Al Profeta Jonás lo recordamos más fácilmente por que se lo tragó un gran pez.
Pero un poco menos conocida es la historia bíblica de cómo predicó en Nínive (la gran ciudad de esos días, algo así como el Nueva York actual), diciendo que sería destruida si no se arrepentían. Podemos imaginar cómo la gente se pudiera haber burlado de tales predicciones. Sin embargo, para sorpresa de todos, la ciudad se arrepintió, y las catástrofes que había predicho Jonás no se cumplieron.
Frustrado y enojado por haber quedado "en ridículo" como profeta de la desgracia, Jonás se retiró a descansar.
El sol ardiente molestaba a Jonás, pero Dios hizo crecer una planta, una calabacera, que le dio sombra y lo refrescó.
Un día, sin embargo, la Biblia cuenta que una plaga acaba con la vida de la planta y el sol vuelve a quemar a Jonás, que lamenta muchísimo la muerte de la planta. Dios entonces interviene diciéndole que si Jonás es capaz de valorar tanto a una calabacera, cuanto más Dios valorará la vida de miles de habitantes de Nínive.
¿Será que cuando anticipamos la condenación eterna de quienes no comparten nuestras creencias religiosas, actuamos como Jonás, el frustrado?
¿Será que nos lamentamos de que no vengan los rayos y la lluvia de fuego sobre los otros?
Si en la vida eterna encontramos al testigo de Jehová, al mormón, al musulmán, al ateo, al forista burlón, ¿nos dará rabia que no le sobrevinieron las desgracias que le predijimos?
No estoy seguro de lo que voy a decir.... pero algo me hace sospechar que algunos de nosotros padecemos del "Síndrome de Jonás" y que, en el fondo, quisiéramos ver al rival en el polvo, derrotado, y ¿por qué no? ardiendo en el fuego eterno.... Es más, quizá le pediríamos a Dios que nos permitiera la perversa satisfacción de decirle: "Te lo dije, te lo dije! Te dije que te ibas a condenar por creer X y no Y. Ya ves lo que te pasó?"
Pero un poco menos conocida es la historia bíblica de cómo predicó en Nínive (la gran ciudad de esos días, algo así como el Nueva York actual), diciendo que sería destruida si no se arrepentían. Podemos imaginar cómo la gente se pudiera haber burlado de tales predicciones. Sin embargo, para sorpresa de todos, la ciudad se arrepintió, y las catástrofes que había predicho Jonás no se cumplieron.
Frustrado y enojado por haber quedado "en ridículo" como profeta de la desgracia, Jonás se retiró a descansar.
El sol ardiente molestaba a Jonás, pero Dios hizo crecer una planta, una calabacera, que le dio sombra y lo refrescó.
Un día, sin embargo, la Biblia cuenta que una plaga acaba con la vida de la planta y el sol vuelve a quemar a Jonás, que lamenta muchísimo la muerte de la planta. Dios entonces interviene diciéndole que si Jonás es capaz de valorar tanto a una calabacera, cuanto más Dios valorará la vida de miles de habitantes de Nínive.
¿Será que cuando anticipamos la condenación eterna de quienes no comparten nuestras creencias religiosas, actuamos como Jonás, el frustrado?
¿Será que nos lamentamos de que no vengan los rayos y la lluvia de fuego sobre los otros?
Si en la vida eterna encontramos al testigo de Jehová, al mormón, al musulmán, al ateo, al forista burlón, ¿nos dará rabia que no le sobrevinieron las desgracias que le predijimos?
No estoy seguro de lo que voy a decir.... pero algo me hace sospechar que algunos de nosotros padecemos del "Síndrome de Jonás" y que, en el fondo, quisiéramos ver al rival en el polvo, derrotado, y ¿por qué no? ardiendo en el fuego eterno.... Es más, quizá le pediríamos a Dios que nos permitiera la perversa satisfacción de decirle: "Te lo dije, te lo dije! Te dije que te ibas a condenar por creer X y no Y. Ya ves lo que te pasó?"