Es un hecho conocido que el cura Miguel Hidalgo y Costilla, de profesión sacerdote católico es considerado pilar de la Independencia de México, es sabido tambien que fue excomulgado con todo tipo de maldiciones (sin exagerar); la ICR lo excomulgó sin embargo algunos católicos del foro explicarn que "jamás fue excomulgado", argumento que hitoriadores no comparten con ellos.
La idea de excomunión jamás fue maldecir a nadie, ni anatemizar a nadie. pablo entrega al creyente al diablo apra que destruya su cuerpo, pero jamás para que sea hechado al infierno ni sea maldecido.
El maldecir y anatemizar, al duro estilo Trento no es una práctica cristiana sino signo de rencor, odio, y animadversión contra quien no piensa como ellos.
Es nuestro deber cristiano amar a amigos y enemigos y no hacer ascepción de personas, pongo a su consideación estos lamentables hechos con la idea de que no traten de encubrir algunos éstos lamentables hechos por un lado y por otro que no me vuelvan a llamar mentiroso por denunciarlos.
http://usuarios.lycos.es/aime/excomunion.html
DECRETO DE EXCOMUNIÓN CONTRA EL CURA MIGUEL HIDALGO
Decreto lanzado por el obispo Manuel Abad y Queipo. Obispo de Michoacán de 1810 a 1815.
"Por autoridad del Dios Omnipotente, El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo y de los santos cánones, y de las virtudes celestiales, ángeles, arcángeles, tronos, dominaciones, papas, querubines y serafines: de todos los santos inocentes, quienes a la vista del santo cordero se encuentran dignos de cantar la nueva canción, y de los santos mártires y santos confesores, y de las santas vírgenes, y de los santos, juntamente con todos los santos y electos de Dios:
Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, excura del pueblo de Dolores.
Lo excomulgamos y anatemizamos, y de los umbrales de la iglesia del todo poderoso Dios, lo secuestramos para que pueda ser atormentado eternamente por indecibles sufrimientos, justamente con Dathán y Habirán y todos aquellos que le dicen al señor Dios: ¡Vete de nosotros, porque no queremos ninguno de tus caminos! Y así como el fuego es extinguido por el agua, que se aparte de él la luz por siempre jamáz. Que el Hijo, quien sufrió por nosotros, lo maldiga. Que el Espíritu Santo, que nos fue dado a nosotros en el bautismo, lo maldiga. Que la Santa Cruz a la cual Cristo, por nuestra salvación, ascendió victorioso sobre sus enemigos, lo maldiga. Que la santa y eterna madre de Dios, lo maldiga. Que San Miguel, el abogado de los santos, lo maldiga. Que todos los ángeles, los principados y arcángeles, los principados y las potestades y todos los ejércitos celestiales, lo maldigan. Que sea San Juan el precursor, San Pablo y San Juan Evangelista, y San Andrés y todos los demás apóstoles de Cristo juntos, lo maldigan.
Y que el resto de sus discípulos y los cuatro evangelistas, quienes por su predicación convirtieron al mundo universal, y la santa y admirable compañía de mártires y confesores, quienes por su santa obra se encuentran aceptables al Dios omnipotente, lo maldigan. Que el Cristo de la santa Vírgen lo condene. Que todos los santos, desde el principio del mundo y todas las edades, que se encuentran ser amados de Dios, lo condenen. Y que el cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos, lo condenen.
Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, en dondequiera que esté, en la casa o en el campo, en el camino o en las veredas, en los bosques o en el agua, y aún en la iglesia. Que sea maldito en la vida o en la muerte, en el comer o en el beber; en el ayuno o en la sed, en el dormir, en la vigilia y andando, estando de pie o sentado; estando acostado o andando, mintiendo o cantando, y en toda sangría. Que sea maldito en su pelo, que sea maldito en su cerebro, que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes; en su frente y en sus oídos, en sus cejas y en sus mejillas, en sus quijadas y en sus narices, en sus dientes anteriores y en sus molares, en sus labios y en su garganta, en sus hombros y en sus muñecas, en sus brazos, en sus manos y en sus dedos.
Que sea condenado en su boca, en su pecho y en su corazón y en todas las vísceras de su cuerpo. Que sea condenado en sus venas y en sus muslos, en sus caderas, en sus rodillas, en sus piernas, pies y en las uñas de sus pies. Que sea maldito en todas las junturas y articulaciones de su cuerpo, desde arriba de su cabeza hasta la planta de su pie; que no haya nada bueno en él. Que el hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga. Y que el cielo, con todos los poderes que en él se mueven, se levanten contra él.
