Re: MI REGRESO A CASA (TESTIMONIO DE JOSÉ LUIS VELA)
El hermano Cuper, había predicado con la Biblia había notado el poder transformador que La palabra de Dios tiene para todo aquel que busca sinceramente hacer la voluntad de Dios, aquel sacerdote durante mucho tiempo había tenido un conflicto interno pues su conciencia le decía lo que era lo correcto, sin embargo su investidura sacerdotal le impedía ser sincero consigo mismo.
El evangelio tiene un poder transformador en las mentes de los que se humillan ante Dios y que desean ser como niños, que buscan ansiosamente la leche espiritual.
El Espíritu Santo prometido por Cristo viene en auxilio de todo aquel que se acerca con el corazón contrito y humillado buscando el perdón de sus pecados, por la sangre derramada de Nuestro Salvador Jesucristo.
La Fe viva en Cristo, rompe toda atadura, y nos lleva a buscar a Nuestro Único Mediador y Salvador que dio su vida por nosotros, sin ningún intermediario, en un encuentro pleno de cada alma con su Creador.
La Sagrada Escritura tiene el mensaje de Dios a los hombres, y el que tuvo a bien inspirarla, Nuestro Bendito Señor El Espíritu Santo, es el único capacitado para decirnos lo que Él mismo, quiso plasmar en cada palabra, en cada versículo, en cada capitulo.
Dirán ustedes amigos, que cualquiera puede decirse "que es guiado por El Espíritu Santo" y que por eso hay multitud de interpretaciones.
La Sagrada Escritura es un todo, compacto, Antiguo y Nuevo Testamento.
El que ha nacido del Espíritu, se deja guiar por El Espíritu Santo Intérprete, y las cosas que son del Espíritu las encontrará en cada frase, en cada palabra de cualquier hijo de Dios, pues el Espíritu nos recuerda cada una de sus palabras, que están en la mente de cada uno de los que son hijos de Dios.
Por eso empecé a comprender, porqué, lo que había escuchado en aquella "iglesita", concordaba perfectamente con lo que en nuestras reuniones como católicos habíamos entendido.
El hermano Cuper, me abrazó, encomendándome a Dios, en una oración espontánea que brotó desde el fondo del corazón, tenía que despedirse pues iba a salir, a seguir predicando El Evangelio de Cristo, en las rancherías cercanas donde ya era conocido y querido por los pobres, que no entendían de reglamentos eclesiásticos y demás teorías.
Me recuerda a San Francisco de Asís en el siglo 12 cuya única regla era "vivir el Evangelio" dando ejemplo a los eclesiásticos de su tiempo.
El hermano Cuper, había predicado con la Biblia había notado el poder transformador que La palabra de Dios tiene para todo aquel que busca sinceramente hacer la voluntad de Dios, aquel sacerdote durante mucho tiempo había tenido un conflicto interno pues su conciencia le decía lo que era lo correcto, sin embargo su investidura sacerdotal le impedía ser sincero consigo mismo.
El evangelio tiene un poder transformador en las mentes de los que se humillan ante Dios y que desean ser como niños, que buscan ansiosamente la leche espiritual.
El Espíritu Santo prometido por Cristo viene en auxilio de todo aquel que se acerca con el corazón contrito y humillado buscando el perdón de sus pecados, por la sangre derramada de Nuestro Salvador Jesucristo.
La Fe viva en Cristo, rompe toda atadura, y nos lleva a buscar a Nuestro Único Mediador y Salvador que dio su vida por nosotros, sin ningún intermediario, en un encuentro pleno de cada alma con su Creador.
La Sagrada Escritura tiene el mensaje de Dios a los hombres, y el que tuvo a bien inspirarla, Nuestro Bendito Señor El Espíritu Santo, es el único capacitado para decirnos lo que Él mismo, quiso plasmar en cada palabra, en cada versículo, en cada capitulo.
Dirán ustedes amigos, que cualquiera puede decirse "que es guiado por El Espíritu Santo" y que por eso hay multitud de interpretaciones.
La Sagrada Escritura es un todo, compacto, Antiguo y Nuevo Testamento.
El que ha nacido del Espíritu, se deja guiar por El Espíritu Santo Intérprete, y las cosas que son del Espíritu las encontrará en cada frase, en cada palabra de cualquier hijo de Dios, pues el Espíritu nos recuerda cada una de sus palabras, que están en la mente de cada uno de los que son hijos de Dios.
Por eso empecé a comprender, porqué, lo que había escuchado en aquella "iglesita", concordaba perfectamente con lo que en nuestras reuniones como católicos habíamos entendido.
El hermano Cuper, me abrazó, encomendándome a Dios, en una oración espontánea que brotó desde el fondo del corazón, tenía que despedirse pues iba a salir, a seguir predicando El Evangelio de Cristo, en las rancherías cercanas donde ya era conocido y querido por los pobres, que no entendían de reglamentos eclesiásticos y demás teorías.
Me recuerda a San Francisco de Asís en el siglo 12 cuya única regla era "vivir el Evangelio" dando ejemplo a los eclesiásticos de su tiempo.