Re: Los adventistas de séptimo día creen que...
La señal de su venida es para cuando ya se ha marchado ...,!Me mondo de risa!
Esto es divertido...,
Respondo: Complementando la idea de que los falsos cristos y falsos profetas no son de exclusividad en el tiempo del fin.
"Porque
se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán grandes señales y prodigios, para así engañar, de ser posible, aun a los escogidos." Mateo 24:24.
"Porque hace algún tiempo Teudas se levantó pretendiendo ser alguien; y un grupo como de cuatrocientos hombres se unió a él. Y fue muerto, y todos los que lo seguían fueron dispersos y reducidos a nada." Hechos 5:36.
"
Pero se levantaron falsos profetas entre el pueblo, así como habrá también falsos maestros entre vosotros, los cuales encubiertamente introducirán herejías destructoras, negando incluso al Señor que los compró, trayendo sobre sí una destrucción repentina.…" 2 Pedro 2:1-3.
El caso de Barrabás no fue fortuito.
“
Y tenían entonces un preso famoso llamado Barrabás. Reunidos, pues, ellos, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte; a Barrabás, o a Jesús, llamado el Cristo? Mateo 27:16, 17.
“Tomará Aarón los dos machos cabríos y los presentará ante Yahveh, a la entrada de la Tienda del Encuentro.
Luego echará suertes sobre los dos machos cabríos, una para Yahveh, y otra para Azazel.
Presentará el macho cabrío sobre el cual haya caído la suerte "para Yahveh" ofreciéndolo como sacrificio por el pecado.
El macho cabrío sobre el cual haya caído la suerte "para Azazel", lo colocará vivo delante de Yahveh para hacer sobre él la expiación y echarlo al desierto, para Azazel.” Levitico 16:7-10.
Cristo ciertamente cargó nuestros pecados para ser nuestro Redentor. Pero los llevó a un lugar específico: el madero. Esto está representado por el macho cabrío para Jehová que era sacrificado. En cambio, si leemos bien Levítico 16, el segundo macho cabrío, “para Azazel”, aunque también era cargado con los pecados del pueblo, no era llevado al matadero, lo que demuestra que este segundo rito nada tiene que ver con nuestro Salvador porque, de serlo, debió ser sacrificado.
¿Quién es Azazel? (Lev. 16:8 ): “Azazel : nombre que podría referirse a un demonio. Los antiguos creían que este ser demoníaco habitaba en el desierto. Aquí no se trata de un sacrificio ofrecido a Azazel, porque el macho cabrío era enviado vivo al desierto”. ( Nota marginal de la versión Reina-Valera 1995 (Lev. 16:8 ))
Barrabás había pretendido ser el Mesías y había actuado con maldad. Dominado por el engaño satánico, sostenía que le pertenecía todo lo que pudiese obtener por el robo. El contraste entre ambos era muy marcado. Barrabás había hecho cosas maravillosas por medio de los agentes satánicos. Afirmaba contar con poderes religiosos y con el derecho a establecer
un nuevo orden distinto...
Este falso Cristo reclamaba lo mismo que Satanás en el cielo: el derecho a todo. Cristo en su humillación era poseedor de todas las cosas. En él no había tinieblas...
Barrabás y Cristo, lado a lado. Todo el universo los contemplaba. El populacho los miraba a ambos. ¿Dónde estaban ahora aquellas voces que pocos días antes habían proclamado las maravillas que Cristo había hecho?... Entonces la multitud había estado llena de impulso celestial para estallar en cánticos de alabanza y de hosannas mientras Cristo avanzaba por las calles de Jerusalén. Ahora la elección sería de ellos.
Pilato preguntó: “¿A cuál queréis que os suelte? ¿A Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?”
Entonces se elevó hasta el cielo un clamor de tremendo significado para todo el mundo. Todo el cielo oyó la exclamación en la que parecían unirse el celo y la desesperación de aquella elección: “Quita a éste—le dijeron—, y suéltanos a Barrabás”... De este modo, se rechazaba al Redentor del mundo y un ladrón y asesino era puesto en libertad.—Manuscrito 112, 1897.
“
¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús?”, el clamor casi universal será: “¡A Barrabás! ¡A Barrabás!” Y cuando se les presente la pregunta: “
¿Qué, pues, queréis que haga del que llamáis Rey de los judíos?”, el clamor de nuevo será: “¡Crucifícale!”—Manuscrito 39, 1894.
“
El escarnio ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado. Esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo; y consoladores, y ninguno hallé”. Salmos 69:20, 21.
El inmaculado hijo de Dios pendía de la cruz: su carne estaba lacerada por los azotes; aquellas manos que tantas veces se habían extendido para bendecir, estaban clavadas en el madero; aquellos pies tan incansables en los ministerios de amor estaban también clavados a la cruz; esa cabeza real estaba herida por la corona de espinas; aquellos labios temblorosos formulaban clamores de dolor. Y todo lo que sufrió: las gotas de sangre que cayeron de su cabeza, sus manos y sus pies, la agonía que torturó su cuerpo y la inefable angustia que llenó su alma al ocultarse el rostro de su Padre, habla a cada hijo de la humanidad y declara: Por ti consiente el Hijo de Dios en llevar esta carga de culpabilidad; por ti saquea el dominio de la muerte y abre las puertas del Paraíso.
En los sufrimientos de Cristo en la cruz, se cumplía la profecía. Siglos antes de la crucifixión, el Salvador había predicho el trato que iba a recibir. Dijo: “
Porque perros me han rodeado, me ha cercado cuadrilla de malignos: horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo todos mis huesos; ellos miran, considérenme. Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes”. La profecía concerniente a sus vestiduras fue cumplida sin consejo ni intervención de los amigos o los enemigos del Crucificado. Su ropa había sido dada a los soldados que le habían puesto en la cruz. Cristo oyó las disputas de los hombres mientras se repartían las ropas entre sí. Su túnica era tejida sin costura y dijeron: “
No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, de quién será”.
En otra profecía, el Salvador declaró:
“La afrenta ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado: y esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo: y consoladores, y ninguno hallé. Pusiéronme además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre”. Era permitido dar a los que sufrían la muerte de cruz una poción estupefaciente que amortiguase la sensación del dolor. Esta poción fue ofrecida a Jesús; pero al probarla, la rehusó. No quería recibir algo que turbase su inteligencia. Su fe debía aferrarse a Dios. Era su única fuerza. Enturbiar sus sentidos sería dar una ventaja a Satanás.
Los enemigos de Jesús desahogaron su ira sobre él mientras pendía de la cruz. Sacerdotes, príncipes y escribas se unieron a la muchedumbre para burlarse del Salvador moribundo. En ocasión del bautismo y de la transfiguración, se había oído la voz de Dios proclamar a Cristo como su Hijo. Nuevamente, precisamente antes de la entrega de Cristo, el Padre había hablado y atestiguado su divinidad. Pero ahora la voz del cielo callaba. Ningún testimonio se oía en favor de Cristo. Solo, sufría los ultrajes y las burlas de los hombres perversos.—
El Deseado de Todas las Gentes, 703, 695, 696.