La Religión al Alcance de Todos

24 Marzo 2004
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La Iglesia católica apostólica romana, como la católica
apostólica griega, como la católica apostólica episcopal,
como las católicas apostólicas protestantes, porque todas
ellas se llaman a sí mismas católicas y apostólicas,
sostienen que la religión cristiana es la única verdadera.
¿Por qué ha de ser cierto lo que ellas dicen? Porque las
Iglesias cristianas afirman que su religión tiene por base
un libro dictado por Dios, por cuya razón le
llaman las Sagradas Escrituras, o sea la Biblia.
-¿Y quién nos garantiza que lo que dicen esas Iglesias es cierto?
-Sus propios ministros.
-¿Y tienen ellos algún interés en engañamos? Tanto,
que si los cristianos llegasen a comprender que la Biblia no
está escrita por Dios, la mayor parte de esos sacerdotes se
moriría de hambre si no se dedicaba a trabajar en otra cosa.
(TEXTO DE R. IBARRETA).
Armando Ortega.
 
Re: La Religión al Alcance de Todos

La Iglesia católica apostólica romana, como la católica
apostólica griega, como la católica apostólica episcopal,
como las católicas apostólicas protestantes, porque todas
ellas se llaman a sí mismas católicas y apostólicas,
sostienen que la religión cristiana es la única verdadera.
¿Por qué ha de ser cierto lo que ellas dicen? Porque las
Iglesias cristianas afirman que su religión tiene por base
un libro dictado por Dios, por cuya razón le
llaman las Sagradas Escrituras, o sea la Biblia.
-¿Y quién nos garantiza que lo que dicen esas Iglesias es cierto?
-Sus propios ministros.
-¿Y tienen ellos algún interés en engañamos? Tanto,
que si los cristianos llegasen a comprender que la Biblia no
está escrita por Dios, la mayor parte de esos sacerdotes se
moriría de hambre si no se dedicaba a trabajar en otra cosa.
(TEXTO DE R. IBARRETA).
Armando Ortega.

En la iglesia ortodoxa muchos sacerdotes (sobre todo los casados) viven de su propio trabajo, es el caso normalmente de los que viven en zonas rurales, ya que muchas veces se elige una persona del pueblo para ser sacerdote, muchas veces la iglesia no puede pagar un sueldo y el sacerdote tiene que complementar sus ingresos para mantener a su familia y otras veces se conforman con un sueldo pobre para poderse dedicar a su iglesia.

Saludos
 
Re: La Religión al Alcance de Todos

Y si las Sagradas Escrituras no son divinas, ¿cómo se
explica el que los gobernantes, que deben ser personas
entendidas, hayan permitido este engaño durante tantos
siglos?

Os lo explicaremos en las menos palabras posibles. La
religión cristiana no ha sido siempre la de los españoles;
durante miles de años tuvieron religiones muy diferentes.
La que tenían antes del cristianismo se había puesto
muy vieja, es decir, después de durar muchos siglos,
todos fueron poco a poco comprendiendo que no
podía ser la verdadera, a pesar de que también
aquella religión había hecho y hacía milagros. Los
Gobiernos de aquellos tiempos, que se habían valido
de los sacerdotes de la religión vieja para mandar, se
encontraron sin aquel apoyo, y después de examinar
varias religiones adoptaron la cristiana, la cual, de la
manera que entonces se practicaba, era muy superior a la
religión antigua; pero, a pesar de la superioridad evidente
de la religión cristiana, no era posible convencer al pueblo
de que fuese más verdadera que la vieja.

-Pero, ¿qué necesidad tenía el Estado de la
Iglesia para gobernar?

-Tenía mucha necesidad, porque en aquellos tiempos
no había ejército permanente para conservar el orden
dentro de España, y corno el gobierno cometía todo
género de abusos, se valía dé los curas para contener
a los pueblos, engañándolos.

-¿Y por qué no se sostenía un ejército permanente?

-Porque entonces España era mucho, muchísimo más
pobre que ahora, y estaba muy mal organizada la
administración; de suerte que no había dinero para pagar
soldados más que en tiempo de guerra.