Que lo maldigan y condenen. ¡Amén! Así sea. ¡Amén!
El proceso degradatorio se llevó a cabo el 29 de julio de 1811 en una de las salas del Hospital Real de Chihuahua, y consistió en rasparle la piel de la cabeza, que había sido consagrada, como cristiano y sacerdote, con el santo crisma.
También le arrancaron la yema de los pulgares e índices de las manos que habían sido consagradas el día de la ordenación.
Después lo entregaron al gobierno español para que lo fusilaran, sin ninguna de las prerrogativas y beneficios eclesiásticos, en que antes se amparaba cualquier reo.
Obispo Manuel Abad y Queipo, fue nombrado obispo por la regencia, y nunca fue presentado por el Papa; además, por ser hijo natural no podía ser sacerdote ni obispo, según las leyes eclesiásticas de aquella época. Sin embargo, bien aceptaron la excomunión dictada por él. Manuel Abad y Queipo era obispo de Michoacán, y permaneció en su cargo hasta 1815, en que salió para España.
http://www.jornada.unam.mx/2003/09/15/005n1pol.php?origen=politica.php&fly=1
La Jornada
La verdadera historia de México no se ha escrito, dijo en 1985 la jerarquía religiosa
Se cumplieron 18 años del intento de la Iglesia católica de rehabilitar a Hidalgo
Buscó aclarar los verdaderos motivos de su excomunión ''Que sea maldito en el vivir y en el morir'', reza una parte del edicto emitido en contra del cura de Dolores
JOSE ANTONIO ROMAN
El pasado día 12 se cumplieron 18 años de que la Iglesia católica, por primera vez en forma oficial mediante una misa, pretendiera ''rehabilitar'' la memoria del cura Miguel Hidalgo, aclarar los verdaderos motivos de su excomunión, al inicio del movimiento de Independencia, y precisar algunos pasajes de la historia nacional en los que han pesado más los prejuicios que los hechos objetivos.
En ese entonces (1985) se conmemoró el 175 aniversario del inicio de la Independencia, y la jerarquía católica decidió no quedar al margen. En aquella ocasión, en forma sorpresiva, los obispos elaboraron un documento titulado Independencia, proceso, tarea y meta, donde pedían a los mexicanos una relectura de la historia ''para poder tomar conciencia de nuestra integración nacional, superar viejos prejuicios y lograr la reconciliación''.
Con este documento, la jerarquía eclesiástica pretendía expresar una posición ''nacionalista'', que contrastaba con sus posturas y actitudes asumidas en otras épocas de la historia. Pero también, ese 12 de septiembre realizaron una misa en el mismo atrio de la iglesia de Dolores.
A esa liturgia asistieron 31 obispos y 122 sacerdotes de todo el país. En esa misma fecha se dio a conocer un dictamen sobre la excomunión del cura Hidalgo, el cual asienta que no se le aplicó por haber iniciado la lucha independentista, sino por los ataques a la libertad y vida de clérigos y religiosos, y que como se confesó y fue absuelto, con su muerte cristiana cesaron todos los efectos. Habían transcurrido 174 años de haber sido excomulgado.
Misa de rehabilitación
Tanto el documento como la misa de rehabilitación del cura Hidalgo se planearon meses antes en Guadalajara, durante la 36 Asamblea Plenaria del Episcopado Mexicano. La propuesta de festejar la Independencia fue planteada por la región pastoral del Bajío, e incluía la celebración de un ciclo de conferencias y simposios ''para iluminar con la verdad ese acontecimiento'' de la historia nacional. En la idea original se sugería realizar el acto el día 20 de septiembre.
La intención de la jerarquía se sintetiza en las siguientes líneas, que incluyen parte del diálogo que sobre el tema sostuvieron los obispos durante una plenaria de su asamblea, de acuerdo con el acta que se elabora en cada una de las sesiones, con la aclaración de que no se mencionan los nombres de los participantes:
-Parece muy laudable la propuesta, pero Ƒtambién se va a celebrar el aniversario de la Revolución? ƑSi no, qué parecería?
-El programa debe tener en cuenta que el 15 de septiembre es la celebración de la juventud en la Basílica y en todas las parroquias. Se pide que haya participantes como representantes en la celebración de la Basílica.
-Ante esto, yo mejor propongo que sea el 12 en lugar del 20, además de que (ese día) tiene relación con la Virgen de Guadalupe. (Propuesta que finalmente ganaría en la votación de los obispos).
-La verdadera historia de México no se ha escrito. La Independencia fue posterior. Se celebra la iniciación, no la consumación.
