Estimado Carlos:
Estimado Carlos:
1 – Efectivamente, no consta nada en el Nuevo Testamento de que Jesús pagara o recibiera diezmos. Si lo hizo o no, será como siempre especular sobre lo que la Biblia no dice. Lo que ella sí dice es que entre la compañía de discípulos que seguían a Jesús habían también mujeres que ayudaban con sus bienes. Que las provisiones o el dinero para comprarlas no era algo con lo que siempre contaban, se advierte cuando operó los dos milagros de multiplicar los pocos panes y peces que le fueron presentados. Algo habló del dinero, y sin duda lo vio, pero no sabemos que alcanzara siquiera a tocarlo: la moneda con la efigie de César que le fue mostrada en el Templo; las dos blancas que echó la viuda en el arca de las ofrendas; la moneda en la boca del pez que sacó Pedro; y las monedas desparramadas de los cambistas en el Templo. Cuando comisiona a los doce, les dice que no lleven dinero en el cinto.
2 – Si buscas en cualquier diccionario, comprobarás que la palabra Orden se define con distintos grupos de acepciones. Así, en uno de Sinónimos que tengo ahora abierto, se clasifica por un lado: disposición, colocación, sucesión, serie, etc., lo que cuadra bien con nuestro caso del orden de Melquisedec y de Aarón; y por otro: regla, institución, congregación, cofradía, comunidad, hermandad, etc., que va mejor con tu idea de una orden Sacerdotal de Melquisedec. Aunque la palabra orden siempre es la misma, no lo es la noción o el concepto en que es usada.
Esa orden tuya colocada primero en “pause” y luego en “play” es más apropiada para un juego cibernético que como argumento de peso en el presente debate.
4 – Normalmente el forista que ofende es el que se siente perdidoso en la defensa de su posición, y así, deja de discutir el punto en cuestión para emprenderla contra su antagonista. Por otra parte, la hipersensibilidad se da a ambos lados del debate. Reaccionar mal, es el recurso postrero y que suele preceder a la deserción.
5 – En este punto que presentas de Levítico 27 alegando que el diezmo le pertenece a Jehová, te refieres al v.30 “El diezmo de la tierra, tanto de la simiente de la tierra como el fruto de los árboles” y en el v.32 a “Todo diezmo de vacas o de ovejas”. Asimismo, es importante notar en el primer y último versículo del capítulo, que los obligados a estos mandamientos que Jehová dio a Moisés son los hijos de Israel. La única pretensión que pudiera tener hoy día algún pastor evangélico de recaudar diezmos en base a la leyenda que suele aparecer en los sobres EL DIEZMO PERTENECE AL SEÑOR, es si se diera la doble coincidencia de tener en su congregación miembros judíos terratenientes, que fuesen ganaderos o productores agrícolas. Entonces podría procurar convencerlos que a ellos compete ofrendar de esa manera.
Ahora, para quienes creen que todavía hoy debemos dar algo de dinero a Jesús, si no ya como obedeciendo a Moisés, al menos como quien lo diera al Sumo Sacerdote del orden de Melquisedec, hay una Escritura que así podría avalarlo:
“tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me recogisteis; estuve desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y fuisteis a verme”. Dar de comer y beber; hospedar, vestir y visitar implica gastos en alimentos, ropas y locomoción. Pero ¿cómo podríamos dar esto a Jesús? Él mismo nos responde: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt.25:35-40).
Claro que algunos preferirán tomar como beneficiarios a los pastores y no a los hermanos más humildes y necesitados de la iglesia, pero salvo las honrosas excepciones que siempre hacen a la regla, a aquellos no les gustará considerarse como “los más pequeños de los hermanos”. Con esto que digo no quiero desamparar a los pastores, sino sólo darle prioridad a quienes el mismo Señor la da.
6 – A tu pregunta ¿Por qué el diezmo?, ya habíamos visto que en Egipto, antes de Moisés, en dos distintas emergencias nacionales, José dispone que los egipcios entreguen a Faraón una quinta parte de las cosechas, o sea, un doble diezmo. Sin tal emergencia, es posible que ya estuviera operando un diezmo simple, y que sólo la circunstancia especial del aprieto llevara a su duplicación. El porcentaje es el más fácil de calcular incluso entre los pueblos menos cultos. Incluso hoy día hay ciudadanos que se ven en problemas al cargar o deducir un 9% o 23% de IVA de un precio dado. Esto en cuanto al número del porcentaje. En cuanto a la razón del diezmo, es impensable que si la producción de la tierra fuera impura, el diezmo pudiera purificarla: “Y según la Ley, casi todo es purificado con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay remisión” (He.9:22); “pues ya sabéis que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir (la cual recibisteis de vuestros padres) no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1Pe.1:18,19). El sudor del rostro y la aparición de espinas y cardos, junto a los dolores de parto de la mujer y el arrastrarse de la serpiente son secuelas de la caída de nuestros primeros padres por lo cual la misma tierra fue maldita, ya que ahora el hombre al morir volvería a aquella misma tierra que Dios tomó para formarle. Toda la creación que fue afectada por el pecado del hombre, gime hasta el presente esperando ser libertada de la esclavitud de la corrupción en la redención final (Ro.8:22,23).
Siendo entonces que los diezmos jamás pueden considerarse como una especie de pago que le hacemos a Dios por la corrupción de nuestras almas y cuerpos, y de la tierra que regamos con nuestro sudor, permanece la pregunta: - ¿Por qué el diezmo?
En toda sociedad primitiva existieron siempre dos clases de personas diferenciadas del resto del pueblo en que no se ocupaban de ningún trabajo común: los funcionarios públicos y los sacerdotes. Entre los primeros, estaba el Emperador, Rey o Faraón, los nobles, y así hasta los escribas y más humildes funcionarios de gobierno. La oficialidad militar y la soldadesca, integraban el mismo grupo. No podían a la vez, cultivar y gobernar, edificar y combatir. El segundo grupo lo constituía el sacerdocio de la religión local. Ellos tenían que servir en el Templo y cumplir con todos los rituales, sin desatenderlos por encargarse de otros oficios o negocios.
Un impuesto porcentual a lo producido por el trabajo agrícola y/o ganadero era una forma práctica y justa de sostener a la clase sacerdotal y a la gobernante.
Como vimos, una décima parte era un mínimo aceptable para el que lo daba, y una cantidad respetable para los receptores, atendiendo a la cantidad de los contribuyentes.
Creo que en esta línea es que debemos buscar el origen del diezmo de Abraham.
Te saludo fraternalmente.
Ricardo.