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Vi a otro ángel que subía del oriente
llevando el sello del Dios viviente.
Gritó a los cuatro ángeles
que habían recibido poder
para dañar la tierra y el mar:
«¡Esperen!
No hagan daño a la tierra
ni al mar ni a los árboles
hasta que hayamos puesto
el sello de Dios en la frente de sus siervos».