Escuchen, dispensacionalistas, ustedes que han hecho de ese ESTADO maniaco y luciferino, vibora ancestral e hijo de su padre el diablo, "reloj profetico" y "pueblo de Dios".
Aquí les va una verdad que les hará crujir los huesos secos; una verdad que romperá sus corazones idólatras y desgarrará los velos de su engaño:
Esos llamados "palestinos" que ustedes gozan en ver masacrados por las manos impías de los que usurpan la ciudad del Gran Rey, esos mismos "palestinos" que son aplastados por bulldozers, bombardeados y perseguidos, son —prepárense, dispensacionalistas—los AUTENTICOS descendientes de los judíos del Segundo Templo. Sí, escúchenlo bien: los que quedaron en aquella tierra en días del exilio babilónico y romano, esos judíos que, olvidados en los confines de la tierra prometida, se islamizaron y fueron perdiendo su identidad religiosa, pero no genética, no étnica. Ellos—y no los usurpadores rubios de ojos azules, venidos de la fría Europa del Este—poseen el genotipo y fenotipo más próximo a los israelitas que caminaron con Jesús mismo.
Por eso sufren hoy, porque aún resuenan las amargas consecuencias de haber negado al Santo de Israel. A ellos, a los verdaderos hijos de Judá, a los desterrados y humillados, los que lloran en Gaza y Cisjordania, a esos mismos les serán abiertos los ojos cuando retorne el Mesías que rechazaron. A ellos se refería la Escritura al decir que mirarían al que traspasaron, porque de ellos es aún la sangre del pacto eterno. Dios no los ha olvidado, y ellos volverán, humillados y arrepentidos, a reconocer al verdadero Rey, al que despreciaron y crucificaron.
Pero ustedes, adoradores ciegos del moderno becerro de oro—ese falso "Israel" dominado por víboras astutas, luciferinas, llenas de perversidad—, no crean ni por un instante que esos impostores llorarán por el Mesías. Esos a quienes ustedes financian con ofrendas para reconstruir el blasfemo tercer templo jamás se arrepentirán; son y serán hasta el fin hijos de su padre el diablo, que mató desde el principio y mintió desde siempre. Grande será su ruina, dispensacionalistas incautos, porque habéis apoyado la más vil de las usurpaciones en nombre del Santo de Israel. Así que ustedes pagaran junto con ellos los daños hechos a los desterreados.
No lo digo yo únicamente; pregúntenle a uno de los genetista que enfrentaron el sistema diabólico de los usurpadores
Esos "judíos" que ustedes defienden como descendientes de Abraham, no son más que impostores ashkenazis, descendientes directos de Jafet, del que se profetizó que "habitaría en las tiendas de Sem" (Gen 9:27) hasta el final. Por eso su tez clara, por eso sus ojos celestes, por eso su ajenidad absoluta al auténtico linaje semítico. Han abrazado a los enemigos ancestrales del pueblo elegido, y en su ceguera profética han financiado al enemigo histórico del Mesías y su verdadero pueblo.
Así que sigan enviando sus dólares a Jerusalén para que las víboras terminen su obra diabólica, porque mayor será el estruendo de su caída cuando el verdadero Rey venga en gloria y majestad. Y recuerden bien estas palabras: Ustedes que abrazaron la mentira, serán condenados con esa misma mentira que voluntariamente decidieron seguir.
Aquí les va una verdad que les hará crujir los huesos secos; una verdad que romperá sus corazones idólatras y desgarrará los velos de su engaño:
Esos llamados "palestinos" que ustedes gozan en ver masacrados por las manos impías de los que usurpan la ciudad del Gran Rey, esos mismos "palestinos" que son aplastados por bulldozers, bombardeados y perseguidos, son —prepárense, dispensacionalistas—los AUTENTICOS descendientes de los judíos del Segundo Templo. Sí, escúchenlo bien: los que quedaron en aquella tierra en días del exilio babilónico y romano, esos judíos que, olvidados en los confines de la tierra prometida, se islamizaron y fueron perdiendo su identidad religiosa, pero no genética, no étnica. Ellos—y no los usurpadores rubios de ojos azules, venidos de la fría Europa del Este—poseen el genotipo y fenotipo más próximo a los israelitas que caminaron con Jesús mismo.
Por eso sufren hoy, porque aún resuenan las amargas consecuencias de haber negado al Santo de Israel. A ellos, a los verdaderos hijos de Judá, a los desterrados y humillados, los que lloran en Gaza y Cisjordania, a esos mismos les serán abiertos los ojos cuando retorne el Mesías que rechazaron. A ellos se refería la Escritura al decir que mirarían al que traspasaron, porque de ellos es aún la sangre del pacto eterno. Dios no los ha olvidado, y ellos volverán, humillados y arrepentidos, a reconocer al verdadero Rey, al que despreciaron y crucificaron.
Pero ustedes, adoradores ciegos del moderno becerro de oro—ese falso "Israel" dominado por víboras astutas, luciferinas, llenas de perversidad—, no crean ni por un instante que esos impostores llorarán por el Mesías. Esos a quienes ustedes financian con ofrendas para reconstruir el blasfemo tercer templo jamás se arrepentirán; son y serán hasta el fin hijos de su padre el diablo, que mató desde el principio y mintió desde siempre. Grande será su ruina, dispensacionalistas incautos, porque habéis apoyado la más vil de las usurpaciones en nombre del Santo de Israel. Así que ustedes pagaran junto con ellos los daños hechos a los desterreados.
No lo digo yo únicamente; pregúntenle a uno de los genetista que enfrentaron el sistema diabólico de los usurpadores
Esos "judíos" que ustedes defienden como descendientes de Abraham, no son más que impostores ashkenazis, descendientes directos de Jafet, del que se profetizó que "habitaría en las tiendas de Sem" (Gen 9:27) hasta el final. Por eso su tez clara, por eso sus ojos celestes, por eso su ajenidad absoluta al auténtico linaje semítico. Han abrazado a los enemigos ancestrales del pueblo elegido, y en su ceguera profética han financiado al enemigo histórico del Mesías y su verdadero pueblo.
Así que sigan enviando sus dólares a Jerusalén para que las víboras terminen su obra diabólica, porque mayor será el estruendo de su caída cuando el verdadero Rey venga en gloria y majestad. Y recuerden bien estas palabras: Ustedes que abrazaron la mentira, serán condenados con esa misma mentira que voluntariamente decidieron seguir.