Los mormones de Estados Unidos salen del armario
La comunidad religiosa fundada por Joseph Smith, con 12 millones de fieles, se mete de lleno en la política de Washington y en la televisión
Marta G. Hontoria
Washington- La cadena de televisión estadounidense HBO, factoría de la reconocida y archipremiada serie Los Sopranos, tiene fama por sus apuestas arriesgadas, pero con su próxima producción se dispone a jugar a la ruleta rusa. Producida por el actor Tom Hanks, Big Love tiene atormentada a la Iglesia de los Mormones, una de las religiones que crece más rápidamente en Estados Unidos y, de paso, a sus miembros con aspiraciones políticas. La serie no atenta contra los valores ultra- conservadores del culto, dispara directamente contra una de sus prácticas más controvertidas, la poligamia. El actor Bill Paxton interpreta al protagonista, Bill Hendrickson, un adinerado hombre de negocios de Salt Lake City que, viagra va, viagra viene, intenta contentar a sus tres mujeres y sus siete hijos.
No es exactamente la imagen que quieren proyectar los líderes de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en el siglo XXI. Éstos consideran que la nueva entrega de HBO explota los estereotipos, y lamentan que una cadena tan poderosa y con una audiencia más que relevante vaya a ventilar su ropa sucia, especialmente en un momento de su historia en el que importantes personalidades políticas de su confesión están muy bien posicionadas en Washington para conseguir ambiciosas cotas de poder en la movediza arena política del Capitolio.
También en las filas demócratas. Sirva de ejemplo el mormón de Nevada, Harry Reid. El senador alcanzó el pódium de la minoría demócrata cuando, en noviembre de 2004, Tom Daschle sufrió el batacazo de perder el escaño. A pesar de que las palabras «mormón» y «demócrata» no aparecen en ninguna ecuación política (el 95 por ciento de los mormones votaron al republicano George W. Bush en 2004), Reid no tuvo problemas en alcanzar el liderazgo demócrata. Es más, el partido pensó en el senador como una baza importante para demostrar que los demócratas, castigados en las urnas con John Kerry, también tienen valores morales.
No en vano Reid es partidario de la pena capital y rechaza el aborto y el matrimonio entre homosexuales, es decir, es uno de los demócratas situados más a la derecha. Ahora habrá que ver si sus credenciales mormonas le sirven para liderar al partido desde la mayoría, en el caso en que los demócratas consigan robar a los republicanos unos cuantos escaños en las legislativas de este próximo otoño.
No hay, sin embargo, ningún mormón más de moda que Mitt Romney. El gobernador de Massachussets se describe a sí mismo como un «rebelde conservador en uno de los estados más liberales» del país. Guapo, viril y millonario, este político de 58 años anunció el pasado diciembre que no se presentará a la reelección, lo que inmediatamente despertó las suspicacias políticas de ambos bandos. ¿Está Romney pensando en presentarse a la Presidencia? Casi seguro. ¿Tendrá éxito? No hay respuesta.
Sus dos títulos de Harvard y el hecho de que salvara los Juegos Olímpicos de Salt Lake City a pesar de los escándalos son buenas plataformas. Sin embargo, nadie se atreve a aventurar qué papel jugaría su mormonismo en la jungla electoral.
¿Está Estados Unidos preparado para tener un presidente mormón? Los analistas afirman que todo depende de que sus creencias religiosas sean vistas como una rareza interesante o que produzcan el rechazo tanto de los fundamentalistas cristianos -que consideran que los mormones no son cristianos-, como de los votantes más seculares.
Aunque Romney dijo una vez que el aborto debería ser legal y seguro, ahora se opone. También ha denunciado la decisión del Alto Tribunal de Massachusetts de legalizar el matrimonio gay y ha tratado de introducir la pena de muerte en su estado, que es uno de los once en el país que prohíben la pena capital. Hasta aquí, todo está en la agenda republicana. Sin embargo, en el paredón político de campaña se vería obligado a explicar las prácticas más controvertidas de la Iglesia de los Mormones.