-Mucho se tiene que aclarar en la historia; mucho se tiene que admitir en la realidad. Por otra parte, tenemos ejemplo del Papa (Juan Pablo II) rehabilitando a Galileo. Algo parecido puede hacerse con Hidalgo. Es una ocasión laudable y en ella se puede manifestar el auténtico patriotismo de los obispos.
-La región del Bajío puede coordinar con la secretaría general y el Consejo de Presidencia ese evento. Valdría la pena sacar ya un documento de pastoral social. Es mejor adelantarse.
-Además, se debe tratar que en el simposio de conferencias se puedan tratar esos asuntos de la historia de México que no se han escrito. También nosotros debemos dar nuestra versión y rescribir la historia.
''Malas interpretaciones''
En la homilía, leída por el entonces arzobispo primado de México, cardenal Ernesto Corripio Ahumada, ante unos 3 mil fieles, se afirmaba que ''los obispos de la Iglesia de México hemos querido venir con nuestro pueblo a este lugar para encontrarnos con nuestras raíces, con nuestros orígenes como pueblo, como sociedad, como patria, como nación libre soberana e independiente''.
Más adelante, el cardenal se adelantó a lo que él llamó ''malas interpretaciones''. Y dijo: ''Nuestra presencia aquí, pues, no responde a un sentimiento nacionalista pasajero; tampoco se trata de un oportunismo que quisiera aprovechar las circunstancias actuales para hacer acto de presencia en el panorama nacional. Menos aún se trata de una justificación histórica, ya que es bien sabido de todos que cada quien interpreta la historia según su punto de vista y al final resultan inútiles las explicaciones y casi imposibles las coincidencias... Hemos venido a recordar los logros y los fracasos de nuestros ancestros''.
Al referirse a las autoridades y la Independencia de México, Corripio dijo que el pueblo se estaba cansando de sus dirigentes religiosos y civiles, y que a eso se debían la indiferencia, la corrupción y la violencia presentes en la sociedad.
Durante la misa al aire libre hizo una apretada síntesis de la historia de México, hasta llegar a la época en que Hidalgo hizo tañer las campanas para convocar al pueblo a la lucha por una patria libre e independiente. Al recordar la ejecución del cura, Corripio se preguntó: ''ƑCuál sería el juicio de los hombres de hoy si en este momento comenzara una gesta semejante a la que estamos conmemorando?''
''Que sea condenado en su pecho y en su corazón...''
Sin duda es una muy buena pregunta para todos, para el gobierno, pero sobre todo para la Iglesia. Más aún si recordamos la parte del edicto de excomunión en contra de Hidalgo donde dice: ''Que sea condenado donde quiera que esté, en la casa o en el campo: en los caminos o en las veredas; en las selvas y en el agua, o aun en la Iglesia: que sea maldito en el vivir y en el morir. Que sea maldito en el interior y exteriormente. Que sea maldito en su pelo. Que sea maldito en el cerebro. Que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes, en su frente y en sus oídos. Que sea condenado en su pecho, en su corazón, en sus manos, en sus dedos, en sus venas, en sus músculos, en sus piernas, pies y uñas de los pies. Ojalá que el Cristo de la Santa Virgen lo condene''.
http://www.jornada.unam.mx/2009/09/02/index.php?section=opinion&article=020a1pol
La excomunión de Hidalgo como simulación histórica
Bernardo Barranco V.
¿Usted se imagina que la Iglesia católica, dos siglos después de la Independencia, refrende el edicto de excomunión sobre el cura Miguel Hidalgo? Imagine las consecuencias políticas que portaría el hecho de que la jerarquía confirmara, en este bicentenario, la excomunión al Padre de la Patria: impensable. Sería no sólo una postura políticamente incorrecta, sino que se alejaría de la posición que asumió una década después de haber degradado su investidura sacerdotal. En efecto, la propia Iglesia, poco después de haberse consumado prácticamente la Independencia, avaló un decreto del 19 de julio de 1823 que declaró como beneméritos de la patria en Heroico Grado a Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Abasolo y José María Morelos, entre otros, ordenando que sus restos fueran exhumados “y que éstos fueran trasladados a una caja, que se conduciría a la capital”. Esa caja fue llevada a la catedral el 17 de septiembre de ese mismo año. Entonces, la Iglesia organizó una procesión solemne por toda la ciudad en honor a los caudillos y sus restos fueron depositados en una bóveda en la catedral de México, donde permanecieron hasta 1926, cuando los mismos fueron trasladados a la columna de la Independencia en el Paseo de la Reforma.
