Cuando, desde pequeño, criaba gusanos de seda, que nacían a mediados de marzo, veía como las orugas ocupaban todo su tiempo en comer hojas de morera hasta que llegaba el momento de confeccionar el capullo. Del capullo salían las mariposas y a los pocos días se acoplaban machos y hembras. Finalizado el acoplamiento, las hembras depositaban los huevos sobre las paredes de la caja de cartón. A los pocos días empezaban a morir una tras otra. Fué cuando realmente descubrí cual era el sentido de la vida por el que se han preguntado tantos teólogos, filósofos y poetas a lo largo de los tiempos. El sentido de la vida no era otro que el de reproducirse a sí misma. La oruga es un gran aparato digestivo que consta de una cabeza dotada de unas fuertes mandíbulas seguida de una bolsa dotada de apéndices para fijarse a la hoja siendo su único objetivo alimentarse noche y día. Cuando llega el momento en que no necesita más alimento, se activa el mandato genético de la metamorfosis, confecciona el capullo con la seda que segrega de sus glándulas, pasa de oruga a crisálida y de crisálida a mariposa, o sea, se transforma, de órgano digestivo en aparato reproductor, en ese momento machos y hembras se acoplan. Finalizado el acoplamiento, las hembras depositaban los huevos. Ha finalizado el ciclo biológico con la función reproductora, a las pocas horas mueren y al año siguiente se reproduce el mismo ciclo.
En los humanos, como en cualquier otra especie biológica, el proceso es no iba a ser distinto. Es parecido aunque algo menos mecánico y con secuencias temporales más relajadas, aunque estructuralmente idéntico, pues da la "casualidad" que nuestra plenitud física coincide con nuestra plenitud sexual. Pasada esa fase, después de los cuarenta años, entramos en un proceso de decadencia física irreversible, el suficiente como para criar y preparar a los hijos como mamíferos que somos (nuestra estrategia reproductiva, propiamente mamífera, es distinta a la del insecto, y a ella se adapta el ciclo biológico). Quizá tengan algo de razón los pan-genetistas cuando dicen que los seres vivos somos meros soportes de un código de instrucciones (DNA) que tiende a perpetuarse a través nuestra. En la terminología de Spencer, "la gallina es el medio del que se vale el huevo para hacer otro huevo".Nosotros seríamos seres efímeros, el DNA un ser permanente y perdurable a lo largo de cientos de milenios. Lo siento, Eva, el materialismo puro y duro no es sugestivo. Pero reconocer lo que somos es un paso importante. Conócete a tí mismo, decían los griegos. Si no sabemos qué somos, a donde vamos y de dónde venimos jamás podremos saber lo que realmente queremos.
Somos animales, en efecto. Pero somos unos animales un pelín soberbios. Queremos considerarnos, nada mas y nada menos, que hijos del mismísimo Dios y, por supuesto, futuros dioses o dioses en estado de gestación. Seamos algo mas modestos en el plano metafísico. Somos inteligentes, cierto. Estamos dotados de conciencia, de capacidad de discernimiento, de la facultad del lenguaje oral, de la capacidad de fabricar herramientas. Los chimpancés están también dotados de parecidas cualidades: fabrican herramientas, comprenden el lenguaje conceptual y pueden alcanzar la capacidad de raciocinio de un niño de cinco o seis años. ¿Tienen alma? ¿Pueden también optar a la inmortalidad? El problema es que los chimpancés no tienen religión y si la tuvieran su dios sería un Gran Chimpancé, algo incompatible con la “imagen y semejanza” de nuestro antropocéntrico Génesis. La religión es mágica, transforma en “realidad” nuestros propios deseos activando y elevando nuestras propias inquietudes existenciales. En el plano existencial y material somos simples amebas: ácidos nucleicos, proteínas, biocatalizadores, etc y las macromoléculas orgánicas son de naturaleza inestable. Renovamos nuestro material celular pero llega un momento en que la degradación de nuestros componentes es tal que acaba triunfando sobre nosotros el segundo principio de la termodinámica. La inmortalidad atenta contra los principios mismos no solo de la biología, sino contra las leyes de la física.
