LA VOZ DEL PAPA
Constantinopla-Roma
Emilio Palafox Marqués
“Los casos difíciles los resolvemos pronto; los imposibles nos tardamos un poco más…” es el simpático lema de cierta empresa de servicios, que podríamos aplicar a la difícil tarea de reparar la unidad perdida entre los cristianos, imposible a los ojos de quienes carecen de fe. Ciertamente, va a ser un largo proceso esta indeclinable decisión de unidad, repetidamente manifestada por Juan Pablo II , la Iglesia Católica, los patriarcas ortodoxos y los responsables de las confesiones históricas nacidas de la Reforma.
El patriarca ortodoxo de Constantinopla, Bartolomé I -calificado como “primus inter pares” de la ortodoxia; es decir, primero en dignidad entre los que ejercen la misma autoridad-, ha visitado al papa Juan Pablo II y ha participado junto a él en la festividad de San Pedro y San Pablo, patronos de Roma, el pasado martes día 29.
Constantinopla, como es sabido, fue el nombre dado por el emperador Constantino I el Grande a la antigua Bizancio, llamada hoy en día Estambul. La inauguró el año 330 como residencia imperial, y es desde 451 sede del patriarcado de Oriente. Una larga historia precede estos hechos y la acompaña después a lo largo de los siglos, hasta darse en 1054 la ruptura del patriarcado de Constantinopla con la autoridad del Papa, Obispo de Roma y Sucesor de Pedro en el gobierno de la Iglesia.
Pero los problemas de familia se resuelven en familia. Los hermanos afrontan como hermanos los obstáculos que los separan entre sí. Esto hicieron en 1964 el patriarca Atenágoras I de Constantinopla y el papa Pablo VI, en su memorable abrazo en Jerusalén. Esto es lo que siguen haciendo el actual patriarca y el nuevo romano Pontífice.
Ante el patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomé I, Juan Pablo II pidió el esfuerzo de todos los cristianos para que se apresure el día en que se realice la unidad plena.
Fue su exhortación en la Eucaristía que presidió por la solemnidad de San Pedro y San Pablo en la plaza de San Pedro, a la que había invitado al patriarca Bartolomé I, junto a quien pronunció la homilía y rezó la común profesión de fe. Como también es sabido, católicos y ortodoxos no pueden concelebrar porque falta aún la deseada unidad que ansiamos.
La fiesta giró también en torno al cuadragésimo aniversario del histórico abrazo que el papa Pablo VI y el patriarca ecuménico Atenágoras I se intercambiaron en Jerusalén en enero de 1964, “un encuentro que representa un desafío para nosotros”, manifestó Juan Pablo II en su homilía.
Para el Papa, ese conmovedor gesto indica el camino -“ciertamente no fácil, ni privado de obstáculos”- del recíproco redescubrimiento y reconciliación”, y ofrece la fuerza “para superar todo malentendido y dificultad, para consagrarnos sin descanso a este compromiso de unidad”.
En la profesión de fe de Pedro -“tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mateo 16, 16)- “se afirma el fundamento seguro de nuestro camino hacia la plena comunión”. Y es que si “queremos la unidad de los discípulos de Cristo, debemos recomenzar desde Cristo”, advirtió el Obispo de Roma.
De ese “ardiente deseo de Cristo»” (cf. Juan 17, 11.21) “surge nuestro empeño de comunión, que no se trata de una vaga relación de buena vecindad, sino del vínculo indisoluble de la fe teologal por el que estamos destinados no a la separación, sino a la comunión”.
Por su parte, el patriarca Bartolomé I confirmó en su homilía el mismo martes 29: “Nuestra presencia hoy y aquí expresa con toda evidencia nuestro sincero deseo de eliminar todos los obstáculos eclesiales que no sean dogmáticos o esenciales”.
Quiso recalcar que la unidad de las iglesias “no es una unión mundana, sino una búsqueda espiritual cuyo objetivo es vivir juntos la comunión espiritual con la persona de Nuestro Señor Jesucristo”.
Bartolomé I presidió la inauguración del uso litúrgico de la iglesia de San Teodoro en el Palatino, que el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la Diócesis de Roma, ha confiado por deseo expreso del Papa a la comunidad greco-ortodoxa de Roma para sus celebraciones litúrgicas y para la pastoral
Tras esa celebración, el patriarca se encontró de nuevo con Juan Pablo II durante una comida fraterna en el Palacio Apostólico, en la que participaron los miembros del séquito. El viernes 2 de julio a mediodía Bartolomé I partió hacia Estambul.
¿Qué nos toca ahora a los dos mil millones de bautizados que somos en la actualidad? Porque somos más de mil millones de católicos y hay cerca de otro millar de bautizados. Tenemos todos un papel estelar, en cuanto protagonistas de la más bella conquista de nuestros tiempos: Recobrar la unidad perdida. Protagonistas con nuestra oración, con el estudio y la vivencia cada día más fiel de la totalidad del Evangelio.
