La Malinterpretación
Siempre los “chismes” funcionan como el juego del “teléfono roto”: uno cuenta algo y el siguiente añade o resta algo, y al final el mensaje termina distorsionado o totalmente opuesto a la idea original. Esto ocurre con los mensajes crísticos, con las traducciones de traducciones de otras traducciones de primigenios manuscritos sagrados, etc. Por esta razón existen tantas religiones y vertientes, así como dogmas y filosofías, aunque el Dios sea el mismo. ¿La salvación se pierde? No atendamos a palabras humanas y enseñanzas persuasivas, engalanadas y retocadas con astucia. A Dios nadie le engaña. Jesús trajo un mensaje y ese mensaje aún sigue firme, y lo fue claro para sus discípulos y apóstoles primeros: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura.” (Hebreos 12:15-16) Pablo está siendo muy honesto con sus congéneres israelitas, dejándoles claro que si hay dolor dentro, esto puede ser un tropiezo, y puede, no solo afectarlo a uno, sino a mucho otros con quien uno se relacione (estudiar al respecto Isaías 53). También Jacobo escribió: “Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados…” (Santiago 5:9) Y añade: “Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.” (Santiago 5:12) Estos problemas pueden llevarlo a uno a dejar de “alcanzar” el favor de Dios o ser condenados –lo contrario a ser salvos. Por tanto, hay diversas razones por las cuales “muchos LO PROCURARÁN, mas pocos lo conseguirán.” (Lucas 13:24)
Si ni los propios hijos de Israel tenían la salvación asegurada, y son el pueblo escogido, ¿por qué hemos de creer que Dios es tan blando con el resto, con el “olivo silvestre”?: Jesús les habló a ellos, y también a los que “tienen oídos”, diciendo que “Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois. Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad. Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.” (Lucas 13:25-28) Si un Padre es firme con sus propios hijos, porque un Padre “que ama a su hijo lo corrige”, y tras una larga historia de acontecimientos de toda una nación, ¿va ahora a no exigir nada a los nuevos que ni siquiera han nacido cimentados en sus valores, promesas, experiencias y unción, ni basados en el único Dios verdadero?
Está claro, si somos siervos del Señor Jesucristo, tenemos que trabajar como buenos administradores para no ser echados como un “mayordomo infiel” (Lucas 16:1-12), haciendo lo que es propio de un ministro del Altísimo: “Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes.” (Mateo 24:48-51) ¿Cuál es el lado de los hipócritas? El de los tibios. Y esto se repite en la parábola de los talentos y de las minas. En pocas palabras esto resume las afirmaciones de Juan el bautista cuando decía: “Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego.” (Lucas 3:9) El Señor Jesús enseñó a sus discípulos que “alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:15-16) Pues él mismo vino a hacer grandes y poderosas obras (Juan 10:32), y los discípulos se mantuvieron buscando y protegiendo su salvación, con y, en muchas empresas (Hechos 9:36).
La lucha diaria
El camino espiritual no es cosa fácil. A uno le pueden ofrecer la participación en una herencia “por gracia”, o sea, porque al dueño le da la gana, pero eso no significa que él no exigirá cierta “conducta” o “respuesta” por parte de los que acepten la invitación y quieran ser partícipes de ella. Jesús no les hizo ilusiones a sus discípulos, sino que les dijo “esforzaos”, añadiendo que “el que persevere hasta el fin, este será salvo.” (Mateo 10:22; 24:13 y Marcos 13:13). Y el Señor Jesús les volvió a exponer que únicamente “con paciencia ganaréis vuestras almas.” (Lucas 21:19) Es decir, que sin paciencia, no las ganaréis. Pero, ¿paciencia sobre qué? Paciencia en la esperanza de la salvación venidera, manteniéndose en la perseverancia del evangelio y la fe en Cristo, que lleva a producir frutos en la obra. Esto es a lo que se refiere Jesús al decir que “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 7:21) Y Saulo está de acuerdo al escribir: “Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.” (1ª Corintios 9:26-27) Con lo cual, si no está segura la salvación de los propios enviados de Dios, ¿Cuánto menos la del resto?
