Re: Los curas...
Jamás dije que se tratase de los pecados que no se confiesan,sino precisamente lo contrario,entonces ¿me responderá?
Le respondo. Si alguien se confiesa sin al menos tener atrición en su corazón por sus pecados, la absolución sacramental queda sin efecto. A un sacerdote se le puede engañar: a Dios nunca. También le digo que si cualquier persona, por la circunstancia que sea, está en peligro de muerte y no puede confesarse sacramentalmente, puede hacer un acto de contrición perfecta delante de Dios y será igualmente perdonado.
Me preguntará: ¿porqué entonces tenemos que confesarnos en la Iglesia?
Porque Cristo quiso que su Iglesia fuera instrumento de su perdón y de su obra redentora. Lo es de diversas maneras: a través de la predicación del evangelio, que mueve los corazones de los incrédulos al arrepentimiento, y a través de la administración de los sacramentos, signos eficaces de la gracia de Dios para los cristianos. Tanto en 2ª Corintios como en Santiago vemos que la Iglesia ministra el perdón de Dios a los pecadores. No hay razón para oponerse a que dicho perdón sea ministrado por obispos y presbíteros de la forma que la propia Iglesia considere la más apropiada desde un punto de vista pastoral y práctico.
En cuanto al segundo punto,aclarale que todos somos pecadores,unos practican el pecado,otros dejamos de practicarlo porque somos nuevas criaturas,no hablo de pecados puntuales,sino de práctica continua de pecado.
¿Me está usted diciendo que un sacerdote católico que practica el pecado tiene potestad de perdonar los pecados?
Le estoy diciendo que el Señor se valió hasta de una prostituta para salvar a su pueblo. Y se ha servido de reyes paganos para lo mismo. Y el peor de los Sumos sacerdotes de la historia del pueblo de Israel profetizó que Cristo habría de morir por el pueblo.
El perdón sacramental, por tanto, no depende del estado moral concreto del sacerdote sino de la gracia de Dios que opera en dicho sacramento. Los dones de Dios son irrevocables (Rom 11,29) y por eso San Pablo le pidió a Timoteo que tuviera cuidado al ordenar a presbíteros (1ª Tim 5,22) para el ministerio.
Lo que hay que hacer con un sacerdote que públicamente vive en grave pecado es apartarle del ministerio, pero sigue siendo sacerdote de la misma manera que Judas Iscariote siguió siendo apóstol a pesar de que el mismísimo Satanás había entrado en su corazón.
¿Acepta usted pues la intervención de un alma manchada por el pecado y niega que la verdadera confesión y el verdadero perdón son exclusiva de Dios?.¿Entiende usted la dimensión de lo que está diciendo?.¿Sabe que está poniendo a los hombres por encima de Dios?
Le repito lo que le dije en mi primer mensaje: quien perdona es Dios. Él es fuente de toda misericordia. El sacerdote actúa en su nombre. Y no dice: yo te absuelvo por mí mismo sino yo te absuelvo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Ocurre igual con los milagros. Pueden ser por intercesión humana pero quien los realiza es Dios.
Por último,si alguien ha confesado un pecado de forma pública porque afectaba a toda la iglesia,es toda la iglesia que debe perdonarle,aunque también tiene que existir la sanción y el perdón de Dios,junto con el fruto del verdadero arrepentimiento,es decir no volver a caer en ese pecado y resarcir al agraviado u ofendido.
Y si alguien lo ha confesado de forma privada, de forma privada ha de ser perdonado a menos que la gravedad y publicidad del pecado sea tal, que se le exija al pecador una reparación pública por su pecado.
Lo que no tiene lógica es que se acepte que la Iglesia puede perdonar, en nombre de Dios, los pecados que se confiesan delante de todos y no los que se confiesan sólo a sus ministros.