NACIONAL CATOLICISMO EN ESPAÑA

Tobi

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21 Noviembre 2000
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< MADRID, 14-11-2003 (ESD/ACPress.net). La visita del Papa a España ha dado
para muchas condecoraciones. Si el 13 de octubre se impusieron en la
Nunciatura Apostólica las de la Iglesia al Gobierno, el pasado miércoles
correspondían en La Moncloa las del Gobierno a la Iglesia católica como un
acto de despedida de José María Aznar ante las autoridades católico-romanas.
Se felicitó por haber mantenido la normalidad y disminuido los motivos de
conflicto. Normalidad que no ha existido con el protestantismo español, a
quien se ha negado a recibir a lo largo de todos los años de su mandato.>

--- El Rey concedió, a propuesta del Consejo de Ministros, la Gran Cruz de
Isabel la Católica al cardenal Antonio María Rouco Varela, presidente de la
Conferencia Episcopal Española; al nuncio apostólico en España, monseñor
Manuel Monteiro de Castro; y al actual obispo de Córdoba y organizador
principal de la visita, Juan José Asenjo.

--- Impusieron las distinciones el ministro de Justicia, José María
Michavila, el vicepresidente segundo del Gobierno, Javier Arenas, y José
María Aznar, quien lo hizo con el cardenal Rouco.

--- La alocución del arzobispo de Madrid recordó a la mujer que da nombre a
la dignidad recibida, "una Reina excelsa que ha marcado la historia y el
alma de España hasta nuestros días con un sello indeleble, no sólo político
y cultural, sino además profundamente espiritual". Y afirmó el vínculo
histórico entre España y la religión católica: los antepasados de los
españoles han creído en el Evangelio "con una fiel unanimidad y un fervor
singulares, sin muchos parangones en la historia del cristianismo; desde los
albores mismos de la Hispania romana hasta la España actual".

AZNAR: DESPEDIDA DE QUIEN NO QUISO RECIBIR A LOS PROTESTANTES

--- Luego tomó la palabra José María Aznar, quien agradeció al Papa su firme
condena del terrorismo, porque sus palabras de repulsa "han proporcionado a
la sociedad española un inestimable criterio de distinción moral que impide
ningún tipo de justificación o disculpa para el crimen y para quienes
contribuyen a él". No mencionó, como es lógico, la condena papal a la guerra
de Irak.

--- Tras decir esto, introdujo una breve consideración sobre las relaciones
entre la Iglesia Católica y el Estado, a las que calificó de "profundamente
normales. Cada uno ocupa el terreno que le es propio y no hay miradas de
recelo, ni de distanciamiento, ni tampoco confusión o sometimiento, sino la
normalidad de unas relaciones cordiales y provechosas".

--- Y llegó entonces su recapitulación más personal: "Como ustedes saben,
concluirá pronto mi mandato como presidente del Gobierno y creo haber
contribuido a esa normalidad. Creo que hay menos terrenos de controversia
que los que existían hace ocho años, y yo con eso, y muy especialmente en
este acto, me siento satisfecho". Sin duda, un gran logro que ha ido de la
mano de un trato exactamente contrario para con el resto de las confesiones,
las no católicas; hasta el punto de negarse a recibir a los representantes
de la FEREDE (Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España)
durante su mandato, a pesar de habérselo pedido oficialmente desde hace más
de tres años.

< Fuente: ESD. Redacción: ACPress.net >

Un tipejo que fué elegido Presidente del Gobierno y de motu propio decidió de no serlo de todos los españoles.
¿Cuando se cumplirá la Constitución en la que en uno de sus puntos esenciales dice que es un Estado Laico?
 
Juan Carlos I, rey católico de España

Juan Carlos I, rey católico de España

MISA EN LA ALMUDENA

El Rey y el Príncipe, en el solemne homenaje a Juan Pablo II

La misa de acción de gracias por los XXV años de pontificado de Juan Pablo II contó con el episcopado español en pleno y la presencia del Jefe del Estado y el Príncipe de Asturias.

19 de noviembre. Cinco cardenales, once arzobispos, cuarenta y seis obispos, once auxiliares, once eméritos, el nuncio apostólico, cuatro prelados a quienes se invitó en representación de las conferencias episcopales de Francia, Portugal, Polonia y Norte de África, y el obispo de Gibraltar, Charles Caruana, compusieron el casi centenar de obispos que concelebraron en la catedral de La Almudena la misa de acción de gracias por el vigesimoquinto aniversario de la coronación de Juan Pablo II. Los obispos hicieron un alto en las reuniones de la Asamblea Plenaria ordinaria que les congrega en Madrid esta semana.

Como asistentes de honor se hallaban presentes el Rey Don Juan Carlos y el Príncipe Felipe, quienes fueron invitados ya en septiembre, cuando la Comisión Permanente del Episcopado decidió la convocatoria del acto religioso.

Durante el sermón, el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, manifestó al Papa, en su nombre y en el de todas las diócesis españolas, "adhesión, gratitud y gozo" como "pastor bueno, fiel y solícito que, identificado con Cristo, realiza su pastoreo con las actitudes del Buen Pastor dando la vida cada día por su pueblo. Hemos visto que ha gastado y desgastado su vida predicando la verdad evangélica a tiempo y a destiempo, buscando a las ovejas perdidas e intentando reunir a las descarriadas. Con sabiduría y ternura de padre no ha dudado en acudir allí donde la Iglesia de Cristo necesitaba la presencia del Pastor que quiere llamar a cada uno por su nombre".

