Algunos libros de la Biblia, como el Génesis, contienen recopilaciones de otras historias más antiguas. De alguna manera Dios quizo e hizo que algunas de estas historias llegaran a ser de conocimiento de Moisés para que este las plasmara en su Libro.
Una información sobre "Génesis ..." en la enciclopedia "Perspicacia" de los testigos de Jehová, dice:
¿De dónde obtuvo Moisés la información que incluyó en el Génesis?
Toda la información contenida en el libro de Génesis narra acontecimientos que ocurrieron antes del nacimiento de Moisés. Pudo recibirla directamente por revelación divina. Es obvio que alguien tenía que recibir de esa manera todos los datos relacionados con lo que sucedió antes de la creación del hombre, ya fuera Moisés o alguien anterior a él. (Gé 1:1-27; 2:7, 8.) Sin embargo, tanto esta información como la restante pudo haberle llegado a Moisés por tradición oral. Debido a la longevidad de los hombres de aquel tiempo, la transmisión pudo haberse efectuado desde Adán hasta Moisés mediante solo cinco eslabones humanos: Matusalén, Sem, Isaac, Leví y Amram. Una tercera posibilidad es que Moisés obtuviese mucha de la información para escribir Génesis de documentos o escritos ya existentes. Ya en el siglo XVIII de nuestra era, el docto holandés Campegius (Kempe) Vitringa sostuvo este mismo punto de vista, apoyándose en el hecho de que en el texto de Génesis aparece unas diez veces la expresión “estas son las generaciones de” (Mod), y una vez, “este es el libro de las generaciones de”. (Gé 2:4; 5:1; 6:9; 10:1; 11:10, 27; 25:12, 19; 36:1, 9; 37:2.) La palabra hebrea que en estas dos expresiones se traduce por “generaciones” es toh‧le‧dhóhth, un término que se traduciría mejor por “historias” u “orígenes”. Por ejemplo, no parece propio hablar de las “generaciones de los cielos y la tierra”, pero sí de la “historia de los cielos y la tierra”. (Gé 2:4.) Por esa razón, varias traducciones modernas emplean la palabra “historia” en todos los versículos citados anteriormente (NM), o al menos en algunos de ellos (BC; CI; Ga; MK; NBE; Str; Val, 1989; VP). En cualquier caso, no cabe duda de que tal como el hombre hoy está interesado en guardar un registro histórico exacto de los acontecimientos, también lo estuvo desde un principio.
Apoyándose en las razones expuestas, tanto Vitringa como otros estudiosos posteriores han entendido que cada vez que en el texto de Génesis se emplea toh‧le‧dhóhth, se hace referencia a documentos escritos diferentes que obraban en poder de Moisés y en los que se basó para escribir gran parte del libro. Han entendido que los nombres a los que se refiere la expresión “historia de” (Adán, Noé, los hijos de Noé, Sem, Taré, Ismael, Isaac, Esaú y Jacob) fueron los autores del documento o bien sus depositarios. Claro que esta explicación deja sin aclarar cómo llegaron estos documentos a las manos de Moisés y por qué tuvo que valerse de información que procedía de hombres que no se distinguieron por ser adoradores fieles de Jehová (como Ismael y Esaú) para escribir una buena parte de Génesis. Por otra parte, es del todo posible que la expresión “esta es la historia de” sea tan solo una frase introductoria para dividir convenientemente en secciones un relato que en conjunto resulta largo. Mateo hace en su evangelio un uso similar de este recurso. (Mt 1:1 [...])
Por lo tanto, no se pueden ofrecer conclusiones categóricas respecto a las fuentes de información que Moisés tuvo a su alcance. En lugar de suponer que fue solo por una de las tres vías comentadas, cabe pensar que la información pudo haberle llegado por las tres: revelación directa, transmisión oral y documentos escritos. Lo realmente importante es que Jehová Dios guió al profeta Moisés de manera que escribiera por inspiración divina. (2Pe 1:21.)
El contenido tenía que servir de guía inspirada para las generaciones futuras. Había que leerlo con regularidad al pueblo (Dt 31:10-12; 2Re 23:2, 3; Ne 8:2, 3, 18), y los reyes de Israel tenían que seguir sus instrucciones. (Dt 17:18, 19.)
Y otra información en la misma publicación pero bajo el tema "Escritura", nos dice que:
[...] Al primer hombre Adán se le dotó con la facultad de hablar un idioma. Sin embargo, en un principio debió tener poca o ninguna necesidad de escribir. En aquel entonces toda la comunicación de Adán podía ser verbal, y, como hombre perfecto, no tendría que depender de un registro escrito que compensara una memoria imperfecta. No obstante, tenía la capacidad de idear algún método de escritura, pero la Biblia no dice nada con relación a que escribiera, ni antes ni después de su transgresión.
