Habla ingenua y devotamente de Jesús y le declara como el Mesías. Orígenes en el tercer siglo nos dice que Josefo no creía en Jesús como el Mesías (Tal vez porque Josefo había dado dicho título al emperador Vespaciano), mostrando que este pasaje no existía en su copia. Pero, ni Orígenes ni ningún otro antes del siglo cuarto menciona alguna vez cualquier referencia a Jesús. Esto debería ser suficiente (y hay otras razones también) para descartar la réplica de que incluso aunque los cristianos más tarde lo hayan modificado, el historiador judío debe haber insertado algo acerca de Jesús en Antigüedades 18. Y acerca de otra fugaz en Antigüedades 20 de que Jesús era el hermano de Santiago, Orígenes nos muestra que éste pasaje también fué alterado en alguna parte a lo largo de la línea. Si existía alguna referencia a Jesús en el original, pudo haber sido al Cristo espiritual, como en Gálatas 1:19, y fué cambiado más tarde en términos más históricos.
Podemos advertir, a la luz de la biografía del historiador judío Flavio Josefo, como es radicalmente imposible que este personaje hiciera tal profesión de fe cristiana
Contamos con un número considerable de datos acerca de Flavio J osefo, dado que fue autor de una autobiografía en la que nos suministra cuantiosa información acerca de sí mismo. Nacido en Jerusalén el año primero del reinado de Calígula (37-38 d.C.), pertenecía a una distinguida familia sacerdotal cuyos antepasados -según la información que nos suministra Josefo- se remontaban hasta el periodo de Juan Hircano. Insatisfecho con la educación religiosa que recibió en su infancia, a la edad de dieciséis años comenzó a estudiar las sectas de los fariseos, saduceos y esenios, e incluso llegó a vivir tres años en el desierto con un ermitaño llamado Banno. A los diecinueve años, regresó finalmente a Jerusalén y entró a formar parte de la secta de los fariseos. Hacia el 64 d.C. viajó a Roma con el fin de obtener la libertad de algunos sacerdotes judíos que habían sido conducidos allí cautivos por razones de poco peso. A través de un actor judío llamado Alitiro, conoció a Popea, lo que le permitió lograr su objetivo y regresar a Judea colmado de regalos. En el 66 d.C. estalló la guerra contra Roma. Josefo sostiene que él había desaconsejado la ruptura de hostilidades - cabe la posibilidad de que así fuera, dado que la aristocracia judía se beneficiaba del statu quo existente en la zona - y que sólo intervino en la contienda obligado por presiones muy fuertes. No obstante lo anterior, Josefo acabó uniéndose al levantamiento e incluso llegó a ser general en jefe de las tropas judías en Galilea. Sus actividades militares concluyeron en el año 67 d.C. con la captura de la plaza de Jotapata o Yotapata por los romanos. Llevado ante Vespasiano, le predijo su futuro entronizamiento, lo que tuvo como resultado inmediato que el romano lo tratara con notable consideración y que, en el año 69, al ser éste proclamado emperador por las legiones de Egipto y Judea, se le otorgara la libertad, acompañando a su benefactor a Alejandría. Regresó de nuevo al escenario bélico con Tito y colaboró en la tarea de intimar a sus compatriotas, cercados en Jerusalén, a la rendición. Invitado atomar parte del botín, a sugerencia del vencedor romano, cuando tuvo lugar la toma de la ciudad, afirma haberse contentado con lograr la libertad de algunos amigos y de un hermano así como con hacerse con algunos libros sagrados. Parece incluso que consiguió la conmutación de la pena capital de tres hombres ya crucificados, de los que uno se salvó finalmente.
Terminada definitivamente la contienda, Josefo se trasladó a Roma, donde Vespasiano le regaló una mansión, le otorgó la ciudadaníay le asignó una pensión anual así como una finca en Judea. Ni siquiera las denuncias de algunos compatriotas como Jonatán de Cirene hicieron tambalearse tan favorable situación. Tanto Tito como Domiciano continuaron prodigándole su favor, habiéndole concedido este último emperador la exención de impuestos de su finca judía. Focio fecha la muerte de Agripa en en el año 400 d.C. De ser esta noticia correcta, Josefo hubiera vivido hasta el siglo II, puesto que la Vida se escribió con posterioridad a ese hecho. No obstante, el dato de Focio dista de ser seguro.
De entre las obras de este autor nos interesan, especialmente en relación con la historia del judeo-cristianismo palestino del siglo 1, la Guerra de los judíos y las Antigñedades, la primera en la medida que recoge datos contemporáneos al desarrollo del fenómeno y la segunda por cuanto contiene referencias explícitas al mismo.
La Guerra de los judíos o Guerra judía se halla dividida en siete libros de acuerdo a un plan original de Josefo. Del prefacio, se deduce que la obra fue escrita originalmente en arameo y más tarde reelaborada por el mismo autor en griego con la ayuda de secretarios . No cabe duda de que para la elaboración de esta obra partió fundamentalmente de su propia experiencia aunque algunos autores han apuntado a una obra flaviana o a los Commentarii de Vespasiano La obra es considerablemente tendenciosa y no puede dudarse de que constituye un intento, afortunado, por otra parte, de congraciarse con el vencedor deformando los hechos históricos en justificación de la política de éste. Que satisfizo a los romanos es indudable. Tito en persona recomendó la publicación de la misma y Agripa -a fin de cuentas un paniaguado de Roma- escribió sesenta y dos cartas alabando su veracidad. Con todo, la presentación divergente del conflicto -en cuanto a sus causas y al verdadero papel de Roma en Palestina- que se aprecia en las Antiguedades deja de manifiesto que el mismo Josefo no estuvo nunca convencido de la versión dada en la Guerra de los judíos y que, al final de sus días, intentó dejar a la posteridad una visión más cercana a la verdad histórica (Guevara, 1985). Este factor resulta de especial interés por cuanto permite advertir los condicionantes ideológicos del autor a la hora de redactar sus obras históricas.
Las Antigüedades abarcan en veinte libros toda la historia de Israel desde el Génesis hasta el año 66 d.C. Algunos autores han visto en ello un intento de paralelo de la Historia romana de Dionisio de Halicarnaso pero no es seguro que efectivamente ése fuera el origen del plan y de la división de la obra. En cuanto a éste, exponemos más adelante el valor que asignamos a los
datos proporcionados por la obra de Josefo. Será entonces cuando hagamos referencia a lo que, a nuestro juicio, puede ser el origen de los mismos. No obstante, adelantamos que consideramos el mismo oral y, quizá menos posiblemente, emanado de fuentes sacerdotales.
Es muy posible que las Antigüedades se escribieran a lo largo de un periodo de tiempo bastante dilatado. Parece ser que el proceso de redacción experimentó diversas interrupciones y que, finalmente, se concluyó en el año trece de Domiciano (93-94 d.C.), contando el autor unos cincuenta y seis años. La obra, de contenido claramente apologético según propia confesión del autor, no iba dirigida a los judíos sino a un público compuesto por griegos y romanos.