-Es proverbial la lucha entre el bien y el mal, y todo lo que se ha dicho y escrito sobre lo mismo.
-Dejando de lado la historicidad del asunto en aras de la brevedad, consideremos ahora al ciudadano común de cualquiera de nuestros países y ciudades donde vivimos.
-El hecho es que el delito y la criminalidad van en constante aumento, y en una ciudad moderna como puede ser Rosario, en la República Argentina, los vecinos no salen a la calle, los negocios cierran y pocos vehículos circulan.
-Existe actualmente un miedo ya cercano al terror. En la calle se está expuesto al hurto o la rapiña si no siguen consecuencias más graves; no están seguros nuestros hijos en sus colegios ni los fieles en sus iglesias. Mercenarios son entrenados disparando sobre un inocente que transita soñando lo mejor. Balaceras entre bandas rivales de narcotraficantes dejan víctimas incluso entre niños. La corrupción llega a tal grado, que cuando un uniformado se acerca a una persona, esta no sabe si viene por su bien o por su mal. Los jueces son comprados o amenazados, de modo que a veces condenan a un inocente para proteger al culpable. El aborto, la eutanasia, el orgullo gay y todas las demás negras facetas de la más abyecta depravación campea en el cine, Internet, prensa, e inclusive, en ámbitos parlamentarios, donde se legisla para conceder derechos a los chicos malos en desmedro de sus víctimas, los buenos.
-¿Por qué es que el bien viene triunfando sobre el mal? Pienso que es porque los ejecutores del bien se manejan con la Constitución y las leyes de modo que se cuidan de no infringirlas, mientras que los obradores del mal se mueven en un abismo tan profundo que no hay límite a lo que pueda alcanzar una maldad desprovista de códigos.
-Todas las plagas apocalípticas afligen hoy día nuestras modernas sociedades, orgullosas de su progreso tecnológico pero inconscientes del deterioro moral al que han llegado.
-Es por eso que los creyentes sabemos que esto todavía irá de mal en peor, por lo que solo clamamos: ¡Ven, Señor Jesús!
Cuando del plan de Dios se trata, el "triumfo del mal" es relativo.
La Biblia indica que habrá una gran apostasía durante los últimos tiempos. La
“gran apostasía” se menciona en 2 Tesalonicenses 2:3. La KJV lo llama “la apostasía”, mientras que la NVI y la ESV lo llaman “la rebelión”. Y eso es lo que es una apostasía: una rebelión, un abandono de la verdad. El fin de los tiempos incluirá un rechazo total de la revelación de Dios, una mayor “desaparición” de un mundo ya caído.
El motivo por el que Pablo escribió a los tesalonicenses fue para corregir algunos de los errores relacionados con los últimos tiempos que los creyentes habían oído de boca de los falsos maestros. Entre las falsedades estaba que
“el día del Señor ya ha llegado” (2 Tesalonicenses 2:2). Los cristianos de Tesalónica temían que Jesús ya hubiera venido, se habían perdido el arrebatamiento y ahora estaban en la tribulación. Pablo ya les había explicado el rapto en su primera carta (1 Tesalonicenses 4:16-17). Pablo escribe su segunda carta para asegurarles que, contrariamente a lo que habían oído, y a pesar de la persecución que estaban soportando, el
“día de Cristo” aún no había llegado.
En 2 Tesalonicenses 2:3, Pablo deja claro que el día del Señor, un tiempo de juicio mundial (Isaías 13:6; Abdías 1:15), no sucederá hasta que sucedan dos cosas. Primero, debe ocurrir la apostasía, o la gran apostasía. En segundo lugar, debe revelarse el “hombre de pecado”, aquel que es llamado el
“hijo de perdición”, también conocido como el Anticristo. Una vez que esta persona se dé a conocer, el fin de los tiempos habrá llegado. Numerosas especulaciones sobre la identidad del hombre de pecado, que comenzaron en el siglo I, han incluido a Calígula, Cayo César, Mahoma, Napoleón y muchos papas romanos. Ninguno de ellos era el Anticristo.
El hombre de pecado, según 2 Tesalonicenses 2:4, es aquel que
“se opondrá y se exaltará sobre todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, hasta el punto de erigirse en el templo de Dios, proclamándose Dios. " Es evidente que esto aún no ha sucedido; nadie desde los tiempos de Pablo se ha erigido como Dios en el templo judío. Han pasado dos mil años desde que se escribió la epístola y el “día del Señor” aún no ha llegado. Pablo nos asegura que no vendrá hasta que la apostasía llegue primero.
La palabra griega traducida “rebelión” o “apostasía” en el versículo 3 es apostasia, de donde obtenemos la palabra apostasía. Se refiere a una deserción general del Dios verdadero, la Biblia y la fe cristiana. Cada época tiene sus desertores, pero la apostasía en los últimos tiempos será completa y mundial. Todo el planeta estará en rebelión contra Dios y Su Cristo. Todo golpe requiere un líder, y en esta apostasía global entrará el Anticristo. Creemos que esto sucede después de que la iglesia haya sido arrebatada de la tierra.
Jesús advirtió a los discípulos acerca de los últimos días en Mateo 24:10-12:
“En aquel tiempo muchos se apartarán de la fe, se traicionarán y se aborrecerán unos a otros, y aparecerán muchos falsos profetas y engañarán a mucha gente. A causa del aumento de la maldad, el amor de la mayoría se enfriará”. Estas son las características de la gran apostasía de los últimos tiempos.
Entonces, en la tierra "perdemos". Este mundo le pertenece al diablo y Dios rescatara a los suyos al final de los tiempos y destruira la tierra y todos los que en ella estaran en aquel tiempo, para crear una nueva. Pero al final, el plan de Dios triumfara.
Saludos