Para muchos historiadores es un abuso la solicitud de la arquidiócesis de México a la Secretaría de Educación Pública para corregir los libros de texto de historia, en los que se menciona que Miguel Hidalgo murió excomulgado, porque al confesarse antes de ser fusilado y haber sido sepultado en lugares sacros dejó de tener efecto dicha excomunión. Pareciera que con el bicentenario, de manera oportunista, busca reivindicar un hecho histórico en que intervino contra uno de los fundadores de nuestra nación y exige participar en las celebraciones del aniversario de la Independencia para promover una visión de la historia afín a sus intereses. Sin embargo, en una sociedad plural, abierta y democrática se le debe dar cabida a la postura de la Iglesia católica. A pesar de que muchos intelectuales vean en ella obstinación por higienizar su pasado, invocando argumentos jurídicos burocráticos, descalificando la excomunión decretada por Abad y Queipo, sea porque éste aún no había tomado posesión como obispo de Michoacán o incluso porque era hijo natural y no podría ejercer el ministerio episcopal. La historia es un entramado complejo, ella no es sólo lo que pasó, sino un proceso cognoscitivo que incide en nuestro presente. Conversando con Fernando González sobre su último libro, La Iglesia del Silencio, en el cual analiza los casos de los cristeros y los ocultamientos sobre Marcial Maciel, nos advierte cómo la Iglesia en cierta manera manipula la historia, a través del silenciamiento, la encapsulación, la suplantación y transfiguración de lo ocurrido, con la finalidad de la afirmación colectiva e institucional y que por definición es reacia a discutir los hechos porque tiende a descalificar. La memoria reconstruida así como una operación de simulacro histórico que permite ser consoladora y hasta terapéutica.
Por supuesto que el Hidalgo histórico fue excomulgado y degradado por la jerarquía católica de su tiempo. Su movimiento emancipador, que incluía en sus afanes a la propia España invadida por las fuerzas militares napoleónicas, afectaba y trastocaba los intereses económicos y de poder, no sólo de las estructuras administrativas del virreinato, sino de la propia Iglesia. Hidalgo y Morelos pertenecían a una clase sacerdotal criolla, el llamado bajo clero, muchas veces acallado y disciplinado por la jerarquía religiosa imbricada al estilo absolutista de la corona. Los historiadores contemporáneos reconocen la subordinación eclesiástica a la corona española; ésta se empeñaba en mantener el control de la actuación sobre todo de los obispos: sus nominaciones y nombramientos se aprobaban por su adhesión y juramentos de fidelidad hacia el rey. El orden colonial no pasaba sólo por el sometimiento administrativo ni militar, sino el religioso. Cuando el cura Hidalgo, ya generalísimo de América, expide su decreto contra la esclavitud el 6 de diciembre de 1810, el movimiento emancipador se convierte en revolucionario porque atenta contra el orden colonial establecido. No podemos pasar por alto otro hecho histórico que muestra qué tan dividida estaba la Iglesia bajo la última etapa de dominio colonial: nos referimos a la expulsión y el destierro de los jesuitas en 1767. De tal suerte que muchas excomuniones y represiones a otros religiosos del clero local, de México y otras colonias americanas, siguen ahí sin recibir el beneficio de la historia. Miguel Hidalgo representaba una gran corriente del clero criollo que se opuso, como tal, a la excomunión del cura de Dolores y pocos años después acogió con entusiasmo su rehabilitación eclesiástica y como héroe patriótico.
La jerarquía católica ha realizado en los últimos 70 años por lo menos tres revisiones de los documentos y hechos de la excomunión de Miguel Hidalgo y no ha encontrado nada nuevo. La primera investigación se realizó en tiempo del arzobispo Luis María Martínez, primado de México; la segunda, más reciente, por el cardenal Norberto Rivera Carrera, ante la provocación de los cultos diputados que en torno al bicentenario sugirieron a la Iglesia en 2007 “levantar” la excomunión al Padre de la Patria. Y la tercera es la anunciada por la Conferencia del Episcopado Mexicano, en mayo del presente año, en la que Alberto Suárez Inda, arzobispo de Morelia, dijo que en se tendría una investigación para analizar aspectos jurídicos y canónicos, pero aclaró que antes de morir Morelos e Hidalgo fueron absueltos e incluso recibieron honores en su sepultura. Sin duda, la historia debe ser retrabajada sin exclusiones ni restricciones; el bicentenario es una magnifica oportunidad para analizar la Independencia y la Revolución, para revalorar procesos en que la Iglesia católica ha participado. El rigor científico debe predominar sobre los afanes justificatorios, deben matizarse los ánimos anticlericales, así como los sesgos revanchistas.