Las palabras “este es el libro de la historia de Adán” han llevado a algunos a la conclusión de que Adán fue el escritor de este “libro”. (Gé 5:1.) Comentando sobre la frase “esta es la historia” (“estos son los orígenes”), que aparece con frecuencia en el libro de Génesis, P. J. Wiseman dice: “Es la frase de conclusión de cada sección, y por lo tanto se remite a una narración previa [...]. Suele referirse al escritor de la historia o al propietario de la tablilla que la contiene”. (New Discoveries in Babylonia About Genesis, 1949, pág. 53.)
Un examen del contenido de estas historias pone en tela de juicio la corrección de las conclusiones de Wiseman. Por ejemplo, según esta opinión, la sección que empieza en el versículo 10 del capítulo 36 de Génesis debería concluir con las palabras de Génesis 37:2: “Esta es la historia de Jacob”. Sin embargo, casi todo el relato tiene que ver con la descendencia de Esaú y solo habla de Jacob de forma incidental. Por otra parte, el relato que sigue presenta extensa información sobre Jacob y su familia. Es más, si esta teoría fuera correcta, significaría que Ismael y Esaú fueron los escritores o propietarios de los documentos más extensos sobre los tratos de Dios con Abrahán, Isaac y Jacob. Esto no parece razonable, pues supondría que quienes no tuvieron ninguna participación en el pacto abrahámico fueron los más interesados en él. Sería difícil aceptar que Ismael tuviera tanto interés por acontecimientos relacionados con la casa de Abrahán como para conseguir un registro detallado de estos, que en su mayor parte ocurrieron mucho tiempo después que se le despidió con su madre Agar. (Gé 11:27b–25:12.)
De igual manera, no hubiera habido ninguna razón para que Esaú, que no tenía ningún aprecio por las cosas sagradas (Heb 12:16), escribiera o fuera propietario de un relato que tratara principalmente sobre los acontecimientos de la vida de Jacob, acontecimientos que Esaú mismo no presenció. (Gé 25:19–36:1.) Además, no parece lógico concluir que Isaac y Jacob no se interesaran en poseer un registro de los tratos de Dios con ellos, contentándose solo con breves registros de genealogías ajenas. (Gé 25:13–19a; Gé 36:10–37:2a.)
La escritura antes del Diluvio.
No se puede precisar si algunos de los relatos del libro de Génesis se escribieron antes del Diluvio, y la Biblia no contiene ninguna referencia a escritura antediluviana. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la edificación de ciudades, la manufactura de instrumentos musicales y la forja de herramientas de hierro y de cobre empezaron mucho antes del Diluvio. (Gé 4:17, 21, 22.) Por lo tanto, es razonable pensar que los hombres tuvieran poca dificultad en inventar también un sistema de escritura. Puesto que en un principio solo había un idioma (que más tarde llegó a conocerse como hebreo [...]) y los que siguieron hablando ese idioma, los israelitas, utilizaron un alfabeto, la escritura alfabética pudo haber existido antes del Diluvio.
El rey asirio Asurbanipal dijo haber leído “inscripciones en piedras de antes del Diluvio”. (Historia del libro, de Hipólito Escolar, Madrid, Pirámide, 1988, pág. 58.) Sin embargo, puede que esas inscripciones simplemente hayan precedido a un diluvio local de proporciones considerables, o tal vez hayan sido relatos que pretendían contar acontecimientos anteriores al Diluvio. Por ejemplo, en lo que se conoce como “la lista de los reyes sumerios”, se menciona que ocho reyes gobernaron durante 241.000 años, y después se dice lo siguiente: “(Después) el Diluvio barrió (la tierra)”. (Ancient Near Eastern Texts, edición de J. B. Pritchard, 1974, pág. 265.) Evidentemente, ese registro no es auténtico.
Según la cronología bíblica, el diluvio universal del día de Noé aconteció en el año 2370 a. E.C. Los arqueólogos han dado fechas anteriores a numerosas tablillas de barro que han desenterrado, pero estas tablillas no son documentos fechados. Por consiguiente, las fechas que se les han dado son hipotéticas y no suponen ninguna base sólida para establecer una relación temporal entre esas tablillas y el diluvio bíblico. No se puede afirmar de manera categórica que alguno de los objetos obtenidos en las excavaciones sea anterior al Diluvio. Los arqueólogos que han fechado objetos como pertenecientes al período antediluviano lo han hecho sobre la base de hallazgos que, como mucho, solo pueden interpretarse como prueba de un gran diluvio local.