Tras este elogio general como conductor de la Iglesia universal, Rouco expresó la gratitud particular de los obispos de España: "Debemos agradecer no sólo que nos haya confirmado en la fe, en ocasiones débil o adormecida, sino de modo especial su afán por recordarnos las raíces cristianas de nuestro pueblo y la historia de santidad y misión apostólica que nos distingue... La gratitud que, como españoles, debemos a Juan Pablo II responde a haber avivado la conciencia de la herencia de santidad que, desde los tiempos apostólicos, ha marcado nuestra historia".


:cool:
:burla:
:D
 
Un tipejo que fué elegido Presidente del Gobierno y de motu propio decidió de no serlo de todos los españoles.

En cuanto a vuestro loado papa, todos mis respetos a la persona, pero esto no me impide ver que ha sido uno de los papas mas contradictorios de la historia del papado.
Almenos aquellos que fueron unos redomados inmorales eran consecuentes con su inmoralidad.
En cuanto a vuestra bienamada Isabelita, los hay que no pueden olvidar que introdujo vuestra "santa" inquisición en España. Lo que ignoro es si también sufrago el combustible para las hogueras. Este habría sido un buen camino a la santidad.
La historia fue como fue y no como desearias que fuese. Claro que me puedo equivocar y la historia fué como a ti te complació que fuera mediante la quema de herejes.
 
oh, vaya, otra vez la emprendió contra nuestra amada y recordada Sierva de Dios, la Reina Isabel la católica
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Pues nada, nada. Toma artículos sobre la Reina

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ISABEL, ¿SANTA O VILLANA?

César Vidal (historiador protestante)

Acusada de intolerante, racista y sucia, Isabel la católica vuelve a ser noticia una vez más gracias a la publicación de varias biografías que se ocupan de ella y por el relanzamiento de su causa de beatificación. Sin embargo, ¿cómo fue realmente Isabel la Católica?

“Isabel y Fernando el espíritu impera…” cantaba uno de los himnos más conocidos del Frente de juventudes. De esa manera, el régimen nacido de la guerra civil proclamaba su deseo de vincularse con las tradiciones nacionales más gloriosas. Por añadidura, la Falange había convertido en símbolo suyo – siguiendo la opinión del socialista Fernando de los Ríos – el yugo y las flechas de la regia pareja. La utilización que el régimen de Franco hizo de los Reyes Católicos facilitaría la tarea de todos aquellos que sentían por otras razones una especial repulsión hacia su legado y deseaban denigrarlo. Los enemigos de la memoria relacionada con los Reyes Católicos han ido históricamente de los republicanos a los islamistas pasando por los separatistas vascos y catalanes que siempre han lamentado la tarea de reunificación nacional consumada – que no iniciada – por Isabel y Fernando. Sobre estas razones políticamente correctas, se ha ido labrando un cúmulo de leyendas especialmente contrarias a la reina de Castilla tachándola de sucia, intolerante, fanática y racista. No cabe duda de que semejante cuadro ha calado en un sector importante de la opinión pública fácil de manipular y ayuno de conocimiento histórico. Sin embargo, la realidad es que ninguno de esos mitos resiste la más elemental confrontación con las fuentes históricas. Empecemos por la leyenda relativa a una Isabel que no se cambiaba nunca de camisa aunque ésta apestara. Lo que nos enseñan las fuentes es que precisamente Isabel era una mujer de pulcritud sorprendente para su época y que se esforzó por hacer extensivas al conjunto de la población sus normas de conducta acentuadamente higiénica. De hecho, no deja de ser significativo que los informes de los médicos de la corte que han llegado hasta nosotros señalan su especial preocupación “por la higiene de los alimentos”. De igual manera es sabido hasta qué punto se vio afectada porque su hija Juana, en su locura, se negaba a cambiarse con frecuencia de ropa interior.