-Pues, qué, ¿no tenía que pagar a los curas?

-No. Entonces los curas no cobraban sueldo del
gobierno, sino que tenían lo que se llamaba diezmo,
es decir, que todos estaban obligados a entregar a
la Iglesia la décima parte de lo que recogían, fuese
trigo, fuese lo que quisiera; y el que no lo hacía era
excomulgado y se le echaba a la cárcel, y se le
confiscaban todos sus bienes.

-¿Y por qué no se pagan ahora los diezmos?

-Como os pernos dicho, los gobernantes que
implantaron la religión cristiana tuvieron que fingir
creer en ella para convencer al pueblo, y, al efecto,
cada vez que se fabricaba algún gran milagro se
organizaban procesiones magníficas, a las que
concurrían no sólo un sinnúmero de Curas y muchos
obispos, sino todos los jefes del gobierno, todos
los altos dignatarios, toda la nobleza, que en aquellos
tiempos era muy poderosa, todo, en fía, lo principal
de la nación, y se prostraban de rodillas ante algún
pedazo de hueso, o alguna virgen que aseguraban
había caído del ciclo.

-Y si esto es así, ¿por qué lo s gobiernos no
suprimen todos los curas?

-Porque vosotros no los dejáis.

(TEXTO DE R. IBARRETA).
Armando Ortega.
 
Re: La Religión al Alcance de Todos

En la iglesia ortodoxa muchos sacerdotes (sobre todo los casados) viven de su propio trabajo, es el caso normalmente de los que viven en zonas rurales, ya que muchas veces se elige una persona del pueblo para ser sacerdote, muchas veces la iglesia no puede pagar un sueldo y el sacerdote tiene que complementar sus ingresos para mantener a su familia y otras veces se conforman con un sueldo pobre para poderse dedicar a su iglesia.

Saludos

Gracias. Seguramente muchos ministros de Jehová, como de Aláh y otros dioses, son personas sinceras, dedicadas y sacrificadas. Desgraciadamente son la minoría.
Armando Ortega.
 
Re: La Religión al Alcance de Todos

Gracias. Seguramente muchos ministros de Jehová, como de Aláh y otros dioses, son personas sinceras, dedicadas y sacrificadas. Desgraciadamente son la minoría.
Armando Ortega.

La verdad no es democractica, sabemos que es sano hacer ejercicio pero hay poca gente que hace ejercicio y menos la que se dedica horas y horas a hacer ejercicio, sin embargo son nuestros ejemplos en el deporte.

Los mejores por lo regular serán los menos.

Saludos
 
Re: La Religión al Alcance de Todos

-¿Cómo que nosotros no los dejamos?

-Porque los curas son muchos miles: no hay aldea en
que no haya alguno, y los campesinos creen cuanto
ellos les dicen. ¿Lo dijo el señor cura? Pues debe ser
así, y es necesario obedecer. Si mañana el Gobierno
suspende la paga a los curas, os encontráis que no hay
quien os diga misa, ni quien os confíese cuando muráis,
ni haga todas esas mil fórmulas que, desde que tenéis
uso de la razón, habéis visto practicar a todos,
empezando por vuestros padres, como la única manera
de adorar a Dios y de ir al cielo.

¿Creéis que entonces costaría gran trabajo a los curas
sublevar a los pueblos de los campos?

Pues sencillamente en que los curas de las Provincias
Vascongadas y Navarra y parte de Aragón y Cataluña,
hicieron tomar las armas a todos los habitantes,
asegurándoles que la causa de Carlos VII era la
causa de Dios.

-¡Toma, toma! Pues ahora comprendemos, por qué
los curas de nuestro pueblo tienen todos el retrato de
Don Carlos y el de una doña Margarita, que dicen
es su mujer.

-Precisamente. Y por ese enorme poder que todavía
conservan sobre vosotros los pobres por efecto de
vuestra ignorancia, es por lo que los gobernantes,
por más que algunos lo deseen, no se atreven a tocar
a los curas, esperando que con el tiempo vosotros
iréis aprendiendo y descubriendo cuan engañados estáis.

