Re: "La verdad presente, pasada y futura" del adventismo
Estimado ernesto gil, el excluyente. Saludos cordiales.
Sí, claro...
Me gustaría escuchar algunas opiniones de ASD sinceros (eso excluye a gabriel47) sobre lo que piensan del Juicio Investigador:
Digamos que tu nombre fue llamado y tu caso decidido hace 5 años... ¿Has pecado desde entonces?
La Biblia responde: «Os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo» (2 Cor. 11:2-3).
Los que hemos sido limpios por la sangre preciosa del Cordero somos vírgenes delante de Dios. Hemos sido desposados con nuestro Señor Jesús y esperamos aquí hasta que nuestro Novio venga a reunirse con nosotros. Mientras estamos en la tierra necesitamos permanecer alejados de la corrupción del mundo. Todo nuestro pensamiento, todo nuestro amor, todo nuestro ser, debe estar ocupado con Aquel que está ausente, pero que ha de venir muy pronto.
¿Quiénes son estos 144.000? Son los que siguen al Cordero por dondequiera que él va. Son los seguidores del Cordero; no los seguidores del hombre, no los seguidores de una enseñanza, una doctrina, un sistema, una forma. Ellos siguen al Cordero. Sus ojos están en él. Ellos no escogen su propio camino; sólo siguen al Cordero por dondequiera que él va.
Ellos fueron tomados del mundo como primicias para el Cordero y para Dios.
En sus bocas no hay mentira, pues son sin mancha
¿Quiénes son estas personas? Son aquellos en cuya boca no hay mentira. En otras palabras, son veraces. Ellos guardan la palabra de Dios y no han negado Su nombre. No es porque sean perfectos, sino porque han sido limpios por la sangre del Cordero. Ellos están siendo perfeccionados.
Y finalmente, ellos son libres de culpa. Este es el propósito de Dios para su iglesia. Nosotros fuimos llamados, fuimos predestinados para ser santos y sin mancha delante de él. Él nos santificó por el lavamiento del agua con la palabra que puede santificarnos para ser una iglesia gloriosa, sin mancha y sin arruga ni cosa semejante, totalmente sin culpa, preparados para el Novio. Estos son los vencedores. Así que el llamado está hecho. El que venciere, el que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias
Juan vio al Cordero. Nuestro Señor Jesús siempre es el Cordero. Incluso antes de la fundación del mundo, él era el Cordero. Ése es su carácter. Y desde la fundación del mundo, él era el Cordero inmolado. Esa es la obra que él va a realizar. Mientras estuvo en la tierra, él fue el Cordero manso y humilde. En la cruz, él fue el Cordero inmolado. En la resurrección, él fue el Cordero inmolado puesto en pie. En el trono, él es aún el Cordero. Y en la eternidad, él es todavía el Cordero. Ése es el carácter de nuestro Señor Jesús.
Cuando los discípulos en el monte de los Olivos vieron ascender a Jesús resucitado, una nube lo tomó y ya no pudieron verlo. Así que, ¿cómo sabían ellos si nuestro Señor alcanzó los cielos? Aquí tenemos la prueba, una repetición de esa escena. Dios muestra a Juan la ascensión de nuestro Señor Jesús, el Cordero que fue inmolado, resucitado y ascendido al cielo. Y de acuerdo al Salmo 2, él recibió del Padre la autoridad del mundo. Él ha vencido. Ése es el hecho; ése es el principio. Y ha vencido; por consiguiente, él es digno.
En Apocalipsis 5. Hay Uno sentado en el trono. Sabemos que es el propio Dios. En su mano hay un libro sellado con siete sellos. Entonces un ángel fuerte proclamó a gran voz: «¿Quién es digno de tomar el libro y abrir sus sellos?». Su voz era tan fuerte que podía oírse en el cielo, en la tierra, y aun debajo de la tierra. En otras palabras, es un grito para ser oído por cada ser del universo, sean ángeles, hombres o demonios. Y la voz dijo: «¿Quién es digno de tomar el libro de manos del que se sienta en el trono y abrir sus sellos y mirarlo?». Pero no hubo nadie en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra; ni ángel, ni hombre ni demonio nadie. Y Juan lloró mucho cuando vio eso.
¿Qué es ese libro en la mano de Dios? Creemos que es el título de propiedad de nuestro universo. Dios creó los cielos y la tierra. Él es el dueño del universo y él tiene la propiedad en su mano. Él entregó el dominio de la tierra al hombre, pero Satanás engañó al hombre y le arrebató ese dominio al hombre. En otras palabras, se volvió un usurpador del universo que Dios había dado al hombre para que lo gobernara, pero él no tuvo la propiedad. Dios nunca abandona su propiedad.
Ahora, Dios iba a redimir el universo para sí mismo. Él iba a salvarlo, pero necesitaba a alguien calificado, que fuera digno de ejecutar su derecho. Lamentablemente, no había ninguno. Cuando Juan comprendió esto, lloró mucho porque entendió que si no había nadie que ejecutase la voluntad de Dios, no había salida. No había esperanza. Satanás continuaría usurpando la tierra. El hombre seguiría estando bajo su dominio y todo el universo continuaría corrupto y vacío. No podría cumplirse la voluntad de Dios. Por eso lloraba. Pero uno de los ancianos lo confortó diciéndole: «No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus sellos». Es una cuestión de mérito, es una cuestión de quién vence. Sólo Uno que ha vencido a Satanás, sólo Uno que ha triunfado es digno de ejecutar el propósito de Dios concerniente a nuestro universo.
Entonces Juan alzó sus ojos, y vio en medio del trono, en medio de los cuatro seres vivientes, en medio de los veinticuatro ancianos, un Cordero. Él esperaba ver un león, pero vio un Cordero; no sólo un Cordero, sino un Cordero como recientemente sacrificado. Cuando un cordero es muerto, cae; pero este Cordero recientemente muerto está en pie. Ha resucitado. Él avanzó y tomó el libro de la mano del que está sentado en el trono y empezó a abrir sus sellos. Y aquí los ancianos y los seres vivientes cantan un nuevo cántico: «Digno es el Cordero que fue inmolado».
El Señor es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo; y él dijo: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar». Y, gracias a Dios, nosotros oímos ese llamado. Estábamos abrumados con pesadas cargas, vinimos a él, y él nos dio descanso. Gracias a Dios por eso. Entonces, tras ese llamado a los pecadores, nosotros oímos el llamado a los creyentes. Él dijo: «Llevad mi yugo ... y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas». Este es un llamado al discipulado El Señor nos llama a seguirle, a aprender de él, a ser sus discípulos, a ser como él, y gracias a Dios, muchos han respondido a ese llamado.
En el libro de Apocalipsis capítulo 3, vemos la iglesia en Filadelfia. Una razón por la cual ellos son elogiados por el Señor es que no han negado Su nombre. Es más que un simple dicho; es una cuestión de nuestra vida, si nuestra vida honra Su nombre o si nuestra vida lo niega. Y en la frente de aquellos que no niegan Su nombre, se escribe el nombre del Señor y de Su Padre. Ellos son vistos por el mundo invisible
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.