No menos difícil de sostener es la acusación de racista lanzada sobre Isabel. No sólo fue Isabel la principal inspiradora de las Leyes de Indias que convertían a los indios americanos en súbditos de pleno derecho frente a las codicias de no pocos sino que además el número de judíos que trabajaron para ella antes y después del Edicto de Expulsión fue muy numeroso. Nombres de gente de estirpe judía como Pablo de Santa María, Alonso de Cartagena, el inquisidor Torquemada, fray Hernando de Talavera, Hernando del Pulgar, Francisco Alvarez de Toledo o el padre Mariana entre otros muchos son muestra de hasta qué punto Isabel no fue nunca racista. De hecho, en sus últimos días el artesano que se ocupaba de atender algunas de sus necesidades como la de fabricar ratoneras era un moro por el que sentía un gran aprecio. Si las fuentes nos muestran realmente algo no es que Isabel fuera racista – algo que no podría decirse de ilustrados como Voltaire o de socialistas como Lenin y Stalin – sino que carecía de cualquier tipo de prejuicio racial a la hora de defender a sus súbditos o de asignar cargos en la función pública. Este tipo de ataques contra Isabel ha intentado sostenerse sobre todo en episodios como la Expulsión de los judíos y el final de la Reconquista. A medio milenio de distancia, nadie dudaría que la expulsión de los judíos significó un conjunto de dolorosísimos dramas humanos. Sin embargo, en su época la acción distó mucho de tener esa connotación tan negativa. Las fuentes históricas nos muestran no sólo que la medida fue precedida por otras similares en naciones como Inglaterra, Francia o Alemania sino que incluso fue saludada con aprecio en Europa porque, a diferencia de lo ocurrido en otras naciones, los Reyes Católicos no actuaron movidos por el ánimo de lucro. En su momento, la decisión estuvo además relacionada con el proceso de Yuçé Franco y otros judíos que confesaron haber matado a un niño en la localidad de la Guardia en un remedo blasfemo de la Pasión de Jesús y, muy especialmente, con los intentos de ciertos sectores del judaísmo hispano por traer de vuelta a la fe de sus padres a algunos conversos. Actualmente, los historiadores tienden a considerar el caso del niño de la Guardia como un fraude judicial pero lo cierto es que en aquella época las formalidades legales se respetaron escrupulosamente y este hecho, unido a la gravedad del crimen, provocó una animadversión en la población que, en apariencia, sólo podía calmarse con la expulsión de un colectivo odiado. Por otro lado, Isabel se preocupó personalmente de que no se cometieran abusos en las personas y haciendas de los judíos expulsados como se puso de manifiesto en la Real de provisión de 18 de julio de 1492 que velaba por evitar y castigar los maltratos que ocasionalmente habían sucedido en algunas poblaciones como la actual Fresno el Viejo. Por si fuera poco, durante los ciento cincuenta años siguientes, la innegable hegemonía española en el mundo no llevó a nadie a pensar que la expulsión de los judíos hubiera sido un desastre – habría que esperar a la Edad contemporánea para escuchar esa teoría – y, desde luego, difícilmente se hubiera podido sostener que el episodio había sido más grave que otros similares realizados en otras naciones europeas. Aún más fácil de comprender resulta el final de la Reconquista. Que ésta era deseada y concebida como un movimiento de liberación de los invasores islámicos es algo que ya contemplamos en el siglo VIII en fuentes como la Crónica mozárabe de 754. Semejante visión se continuaría a lo largo de casi ocho siglos en que distintos monarcas – desde Alfonso III de León a Sancho el mayor de Navarra – se autotitularían “rey de España” en un afán de reconstruir la unidad perdida y de expulsar a un enemigo despiadado. Que los Reyes católicos, tras reunir los territorios de Castilla y Aragón, ambicionaran concluir el proceso reconquistador era lógico y, desde luego, no chocaba con las trayectorias de otros monarcas anteriores. Con todo, la lucha contra el reino nazarí de Granada no fue provocada por ellos sino por la ruptura de los pactos previos por parte del rey moro y por las incursiones de agresión que los musulmanes desencadenaron contra las poblaciones fronterizas. No se trataba, desde luego, de una lucha meramente religiosa sino también nacional y no deja de ser significativo que cuando se supo que Granada había capitulado los judíos danzaran para celebrarlo ya que también ellos habían sido víctimas de la intolerancia musulmana.

Sin embargo, la grandeza – grandeza difícilmente negable – de Isabel de Castilla descansa no en el hecho de que los ataques contra ella sean de escasa consistencia. Por el contrario, como han dejado sólidamente de manifiesto las biografías debidas a Luis Suárez y a Tarsicio Azcona, Isabel fue una reina verdaderamente excepcional en lo político, en lo humano y en lo espiritual mostrándose en multitud de ocasiones muy adelantada a su tiempo. Por ejemplo, supo comprender el efecto pernicioso que sobre la economía ejercía la subida de impuestos y prefirió la austeridad presupuestaria al incremento de la presión fiscal. Asimismo fue enemiga resuelta de las conversiones a la fuerza y así lo dejó expresado en la Real cédula de 27 de enero de 1500. Además, en agudo contraste con la figura de su hermanastro y antecesor Enrique IV el Impotente, Isabel fue partidaria de una adjudicación de funciones públicas que no derivara del favor real sino de los méritos del aspirante. Esa circunstancia basta por sí sola para explicar buena parte de los méritos de gestión del reinado y, especialmente, el deseo que Isabel tenía de que las mujeres pudieran recibir una educación académica similar a la de los hombres. Como ella misma diría “no es regla que todos los niños son de juicio claro y todas las niñas de entendimiento obscuro”.

Aún más notable es el aspecto humanitario de la personalidad de la reina que contrasta de manera muy acusada con el espíritu de la época. Por ejemplo, cuando en 1495 tuvo noticia de que Colón había traido de América indígenas a los que había vendido, dispuso que se procediera a su búsqueda y se les pusiera en libertad con cargo a las arcas del reino. Así efectivamente se hizo. Este episodio – y otros similares – explican que el presidente norteamericano Eisenhower la denomina “campeona de la libertad de los pueblos” y que su sucesor Lyndon B. Johnson apoyara la colocación de una estatua en su honor en la rotonda del Capitolio de Washington.

Aunque fue una excelente mujer de estado que en no pocas ocasiones superó a su astuto marido – por ejemplo, en el impulso a la gesta americana – Isabel no dejó jamás de mostrar una profunda preocupación por la suerte de los más débiles y desfavorecidos. Baste decir al respecto que es a ella a quien hay que atribuirle el establecimiento de las primeras indemnizaciones y pensiones para viudas y huérfanos de guerra – una disposición tomada después de la guerra civil de Castilla cuando las arcas del tesoro estaban exhaustas – o la creación de los primeros hospitales de campaña durante la guerra de Granada. Todas estas características bastarían para considerarla una reina excepcional – como ciertamente lo fue – y para disipar las campañas que en contra de su persona se han ido sumando a lo largo de los siglos pero no serían suficientes para dar fundamento a la postulación de su beatificación. Ésta se apoya en otros aspectos que, no obstante, también son verificables históricamente como puede ser su ejemplaridad de vida o, de manera muy especial, su celo por la expansión del Evangelio por encima de cualquier otra consideración. En ese sentido debe señalarse que el descubrimiento y la posterior colonización de América son incomprensibles sin una mención cualificada a las causas espirituales expresadas desde el primer momento por Isabel la católica y recogidas en diferentes documentos de la época.

