¿A qué costumbres te refieres, Álex? ¿A la eucaristía, al celibato, al papado...? ¿Crees que el cristianismo es un egiptismo donde nada se mueve o evoluciona? ¿Opinas que desarrollo y ortodoxia se contradicen, que todo debe interpretarse literal y no espiritualmente? Mira lo que escribía Novalis sobre vosotros, protestantes, y también sobre nosotros, católicos:
"Con razón se llamaron a sí mismos protestantes los insurgentes, puesto que protestaron solemnemente contra toda pretensión de un poder que aparecía como incómodo e ilegítimo a actuar sobre la conciencia. Le quitaron por de pronto su derecho, cedido tácitamente, respecto del estudio, la regulación y la elección de la religión, considerándolo como vacante y lo recabaron para sí. Establecieron también gran cantidad de principios verdaderos, introdujeron gran cantidad de disposiciones nocivas; pero olvidaron el resultado necesario de su proceso; separaron lo inseparable, dividieron la Iglesia indivisible y se apartaron, pecaminosamente, de la sociedad cristiana, por la cual y en la cual era posible tan sólo el auténtico, duradero renacer. La situación de anarquía religiosa sólo puede ser pasajera, ya que el motivo necesario de dedicar un número de hombres únicamente a esta alta función y de hacer que este número de hombres sean independientes del poder temporal en atención a estos asuntos, perdura, con eficacia y validez permanente. La creación de los consistorios y la conservación de una clase de personas eclesiásticas no remedió esta necesidad y no fue compensación suficiente. Por desgracia, los príncipes se habían mezclado en esta división, y muchos aprovecharon estas querellas para el afianzamiento y la ampliación de su soberanía territorial y de sus ingresos. Estaban contentos de haberse librado de aquella alta influencia y tomaron los nuevos consistorios bajo su protección y dirección soberana. Estaban muy fervientemente preocupados por evitar la total unión de las iglesias protestantes, y así fue encerrada la religión de una manera irreligiosa dentro de fronteras estatales, poniéndose con ello la base para la progresiva destrucción del interés religioso cosmopolita. Así perdió la religión su gran influencia política pacificadora, su papel peculiar como principio unificador e individualizador de la Cristiandad. La paz religiosa fue concluida según principios totalmente falsos y contrarios a la religión, y por la continuación del llamado protestantismo algo enteramente contradictorio –un gobierno de la revolución- se proclamó permanente.
Sin embargo, aquel puro concepto distó mucho de ser la base del protestantismo; por el contrario, Lutero trató en general al cristianismo de un modo arbitrario, desconoció su espíritu e introdujo otra letra y otra religión, es a saber, la validez general y sagrada de la Biblia, y con ello se entremezcló desgraciadamente en la causa de la religión, otra ciencia terrenal, totalmente ajena –la filología-, cuya influencia consuntiva será a partir de ahora evidente. Él mismo, por el oscuro sentimiento de este error, fue exaltado entre gran número de protestantes, al rango de un Evangelista, y su traducción, canonizada.
Esta elección fue sumamente funesta para el espíritu religioso, ya que nada destruye su irritabilidad como la letra. En la situación anterior, no pudo ésta llegar a ser nunca tan dañina, debido a la gran extensión, la flexibilidad y la abundante materia de la fe católica, así como a la esoterización de la Biblia y al poder sagrado de los concilios y del jefe espiritual; ahora, en cambio, fueron aniquilados estos antídotos, se afirmó la absoluta popularidad de la Biblia, y así el contenido escaso, el proyecto abstracto y sin elaborar de la religión ejerció en estos libros una presión tanto más perceptible, y le hizo infinitamente más difícil al Espíritu Santo la libre vivificación, penetración y revelación.
De ahí que la historia del protestantismo tampoco nos enseñe ya ninguna gran aparición maravillosa de lo supraterrenal. Sólo su comienzo brilla por un fuego pasajero del cielo, pronto después se hace visible ya el marchitar del sentido de lo sagrado; lo mundano ha prevalecido, el sentido artístico sufre simpatéticamente con ello, y sólo muy de vez en cuando surge, aquí y allí, un genuino, eterno y puro centello de vida y se asimila a una pequeña comunidad. Este se apaga, y la comunidad se desune de nuevo y es arrastrada por la corriente. Así Zinzendorf, Jakob Böhme y otros más. Los moderatistas conservan la supremacía y el tiempo se acerca de una absoluta atonía de los órganos superiores, el período de la incredulidad práctica. Con la Reforma se acabó la Cristiandad. A partir de entonces no existiría ninguna más. Católicos y protestantes o reformados estuvieron, en divorcio sectario, más alejados entre sí que de los mahometanos y paganos. Los Estados católicos que quedaron siguieron vegetando, no sin sentir imperceptiblemente la influencia dañina de los estados protestantes vecinos. La política moderna no nació hasta ese momento, y poderosos Estados aislados trataron de apoderarse de la sede universal vacante, transformada en un trono".
(Novalis. La Cristiandad o Europa).
Hasta la próxima.