-¿Y hay otras religiones además de la cristiana?

-Sí; hay muchas.

-¿Y son muy malos los hombres de las otras religiones?

-No son mejores ni peores que vosotros.

-¿Y tienen esos hombres Escrituras Sagradas?

-Sí; los que creen en esas religiones tienen también
libros que sus sacerdotes dicen fueron escritos por Dios,
y que son completamente distintos de nuestras
Sagradas Escrituras.

-¿De suerte que a los que nacen en aquellos países
les es imposible creer que la religión cristiana es
la verdadera?

—Completamente imposible, que es lo mismo que
a vosotros os sucede respecto a sus religiones/.

-¿Y son muchos los que creen en esas religiones?

-Más del doble que todos los cristianos, católicos,
romanos, griegos y protestantes reunidas.

-¿Y son sus religiones tan antiguas como la nuestra?

-Sus religiones existen desde miles de años antes
que la vuestra. Pero, en fin —nos diréis— si los
cristianos no os pueden probar que sus Sagradas
Escrituras son más divinas que las de esas religiones,
vosotros tampoco podréis probar que no lo son.

-Si presentándoos los Vedas, que son las Sagradas
Escrituras de la religión de Brahma, os mostramos
que su Dios se contradice, no creeréis en él;
sí presentándoos el Coran, que son las Sagradas
Escrituras de los mahometanos, os mostramos que
su Dios miente, no creeréis en él. Pues bien,
si presentándoos la Biblia, que son las Sagradas
Escrituras de los cristianos, os mostramos de la
manera más palpable que su Dios se contradice
y miente, cendréis que confesar que ese Dios es
tan falso como cualquiera de los anteriores. Ésto
es lo que os vamos a probar, no de una, sino
de veinte maneras diferentes en esta pequeña obra.
(TEXTO DE R. IBARRETA).
Armando Ortega.
 
Re: La Religión al Alcance de Todos

EL UNIVERSO Y LA TIERRA

En el principio la Tierra estaba hecha ascuas, o
incandescente; durante muchos millones de años todo
estuvo derretido, todo hervía en nuestro mundo, lo mismo
el hierro y los demás metales, como las rocas.

El agua que hoy forma nuestros mares estaba convertida
en vapor como el agua de las calderas de una de nuestras
locomotoras.

En el transcurso de millones de siglos el mundo fue
enfriándose y se formó una costra sólida, cada vez más
gruesa. Mientras esta costra fue muy delgada, los
movimientos de las materias derretidas del interior la
levantaban por unos lados y la hundían por otros; de aquí
las desigualdades del terreno, de aquí las montañas y
los valles.

Por último, la costra fue bastante espesa para resistir
las fuerzas interiores; su superficie se fue enfriando;
el agua, que el calor tenía convertida en vapor en forma
de nubes, fue condensándose y formando los mares. La
Tierra poco a poco fue cubriéndose de plantas y animales,
muchos de ellos muy diferentes de los que hoy existen,
y de los cuales el más perfecto que conocemos es el hombre.

Se preguntará cómo es que sabemos todo esto. Lo
sabemos porque Dios nos lo ha dicho; pero no nos lo
ha dicho inspirándonos el Espíritu Santo; no nos lo ha
dicho tomando figura humana y poniéndose a discutir con
nosotros ni tampoco hemos oído ninguna voz que viniendo
del cielo, nos informase de ello, sino que Dios nos concedió
la razón, y la razón nos muestra que todo lo que decimos
tiene que ser verdad.

Figurémonos, que, después de haber dormido profundamente
despertamos y hallamos un día sereno y despejado.
Salimos y encontramos el suelo seco, pero vemos las
piedras lavadas y pequeños surcos, como de agua que ha
corrido: esto nos hace suponer que ha llovido. Continuamos
nuestro paseo, y al llegar al río hallamos árboles arrancados
junto a sus orillas, así como tierras y plantas arrastradas. El
cielo está despejado, nosotros no hemos oído llover, nosotros
no hemos visto la crecida del río; pero la razón, la razón divina
nos muestra que ha llovido, y que el río ha salido de madre.