Saludos
La idea de excomunión jamás fue maldecir a nadie, ni anatemizar a nadie. pablo entrega al creyente al diablo apra que destruya su cuerpo, pero jamás para que sea hechado al infierno ni sea maldecido.
El maldecir y anatemizar, al duro estilo Trento no es una práctica cristiana sino signo de rencor, odio, y animadversión contra quien no piensa como ellos.
Es nuestro deber cristiano amar a amigos y enemigos y no hacer ascepción de personas, pongo a su consideación estos lamentables hechos con la idea de que no traten de encubrir algunos éstos lamentables hechos por un lado y por otro que no me vuelvan a llamar mentiroso por denunciarlos.
http://usuarios.lycos.es/aime/excomunion.html
DECRETO DE EXCOMUNIÓN CONTRA EL CURA MIGUEL HIDALGO
Decreto lanzado por el obispo Manuel Abad y Queipo. Obispo de Michoacán de 1810 a 1815.
"Por autoridad del Dios Omnipotente, El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo y de los santos cánones, y de las virtudes celestiales, ángeles, arcángeles, tronos, dominaciones, papas, querubines y serafines: de todos los santos inocentes, quienes a la vista del santo cordero se encuentran dignos de cantar la nueva canción, y de los santos mártires y santos confesores, y de las santas vírgenes, y de los santos, juntamente con todos los santos y electos de Dios:
Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, excura del pueblo de Dolores.
Lo excomulgamos y anatemizamos, y de los umbrales de la iglesia del todo poderoso Dios, lo secuestramos para que pueda ser atormentado eternamente por indecibles sufrimientos, justamente con Dathán y Habirán y todos aquellos que le dicen al señor Dios: ¡Vete de nosotros, porque no queremos ninguno de tus caminos! Y así como el fuego es extinguido por el agua, que se aparte de él la luz por siempre jamáz. Que el Hijo, quien sufrió por nosotros, lo maldiga. Que el Espíritu Santo, que nos fue dado a nosotros en el bautismo, lo maldiga. Que la Santa Cruz a la cual Cristo, por nuestra salvación, ascendió victorioso sobre sus enemigos, lo maldiga. Que la santa y eterna madre de Dios, lo maldiga. Que San Miguel, el abogado de los santos, lo maldiga. Que todos los ángeles, los principados y arcángeles, los principados y las potestades y todos los ejércitos celestiales, lo maldigan. Que sea San Juan el precursor, San Pablo y San Juan Evangelista, y San Andrés y todos los demás apóstoles de Cristo juntos, lo maldigan.
Y que el resto de sus discípulos y los cuatro evangelistas, quienes por su predicación convirtieron al mundo universal, y la santa y admirable compañía de mártires y confesores, quienes por su santa obra se encuentran aceptables al Dios omnipotente, lo maldigan. Que el Cristo de la santa Vírgen lo condene. Que todos los santos, desde el principio del mundo y todas las edades, que se encuentran ser amados de Dios, lo condenen. Y que el cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos, lo condenen.
Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, en dondequiera que esté, en la casa o en el campo, en el camino o en las veredas, en los bosques o en el agua, y aún en la iglesia. Que sea maldito en la vida o en la muerte, en el comer o en el beber; en el ayuno o en la sed, en el dormir, en la vigilia y andando, estando de pie o sentado; estando acostado o andando, mintiendo o cantando, y en toda sangría. Que sea maldito en su pelo, que sea maldito en su cerebro, que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes; en su frente y en sus oídos, en sus cejas y en sus mejillas, en sus quijadas y en sus narices, en sus dientes anteriores y en sus molares, en sus labios y en su garganta, en sus hombros y en sus muñecas, en sus brazos, en sus manos y en sus dedos.
Que sea condenado en su boca, en su pecho y en su corazón y en todas las vísceras de su cuerpo. Que sea condenado en sus venas y en sus muslos, en sus caderas, en sus rodillas, en sus piernas, pies y en las uñas de sus pies. Que sea maldito en todas las junturas y articulaciones de su cuerpo, desde arriba de su cabeza hasta la planta de su pie; que no haya nada bueno en él. Que el hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga. Y que el cielo, con todos los poderes que en él se mueven, se levanten contra él.
Que lo maldigan y condenen. ¡Amén! Así sea. ¡Amén!