Hace unos 150 años la poligamia fue condenada, junto con la esclavitud, como una de las vergüenzas de la sociedad americana. Estados Unidos casi fue a la guerra contra los mormones que habían establecido una teocracia polígama en el desierto. Joseph Smith, el fundador de la Iglesia de los Mormones y el marido de incontables mujeres, murió asesinado. La religión cuenta con 12 millones de seguidores en todo el mundo, dos tercios de éstos en suelo estadounidense. Es la única religión de masas genuinamente americana, que sitúa el jardín del Edén en Jackson County, Missouri, y dice que Jesucristo visitó América después de resucitar y prometió un segundo retorno. Además, su texto principal, el Libro de Mormón que, según la tradición le fue entregado a Smith por el ángel «Moroni», siempre ha sido criticado por racista.
Si Mitt Romney se presenta a la Presidencia, deberá cuidarse de no cometer los mismos errores que algunos prominentes políticos mormones. Los precedentes no son precisamente afortunados. Joseph Smith, el primer mormón, también quiso ser presidente justo el año en que fue asesinado. Más cercano en el tiempo, su padre George Romney también lo intentó en las primarias republicanas, pero fracasó. La misma suerte corrió Orrin Hatch, el actual presidente del Comité Judicial del Senado y senador por Utah, que perdió en 2000 también las primarias esta vez contra el actual presidente George W. Bush. Entonces una encuesta estimó que el 17 por ciento de los estadounidenses no votarían a un presidente mormón bajo ninguna circunstancia. No es un dato alentador, pero en la política todo es cuestión de percepción. Los evangélicos cristianos ponen distancia siempre respecto a los mormones, pero prefieren seguramente a un atractivo Mitt Romney que a un Rudy Giuliani, el ex alcalde de Nueva York, que también está en las quinielas de 2008 y que es un personaje mucho más moderado, a favor por ejemplo del derecho al aborto.
La comunidad religiosa fundada por Joseph Smith, con 12 millones de fieles, se mete de lleno en la política de Washington y en la televisión
Marta G. Hontoria
Washington- La cadena de televisión estadounidense HBO, factoría de la reconocida y archipremiada serie Los Sopranos, tiene fama por sus apuestas arriesgadas, pero con su próxima producción se dispone a jugar a la ruleta rusa. Producida por el actor Tom Hanks, Big Love tiene atormentada a la Iglesia de los Mormones, una de las religiones que crece más rápidamente en Estados Unidos y, de paso, a sus miembros con aspiraciones políticas. La serie no atenta contra los valores ultra- conservadores del culto, dispara directamente contra una de sus prácticas más controvertidas, la poligamia. El actor Bill Paxton interpreta al protagonista, Bill Hendrickson, un adinerado hombre de negocios de Salt Lake City que, viagra va, viagra viene, intenta contentar a sus tres mujeres y sus siete hijos.
No es exactamente la imagen que quieren proyectar los líderes de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en el siglo XXI. Éstos consideran que la nueva entrega de HBO explota los estereotipos, y lamentan que una cadena tan poderosa y con una audiencia más que relevante vaya a ventilar su ropa sucia, especialmente en un momento de su historia en el que importantes personalidades políticas de su confesión están muy bien posicionadas en Washington para conseguir ambiciosas cotas de poder en la movediza arena política del Capitolio.
También en las filas demócratas. Sirva de ejemplo el mormón de Nevada, Harry Reid. El senador alcanzó el pódium de la minoría demócrata cuando, en noviembre de 2004, Tom Daschle sufrió el batacazo de perder el escaño. A pesar de que las palabras «mormón» y «demócrata» no aparecen en ninguna ecuación política (el 95 por ciento de los mormones votaron al republicano George W. Bush en 2004), Reid no tuvo problemas en alcanzar el liderazgo demócrata. Es más, el partido pensó en el senador como una baza importante para demostrar que los demócratas, castigados en las urnas con John Kerry, también tienen valores morales.