Pues bien; en nuestro mundo hay pruebas tan claras
como esas. Sabemos que la tierra ha estado hecha
ascuas, porque todavía está incandescente en su interior;
y sabemos que esto es así, porque vemos salir por los
volcanes, que se hallan en comunicación con el fuego
central, las materias derretidas y correr como un río de
fuego líquido por las faldas de los montes, y vemos que
después que este río se enfría queda convertido en piedra,
como las rocas que forman nuestras montañas.

Sabemos que la costra o cáscara de nuestro mundo no
puede tener más de cien kilómetros de grueso, porque
según bajamos en las minas sentimos más y más calor,
y con el termómetro, que es un instrumento para medirle,
podemos calcular que a veinte leguas de profundidad
será tal el calor, que todo estará derretido.

Sabemos que ha habido animales diferentes de los que
hoy existen, porque hemos encontrado sus huesos.
Sabemos que cuando la costra de nuestra tierra era
más delgada y endeble, la fuerza de las materias y los
gases interiores han causado terremotos espantosos,
en los que países enteros, diez veces mayores que España,
se hundieron, anegándolos el mar, y después que
millones de años, nuevos movimientos los levantaron,
derramando los mares sobre otros puntos; y sabemos esto,
porque a muchos cientos de leguas de donde ahora está
el mar, y hasta en las cumbres de altas montañas,
encontramos conchas marinas y esqueletos de
peces. Sabemos que nuestras minas de carbón de piedra
son bosques inmensos en las terribles conmociones que
entonces tenía la Tierra quedaron enterrados, y el calor
los carbonizó, haciendo así la Naturaleza, en grande escala,
lo que los carboneros hacen en pequeña.

Si el carbón se ha convertido en piedra, es por efecto
de los incalculables años que han pasado; y sabemos
que son árboles quemados, porque en los pedazos de carbón
vemos la forma de troncos y las vetas de la madera,
lo mismo que lo vemos en el que hacemos nosotros.
Sabemos que el hombre proviene de otros anímales,
porque éstos tienden a perfeccionarse, adaptándonse así
a las condiciones más a propósito para las necesidades
de la vida; y sabemos que esto es así porque lo vemos,
y aquí tenéis un ejemplo.

Hay en la América del Norte unas profundas y grandes
cuevas en las que reina perpetuamente la obscuridad más
completa. En aquellas cuevas hay lagunas, y en las lagunas
peces, y los peces no tienen ojos. Coged algunos de ellos,
ponedlos en un estanque cubierto de modo que penetre
un poco la luz; dejad que críen, y aumentad algo la luz; y
cuando vuelvan a criar, dad más luz, aumentándola así
cada nueva cría hasta que, por fin, críen a la luz del sol.
Mirad entonces vuestros peces, y encontraréis que tienen ojos
como los demás.

Hay más. Os hemos dicho que la vida no se crea, sino
que existe desde que el mundo existe, y esto es tan cierto
que en vano trataréis de destruirla. La vida que anima al pollo,
existía en el líquido del huevo. Cortadle la cabeza al pollo y
tiradlo. Quince días después id a verle, y encontraréis que
el pollo no está como lo dejasteis: huele mal, tiene
gusanos, se ha podrido, según decís vosotros. Pues,
¿sabéis lo que es la podredumbre? Es la vida. Matasteis
el pollo, pero no matasteis su vida, la cual ha tomado la forma
de esa podredumbre; porque si hubieseis matado su vida,
el pollo habría continuado como estaba recién muerto.
Tomáis al pollo y lo tiráis en el campo,, y la planta de trigo
absorbe su jugo, y la vida, que hizo del huevo un pollo, y
del pollo abono, hace del abono trigo, y el trigo lo coméis
en el pan, y continúa transformándose en otra cosa; y así
sucesivamente.

