Lecturas del 06/10/2003
Primera lectura Jon. 1, 1 -- 2, 1. 11:
La palabra de Yavé fue dirigida a Jonás, hijo de Amittay, en estos
términos: «Levántate, vete a Nínive, la ciudad grande, y predica contra
ellos, porque su maldad ha subido hasta mí.»
Se levantó Jonás, pero fue para huir a Tarsis, lejos de la presencia de
Yavé. Descendió a Jafa, donde encontró un barco que salía para Tarsis, pagó
su pasaje y se embarcó para irse con ellos a Tarsis, lejos del rostro de
Yavé.
Pero Yavé envió un fuerte viento sobre el mar, causando una tempestad tan
grande que el barco amenazaba hundirse. Los marineros tuvieron miedo y cada
uno invocaba a su Dios. Después echaron la carga del barco al mar para
sacarle peso. Jonás, mientras tanto, había bajado al fondo del barco para
tomar descanso, y dormía profundamente. El capitán se acercó a él y le
dijo: «¿Cómo estás durmiendo? Levántate, invoca a tu Dios, quizá se acuerde
de nosotros y no pereceremos.»
Después se dijeron unos a otros: «Echemos suertes para saber quién nos
trajó ese mal.» Echaron suertes y la suerte cayó en Jonás. Entonces le
dijeron: «Tiene que haber un causante de nuestra desgracia; enséñanos,
pues, cuál es tu oficio y de dónde vienes. ¿Cuál es tu país y de qué pueblo
eres?» Entonces empezó a decirles: «Soy hebreo y temo a Yavé, Dios del
Cielo, que hizo el mar y los continentes....»
Aquellos hombres tuvieron gran miedo y le dijeron: «¿Qué es lo que has
hecho?» Pues ahora esos hombres sabían que huía de la presencia de Yavé. Le
dijeron: «¿Qué haremos contigo para que se calme el mar?» Pues el mar se
embravecía.
Jonas les contestó: «Llévenme y arrójenme al mar, y éste se calmará, porque
sé que por culpa mía les ha sobrevenido esta tempestad.» Pues, por más que
los marineros se esforzaban remando por alcanzar tierra, no podían, y el
mar cada vez se ponía más agitado. Entonces invocaron a Yavé y le dijeron:
«Oh Yavé, no nos hagas perecer a todos por causa de este hombre, ni nos
consideres culpables de su muerte, ya que tú, Yavé, has obrado todo según
deseabas.»
Luego, llevando a Jonás, lo tiraron al mar, y el mar calmó su furia.
Aquellos hombres temieron a Yavé y con gran respeto le ofrecieron un
sacrificio y le hicieron votos.
Entonces Yavé dio orden al pez y éste vomitó a Jonás sobre la tierra.
Salmo Jon. 2, 3-8:
«En mi angustia llamé a Yavé
y me respondió,
grité desde el lugar de los muertos
y tú oíste mi voz.
Me habías arrojado en el corazón del mar,
y la corriente me cercaba,
tus olas y tus remolinos pasaban sobre mí.
Y dije: He sido arrojado de tu presencia,
nunca más veré tu santo templo.
Me subían las aguas hasta el cuello,
el abismo me rodeaba,
las algas se enredaban en mi cabeza.
A las raíces de los montes descendí,
al país cuyos cerrojos se cierran para siempre,
pero me hiciste subir de la fosa,
¡oh Yavé, mi Dios!
Cuando en mí se me desfallecía el alma,
me acordé de Yavé,
y mi oración llegó a ti, a tu santo templo.
Evangelio Lc. 10, 25-37:
Un maestro de la Ley, que quería ponerlo a prueba, se levantó y le dijo:
«Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?» Jesús le dijo:
«¿Qué está escrito en la Escritura? ¿Qué lees en ella?» El hombre contestó:
«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas
tus fuerzas y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.»
Jesús le dijo: «¡Excelente respuesta! Haz eso y vivirás.» El otro, que
quería justificar su pregunta, replicó: «¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús empezó a decir: «Bajaba un hombre por el camino de Jerusalén a Jericó
y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron hasta de sus ropas, lo
golpearon y se marcharon dejándolo medio muerto.
Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdote; lo vió, tomó el otro
lado y siguió. Lo mismo hizo un levita que llegó a ese lugar: lo vio, tomó
el otro lado y pasó de largo.
Un samaritano también pasó por aquel camino y lo vio; pero éste se
compadeció de él. Se acercó, curó sus heridas con aceite y vino y se las
vendó; después lo montó sobre el animal que él traía, lo condujo a una
posada y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente sacó dos monedas y se las
dio al posadero diciéndole: «Cuídalo, y si gastas más, yo te lo pagaré a mi
vuelta.»
Jesús entonces le preguntó: «Según tu parecer, ¿cuál de estos tres fue el
prójimo del hombre que cayó en manos de los salteadores?» El maestro de la
Ley contestó: «El que se mostró compasivo con él.» Y Jesús le dijo: «Vete y
haz tú lo mismo.»
Entre el terco de Jonás al que Yavhe hasta le tuvo que destruir su ciruelo para que su corazón de piedra entendiera el punto de vista de Dios y el "HAZ TU LO MISMO" de Jesús reside toda la diferencia entre el Antiguo Testamento y el Nuevo. Y la diferencia es el Reino de Dios al alcance de los que sean como niños frente a Dios.
