Ellos (los cristianos) se encontraron ya los altares a las divinidades de la naturaleza, unos al descubierto, y otros cobijados bajo pequeños templetes ("fanos" los llamaban ellos, y fanáticos a sus servidores y devotos); y los respetaron, claro está, cambiándoles tan sólo los ídolos, o asociándoles los suyos propios. Y esos mismos lugares sagrados en los que se invocaba a los espíritus de la naturaleza en forma de dioses cada vez más convencionales, fueron respetados también por el cristianismo, que los renombró de nuevo: la inmensa mayoría de los dedicados a divinidades femeninas, que eran las que predominaban en esta clase de lugares sagrados, fueron dedicados a la Madre de Dios, que fue el prenombre que se antepuso al nombre del lugar (que en la mayoría de los casos era el mismo de la divinidad). Esto explica el profundo arraigo de estas devociones locales, vinculadas siempre a los favores que concede a sus devotos; devociones a menudo del más genuino carácter fanático (lástima que la política haya torcido y degradado esta palabra), y que llevan a que el nombre de la respectiva Virgen local sea muy apreciado y por tanto abundante en cada localidad. No hay que añadir muchas consideraciones más para entender el enorme valor no sólo subjetivo (que eso ya sería bastante), sino también objetivo que tienen estos nombres de mujer. A poco que se arañe en la geología, en la toponimia, en la historia, en la tradición, en el folklore asociado a la Virgen (que además suele ser Patrona de la localidad) y a sus fiestas, en las creencias y en las prácticas medio religiosas medio mágicas que las acompañan, se encuentra el estudioso de onomásticas con nombres realmente prodigiosos.
(Tomado de una página católica).
Interesante.....
(Tomado de una página católica).
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