En realidad, la figura de Isabel fue muy estimada en su época y abundan los testimonios de españoles y extranjeros que la tuvieron por una mujer no sólo excepcional sino tocada por la gracia de la santidad. De hecho, los ataques contra su persona procedieron exclusivamente de enemigos que temían lo que representaba e históricamente se han caracterizado por su falacia. Así, el rey Alfonso de Portugal – temeroso de no poder descuartizar Castilla y apoderarse de ella – la acusó de no estar casada con Fernando y de ser meramente una concubina, madre de hijos bastardos. En la actualidad, los ataques contra Isabel arrancan o bien de una clara ignorancia histórica – como muestra la leyenda de su camisa sucia – o de una repugnancia ante sus logros excepcionales. Los enemigos de la institución monárquica, los partidarios de desgajar la unidad nacional que ella restauró en compañía de su esposo Fernando, los adversarios de que la sociedad se vea impregnada por valores cristianos o los que se niegan a contemplar la amenaza que implica el islam para occidente pueden contemplarla como un blanco que debe ser abatido. En contra de esa visión marcada profundamente por el sectarismo se hallan los testimonios de la época y las opiniones favorables de personajes de la talla de Washington Irving, W. T. Walsh, William Prescott Ludwig Pfandl, Marcel Bataillon, Gregorio Marañón, Salvador de Madariaga, Ortega y Gasset o los mencionados presidentes de Estados Unidos entre muchos otros. Al final, como sucede con tantas otras cuestiones, sobre el frío y documentado análisis histórico prevalece la lucha política.

2
Isabel de Castilla, mujer que reinó
Luis Suárez, Premio Nacional de Historia

En torno a la propuesta de la Conferencia Episcopal Española, que mantiene estrecha comunicación con Hispanoamérica, para que se aceleren los trámites del proceso iniciado en 1958 en torno a las virtudes de Isabel la Católica, ha surgido una apasionada polémica, en que, curiosamente, la parte principal y más sonora corresponde a quienes están fuera de la Iglesia o, incluso, de toda religión. Esto obliga a preguntarse por las razones profundas de tal irritación. No se despiertan polémicas de esta especie en torno a otros personajes, magnificados en sus respectivos ámbitos. Para un católico la cuestión no puede ser más simple: la Iglesia cuenta con medios más que suficientes para examinar la muy copiosa documentación recogida, los argumentos a favor y en contra, tomando finalmente una decisión. No voy a cometer aquí el error de prejuzgar cuál pueda ser ésta. A mí me basta con decir que mi confianza en la Iglesia es tan completa que no me abriga la menor duda: ella sabrá bien, al final, lo que conviene hacer. Pues la cuestión no depende de nosotros, los historiadores, a quienes corresponde indagar cómo las cosas fueron en realidad.

No caigamos en dislates. Anda por ahí una página web en que se pretende decir que los judíos eran amenazados de muerte si no se bautizaban. Seriedad. Todo el mundo es libre de formular opiniones, pero la mentira es como una serpiente que devora a quien la produce. Otros pretenden decir que para ello tenía que conculcar derechos de ciudadanía. En el siglo XV, en todos los países, la ciudadanía estaba ligada al principio religioso, de modo que el no fiel podía ser un huésped tolerado y sufrido –ésta es la frase exacta que utilizan los documentos– pero no un súbdito. Al huésped, al que se le cobra una determinada cantidad por cabeza a cambio del derecho de estancia, se le podía suspender ese permiso. Lo habían hecho Inglaterra, Francia y todos los países europeos conforme llegaban a su madurez política. De modo que España fue el último. Se trata, en todo caso, de un error colectivo, general y no de una decisión personal. ¿Saben ustedes que el claustro de la Universidad de París se reunió para felicitar a los reyes por la medida que, al fin, habían tomado?

Isabel fue, ante todo, una mujer. Tuvo la suerte de ser educada fuera de la Corte, librándose así de influencias perniciosas. Cuando fue mayor, ella se ocupó de los bastardos de su marido, de los del cardenal Mendoza y de los de la reina Juana, esposa de Enrique IV, justificando su conducta con el propósito de que no se perdieran. Por vez primera impuso a su marido la norma jurídica de que en Castilla las mujeres no sólo no transmiten derechos sino que pueden reinar. Y esta norma estaría vigente hasta principios del siglo XVIII en que, por razones de progreso ilustrado, se impuso la ley Sálica que nos produjo algunas hermosas guerras civiles en el siglo XIX. Firmó una ley que suprimía cualquier resto de servidumbre entre sus súbditos, después de que su marido hubiera resuelto, con admirable maestría, el problema de los remensas de Cataluña. Las tres personas que más influyeron, Teresa Enríquez, Beatriz de Silva, Hernando de Talavera compartieron el mismo grado de santidad... Si fray Hernando no está hoy en los altares, es porque –razones de humildad– los Jerónimos se prohibían a sí mismos promover procesos canónicos.