El proceso degradatorio se llevó a cabo el 29 de julio de 1811 en una de las salas del Hospital Real de Chihuahua, y consistió en rasparle la piel de la cabeza, que había sido consagrada, como cristiano y sacerdote, con el santo crisma.
También le arrancaron la yema de los pulgares e índices de las manos que habían sido consagradas el día de la ordenación.
Después lo entregaron al gobierno español para que lo fusilaran, sin ninguna de las prerrogativas y beneficios eclesiásticos, en que antes se amparaba cualquier reo.
Obispo Manuel Abad y Queipo, fue nombrado obispo por la regencia, y nunca fue presentado por el Papa; además, por ser hijo natural no podía ser sacerdote ni obispo, según las leyes eclesiásticas de aquella época. Sin embargo, bien aceptaron la excomunión dictada por él. Manuel Abad y Queipo era obispo de Michoacán, y permaneció en su cargo hasta 1815, en que salió para España.
http://www.jornada.unam.mx/2003/09/15/005n1pol.php?origen=politica.php&fly=1
La Jornada
La verdadera historia de México no se ha escrito, dijo en 1985 la jerarquía religiosa
Se cumplieron 18 años del intento de la Iglesia católica de rehabilitar a Hidalgo
Buscó aclarar los verdaderos motivos de su excomunión ''Que sea maldito en el vivir y en el morir'', reza una parte del edicto emitido en contra del cura de Dolores
JOSE ANTONIO ROMAN
El pasado día 12 se cumplieron 18 años de que la Iglesia católica, por primera vez en forma oficial mediante una misa, pretendiera ''rehabilitar'' la memoria del cura Miguel Hidalgo, aclarar los verdaderos motivos de su excomunión, al inicio del movimiento de Independencia, y precisar algunos pasajes de la historia nacional en los que han pesado más los prejuicios que los hechos objetivos.
En ese entonces (1985) se conmemoró el 175 aniversario del inicio de la Independencia, y la jerarquía católica decidió no quedar al margen. En aquella ocasión, en forma sorpresiva, los obispos elaboraron un documento titulado Independencia, proceso, tarea y meta, donde pedían a los mexicanos una relectura de la historia ''para poder tomar conciencia de nuestra integración nacional, superar viejos prejuicios y lograr la reconciliación''.
Con este documento, la jerarquía eclesiástica pretendía expresar una posición ''nacionalista'', que contrastaba con sus posturas y actitudes asumidas en otras épocas de la historia. Pero también, ese 12 de septiembre realizaron una misa en el mismo atrio de la iglesia de Dolores.
A esa liturgia asistieron 31 obispos y 122 sacerdotes de todo el país. En esa misma fecha se dio a conocer un dictamen sobre la excomunión del cura Hidalgo, el cual asienta que no se le aplicó por haber iniciado la lucha independentista, sino por los ataques a la libertad y vida de clérigos y religiosos, y que como se confesó y fue absuelto, con su muerte cristiana cesaron todos los efectos. Habían transcurrido 174 años de haber sido excomulgado.
Misa de rehabilitación
Tanto el documento como la misa de rehabilitación del cura Hidalgo se planearon meses antes en Guadalajara, durante la 36 Asamblea Plenaria del Episcopado Mexicano. La propuesta de festejar la Independencia fue planteada por la región pastoral del Bajío, e incluía la celebración de un ciclo de conferencias y simposios ''para iluminar con la verdad ese acontecimiento'' de la historia nacional. En la idea original se sugería realizar el acto el día 20 de septiembre.
La intención de la jerarquía se sintetiza en las siguientes líneas, que incluyen parte del diálogo que sobre el tema sostuvieron los obispos durante una plenaria de su asamblea, de acuerdo con el acta que se elabora en cada una de las sesiones, con la aclaración de que no se mencionan los nombres de los participantes:
-Parece muy laudable la propuesta, pero Ƒtambién se va a celebrar el aniversario de la Revolución? ƑSi no, qué parecería?
-El programa debe tener en cuenta que el 15 de septiembre es la celebración de la juventud en la Basílica y en todas las parroquias. Se pide que haya participantes como representantes en la celebración de la Basílica.
-Ante esto, yo mejor propongo que sea el 12 en lugar del 20, además de que (ese día) tiene relación con la Virgen de Guadalupe. (Propuesta que finalmente ganaría en la votación de los obispos).
-La verdadera historia de México no se ha escrito. La Independencia fue posterior. Se celebra la iniciación, no la consumación.