Y Saulo volvió a escribir como quien no sabe si llegará a ser partícipe de la resurrección de los muertos: “…si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” (Filipenses 3:11-14) Jesús no es mezquino con sus propios misioneros, sino que concientiza a los creyentes de que no es cosa de comodidad, confort, conformismo o pasotismo, ya que el Señor dijo sobre los futuros líderes religiosos: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mateo 7:22-23) Y uno de sus cuatro hermanos confirmó esto al escribir: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.” (Santiago 3:1)
La salvación se pierde
Si la Escritura está siendo explícita sobre la posibilidad de perder la salvación, y de que muchos, aún procurándola, no la consigan, entonces ¿por qué hay quienes se inventan que la salvación nunca se pierde? No lo enseñó Jesús, no lo enseñó Pablo, así que, ¿porqué se inventan crasa falacia?: “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada.” (Hebreos 6:4-8) Además de que quien rechace esto es imposible que pueda ser recibido de nuevo, ya de por sí a los hebreos se les dijo que la salvación hay que cuidarla con “temor y temblor”, cultivándola, protegiéndola, santificándola y produciendo en ella, porque “¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.” (Hebreos 2:3-4)
Si además Saulo dijo a los Filipenses que cuidasen la salvación con mucha precaución, temiendo el perderla, ¿nos fiaremos de humanos y sus doctrinas, o mejor lo haremos de los apóstoles y su Maestro Jesús, el cual recibió claras ordenanzas del Padre?: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” (Filipenses 2:12-13) Pero no sólo Saulo (Pablo) y nuestro Señor Jesucristo advirtieron sobre la necesidad de “regar la planta” de nuestra salvación con cuidado, buen mantenimiento, constancia, esfuerzo y producción, sino que también lo afirmó Cefas, Simón Pedro: “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.” (2ª Pedro 2:20-22)
Si la salvación no se pierde, ¿cuál fue el destino de Ananías y su esposa al sustraer el dinero de la herencia? ¿No habían ya aceptado al Señor y seguían la doctrina de los apóstoles? (Hechos 5:2-12), ¿O la carta a las 7 iglesias?, si ya son de Cristo, ¿por qué les exhorta a “volver al primer amor” y tener cuidado de que puedan ser “desechados”? ¿Por qué Jesús diría aquello a las iglesias si ya los asistentes son salvos por gracia? Jesús siempre enfatiza que seamos fieles y perseveremos “hasta el final” y “hasta la muerte”, ¿y si no es así? ¿Qué pasa si no lo hacemos? El Libro de la Revelación de Juan en sus capítulos 2 y 3 es muy enfático sobre esto, incluso advierte a los que se desvían, que si no cambian de actitud, anquen hayan sido llamados a la salvación por la gracia de Jesucristo, los eliminará: “Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca.” (Apocalipsis 2:16) Incluso sobre los de Tiatira dice que expulsen a la mujer Jezabel de entre ellos: “Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras. Pero a vosotros y a los demás que están en Tiatira, a cuantos no tienen esa doctrina, y no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás, yo os digo: No os impondré otra carga; pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga.” (Apocalipsis 2:23-25)
¿Retener qué cosa?
Hemos de retener la enseñanza del regreso de Jesucristo, que lleva a dar frutos, manteniéndonos en unción y aprendizaje de la palabra de Dios: “Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle! Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas. Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.” (Mateo 25:1-12)
Aún, sobre los de Sardis el Señor “dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios.” (Apocalipsis 3:1-2) Si Jesús fue firme en esta exhortación a los que avivaban el fuego del evangelio y la vida en Cristo, pasadas siquiera 6 décadas de su ascensión a los cielos, ¿qué será con la perversa e incrédula generación del presente? Y añadamos la profecía sobre la iglesia de los laodicenses que aduce: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.” (Apocalipsis 3:15-16) Hermanos, estas ni son palabras halagüeñas ni aprueban la doctrina de “salvos, siempre salvos”. Pero no hace falta irse a la Revelación de Juan para ver cómo tenemos que encaminarnos: “No tenga tu corazón envidia de los pecadores, Antes persevera en el temor de Jehová todo el tiempo; Porque ciertamente hay fin, Y tu esperanza no será cortada.” (Proverbios 23:17-18) Muchos se han extraviado, aun habiendo conocido la palabra de justicia y experimentado el poder de Dios. Ellos solo se desechan, y los otros, los que son mediocres y tibios, vienen a ser iguales a los cobardes, y sepan, los que así son y así piensan, que los apóstoles desecharon aún su propia vida.
“Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” (Apocalipsis 21:8) Sobre los que se dicen ser justos o apóstoles, pero sus obras demuestran que no lo son, Juan Zebedeo escribió: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo.” (2ª Juan 1:9) A pesar de todo esto, y de que millares se carcomerán de impotencia al no ser contados en el Arrebatamiento, se les dará la oportunidad de mostrar su valía y cómo han de aplicar la gracia de Dios en sus vidas, en aquella etapa de reinado del Hijo de la Perdición: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.” (Apocalipsis 20:4) Esto es sobre los que serán asesinados por ser fieles a Cristo, aún habiéndose quedado, ya que no fueron dignos de ser llevados, pero valorarán la segunda oportunidad que les es dada –incluso siendo salvos por gracia-, y también unos pocos sobrevivirán hasta que el Señor regrese para imponer su Milenio de paz: “Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días.” (Daniel 12:12) Hermanos, si todos son dignos, ¿por qué “uno será tomado y otro será dejado”? En todo caso, si mueren por obra de la Bestia –ya sea por las plagas, la guerra, los cataclismos, el hambre o siendo capturados por el sistema, torturados y ejecutados-, serán resucitados para ser administradores con Cristo durante el Milenio Mesiánico: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.” (Apocalipsis 20:6)
Si la salvación es lo contrario a la condenación venidera, significa que si lo conseguimos, seremos salvados de la ira. Ser salvos por Cristo no nos exime del resultado final que nosotros consigamos con nuestro esmero y lucha. De hecho, hasta que Satanás no sea expulsado del cielo, la salvación, realmente, y como tal, no comenzará a manifestarse: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.” (Apocalipsis 12:10) Hasta entonces hay que mantenerse firmes, ser constantes en la oración y en la unción; mantener avivados los frutos de la obra y “guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1:27). En palabras de Judas, hijo de José, uno de los 4 hermanos de sangre de nuestro Señor: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos.” (Judas 1:3) Muchos que se dicen creyentes, tratarán de pasar desapercibidos y justificarse delante del Señor, pero sencillamente “no entrarán en su reposo” ni participarán de “las Bodas del Cordero”, puesto que también fue expresado en parábola: “Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.” (Mateo 22:11-14)
Tenemos entonces que la salvación es algo por lo que hay que luchar, algo que hay que mantener y algo que se debe hacer crecer: “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor.” (1ª Pedro 2:1-3) Y tanto que es un “premio”, la salvación es el resultado final de la obediencia y frutos que deben venir con la fe, es decir, con el creer en Dios y visualizar el significado de su Reino. Entonces habremos alcanzado la meta, “obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.” (1ª Pedro 1:9) Y Cefas escribe también “que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.” (1ª Pedro 1:5) No cantemos victoria, antes bien, ganémonos la corona para ser “herederos de la salvación” (Hebreos 1:14) venidera y partícipes del Reino de Dios: “Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo…” (1ª Tesalonicenses 5:8-9)
Entre las cosas que nos ayudan a poder edificarnos y subir peldaños en la escalera que lleva a la vida eterna o que nos ayudan a mantenernos en la vía que lleva a la salvación (Hechos 16:17), está el conocimiento de la Palabra, la Escritura, y de la sabiduría: “…y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.” (2ª Timoteo 3:15) Puede ayudar por la fe, o sea, que por el conocimiento de la Biblia adquieren convicción de las cosas, y esto nos puede ayudar a nuestro aprovechamiento en el “Cuerpo de Cristo” y a nuestra propia salvación. También en una carta a Timoteo se explica que Saulo daba ejemplo y luchaba para que los escogidos pudiesen llegar a la salvación, no que la hayan tenido al aceptar al Señor, sino que se mantuviesen íntegros y aprendieran de Pablo: “Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna.” (2ª Timoteo 2:10) Porque si la salvación ya fuese un hecho irrevocable e inamovible, una vez aceptamos a Jesús, Saulo no habría escrito: “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos.” (Romanos 13:11) Está más cerca, pero no ha llegado todavía.
Pámpanos que no dan fruto
De nosotros se espera mucho, e igual, si no producimos, ciertamente, seremos desechados, ya que si creemos por fe y somos santos, nos equiparamos a un buen árbol, y este debe dar, no meros frutos, sino más que eso: “buen fruto”, y es que “del tesoro del corazón saca el hombre las cosas” (Mateo 12:35). Jesús expuso la seriedad de lo que exige de los creyentes en varias parábolas, añadiendo lo que les pasará si obedecen, o si en cambio, se cruzan de brazos: “Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.” (Mateo 25:14-30) Este mismo ejemplo lo podemos ver en Lucas 19:13 cuando habla de la parábola de las minas.
Por:
Frederick Guttmann R.