Una mujer que reinó. Es muy difícil, para nosotros, los historiadores, distinguir el papel que ella o su marido desempeñaron en los acontecimientos, ya que cuidaban mucho de aparecer juntos. Para ambos, el amor –y fue grande el que se profesaron– no era consecuencia de la atracción mutua sino del deber que conduce a una entrega. Así lo reconocieron en el momento final de su existencia. Reinar era llevar a nivel alto las obligaciones que significa la monarquía, que es aquella forma de Estado que se apoya, exquisitamente, en el cumplimiento de la ley. Tal vez lo que muchas mentalidades actuales encuentran intolerable es que afirmara, como todos los grandes pensadores de su tiempo, que la ley divina está por encima de todo: las leyes humanas positivas tienen que someterse a aquélla. En consecuencia, muchos aspectos que, hoy, resultan simplemente opinables, para las gentes de su generación, y para ella de un modo particular, estaban axiomáticamente establecidas y fuera de su control. Aborto u homosexualidad escapaban al ámbito de sus decisiones, pues estaban fuera de la ley natural.

Probablemente es aquí en donde encontramos la clave de otras muchas cosas. Los reyes, que fueron oficialmente llamados Católicos, entendían que el Estado, naciente a la sazón, se encuentra supeditado a la noción del orden moral objetivo. Por eso, continuando una línea que el Papa Clemente VI iniciara a mediados del siglo XIV, reconocieron en los habitantes de las islas recién descubiertas a seres humanos dotados de los derechos esenciales inherentes a la persona humana, que no dependen de un acuerdo entre los hombres, sino de que son criaturas divinas. Ciertamente en esta línea de conducta –puede decirse que estamos en el primer tramo hacia la construcción de tal doctrina– ella se vio defraudada. Los encargados de ejecutar la empresa, buscando beneficios particulares, conculcaron y destruyeron muchas veces esos principios. Ésta es otra de las realidades que es preciso tener en cuenta.

Cuando, en 1958, se inició el proceso y se pidió a algunos historiadores que aportaran su ayuda y su consejo, recuerdo muy bien que una de las condiciones fundamentales que entonces se manejó consistía precisamente en esto: había muchos puntos oscuros; lo importante era descubrir la verdad, sin juicios previos, sin metas prefabricadas. Es mucho lo que se ha avanzado. Hoy estamos bastante seguros de las coordenadas personales y políticas que enmarcan este reinado excepcional. Pero los prejuicios, entre los que no saben Historia y por eso es fácil valerse de ella, siguen subsistiendo. Sólo la verdad puede otorgar la libertad de juicio. Confieso que cuanto más penetro en el conocimiento de aquel tiempo, de sus errores, de sus virtudes, de sus avances y de sus defectos, más crece la admiración por esta figura singular a quien Dios encomendó en este mundo los oficios más difíciles y más fecundos: el de mujer y el de reina. Pues allí nació España. Allí se afirmó esa veta de la modernidad que conduce, por la vía de la racionalidad y el libre albedrío, al derecho de gentes. Y ese amor recíproco hacia la Universidad, casa del saber, como aún puede leerse, en griego, en el frontis de la de Salamanca.

¿más?

:sfuego:

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......

De Isabel y Fernando
el espíritu impera
moriremos besando
la sagrada bandera.

Nuestra España gloriosa
nuevamente ha de ser
la nación poderosa
que jamás dejó de vencer.

........

:D
 
MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO....
NO SON DEL MUNDO.........

(JESÚS)


NUESTRA CIUDADANÍA ESTA EN LOS CIELOS



 
Fuera de seguir como ciega las herejías de Torquemada y como un títere hacer lo que él le pedía, qué digno hay en esa mujer para alabar, católica lo fue, pero amante del amor al prójimo... con muchas dudas y no hablar de que llenó los tesoros del reino a cuenta de otros injustamente.
 
Yitzik, admíteme un consejo: no hables de lo que no sabes
 
Luis que pena siento
creo que estás enfermo de la cabeza
y lo digo con profunda tristeza.

Firmado
Gloria Fuertes :D
 
http://www.libertaddigital.com/./opiniones/opi_desa_16084.html



Este Diálogo con César Vidal tuvo lugar el martes 11 de noviembre entre las 18:00 y las 19:00 horas.




P: Estoy de acuerdo con el criterio tantas veces expresado por usted de reconocimiento, como gran estadista, de Isabel la Católica. Pero siempre me queda una duda. ¿Cómo serlo con la expulsión de los judios?



R: La expulsión de los judíos fue un gravísimo error. Tengo la impresión de que vino motivada de manera inmediata por el caso del Niño de la Guardia que, en términos estrictamente legales, fue un proceso impecable pero, moralmente, constituyó un verdadero atropello antisemita.
 
Fue un grave error, y en el Imperio Otomano dijeron que los reyes de España estaban locos si expulsaban a los judíos.

Luis, tengo más derecho que tú a opinar de esa mujer baja, gracias a esa que ahora la quieren llamar santa, muchas llevamos una maldición de 500 años, que hasta el día de hoy persigue a muchos judíos por todo el mundo. Esa de seguro se quema en el infierno... porque ser tan bajo no puede estar bajo la sombra del Omnipotente.