-Mucho se tiene que aclarar en la historia; mucho se tiene que admitir en la realidad. Por otra parte, tenemos ejemplo del Papa (Juan Pablo II) rehabilitando a Galileo. Algo parecido puede hacerse con Hidalgo. Es una ocasión laudable y en ella se puede manifestar el auténtico patriotismo de los obispos.
-La región del Bajío puede coordinar con la secretaría general y el Consejo de Presidencia ese evento. Valdría la pena sacar ya un documento de pastoral social. Es mejor adelantarse.
-Además, se debe tratar que en el simposio de conferencias se puedan tratar esos asuntos de la historia de México que no se han escrito. También nosotros debemos dar nuestra versión y rescribir la historia.
''Malas interpretaciones''
En la homilía, leída por el entonces arzobispo primado de México, cardenal Ernesto Corripio Ahumada, ante unos 3 mil fieles, se afirmaba que ''los obispos de la Iglesia de México hemos querido venir con nuestro pueblo a este lugar para encontrarnos con nuestras raíces, con nuestros orígenes como pueblo, como sociedad, como patria, como nación libre soberana e independiente''.
Más adelante, el cardenal se adelantó a lo que él llamó ''malas interpretaciones''. Y dijo: ''Nuestra presencia aquí, pues, no responde a un sentimiento nacionalista pasajero; tampoco se trata de un oportunismo que quisiera aprovechar las circunstancias actuales para hacer acto de presencia en el panorama nacional. Menos aún se trata de una justificación histórica, ya que es bien sabido de todos que cada quien interpreta la historia según su punto de vista y al final resultan inútiles las explicaciones y casi imposibles las coincidencias... Hemos venido a recordar los logros y los fracasos de nuestros ancestros''.
Al referirse a las autoridades y la Independencia de México, Corripio dijo que el pueblo se estaba cansando de sus dirigentes religiosos y civiles, y que a eso se debían la indiferencia, la corrupción y la violencia presentes en la sociedad.
Durante la misa al aire libre hizo una apretada síntesis de la historia de México, hasta llegar a la época en que Hidalgo hizo tañer las campanas para convocar al pueblo a la lucha por una patria libre e independiente. Al recordar la ejecución del cura, Corripio se preguntó: ''ƑCuál sería el juicio de los hombres de hoy si en este momento comenzara una gesta semejante a la que estamos conmemorando?''
''Que sea condenado en su pecho y en su corazón...''
Sin duda es una muy buena pregunta para todos, para el gobierno, pero sobre todo para la Iglesia. Más aún si recordamos la parte del edicto de excomunión en contra de Hidalgo donde dice: ''Que sea condenado donde quiera que esté, en la casa o en el campo: en los caminos o en las veredas; en las selvas y en el agua, o aun en la Iglesia: que sea maldito en el vivir y en el morir. Que sea maldito en el interior y exteriormente. Que sea maldito en su pelo. Que sea maldito en el cerebro. Que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes, en su frente y en sus oídos. Que sea condenado en su pecho, en su corazón, en sus manos, en sus dedos, en sus venas, en sus músculos, en sus piernas, pies y uñas de los pies. Ojalá que el Cristo de la Santa Virgen lo condene''.
http://www.jornada.unam.mx/2009/09/02/index.php?section=opinion&article=020a1pol
La excomunión de Hidalgo como simulación histórica
Bernardo Barranco V.
¿Usted se imagina que la Iglesia católica, dos siglos después de la Independencia, refrende el edicto de excomunión sobre el cura Miguel Hidalgo? Imagine las consecuencias políticas que portaría el hecho de que la jerarquía confirmara, en este bicentenario, la excomunión al Padre de la Patria: impensable. Sería no sólo una postura políticamente incorrecta, sino que se alejaría de la posición que asumió una década después de haber degradado su investidura sacerdotal. En efecto, la propia Iglesia, poco después de haberse consumado prácticamente la Independencia, avaló un decreto del 19 de julio de 1823 que declaró como beneméritos de la patria en Heroico Grado a Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Abasolo y José María Morelos, entre otros, ordenando que sus restos fueran exhumados “y que éstos fueran trasladados a una caja, que se conduciría a la capital”. Esa caja fue llevada a la catedral el 17 de septiembre de ese mismo año. Entonces, la Iglesia organizó una procesión solemne por toda la ciudad en honor a los caudillos y sus restos fueron depositados en una bóveda en la catedral de México, donde permanecieron hasta 1926, cuando los mismos fueron trasladados a la columna de la Independencia en el Paseo de la Reforma.
