No creo que seamos unos seres especiales, hechos a imagen y semejanza de ningún ente superior.
No creo en la existencia de dioses, espíritus, almas, ni en nada que no pertenezca al mundo físico.
No creo que seamos la culminación de ningún proyecto divino.
No creo en el pecado, el cielo y el infierno.
No creo en otra vida que no sea ésta.
No creo que seamos los reyes de ninguna creación.
No creo que el universo haya sido creado.
Creo que somos el resultado casual de la evolución y la selección natural, que actúan ciega e implacablemente sin ningún fin ni meta preestablecidas. Somos una especie más entre todas las que han existido y existirán, con la única diferencia de que tenemos la capacidad de comprender el mundo que nos rodea, hacernos preguntas y contestarlas. Somos sólo un chispazo en la inmensidad espacial y temporal del Cosmos, que sigue y seguirá su evolución sin que nosotros le importemos lo más mínimo.
No me siento más importante que nada de lo que existe, pero tampoco menos importante: formo parte de una realidad maravillosa, estoy directamente emparentado con todos los seres vivos que han sido, son y serán. En mis genes llevo la herencia de la primera célula que surgió hace muchos miles de millones años, yo la he transmitido a mi hijo, y el último ser vivo que quede en la Tierra llevará algo mío. Cada uno de los átomos de los que estoy hecho, el hierro de mi sangre, el calcio de mis huesos, el carbono…., han sido antes parte de incontables seres, y provienen directamente de las estrellas. Soy polvo de estrellas.
Un día moriré. Y entonces devolveré todo eso que tan sólo he tenido prestado. Seré recordado por los pocos que me quieren, e ignorado por los millones que no han sabido de mi existencia. Habré hecho el bien o el mal (habrá sido mi decisión), pero no tendré que dar cuentas a nadie. Mi conciencia, mi mente, mis recuerdos, se irán para siempre cuando mi cerebro deje de recibir el oxígeno que le envía mi corazón. No iré a ningún lugar, simplemente me iré. Ni siquiera me daré cuenta de que me he ido para siempre.
No creo en la existencia de dioses, espíritus, almas, ni en nada que no pertenezca al mundo físico.
No creo que seamos la culminación de ningún proyecto divino.
No creo en el pecado, el cielo y el infierno.
No creo en otra vida que no sea ésta.
No creo que seamos los reyes de ninguna creación.
No creo que el universo haya sido creado.
Creo que somos el resultado casual de la evolución y la selección natural, que actúan ciega e implacablemente sin ningún fin ni meta preestablecidas. Somos una especie más entre todas las que han existido y existirán, con la única diferencia de que tenemos la capacidad de comprender el mundo que nos rodea, hacernos preguntas y contestarlas. Somos sólo un chispazo en la inmensidad espacial y temporal del Cosmos, que sigue y seguirá su evolución sin que nosotros le importemos lo más mínimo.
No me siento más importante que nada de lo que existe, pero tampoco menos importante: formo parte de una realidad maravillosa, estoy directamente emparentado con todos los seres vivos que han sido, son y serán. En mis genes llevo la herencia de la primera célula que surgió hace muchos miles de millones años, yo la he transmitido a mi hijo, y el último ser vivo que quede en la Tierra llevará algo mío. Cada uno de los átomos de los que estoy hecho, el hierro de mi sangre, el calcio de mis huesos, el carbono…., han sido antes parte de incontables seres, y provienen directamente de las estrellas. Soy polvo de estrellas.
Un día moriré. Y entonces devolveré todo eso que tan sólo he tenido prestado. Seré recordado por los pocos que me quieren, e ignorado por los millones que no han sabido de mi existencia. Habré hecho el bien o el mal (habrá sido mi decisión), pero no tendré que dar cuentas a nadie. Mi conciencia, mi mente, mis recuerdos, se irán para siempre cuando mi cerebro deje de recibir el oxígeno que le envía mi corazón. No iré a ningún lugar, simplemente me iré. Ni siquiera me daré cuenta de que me he ido para siempre.