Pero que hermoso, a pesar de esa máquina del diablo, muchos se mantuvieron fieles y vivieron como marranos, aceptando la verdad de UN sólo Dios y rechanzando la "gracia" tan falsa prometida por la inquisición, muchos murieron como verdaderos mártires prefiriendo las llamas de la hoguera antes que las llamas del mismo infierno. Y no se olviden que fue un error que España pagó por muchos siglos, su reino y su imperio se vino a bajo, y después de que se les acabó el dinero robado, ya no tenían judíos banqueros como Abarbanel que los socorriera, esa fue la mejor venganza, ayudar a los holandeses y a los ingledeses para destruir la tierra que muchos quisieron y que ella los vomitó injustamente, además de financiar y ayudar a los piratas para hundir sus galeones llenos de oro robado con sangre de los indígenas.
 
Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré....
 
Yitzik:
Y no se olviden que fue un error que España pagó por muchos siglos, su reino y su imperio se vino a bajo

Luis:
¿Ves como no sabes lo que dices?
Precisamente el Imperio español empezó con el reinado de los Reyes Católicos y alcanzó su máximo explendor con el bisnieto de ellos, Felipe II. Así que... tú me dirás
Respecto a la Inquisición española, ¿me puedes decir a cuántos judíos quemó? ¿quieres que comparemos el trato dado a los judíos por España con el que recibieron en el resto de Europa, muy especialmente en la Alemania protestante de Lutero?

¿Tienes repajolera idea de a qué se dedicó el oro de América por parte tanto de Carlos V como Felipe II? ¿sabes cuánto de ese oro se quedó en España y cuánto fue destinado a proteger Europa entera del ataque del Islam?


Te vuelvo a copiar lo que dice César Vidal Manzanares sobre el tema de la expulsión de los judíos:
No menos difícil de sostener es la acusación de racista lanzada sobre Isabel. No sólo fue Isabel la principal inspiradora de las Leyes de Indias que convertían a los indios americanos en súbditos de pleno derecho frente a las codicias de no pocos sino que además el número de judíos que trabajaron para ella antes y después del Edicto de Expulsión fue muy numeroso. Nombres de gente de estirpe judía como Pablo de Santa María, Alonso de Cartagena, el inquisidor Torquemada, fray Hernando de Talavera, Hernando del Pulgar, Francisco Alvarez de Toledo o el padre Mariana entre otros muchos son muestra de hasta qué punto Isabel no fue nunca racista. De hecho, en sus últimos días el artesano que se ocupaba de atender algunas de sus necesidades como la de fabricar ratoneras era un moro por el que sentía un gran aprecio. Si las fuentes nos muestran realmente algo no es que Isabel fuera racista – algo que no podría decirse de ilustrados como Voltaire o de socialistas como Lenin y Stalin – sino que carecía de cualquier tipo de prejuicio racial a la hora de defender a sus súbditos o de asignar cargos en la función pública. Este tipo de ataques contra Isabel ha intentado sostenerse sobre todo en episodios como la Expulsión de los judíos y el final de la Reconquista. A medio milenio de distancia, nadie dudaría que la expulsión de los judíos significó un conjunto de dolorosísimos dramas humanos. Sin embargo, en su época la acción distó mucho de tener esa connotación tan negativa. Las fuentes históricas nos muestran no sólo que la medida fue precedida por otras similares en naciones como Inglaterra, Francia o Alemania sino que incluso fue saludada con aprecio en Europa porque, a diferencia de lo ocurrido en otras naciones, los Reyes Católicos no actuaron movidos por el ánimo de lucro. En su momento, la decisión estuvo además relacionada con el proceso de Yuçé Franco y otros judíos que confesaron haber matado a un niño en la localidad de la Guardia en un remedo blasfemo de la Pasión de Jesús y, muy especialmente, con los intentos de ciertos sectores del judaísmo hispano por traer de vuelta a la fe de sus padres a algunos conversos. Actualmente, los historiadores tienden a considerar el caso del niño de la Guardia como un fraude judicial pero lo cierto es que en aquella época las formalidades legales se respetaron escrupulosamente y este hecho, unido a la gravedad del crimen, provocó una animadversión en la población que, en apariencia, sólo podía calmarse con la expulsión de un colectivo odiado. Por otro lado, Isabel se preocupó personalmente de que no se cometieran abusos en las personas y haciendas de los judíos expulsados como se puso de manifiesto en la Real de provisión de 18 de julio de 1492 que velaba por evitar y castigar los maltratos que ocasionalmente habían sucedido en algunas poblaciones como la actual Fresno el Viejo. Por si fuera poco, durante los ciento cincuenta años siguientes, la innegable hegemonía española en el mundo no llevó a nadie a pensar que la expulsión de los judíos hubiera sido un desastre – habría que esperar a la Edad contemporánea para escuchar esa teoría – y, desde luego, difícilmente se hubiera podido sostener que el episodio había sido más grave que otros similares realizados en otras naciones europeas.

Y en este tema Vidal no es un tipo sospechoso ya que no sólo es protestante sino que ha recibido el premio Hebraica ha escrito varios libros sobre el Holocausto, el antisemitismo y la historia de Israel y además es conocido defensor de las tesis del Estado de Israel en su conflicto con los palestinos. Es más, cuando yo le acompañaba en sus viajes de trabajo en Madrid tuve la oportunidad de ver lo mucho que es apreciado por la comunidad judía española y por personalidades de la categoría política de Slomo Ben Ami, antiguo embajador de Israel en España y ex-ministro de exteriores en el último gobierno laborista
 
¿quieres que comparemos el trato dado a los judíos por España con el que recibieron en el resto de Europa, muy especialmente en la Alemania protestante de Lutero?


