Profunda satisfacción siento cada vez que aparece una nueva traducción, versión o revisión de la Biblia.
Es como si se ampliara cada vez más el campo de posibilidades a que un mayor número de personas tenga acceso a la lectura de las Escrituras, e incluso a mejores estudios al cotejar unos textos con otros.
Diferentes ediciones presentan también otros atractivos como porciones coloreadas según los distintos temas; o promesas; o asuntos encadenados; o los comentarios de reconocidos expositores; o con abundante aparato crítico según los idiomas originales; o bilingües; o varias versiones paralelas. Existen programas especiales para la PC y también por Internet. ¡Hay para todos los gustos!
Sin embargo, en esta misma época de tanta variedad y fácil accesibilidad, me temo que la Biblia se esté leyendo menos que nunca antes.
Yo mismo no me privo de conseguir la última novedad en Biblia que aparezca.
No obstante siento nostalgia de mi primera Biblia que leía de adolescente. No tenía opción de escoger entre varias porque era la única. ¡Cómo la leía!
Ahora, entre tantas, como que me disperso. Que el griego, que el hebreo, que el castellano cervantino, que el lenguaje básico o actual. Entre mirar unas y cotejar con otras me temo que no profundizo en ninguna.
Cuando era joven, visitaba casas en las que había una sola Biblia pero sus moradores la conocían muy bien.
Ahora visito hogares, donde procuran sorprenderme con la variedad de ejemplares que poseen; pero mi sorpresa es lo poco que conocen de su contenido.
¿Nos estaremos dando cuenta del peligro de acopiar muchas Biblias y distraernos de su lectura, estudio, meditación y acatamiento?
Es como si se ampliara cada vez más el campo de posibilidades a que un mayor número de personas tenga acceso a la lectura de las Escrituras, e incluso a mejores estudios al cotejar unos textos con otros.
Diferentes ediciones presentan también otros atractivos como porciones coloreadas según los distintos temas; o promesas; o asuntos encadenados; o los comentarios de reconocidos expositores; o con abundante aparato crítico según los idiomas originales; o bilingües; o varias versiones paralelas. Existen programas especiales para la PC y también por Internet. ¡Hay para todos los gustos!
Sin embargo, en esta misma época de tanta variedad y fácil accesibilidad, me temo que la Biblia se esté leyendo menos que nunca antes.
Yo mismo no me privo de conseguir la última novedad en Biblia que aparezca.
No obstante siento nostalgia de mi primera Biblia que leía de adolescente. No tenía opción de escoger entre varias porque era la única. ¡Cómo la leía!
Ahora, entre tantas, como que me disperso. Que el griego, que el hebreo, que el castellano cervantino, que el lenguaje básico o actual. Entre mirar unas y cotejar con otras me temo que no profundizo en ninguna.
Cuando era joven, visitaba casas en las que había una sola Biblia pero sus moradores la conocían muy bien.
Ahora visito hogares, donde procuran sorprenderme con la variedad de ejemplares que poseen; pero mi sorpresa es lo poco que conocen de su contenido.
¿Nos estaremos dando cuenta del peligro de acopiar muchas Biblias y distraernos de su lectura, estudio, meditación y acatamiento?