Hermanos, no permitamos que los que nos han dado las falsas doctrinas que por error podemos estar defendiendo como verdaderas, se rían de nosotros. Debatid de forma limpia, sana, sin insultos, sin maldecir, sin anatemizar al hermano. Decidle pacíficamente que está errado, tratad de demostrárselo con las escrituras y si no acepta y persiste en defender su postura, pensadlo bien, examinad bien lo que os dice, que a veces estamos convencidos de algo y mirando mas detenidamente, vemos nuestro error. Él puede estar errado o nosotros, pero el que con amor sostiene su postura sin insultar, sin maldecir, con espíritu conciliador, no peca de difamación ni de maltrato verbal, muestra caridad, la mas hermosa de las virtudes, muestra dominio propio, que aunque no es fácil de conseguir por nosotros mismo, el Espíritu Santo lo da, cuando obedecemos al Señor, que nos dijo que no injuriásemos, que fuéramos mansos como corderos. Haced esto y rabiarán los que se gozan en nuestras disensiones, se frotan las manos porque nuestra atención se desvía de ellos, los culpables de nuestra confusión, que nos han llevado a miles de distintas interpretaciones de la palabra.