Luis, después de ver algunas películas y documentales, parece mentira que tu digas eso.....¿ o no has visto "Amen" y aquel documental de la CNN ?


Y por favor, no eches más sal sobre las heridas abiertas.....:llorando:


Realmente estas obcecado y tus ojos espirituales se están cerrando...la lejanía de Dios es manifiesta y se hace más evidente la religiosidad y el orgullo religioso....el Señor se apiade de tu alma.
 
¿otra vez con películas, Maripaz?
Pero ¿es que vamos a formarnos una opinión gracias a una película basada en una novela?
¿y tú te fías de la CNN?


¿dices de echar sal?
¿quién se dedica a urgar en todas las heridas abiertas? ¿abro yo epígrafes para tocaos las narices?
 
Originalmente enviado por: Luis Fernando
¿otra vez con películas, Maripaz?
Pero ¿es que vamos a formarnos una opinión gracias a una película basada en una novela?
¿y tú te fías de la CNN?


¿dices de echar sal?
¿quién se dedica a urgar en todas las heridas abiertas? ¿abro yo epígrafes para tocaos las narices?


si, películas históricas y documentales NO MANIPULADOS POR ROMA


mi opinión existía antes de las peliculas, éstas sirvieron para confirmar, lo que tu amigo César también afirma sobre el anti semitismo...que por cierto, se originó en tu iglesia, hace muchos siglos..:(


tu eres solo un producto Luis....y has caído en las garras....cada vez estás más lejos....con tristeza lo digo....
 
Personalidades como Ben Ami serán de mucho respeto en España, pero aquí... mejor no lo digo. Además esa es una opinión de tantas, los registros de la inquisición son muy claros..... y hay mucha literatura por serios historiadores que vale la pena leer.

Pero bueno ya no sigo con el tema, se me olvidaba que aquí algunos ya están libres del pecado y del error.

Mi bendición:

"Que Dios les dé el triple (o más) de lo que ellos nos desean a nosotros los que luchamos contra la carne día a día" :bicho:
 
Bien, ya que Luis Fernando quiere historia le daremos un baño de ella.
Lo hare mediante varias entregas, por dos razones. La primera para darme tiemp a la investigación y la segunda es que no deseo largas parrafas que mas bien desmotivan su lectura.

Para Luis Fernando:
Vaya, ¿acaso Cesar Vidal es tu profeta, Luis?
Tienes la mentalidad de paters infalibles.
Para mi y la mayoría de evangélicos reconocemos la valía intelectual de Cesar Vidal, pero no vamos más allá, de eso.
En lo que citas explica lo positivo de Isabel de Castilla, pero hay una duda de sí el concepto de Estado (el primero que se dio en Europa) fue más bien de Fernando que de Isabel. Pero esto no forma parte de este epígrafe. Para todo evangélico hay dos cosas que atentan contra las excelencias de aquella reina. La expulsión de los judíos a menos que se convirtiesen al romanismo y la entrada en España de su mano de la "Santa Inquisición" que organizó la persecución de los llamados judaizantes y que, "curiosamente" eran los más ricos económicamente. Un buen negocio acusarles de herejía por parte de los inquisidores, toda vez que la condena significa la apropiación de todos sus bienes.
Si Cesar Vidal se olvida de ello, yo no olvido esta parte de la historia de tu Isabelita.

¿Hacemos un poco de historia, Luis?

En determinados ambientes se ha creado alrededor de Isabel I. de Castilla una aureola que amenaza cualquier juicio crítico sobre ella condenándolo como atentado contra España. El franquista nacional catolicismo, los llevó a los último límites.
Antonio Domingo Ortiz reconoce que el reinado de los Reyes Católicos fue ensalzado y mitificado muy pronto, aunque desde hace casi medio siglo existe una nueva visión que niega que en él se verificase una auténtica unificación de los pueblos peninsulares. Una visión que subraya la persistencia de rasgos medievales y que acentúa la profundidad de los rasgos negativos (El Antiguo Régimen. Los Reyes Católicos y los Austrias, Madrid, 1985, Pág. II.)

La mitificación de la Reina Isabel ya comenzó en su propia vida de mano de Fray Iñigo de Mendoza, su coetáneo y protegido quien fue su exaltado panegirista, el cual no tuvo empacho en proclamarla “reparadora del pecado de Eva y segunda Virgen María. No sirvió de mucho que, por ejemplo, Alonso Fernández de Palencia, secretario de cartas latinas de Enrique IV y cronista suyo, nos descubriera que ella era “diestra en el disimulo y el fingimiento” (J. N. Hillgart, Los Reyes Católicos, 1470-1516, Barcelona, Buenos Aires, México D. F., 1948 pág. 18, nota 3) Ni tampoco que existieran otros factores que impedían tanta idealización que ya veremos más adelante.