[email protected]
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Siempre los “chismes” funcionan como el juego del “teléfono roto”: uno cuenta algo y el siguiente añade o resta algo, y al final el mensaje termina distorsionado o totalmente opuesto a la idea original. Esto ocurre con los mensajes crísticos, con las traducciones de traducciones de otras traducciones de primigenios manuscritos sagrados, etc. Por esta razón existen tantas religiones y vertientes, así como dogmas y filosofías, aunque el Dios sea el mismo. ¿La salvación se pierde? No atendamos a palabras humanas y enseñanzas persuasivas, engalanadas y retocadas con astucia. A Dios nadie le engaña. Jesús trajo un mensaje y ese mensaje aún sigue firme, y lo fue claro para sus discípulos y apóstoles primeros: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura.” (Hebreos 12:15-16) Pablo está siendo muy honesto con sus congéneres israelitas, dejándoles claro que si hay dolor dentro, esto puede ser un tropiezo, y puede, no solo afectarlo a uno, sino a mucho otros con quien uno se relacione (estudiar al respecto Isaías 53). También Jacobo escribió: “Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados…” (Santiago 5:9) Y añade: “Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.” (Santiago 5:12) Estos problemas pueden llevarlo a uno a dejar de “alcanzar” el favor de Dios o ser condenados –lo contrario a ser salvos. Por tanto, hay diversas razones por las cuales “muchos LO PROCURARÁN, mas pocos lo conseguirán.” (Lucas 13:24)
Si ni los propios hijos de Israel tenían la salvación asegurada, y son el pueblo escogido, ¿por qué hemos de creer que Dios es tan blando con el resto, con el “olivo silvestre”?: Jesús les habló a ellos, y también a los que “tienen oídos”, diciendo que “Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois. Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad. Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.” (Lucas 13:25-28) Si un Padre es firme con sus propios hijos, porque un Padre “que ama a su hijo lo corrige”, y tras una larga historia de acontecimientos de toda una nación, ¿va ahora a no exigir nada a los nuevos que ni siquiera han nacido cimentados en sus valores, promesas, experiencias y unción, ni basados en el único Dios verdadero?
Está claro, si somos siervos del Señor Jesucristo, tenemos que trabajar como buenos administradores para no ser echados como un “mayordomo infiel” (Lucas 16:1-12), haciendo lo que es propio de un ministro del Altísimo: “Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes.” (Mateo 24:48-51) ¿Cuál es el lado de los hipócritas? El de los tibios. Y esto se repite en la parábola de los talentos y de las minas. En pocas palabras esto resume las afirmaciones de Juan el bautista cuando decía: “Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego.” (Lucas 3:9) El Señor Jesús enseñó a sus discípulos que “alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:15-16) Pues él mismo vino a hacer grandes y poderosas obras (Juan 10:32), y los discípulos se mantuvieron buscando y protegiendo su salvación, con y, en muchas empresas (Hechos 9:36).
La lucha diaria
El camino espiritual no es cosa fácil. A uno le pueden ofrecer la participación en una herencia “por gracia”, o sea, porque al dueño le da la gana, pero eso no significa que él no exigirá cierta “conducta” o “respuesta” por parte de los que acepten la invitación y quieran ser partícipes de ella. Jesús no les hizo ilusiones a sus discípulos, sino que les dijo “esforzaos”, añadiendo que “el que persevere hasta el fin, este será salvo.” (Mateo 10:22; 24:13 y Marcos 13:13). Y el Señor Jesús les volvió a exponer que únicamente “con paciencia ganaréis vuestras almas.” (Lucas 21:19) Es decir, que sin paciencia, no las ganaréis. Pero, ¿paciencia sobre qué? Paciencia en la esperanza de la salvación venidera, manteniéndose en la perseverancia del evangelio y la fe en Cristo, que lleva a producir frutos en la obra. Esto es a lo que se refiere Jesús al decir que “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 7:21) Y Saulo está de acuerdo al escribir: “Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.” (1ª Corintios 9:26-27) Con lo cual, si no está segura la salvación de los propios enviados de Dios, ¿Cuánto menos la del resto?
