Apreciado Carlos:
Apreciado Carlos:
1 - No recuerdo haber siquiera sugerido que Abraham y Jacob se encapricharan con el asunto del diezmo, aunque sí admito que muchos se encaprichan con ellos como ejemplos que marcan la manera fiel y sistemática de un dar normal para todos los cristianos.
2 - Lo que tú dices ver del diezmo es “más como parte de una serie de leyes que ya tenía el hombre y que fueron impartidas por Dios en algún momento.”
Lo siento, yo no veo ni podré ver lo que tú ves y otros tampoco nunca vieron: una serie de leyes impartidas por Dios al hombre en algún momento dado. Conozco lo que Pablo enseña en Romanos 1:19,20 en cuanto al conocimiento universal de los atributos y características de Dios y en el 2:15 respecto a la conciencia humana que desde su creación lleva impresa lo que Dios aprueba y condena, actuando como una ley en el corazón. Pero todo esto en el aspecto moral de la relación del hombre con Dios, su prójimo y la creación. El “momento dado” de impartir Dios al hombre este código moral en su versión original y positiva tiene que ser al mismo tiempo de su creación, y la versión negativa desde el mismo momento de infligirlo y de este modo cobrar conciencia de estar desnudos. Introducir al diezmo en este primer código moral universal es conferirle una importancia desproporcionada, pues con mucha mayor razón podrían retrotraerse hasta aquel muchas otras ordenanzas estatuidas posteriormente en la Ley.
3 – Insistes con que no ves la derogación del diezmo en el NT cuando he explicado hasta el cansancio que no era necesaria derogación alguna habiendo desaparecido la causa que lo motivaba.
Repito: es como si yo me pusiese a recaudar los diezmos para el Rey de España de las repúblicas hispano americanas, argumentando que la Corona y las Cortes Españolas jamás derogaron tal privilegio desde que el Papa lo concediera.
Parece que planteas el siguiente silogismo:
a) El sacerdocio de Melquisedec es eterno.
b) Una de sus funciones fue recibir diezmos.
c) Ergo, los diezmos eternamente deben ser recibidos.
Probablemente Aristóteles objetara la lógica del planteo y su elucidación, pero la función de Melquisedec consistió también en algunas cosas más:
1 – Salió a recibir a un guerrero victorioso (He.7:1).
2 - Sacó pan y vino. (Gn.14:18).
3 - Bendijo a Abram y al Dios Altísimo (Gn.14:19,20).
Usando un poco de imaginación, claro está que podemos hacer coincidir estas tres funciones con el ministerio de Cristo a nuestro favor, y con un poco más todavía podemos darle rango de eternidad a todas ellas. De este modo, logra calzar bastante cómodamente la idea de que el diezmo es cosa de estarse dando y recibiendo por la eternidad.
Sobre tu plan original acabo de elaborar toda una doctrina sobre el “diezmo perpetuo”. ¿Cuántos prosélitos lograré con ella?
Sé que persiste la dificultad de a quién entregar transitoriamente (mientras todavía no entramos en la eternidad) los diezmos presentes.
Como francamente no tengo la respuesta, lo mejor que se me ocurre es que se me vayan remitiendo los diezmos hasta que yo vea (tan claro como Carlos suele ver), a dónde, para qué y a quien remitirlos.
Con el humor de siempre,
Ricardo.
Apreciado Carlos:
1 - No recuerdo haber siquiera sugerido que Abraham y Jacob se encapricharan con el asunto del diezmo, aunque sí admito que muchos se encaprichan con ellos como ejemplos que marcan la manera fiel y sistemática de un dar normal para todos los cristianos.
2 - Lo que tú dices ver del diezmo es “más como parte de una serie de leyes que ya tenía el hombre y que fueron impartidas por Dios en algún momento.”
Lo siento, yo no veo ni podré ver lo que tú ves y otros tampoco nunca vieron: una serie de leyes impartidas por Dios al hombre en algún momento dado. Conozco lo que Pablo enseña en Romanos 1:19,20 en cuanto al conocimiento universal de los atributos y características de Dios y en el 2:15 respecto a la conciencia humana que desde su creación lleva impresa lo que Dios aprueba y condena, actuando como una ley en el corazón. Pero todo esto en el aspecto moral de la relación del hombre con Dios, su prójimo y la creación. El “momento dado” de impartir Dios al hombre este código moral en su versión original y positiva tiene que ser al mismo tiempo de su creación, y la versión negativa desde el mismo momento de infligirlo y de este modo cobrar conciencia de estar desnudos. Introducir al diezmo en este primer código moral universal es conferirle una importancia desproporcionada, pues con mucha mayor razón podrían retrotraerse hasta aquel muchas otras ordenanzas estatuidas posteriormente en la Ley.
3 – Insistes con que no ves la derogación del diezmo en el NT cuando he explicado hasta el cansancio que no era necesaria derogación alguna habiendo desaparecido la causa que lo motivaba.
Repito: es como si yo me pusiese a recaudar los diezmos para el Rey de España de las repúblicas hispano americanas, argumentando que la Corona y las Cortes Españolas jamás derogaron tal privilegio desde que el Papa lo concediera.
Parece que planteas el siguiente silogismo:
a) El sacerdocio de Melquisedec es eterno.
b) Una de sus funciones fue recibir diezmos.
c) Ergo, los diezmos eternamente deben ser recibidos.
Probablemente Aristóteles objetara la lógica del planteo y su elucidación, pero la función de Melquisedec consistió también en algunas cosas más:
1 – Salió a recibir a un guerrero victorioso (He.7:1).
2 - Sacó pan y vino. (Gn.14:18).
3 - Bendijo a Abram y al Dios Altísimo (Gn.14:19,20).
Usando un poco de imaginación, claro está que podemos hacer coincidir estas tres funciones con el ministerio de Cristo a nuestro favor, y con un poco más todavía podemos darle rango de eternidad a todas ellas. De este modo, logra calzar bastante cómodamente la idea de que el diezmo es cosa de estarse dando y recibiendo por la eternidad.
Sobre tu plan original acabo de elaborar toda una doctrina sobre el “diezmo perpetuo”. ¿Cuántos prosélitos lograré con ella?
Sé que persiste la dificultad de a quién entregar transitoriamente (mientras todavía no entramos en la eternidad) los diezmos presentes.
Como francamente no tengo la respuesta, lo mejor que se me ocurre es que se me vayan remitiendo los diezmos hasta que yo vea (tan claro como Carlos suele ver), a dónde, para qué y a quien remitirlos.
Con el humor de siempre,
Ricardo.