No obstante los reparos que se pueden oponer contra ella, en algunas de sus actuaciones como infanta y como reina y en su forma de conquistar el trono -¡que en realidad no fué heredado y para algunos está claro que fué usurpado!- fue tomando cuerpo con el tiempo un esquema favorable a Isabel y fueron muchos los que la magnificaron como campeona de la cristiandad y fundadora de España. En este campo, me parece que hay que situar en primer plano, en el actual "camino de santificación" que se persigue: En 1528 "El Cortesano" de Castiglione (modelo de todas las virtudes políticas y domésticas); Colmenares en el siglo XVII (creadora de la mayor monarquía que haya conocido el mundo); la obra que Diego Clemencín publicó en 1821 con el título de Elogio de la Reina Isabel la Católica Le siguieron una serie de historiadores españoles y extranjeros, como William H. Prescott, Modesto Lafuente y otros que sería largo enumerar, que, en su calidad de católicos continuaron aureolando su figura, hasta que en 1904, con motivo del centenario de su muerte, cuajó la idea de su canonización, patrocinada por algunas autoridades eclesiásticas y seglares españoles. Durante la época de Franco la tentativa recibió un impulso extraordinario, señalando a la Reina como protagonista de la unidad española, (Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. Fundamento de la monarquía, Madrid 1989, pág, 38) Con razón afirma Américo Castro que la mitificación coloca a Isabel "ex oficio" entre el cielo y la tierra, (España en su historia, pág. 509).
Con toda esta abundante literatura favorable a la Reina Isabel pudo ser declarada Sierva de Dios, requisito indispensable para su proceso de beatificación, que termino durmiendo en los archivos vaticanos en el año 1974 en posito super scriptis, sin que se produjera la resolución definitiva. Tal vez esperando las pruebas irrefutables que acrediten sus poderes o facultades milagrosas, tras haber sido DESMENTIDOS LOS TRES MILAGROS DE CURACIÓN DE ENFERMOS: uno en Granada y dos en Valladolid, que se adujeron en 1972. Lo que no se ha desvelado es quienes estaban detras de este fraude. Se supone que uno más carece de importancia.

La causa de la beatificación fué reabierta, como consecuencia de una gran presión efectuada desde España y América, dentro, como no, de ambientes integristas, con motivo del quinto centenario del descubrimiento y "evangelización" del Nuevo Continente; pero los menos integristas, los que conocen toda la historia de Isabel de Trastámara serán juzgadas a la luz de la nueva invstigación hitórica de estos últimos años y dentro (dicen) de la actitud que dimanan de las normas del Concilio Vaticano II y documentos posteriores, así como las manifestaciones del Papa en diversas ocasiones. Pero la ducha de aguafria que han recibido ha sido la ascensión a la santidad de Escribá de Balaguer, otro usurpador de nombres y títulos.
Continuará.
 
oh, qué interesante....
sigue, sigue...
 
Originalmente enviado por: Luis Fernando
oh, qué interesante....
sigue, sigue...

Gracias por su venia L. F. Ratz...

Isabel la Católica y la Corona de Castilla.

La corona de Castilla estaba bien lejos de recaer en Isabel de Trastamara. La heredera natural de Enrique IV (quien, por cierto, fue tachado como acusación grave de “amigo de moros y judíos” era la Infanta Juana, hija única del rey, y, en su defecto, al infante Alfonso, hermanastro del monarca. En tercer lugar en la sucesión del trono se encontraba Isabel y es lógico que nunca hubiera llegado a reinar si Enrique IV no hubiera sido tildado de impotente; Juana de Portugal, su esposa y reina, de adultera; la infanta Juana, hija de ambos, de bastarda; y si el Infante Alfonso, hermanastro de Isabel, no hubiera muerto envenenado, y si no hubiera habido una guerra civil que ganaron Isabel y Fernando. ¡Que largo camino a recorrer en lo que Luis Suárez Fernández ha llamado “la conquista del trono”... Hubo demasiadas “casualidades”... ¿Qué angelito del cielo difundió la especie de que Enrique IV era impotente y, por lo tanto, incapaz de tener hijos? Uno de los más fervientes partidarios de Isabel, el historiador Walsh, niega su impotencia y lo califica de “disoluto”. Asegura que cortejó a una de las damas de la corte y que mantuvo relaciones amorosas don Catalina Sandoval (W.T. Walsh “Isabel la Cruzada, Buenos Aires-Madrid, 1945, págs. 17 y 18) En el decir reciente de un historiador francés, Joseph Pérez (¿será familiar del concesionario de la venia?), fue victima de la conspiración que hubo para declarar bastarda a Juana, aunque su padre afirmó siempre que era su hija legítima. Varias mujeres declararon haber sido amantes de Enrique IV en el procedimiento de anulación del primer matrimonio, que no se consumó. Los expertos declararon que había sido “hechizado” en cuanto a sus relaciones sexuales con su primera esposa, Blanca de Navarra, cuyo matrimonio fue disuelto, pero no con las otras mujeres. (J. Pérez, “Isabel y Fernando. Los Reyes Católicos”, Madrid 1988, Paris 1988, pág. 111)

Jamás pudo probarse el adulterio de la esposa portuguesa de Enrique IV. Tal adulterio, como bien reconoce el padre Mariana, “se forjó en gracia de Don Fernando y doña Isabel”, Gregorio Marañón en su “Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo”, Madrid, 1930—Buenos Aires 1950) deshizo como científico la posibilidad de que este rey castellano fuera impotente. De esta falsedad se valieron los intrigantes para negar la legitimidad de la princesa Juana y acusar a su madre de adulterio. Malvadamente popularizaron que era hija del noble Beltrán de la Cueva (de ahí el apodo de la “Beltraneja”) lo cual le impidió llegar al trono de Castilla.

Con o sin la venia continuará.
 
Sigue, sigueeee.... que me lo estoy pasando muy bien

Cuando acabes avisas... que verás qué alegría te vas a llevar