Y Saulo volvió a escribir como quien no sabe si llegará a ser partícipe de la resurrección de los muertos: “…si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” (Filipenses 3:11-14) Jesús no es mezquino con sus propios misioneros, sino que concientiza a los creyentes de que no es cosa de comodidad, confort, conformismo o pasotismo, ya que el Señor dijo sobre los futuros líderes religiosos: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mateo 7:22-23) Y uno de sus cuatro hermanos confirmó esto al escribir: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.” (Santiago 3:1)
La salvación se pierde
Si la Escritura está siendo explícita sobre la posibilidad de perder la salvación, y de que muchos, aún procurándola, no la consigan, entonces ¿por qué hay quienes se inventan que la salvación nunca se pierde? No lo enseñó Jesús, no lo enseñó Pablo, así que, ¿porqué se inventan crasa falacia?: “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada.” (Hebreos 6:4-8) Además de que quien rechace esto es imposible que pueda ser recibido de nuevo, ya de por sí a los hebreos se les dijo que la salvación hay que cuidarla con “temor y temblor”, cultivándola, protegiéndola, santificándola y produciendo en ella, porque “¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.” (Hebreos 2:3-4)
Si además Saulo dijo a los Filipenses que cuidasen la salvación con mucha precaución, temiendo el perderla, ¿nos fiaremos de humanos y sus doctrinas, o mejor lo haremos de los apóstoles y su Maestro Jesús, el cual recibió claras ordenanzas del Padre?: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” (Filipenses 2:12-13) Pero no sólo Saulo (Pablo) y nuestro Señor Jesucristo advirtieron sobre la necesidad de “regar la planta” de nuestra salvación con cuidado, buen mantenimiento, constancia, esfuerzo y producción, sino que también lo afirmó Cefas, Simón Pedro: “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.” (2ª Pedro 2:20-22)
Si la salvación no se pierde, ¿cuál fue el destino de Ananías y su esposa al sustraer el dinero de la herencia? ¿No habían ya aceptado al Señor y seguían la doctrina de los apóstoles? (Hechos 5:2-12), ¿O la carta a las 7 iglesias?, si ya son de Cristo, ¿por qué les exhorta a “volver al primer amor” y tener cuidado de que puedan ser “desechados”? ¿Por qué Jesús diría aquello a las iglesias si ya los asistentes son salvos por gracia? Jesús siempre enfatiza que seamos fieles y perseveremos “hasta el final” y “hasta la muerte”, ¿y si no es así? ¿Qué pasa si no lo hacemos? El Libro de la Revelación de Juan en sus capítulos 2 y 3 es muy enfático sobre esto, incluso advierte a los que se desvían, que si no cambian de actitud, anquen hayan sido llamados a la salvación por la gracia de Jesucristo, los eliminará: “Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca.” (Apocalipsis 2:16) Incluso sobre los de Tiatira dice que expulsen a la mujer Jezabel de entre ellos: “Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras. Pero a vosotros y a los demás que están en Tiatira, a cuantos no tienen esa doctrina, y no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás, yo os digo: No os impondré otra carga; pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga.” (Apocalipsis 2:23-25)
¿Retener qué cosa?
Hemos de retener la enseñanza del regreso de Jesucristo, que lleva a dar frutos, manteniéndonos en unción y aprendizaje de la palabra de Dios: “Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle! Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas. Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.” (Mateo 25:1-12)
Aún, sobre los de Sardis el Señor “dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios.” (Apocalipsis 3:1-2) Si Jesús fue firme en esta exhortación a los que avivaban el fuego del evangelio y la vida en Cristo, pasadas siquiera 6 décadas de su ascensión a los cielos, ¿qué será con la perversa e incrédula generación del presente? Y añadamos la profecía sobre la iglesia de los laodicenses que aduce: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.” (Apocalipsis 3:15-16) Hermanos, estas ni son palabras halagüeñas ni aprueban la doctrina de “salvos, siempre salvos”. Pero no hace falta irse a la Revelación de Juan para ver cómo tenemos que encaminarnos: “No tenga tu corazón envidia de los pecadores, Antes persevera en el temor de Jehová todo el tiempo; Porque ciertamente hay fin, Y tu esperanza no será cortada.” (Proverbios 23:17-18) Muchos se han extraviado, aun habiendo conocido la palabra de justicia y experimentado el poder de Dios. Ellos solo se desechan, y los otros, los que son mediocres y tibios, vienen a ser iguales a los cobardes, y sepan, los que así son y así piensan, que los apóstoles desecharon aún su propia vida.
“Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” (Apocalipsis 21:8) Sobre los que se dicen ser justos o apóstoles, pero sus obras demuestran que no lo son, Juan Zebedeo escribió: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo.” (2ª Juan 1:9) A pesar de todo esto, y de que millares se carcomerán de impotencia al no ser contados en el Arrebatamiento, se les dará la oportunidad de mostrar su valía y cómo han de aplicar la gracia de Dios en sus vidas, en aquella etapa de reinado del Hijo de la Perdición: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.” (Apocalipsis 20:4) Esto es sobre los que serán asesinados por ser fieles a Cristo, aún habiéndose quedado, ya que no fueron dignos de ser llevados, pero valorarán la segunda oportunidad que les es dada –incluso siendo salvos por gracia-, y también unos pocos sobrevivirán hasta que el Señor regrese para imponer su Milenio de paz: “Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días.” (Daniel 12:12) Hermanos, si todos son dignos, ¿por qué “uno será tomado y otro será dejado”? En todo caso, si mueren por obra de la Bestia –ya sea por las plagas, la guerra, los cataclismos, el hambre o siendo capturados por el sistema, torturados y ejecutados-, serán resucitados para ser administradores con Cristo durante el Milenio Mesiánico: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.” (Apocalipsis 20:6)
Si la salvación es lo contrario a la condenación venidera, significa que si lo conseguimos, seremos salvados de la ira. Ser salvos por Cristo no nos exime del resultado final que nosotros consigamos con nuestro esmero y lucha. De hecho, hasta que Satanás no sea expulsado del cielo, la salvación, realmente, y como tal, no comenzará a manifestarse: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.” (Apocalipsis 12:10) Hasta entonces hay que mantenerse firmes, ser constantes en la oración y en la unción; mantener avivados los frutos de la obra y “guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1:27). En palabras de Judas, hijo de José, uno de los 4 hermanos de sangre de nuestro Señor: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos.” (Judas 1:3) Muchos que se dicen creyentes, tratarán de pasar desapercibidos y justificarse delante del Señor, pero sencillamente “no entrarán en su reposo” ni participarán de “las Bodas del Cordero”, puesto que también fue expresado en parábola: “Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.” (Mateo 22:11-14)
Tenemos entonces que la salvación es algo por lo que hay que luchar, algo que hay que mantener y algo que se debe hacer crecer: “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor.” (1ª Pedro 2:1-3) Y tanto que es un “premio”, la salvación es el resultado final de la obediencia y frutos que deben venir con la fe, es decir, con el creer en Dios y visualizar el significado de su Reino. Entonces habremos alcanzado la meta, “obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.” (1ª Pedro 1:9) Y Cefas escribe también “que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.” (1ª Pedro 1:5) No cantemos victoria, antes bien, ganémonos la corona para ser “herederos de la salvación” (Hebreos 1:14) venidera y partícipes del Reino de Dios: “Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo…” (1ª Tesalonicenses 5:8-9)
Entre las cosas que nos ayudan a poder edificarnos y subir peldaños en la escalera que lleva a la vida eterna o que nos ayudan a mantenernos en la vía que lleva a la salvación (Hechos 16:17), está el conocimiento de la Palabra, la Escritura, y de la sabiduría: “…y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.” (2ª Timoteo 3:15) Puede ayudar por la fe, o sea, que por el conocimiento de la Biblia adquieren convicción de las cosas, y esto nos puede ayudar a nuestro aprovechamiento en el “Cuerpo de Cristo” y a nuestra propia salvación. También en una carta a Timoteo se explica que Saulo daba ejemplo y luchaba para que los escogidos pudiesen llegar a la salvación, no que la hayan tenido al aceptar al Señor, sino que se mantuviesen íntegros y aprendieran de Pablo: “Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna.” (2ª Timoteo 2:10) Porque si la salvación ya fuese un hecho irrevocable e inamovible, una vez aceptamos a Jesús, Saulo no habría escrito: “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos.” (Romanos 13:11) Está más cerca, pero no ha llegado todavía.
Pámpanos que no dan fruto
De nosotros se espera mucho, e igual, si no producimos, ciertamente, seremos desechados, ya que si creemos por fe y somos santos, nos equiparamos a un buen árbol, y este debe dar, no meros frutos, sino más que eso: “buen fruto”, y es que “del tesoro del corazón saca el hombre las cosas” (Mateo 12:35). Jesús expuso la seriedad de lo que exige de los creyentes en varias parábolas, añadiendo lo que les pasará si obedecen, o si en cambio, se cruzan de brazos: “Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.” (Mateo 25:14-30) Este mismo ejemplo lo podemos ver en Lucas 19:13 cuando habla de la parábola de las minas.
Por:
Frederick Guttmann R.
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