Para muchos historiadores es un abuso la solicitud de la arquidiócesis de México a la Secretaría de Educación Pública para corregir los libros de texto de historia, en los que se menciona que Miguel Hidalgo murió excomulgado, porque al confesarse antes de ser fusilado y haber sido sepultado en lugares sacros dejó de tener efecto dicha excomunión. Pareciera que con el bicentenario, de manera oportunista, busca reivindicar un hecho histórico en que intervino contra uno de los fundadores de nuestra nación y exige participar en las celebraciones del aniversario de la Independencia para promover una visión de la historia afín a sus intereses. Sin embargo, en una sociedad plural, abierta y democrática se le debe dar cabida a la postura de la Iglesia católica. A pesar de que muchos intelectuales vean en ella obstinación por higienizar su pasado, invocando argumentos jurídicos burocráticos, descalificando la excomunión decretada por Abad y Queipo, sea porque éste aún no había tomado posesión como obispo de Michoacán o incluso porque era hijo natural y no podría ejercer el ministerio episcopal. La historia es un entramado complejo, ella no es sólo lo que pasó, sino un proceso cognoscitivo que incide en nuestro presente. Conversando con Fernando González sobre su último libro, La Iglesia del Silencio, en el cual analiza los casos de los cristeros y los ocultamientos sobre Marcial Maciel, nos advierte cómo la Iglesia en cierta manera manipula la historia, a través del silenciamiento, la encapsulación, la suplantación y transfiguración de lo ocurrido, con la finalidad de la afirmación colectiva e institucional y que por definición es reacia a discutir los hechos porque tiende a descalificar. La memoria reconstruida así como una operación de simulacro histórico que permite ser consoladora y hasta terapéutica.
Por supuesto que el Hidalgo histórico fue excomulgado y degradado por la jerarquía católica de su tiempo. Su movimiento emancipador, que incluía en sus afanes a la propia España invadida por las fuerzas militares napoleónicas, afectaba y trastocaba los intereses económicos y de poder, no sólo de las estructuras administrativas del virreinato, sino de la propia Iglesia. Hidalgo y Morelos pertenecían a una clase sacerdotal criolla, el llamado bajo clero, muchas veces acallado y disciplinado por la jerarquía religiosa imbricada al estilo absolutista de la corona. Los historiadores contemporáneos reconocen la subordinación eclesiástica a la corona española; ésta se empeñaba en mantener el control de la actuación sobre todo de los obispos: sus nominaciones y nombramientos se aprobaban por su adhesión y juramentos de fidelidad hacia el rey. El orden colonial no pasaba sólo por el sometimiento administrativo ni militar, sino el religioso. Cuando el cura Hidalgo, ya generalísimo de América, expide su decreto contra la esclavitud el 6 de diciembre de 1810, el movimiento emancipador se convierte en revolucionario porque atenta contra el orden colonial establecido. No podemos pasar por alto otro hecho histórico que muestra qué tan dividida estaba la Iglesia bajo la última etapa de dominio colonial: nos referimos a la expulsión y el destierro de los jesuitas en 1767. De tal suerte que muchas excomuniones y represiones a otros religiosos del clero local, de México y otras colonias americanas, siguen ahí sin recibir el beneficio de la historia. Miguel Hidalgo representaba una gran corriente del clero criollo que se opuso, como tal, a la excomunión del cura de Dolores y pocos años después acogió con entusiasmo su rehabilitación eclesiástica y como héroe patriótico.
La jerarquía católica ha realizado en los últimos 70 años por lo menos tres revisiones de los documentos y hechos de la excomunión de Miguel Hidalgo y no ha encontrado nada nuevo. La primera investigación se realizó en tiempo del arzobispo Luis María Martínez, primado de México; la segunda, más reciente, por el cardenal Norberto Rivera Carrera, ante la provocación de los cultos diputados que en torno al bicentenario sugirieron a la Iglesia en 2007 “levantar” la excomunión al Padre de la Patria. Y la tercera es la anunciada por la Conferencia del Episcopado Mexicano, en mayo del presente año, en la que Alberto Suárez Inda, arzobispo de Morelia, dijo que en se tendría una investigación para analizar aspectos jurídicos y canónicos, pero aclaró que antes de morir Morelos e Hidalgo fueron absueltos e incluso recibieron honores en su sepultura. Sin duda, la historia debe ser retrabajada sin exclusiones ni restricciones; el bicentenario es una magnifica oportunidad para analizar la Independencia y la Revolución, para revalorar procesos en que la Iglesia católica ha participado. El rigor científico debe predominar sobre los afanes justificatorios, deben matizarse los ánimos anticlericales, así como los sesgos revanchistas.
Saludos