Muchos creyentes siguen pensando como un niño de seis años, que piden a su Padre Celestial que los mimosee y les traiga muchos regalitos (¿no consiste en eso la oración?). A propósito de monos y hombres, me viene a la mente una anécdota, la de una polémica que sostuvo Thomas Henri Huxley, paladín del darwinismo, con el obispo anglicano Wilberforce, quien le preguntó “¿por qué parte desciende usted del mono, por la de su padre o por la de su madre?”, a lo que le contestó que prefería cien mil veces descender antes de un mono que de un Obispo cargado de prejuicios.
¿Porqué no dejáis por un momento de preocuparos tanto por la “otra vida” y no os fijáis un poquito mas en esta? Sois libres de lo que queráis creer o no creer, es cierto, pero me temo que con tanta obsesión por el Paraíso estáis perdiéndoos este mundo que tenemos aquí delante de nuestros ojos, tan terrible como fascinante al mismo tiempo.
Me siento orgulloso de ser un simio, de compartir los mismos rasgos anatómicos y estructurales de los restantes vertebrados mamíferos, y estoy muy contento de haber nacido tal y como soy. Por cada uno de nosotros que ha nacido NO han nacido miles de millones de hipotéticas personas que podrían haber ocupado nuestro lugar. Considero también que es una suerte que nos podamos morir porque eso significa que hemos nacido y que aquí hemos estado. No espero después nada más. Me conformo con haber sido lo que he sido aunque mis compuestos orgánicos desaparezcan y sean reciclados por el ecosistema, aunque acabes siendo olvidado por el paso de unas cuantas generaciones mas. Hemos tenido el privilegio de formar parte de la única especie pensante y consciente del planeta y quizá del Universo ¿Qué mas quieres? Muchas veces no nos damos cuenta de lo mucho que tenemos y por eso queremos mas y mas y mas ... Con las religiones nuestro egoísmo existencial se proyecta hacia el infinito
No necesito en mi vida a Dios, al Dios de ninguna religión y puedo ser perfectamente feliz rodeado de las personas a las que quiero. No necesito al Dios familiar (al Dios Padre) ni al Dios Político (a Cristo Rey) ni al Dios Filosófico (Causa Primera), pero me fascinan las cosas sublimes, la música clásica, la poesía, la literatura, y muchas creaciones realizadas bajo el influjo de la religión (oratorios, corales, requiems, “Magníficat”, el gótico, el plateresco, el barroco, Miguel Angel, Martínez Montañés.., ). La religión me interesa, no por religiosidad sino como mero producto cultural humano.
En los humanos, como en cualquier otra especie biológica, el proceso es no iba a ser distinto. Es parecido aunque algo menos mecánico y con secuencias temporales más relajadas, aunque estructuralmente idéntico, pues da la "casualidad" que nuestra plenitud física coincide con nuestra plenitud sexual. Pasada esa fase, después de los cuarenta años, entramos en un proceso de decadencia física irreversible, el suficiente como para criar y preparar a los hijos como mamíferos que somos (nuestra estrategia reproductiva, propiamente mamífera, es distinta a la del insecto, y a ella se adapta el ciclo biológico). Quizá tengan algo de razón los pan-genetistas cuando dicen que los seres vivos somos meros soportes de un código de instrucciones (DNA) que tiende a perpetuarse a través nuestra. En la terminología de Spencer, "la gallina es el medio del que se vale el huevo para hacer otro huevo".Nosotros seríamos seres efímeros, el DNA un ser permanente y perdurable a lo largo de cientos de milenios. Lo siento, Eva, el materialismo puro y duro no es sugestivo. Pero reconocer lo que somos es un paso importante. Conócete a tí mismo, decían los griegos. Si no sabemos qué somos, a donde vamos y de dónde venimos jamás podremos saber lo que realmente queremos.