No en vano Reid es partidario de la pena capital y rechaza el aborto y el matrimonio entre homosexuales, es decir, es uno de los demócratas situados más a la derecha. Ahora habrá que ver si sus credenciales mormonas le sirven para liderar al partido desde la mayoría, en el caso en que los demócratas consigan robar a los republicanos unos cuantos escaños en las legislativas de este próximo otoño.
No hay, sin embargo, ningún mormón más de moda que Mitt Romney. El gobernador de Massachussets se describe a sí mismo como un «rebelde conservador en uno de los estados más liberales» del país. Guapo, viril y millonario, este político de 58 años anunció el pasado diciembre que no se presentará a la reelección, lo que inmediatamente despertó las suspicacias políticas de ambos bandos. ¿Está Romney pensando en presentarse a la Presidencia? Casi seguro. ¿Tendrá éxito? No hay respuesta.
Sus dos títulos de Harvard y el hecho de que salvara los Juegos Olímpicos de Salt Lake City a pesar de los escándalos son buenas plataformas. Sin embargo, nadie se atreve a aventurar qué papel jugaría su mormonismo en la jungla electoral.
¿Está Estados Unidos preparado para tener un presidente mormón? Los analistas afirman que todo depende de que sus creencias religiosas sean vistas como una rareza interesante o que produzcan el rechazo tanto de los fundamentalistas cristianos -que consideran que los mormones no son cristianos-, como de los votantes más seculares.
Aunque Romney dijo una vez que el aborto debería ser legal y seguro, ahora se opone. También ha denunciado la decisión del Alto Tribunal de Massachusetts de legalizar el matrimonio gay y ha tratado de introducir la pena de muerte en su estado, que es uno de los once en el país que prohíben la pena capital. Hasta aquí, todo está en la agenda republicana. Sin embargo, en el paredón político de campaña se vería obligado a explicar las prácticas más controvertidas de la Iglesia de los Mormones.
Hace unos 150 años la poligamia fue condenada, junto con la esclavitud, como una de las vergüenzas de la sociedad americana. Estados Unidos casi fue a la guerra contra los mormones que habían establecido una teocracia polígama en el desierto. Joseph Smith, el fundador de la Iglesia de los Mormones y el marido de incontables mujeres, murió asesinado. La religión cuenta con 12 millones de seguidores en todo el mundo, dos tercios de éstos en suelo estadounidense. Es la única religión de masas genuinamente americana, que sitúa el jardín del Edén en Jackson County, Missouri, y dice que Jesucristo visitó América después de resucitar y prometió un segundo retorno. Además, su texto principal, el Libro de Mormón que, según la tradición le fue entregado a Smith por el ángel «Moroni», siempre ha sido criticado por racista.
Si Mitt Romney se presenta a la Presidencia, deberá cuidarse de no cometer los mismos errores que algunos prominentes políticos mormones. Los precedentes no son precisamente afortunados. Joseph Smith, el primer mormón, también quiso ser presidente justo el año en que fue asesinado. Más cercano en el tiempo, su padre George Romney también lo intentó en las primarias republicanas, pero fracasó. La misma suerte corrió Orrin Hatch, el actual presidente del Comité Judicial del Senado y senador por Utah, que perdió en 2000 también las primarias esta vez contra el actual presidente George W. Bush. Entonces una encuesta estimó que el 17 por ciento de los estadounidenses no votarían a un presidente mormón bajo ninguna circunstancia. No es un dato alentador, pero en la política todo es cuestión de percepción. Los evangélicos cristianos ponen distancia siempre respecto a los mormones, pero prefieren seguramente a un atractivo Mitt Romney que a un Rudy Giuliani, el ex alcalde de Nueva York, que también está en las quinielas de 2008 y que es un personaje mucho más moderado, a favor por ejemplo del derecho al aborto.