-Si hay algo tan espantoso como desesperante para un católico profesante en su agonía, es que se sienta lejos y vacío de Dios.
-El moribundo católico practicante, en cambio, mientras conserve su aliento y despierta conciencia, siempre podrá correrse hacia la persona del Señor Jesús, el Hijo de Dios, repitiendo sus palabras del Evangelio, confiando en su sacrificio en la cruz, y su sangre derramada, que le ha limpiado y limpia de todo pecado.
-El mero religioso, para peor, demasiado tarde se da cuenta que lo que la Iglesia le preparó para que viviera despreocupado y con alguna esperanza de salvación, ahora no le funciona.
-Siempre supo que la Iglesia tenía respuesta para todo. De hecho, nada le importó su Magisterio ni aprender la doctrina cristiana, ni cerciorarse de lo que debía creer; pero al menos allí estaba como un Banco que atesoraba todo el conocimiento de la fe cristiana, y que en última instancia, siempre respondería por él. En su agonía, ve las puertas del Banco herméticamente cerradas.
-Supo también que el Catecismo le garantizaba toda la información necesaria de cuanto debía creer y practicar; pero ahora no recuerda si hojeó siquiera un ejemplar en su vida.
-Sabía que la Apologética Católica contestaba todas las preguntas y despejaba todas las dudas; siendo que vivió muy bien su religión sin ella, muere también sin ella, sin consuelo y mucho miedo.
-Muere católico como vivió: sin Cristo, sin Dios, sin esperanza.
Cordiales saludos
-El moribundo católico practicante, en cambio, mientras conserve su aliento y despierta conciencia, siempre podrá correrse hacia la persona del Señor Jesús, el Hijo de Dios, repitiendo sus palabras del Evangelio, confiando en su sacrificio en la cruz, y su sangre derramada, que le ha limpiado y limpia de todo pecado.
-El mero religioso, para peor, demasiado tarde se da cuenta que lo que la Iglesia le preparó para que viviera despreocupado y con alguna esperanza de salvación, ahora no le funciona.
-Siempre supo que la Iglesia tenía respuesta para todo. De hecho, nada le importó su Magisterio ni aprender la doctrina cristiana, ni cerciorarse de lo que debía creer; pero al menos allí estaba como un Banco que atesoraba todo el conocimiento de la fe cristiana, y que en última instancia, siempre respondería por él. En su agonía, ve las puertas del Banco herméticamente cerradas.
-Supo también que el Catecismo le garantizaba toda la información necesaria de cuanto debía creer y practicar; pero ahora no recuerda si hojeó siquiera un ejemplar en su vida.
-Sabía que la Apologética Católica contestaba todas las preguntas y despejaba todas las dudas; siendo que vivió muy bien su religión sin ella, muere también sin ella, sin consuelo y mucho miedo.
-Muere católico como vivió: sin Cristo, sin Dios, sin esperanza.
Cordiales saludos