Somos animales, en efecto. Pero somos unos animales un pelín soberbios. Queremos considerarnos, nada mas y nada menos, que hijos del mismísimo Dios y, por supuesto, futuros dioses o dioses en estado de gestación. Seamos algo mas modestos en el plano metafísico. Somos inteligentes, cierto. Estamos dotados de conciencia, de capacidad de discernimiento, de la facultad del lenguaje oral, de la capacidad de fabricar herramientas. Los chimpancés están también dotados de parecidas cualidades: fabrican herramientas, comprenden el lenguaje conceptual y pueden alcanzar la capacidad de raciocinio de un niño de cinco o seis años. ¿Tienen alma? ¿Pueden también optar a la inmortalidad? El problema es que los chimpancés no tienen religión y si la tuvieran su dios sería un Gran Chimpancé, algo incompatible con la “imagen y semejanza” de nuestro antropocéntrico Génesis. La religión es mágica, transforma en “realidad” nuestros propios deseos activando y elevando nuestras propias inquietudes existenciales. En el plano existencial y material somos simples amebas: ácidos nucleicos, proteínas, biocatalizadores, etc y las macromoléculas orgánicas son de naturaleza inestable. Renovamos nuestro material celular pero llega un momento en que la degradación de nuestros componentes es tal que acaba triunfando sobre nosotros el segundo principio de la termodinámica. La inmortalidad atenta contra los principios mismos no solo de la biología, sino contra las leyes de la física.
Muchos creyentes siguen pensando como un niño de seis años, que piden a su Padre Celestial que los mimosee y les traiga muchos regalitos (¿no consiste en eso la oración?). A propósito de monos y hombres, me viene a la mente una anécdota, la de una polémica que sostuvo Thomas Henri Huxley, paladín del darwinismo, con el obispo anglicano Wilberforce, quien le preguntó “¿por qué parte desciende usted del mono, por la de su padre o por la de su madre?”, a lo que le contestó que prefería cien mil veces descender antes de un mono que de un Obispo cargado de prejuicios.
¿Porqué no dejáis por un momento de preocuparos tanto por la “otra vida” y no os fijáis un poquito mas en esta? Sois libres de lo que queráis creer o no creer, es cierto, pero me temo que con tanta obsesión por el Paraíso estáis perdiéndoos este mundo que tenemos aquí delante de nuestros ojos, tan terrible como fascinante al mismo tiempo.
Me siento orgulloso de ser un simio, de compartir los mismos rasgos anatómicos y estructurales de los restantes vertebrados mamíferos, y estoy muy contento de haber nacido tal y como soy. Por cada uno de nosotros que ha nacido NO han nacido miles de millones de hipotéticas personas que podrían haber ocupado nuestro lugar. Considero también que es una suerte que nos podamos morir porque eso significa que hemos nacido y que aquí hemos estado. No espero después nada más. Me conformo con haber sido lo que he sido aunque mis compuestos orgánicos desaparezcan y sean reciclados por el ecosistema, aunque acabes siendo olvidado por el paso de unas cuantas generaciones mas. Hemos tenido el privilegio de formar parte de la única especie pensante y consciente del planeta y quizá del Universo ¿Qué mas quieres? Muchas veces no nos damos cuenta de lo mucho que tenemos y por eso queremos mas y mas y mas ... Con las religiones nuestro egoísmo existencial se proyecta hacia el infinito
No necesito en mi vida a Dios, al Dios de ninguna religión y puedo ser perfectamente feliz rodeado de las personas a las que quiero. No necesito al Dios familiar (al Dios Padre) ni al Dios Político (a Cristo Rey) ni al Dios Filosófico (Causa Primera), pero me fascinan las cosas sublimes, la música clásica, la poesía, la literatura, y muchas creaciones realizadas bajo el influjo de la religión (oratorios, corales, requiems, “Magníficat”, el gótico, el plateresco, el barroco, Miguel Angel, Martínez Montañés.., ). La religión me interesa, no por religiosidad sino como mero producto cultural humano.