Mis bendiciones en Cristo y María. Inés
Primera lectura Jon. 1, 1 -- 2, 1. 11:
La palabra de Yavé fue dirigida a Jonás, hijo de Amittay, en estos
términos: «Levántate, vete a Nínive, la ciudad grande, y predica contra
ellos, porque su maldad ha subido hasta mí.»
Se levantó Jonás, pero fue para huir a Tarsis, lejos de la presencia de
Yavé. Descendió a Jafa, donde encontró un barco que salía para Tarsis, pagó
su pasaje y se embarcó para irse con ellos a Tarsis, lejos del rostro de
Yavé.
Pero Yavé envió un fuerte viento sobre el mar, causando una tempestad tan
grande que el barco amenazaba hundirse. Los marineros tuvieron miedo y cada
uno invocaba a su Dios. Después echaron la carga del barco al mar para
sacarle peso. Jonás, mientras tanto, había bajado al fondo del barco para
tomar descanso, y dormía profundamente. El capitán se acercó a él y le
dijo: «¿Cómo estás durmiendo? Levántate, invoca a tu Dios, quizá se acuerde
de nosotros y no pereceremos.»
Después se dijeron unos a otros: «Echemos suertes para saber quién nos
trajó ese mal.» Echaron suertes y la suerte cayó en Jonás. Entonces le
dijeron: «Tiene que haber un causante de nuestra desgracia; enséñanos,
pues, cuál es tu oficio y de dónde vienes. ¿Cuál es tu país y de qué pueblo
eres?» Entonces empezó a decirles: «Soy hebreo y temo a Yavé, Dios del
Cielo, que hizo el mar y los continentes....»
Aquellos hombres tuvieron gran miedo y le dijeron: «¿Qué es lo que has
hecho?» Pues ahora esos hombres sabían que huía de la presencia de Yavé. Le
dijeron: «¿Qué haremos contigo para que se calme el mar?» Pues el mar se
embravecía.
Jonas les contestó: «Llévenme y arrójenme al mar, y éste se calmará, porque
sé que por culpa mía les ha sobrevenido esta tempestad.» Pues, por más que
los marineros se esforzaban remando por alcanzar tierra, no podían, y el
mar cada vez se ponía más agitado. Entonces invocaron a Yavé y le dijeron:
«Oh Yavé, no nos hagas perecer a todos por causa de este hombre, ni nos
consideres culpables de su muerte, ya que tú, Yavé, has obrado todo según
deseabas.»
Luego, llevando a Jonás, lo tiraron al mar, y el mar calmó su furia.
Aquellos hombres temieron a Yavé y con gran respeto le ofrecieron un
sacrificio y le hicieron votos.
Entonces Yavé dio orden al pez y éste vomitó a Jonás sobre la tierra.
Salmo Jon. 2, 3-8:
«En mi angustia llamé a Yavé
y me respondió,
grité desde el lugar de los muertos
y tú oíste mi voz.
Me habías arrojado en el corazón del mar,
y la corriente me cercaba,
tus olas y tus remolinos pasaban sobre mí.
Y dije: He sido arrojado de tu presencia,
nunca más veré tu santo templo.
Me subían las aguas hasta el cuello,
el abismo me rodeaba,
las algas se enredaban en mi cabeza.
A las raíces de los montes descendí,
al país cuyos cerrojos se cierran para siempre,
pero me hiciste subir de la fosa,
¡oh Yavé, mi Dios!
Cuando en mí se me desfallecía el alma,
me acordé de Yavé,
y mi oración llegó a ti, a tu santo templo.
Evangelio Lc. 10, 25-37:
Un maestro de la Ley, que quería ponerlo a prueba, se levantó y le dijo:
«Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?» Jesús le dijo:
«¿Qué está escrito en la Escritura? ¿Qué lees en ella?» El hombre contestó:
«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas
tus fuerzas y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.»
Jesús le dijo: «¡Excelente respuesta! Haz eso y vivirás.» El otro, que
quería justificar su pregunta, replicó: «¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús empezó a decir: «Bajaba un hombre por el camino de Jerusalén a Jericó
y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron hasta de sus ropas, lo
golpearon y se marcharon dejándolo medio muerto.
Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdote; lo vió, tomó el otro
lado y siguió. Lo mismo hizo un levita que llegó a ese lugar: lo vio, tomó
el otro lado y pasó de largo.
Un samaritano también pasó por aquel camino y lo vio; pero éste se
compadeció de él. Se acercó, curó sus heridas con aceite y vino y se las
vendó; después lo montó sobre el animal que él traía, lo condujo a una
posada y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente sacó dos monedas y se las
dio al posadero diciéndole: «Cuídalo, y si gastas más, yo te lo pagaré a mi
vuelta.»
Jesús entonces le preguntó: «Según tu parecer, ¿cuál de estos tres fue el
prójimo del hombre que cayó en manos de los salteadores?» El maestro de la
Ley contestó: «El que se mostró compasivo con él.» Y Jesús le dijo: «Vete y
haz tú lo mismo.»
Entre el terco de Jonás al que Yavhe hasta le tuvo que destruir su ciruelo para que su corazón de piedra entendiera el punto de vista de Dios y el "HAZ TU LO MISMO" de Jesús reside toda la diferencia entre el Antiguo Testamento y el Nuevo. Y la diferencia es el Reino de Dios al alcance de los que sean como niños frente a Dios.
Mis bendiciones en Cristo y María. Inés