Emilio Palafox Marqués es doctor en Ciencias por la Universidad Complutense de Madrid.
http://www.elimparcial.com/edicionimpresa/Hoy/General/365812.asp
Constantinopla-Roma
Emilio Palafox Marqués
“Los casos difíciles los resolvemos pronto; los imposibles nos tardamos un poco más…” es el simpático lema de cierta empresa de servicios, que podríamos aplicar a la difícil tarea de reparar la unidad perdida entre los cristianos, imposible a los ojos de quienes carecen de fe. Ciertamente, va a ser un largo proceso esta indeclinable decisión de unidad, repetidamente manifestada por Juan Pablo II , la Iglesia Católica, los patriarcas ortodoxos y los responsables de las confesiones históricas nacidas de la Reforma.
El patriarca ortodoxo de Constantinopla, Bartolomé I -calificado como “primus inter pares” de la ortodoxia; es decir, primero en dignidad entre los que ejercen la misma autoridad-, ha visitado al papa Juan Pablo II y ha participado junto a él en la festividad de San Pedro y San Pablo, patronos de Roma, el pasado martes día 29.
Constantinopla, como es sabido, fue el nombre dado por el emperador Constantino I el Grande a la antigua Bizancio, llamada hoy en día Estambul. La inauguró el año 330 como residencia imperial, y es desde 451 sede del patriarcado de Oriente. Una larga historia precede estos hechos y la acompaña después a lo largo de los siglos, hasta darse en 1054 la ruptura del patriarcado de Constantinopla con la autoridad del Papa, Obispo de Roma y Sucesor de Pedro en el gobierno de la Iglesia.
Pero los problemas de familia se resuelven en familia. Los hermanos afrontan como hermanos los obstáculos que los separan entre sí. Esto hicieron en 1964 el patriarca Atenágoras I de Constantinopla y el papa Pablo VI, en su memorable abrazo en Jerusalén. Esto es lo que siguen haciendo el actual patriarca y el nuevo romano Pontífice.
Ante el patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomé I, Juan Pablo II pidió el esfuerzo de todos los cristianos para que se apresure el día en que se realice la unidad plena.
Fue su exhortación en la Eucaristía que presidió por la solemnidad de San Pedro y San Pablo en la plaza de San Pedro, a la que había invitado al patriarca Bartolomé I, junto a quien pronunció la homilía y rezó la común profesión de fe. Como también es sabido, católicos y ortodoxos no pueden concelebrar porque falta aún la deseada unidad que ansiamos.
La fiesta giró también en torno al cuadragésimo aniversario del histórico abrazo que el papa Pablo VI y el patriarca ecuménico Atenágoras I se intercambiaron en Jerusalén en enero de 1964, “un encuentro que representa un desafío para nosotros”, manifestó Juan Pablo II en su homilía.
Para el Papa, ese conmovedor gesto indica el camino -“ciertamente no fácil, ni privado de obstáculos”- del recíproco redescubrimiento y reconciliación”, y ofrece la fuerza “para superar todo malentendido y dificultad, para consagrarnos sin descanso a este compromiso de unidad”.
En la profesión de fe de Pedro -“tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mateo 16, 16)- “se afirma el fundamento seguro de nuestro camino hacia la plena comunión”. Y es que si “queremos la unidad de los discípulos de Cristo, debemos recomenzar desde Cristo”, advirtió el Obispo de Roma.
De ese “ardiente deseo de Cristo»” (cf. Juan 17, 11.21) “surge nuestro empeño de comunión, que no se trata de una vaga relación de buena vecindad, sino del vínculo indisoluble de la fe teologal por el que estamos destinados no a la separación, sino a la comunión”.
Por su parte, el patriarca Bartolomé I confirmó en su homilía el mismo martes 29: “Nuestra presencia hoy y aquí expresa con toda evidencia nuestro sincero deseo de eliminar todos los obstáculos eclesiales que no sean dogmáticos o esenciales”.
Quiso recalcar que la unidad de las iglesias “no es una unión mundana, sino una búsqueda espiritual cuyo objetivo es vivir juntos la comunión espiritual con la persona de Nuestro Señor Jesucristo”.
Bartolomé I presidió la inauguración del uso litúrgico de la iglesia de San Teodoro en el Palatino, que el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la Diócesis de Roma, ha confiado por deseo expreso del Papa a la comunidad greco-ortodoxa de Roma para sus celebraciones litúrgicas y para la pastoral
Tras esa celebración, el patriarca se encontró de nuevo con Juan Pablo II durante una comida fraterna en el Palacio Apostólico, en la que participaron los miembros del séquito. El viernes 2 de julio a mediodía Bartolomé I partió hacia Estambul.
¿Qué nos toca ahora a los dos mil millones de bautizados que somos en la actualidad? Porque somos más de mil millones de católicos y hay cerca de otro millar de bautizados. Tenemos todos un papel estelar, en cuanto protagonistas de la más bella conquista de nuestros tiempos: Recobrar la unidad perdida. Protagonistas con nuestra oración, con el estudio y la vivencia cada día más fiel de la totalidad del Evangelio.
Emilio Palafox Marqués es doctor en Ciencias por la Universidad Complutense de Madrid.
http://www.elimparcial.com/edicionimpresa/Hoy/General/365812.asp