Con la debida modestia, permitidme exponer brevemente mi concepción de términos importantes y que manejamos mucho.
El alma humana es invisible, intangible, la única parte del ser humano que Dios creó a Su imagen.
Antes de nacer en un cuerpo de carne carece de cuerpo espiritual, es decir, que no es un espíritu individualizado, sino sólo pura alma.
Pero en cuanto se vincula a un feto o proyecto viable de ser humano, adquiere un cuerpo espiritual, o sea, que se individualiza.
En otras palabras, deja de ser un alma informe (un alma prístina) y pasa a ser un alma SINGULARIZADA, individualizada, con un conjunto de rasgos peculiares y que le son propios, como un irrepetible retrato o pintura magistral, una mixtura irrepetible.
De aquí que abortar es SIEMPRE una mala opción, pues la nueva alma puede vincularse al feto desde muy pronto tras el evento de la concepción. Y aquí las Leyes del Tiempo (pero no su faceta de Cronos, o tiempo lineal, sino la de Kairós, momentos cualitativamente distintos) juegan su papel. Por dar un ejemplo tosco, ¿cómo va a ser lo mismo nacer en una noche de invierno que en una tarde de primavera? ¿Acaso alguien empieza a construir su henar cuando llueve a cántaros, sin esperar al menos a que escampe? Entonces, ¿cómo no va a conllevar una diferencia el momento, la cualidad que comporta y manifiesta el instante en que uno nace? Es el momento en que el alma se reviste con su perenne cuerpo espiritual, con sus peculiares características de partida.
El asunto a destacar por sobre todo es que, una vez el alma adquiere un cuerpo espiritual, nada ni nadie podrá privarla de él. Es como piel y carne, imposibles de separar. Jamás se ha conocido en el mundo espiritual ni un solo caso en que un alma haya sido privada de su 'piel', de su cuerpo espiritual. Por tanto, si un alma que ya ha vivido una vida en la carne tuviera que VOLVER A NACER, tendría necesariamente que desprenderse de su cuerpo espiritual, de lo que le da su individualidad ya adquirida, de su singularidad y su consciencia de ser un individuo único y singular.
La idea de "borrar la pizarra" y de nuevo empezar en blanco COMO OTRO INDIVIDUO parece atractiva, pero entonces NADA de la experiencia pasada quedaría en ese individuo, ningún avance, ninguna base o paisaje psíquico que remodelar o corregir. Todo lo que hay en el alma individual se refleja de manera fidelísima (y dinámicamente, por cierto, con el paso del tiempo y su eventual progreso) en su cuerpo espiritual. Desde que nació, esa alma ya es una aspirante al aunamiento con Quien la creó, porque ese anhelo existe de manera inextinguible en cada hijo del Padre, en cada alma que de Él nació, y en el complejísimo mundo de los espíritus PODRÁ progresar cuanto quiera sin necesidad de reencarnar, pues la tierra no es el único sitio en que se puede aprender. De hecho en ella sólo tenemos el ABC..
"Muchas son las moradas del Padre" creo yo que significa que seremos alojados en alguno de los incontables escenarios o "lugares" que Él ha dispuesto conforme a las cualidades que tengamos, tal como al diluir en agua una cucharada de limo se decantará su contenido en varios estratos en cuanto le demos algo de tiempo.
Por último, todos los casos recolectados por Ian Stevenson, Brian Weiss y otros, se pueden explicar con suma sencillez (apliquemos la idea de la navaja de Ockham) si tenemos en cuenta que en el mundo del espíritu (es decir, el mundo al que van quienes son almas con su inseparable cuerpo espiritual, pero ya sin cuerpo material, o sea, personas que fallecieron) hay muchísimos espíritus ansiosos por "retomar" a otro 'nuevo' cuerpo físico. Al lado de esto, está bien claro que los niños son mayormente muy fáciles de sugestionar y susceptibles de ser influenciados. De modo que un espíritu inmerso en la idea fija, a menudo obsesiva, de volver a vivir en un cuerpo de carne, puede fácil y perfectamente llegar a creer que él ahora es ese niño o niña que tan dócilmente responde a sus influencias y pensamientos, imprimiendo fácilmente en su mente sus propios recuerdos, la memoria de la vida que recién se le acabó.
De ahí tantos "datos precisos" y 'corroborables'. De modo que no se trata más que de una sostenida, persistente, a menudo atosigante acción de influencia mental, pues por descontado que los espíritus tienen mente. Y muchos de ellos, creyendo firmemente en la reencarnación - tal como a lo largo de su vida creyeron - se afanan y empeñan hasta el extremo en que ahora son ese nuevo infante. No llega a ser literalmente una posesión, porque el infante tiene su propia alma y cuerpo espiritual impenetrable e irreemplazable, pero mucho se le aproxima.
Y en cuanto a los casos de "regresión", quienes se someten a esas 'técnicas' pasan a ser, por propia voluntad y deseo, tan accesibles y fáciles de impresionar por numerosos espíritus como los niños. Las mentes no son islas. Más se parecen a bahías abiertas a un océano global del que nadie, ni espíritu ni mortal, puede quedar excluido.