Vosotros habréis oído hablar, y acaso habréis visto, una
casta de palomas que se llaman mensajeras. Coged una
de ellas, tomad el ferrocarril y alejaos de vuestro pueblo,
salid fuera de la provincia, fuera de España, llevadla a cien
leguas, y soltadla allí. La paloma se eleva a cuarenta o
cincuenta varas, vuela en redondo dos o tres veces y de pronto,
como si hubiese visto su palomar, parte como una flecha,
y desanda las cien leguas en algunas horas, dejando atrás
todos los trenes de ferrocarril y presentándose en su casa.

La paloma no ha podido ver el palomar a esa inmensa distancia,
ni es posible, pues siendo la tierra redonda, como ya veremos,
esta forma ocultaría el palomar a sus ojos; luego no es la vista,
no es el olfato, porque no se huele a los quinientos cincuenta
kilómetros que la paloma se halla de su casa; no es ninguno
de los cinco sentidos que tenemos nosotros. ¿Qué sentido
puede guiarla? Se ignora, porque para que nosotros
supiésemos en qué consiste ese sentido, sería necesario
que nosotros lo tuviéramos. Ese es el mismo sentido que
hace que la abeja vuelva a su colmena y el perro a su casa.

Loshombres, que somos muy vanidosos, no hemos querido
reconocer esa superioridad de los animales en muchas cosas;
y esos prodigios que ellos hacen y de los que nosotros
somos incapaces, los calificamos no de sentido superior
al nuestro, sino de instinto. Esto y mil cosas que sería
largo de explicamos, las sabemos porque Dios nos
lo ha enseñado dotándonos de razón y de inteligencia.

Como antiguamente las ciencias estaban muy atrasadas,
los hombres ignoraban cómo se había formado el mundo
y, por consiguiente, no sabiendo cómo explicar el fuego
que salía de los volcanes, se imaginaron que aquéllos
debían ser las entradas de alguna cueva terrible. De aquí
el que los sacerdotes, no de la religión cristiana, porque
entonces no había religión cristiana, sino de otras religiones,
dijesen que debajo de tierra había unos antros espantosos,
en donde eran atormentados los que no les obedecían,
asegurando que ellos tenían poder para entrar en ellos
"y salir sin que les sucediese nada; y los pueblos
lo creían, y temblaban cuando los sacerdotes les
referían los tormentos que ellos habían visto dar a
los que condenaban. De aquí los ministros de la religión
cristiana sacaron la fábula del infierno.

II
Nuestra Tierra no es plana, como parece a la vista,
sino redonda. Las montañas, que a nosotros nos parecen
tan altas, no valen nada comparadas con el tamaño
del mundo.

Tomad una naranja de cáscara áspera y veréis en ella
una porción de verruguitas o pequeñas protuberancias,
lo cual no impide que la naranja sea redonda. Pues menos,
mucha menos importancia que esas ligeras asperezas
tienen para alterar la forma de la naranja, tienen nuestras
más altas montañas para alterar la forma redonda de
nuestra Tierra; del mismo modo que ella, son redondos
todos los astros, el Sol, la Luna y las estrellas.

El cielo no es una bóveda sólida de cristal azul, del
otro lado de la cual están los dioses Padre, Hijo y Espíritu
Santo, acompañados de la Virgen y de los Santos; esto
es como la creencia de los conejos, que se imaginaban
que el cielo era un monte y que los ángeles servían para
no dejar entrar a los cazadores; lo que a la vista parece
bóveda azul, es ese mismo espacio sin fin por el que
nuestro mundo vuela; en el espacio, o sea el vacío, no hay
aire; pero el globo de nuestra Tierra, así como otras tierras
que hay en el Universo, está rodeado de lo que llamamos
atmósfera, sin la cual no podríamos respirar y, por lo tanto,
moriríamos. La atmósfera, o sea el aire, es transparente,
de lo contrario, ni nos veríamos unos a otros, no veríamos
el sol, ni nada; la atmósfera siempre tiene humedad bajo la
forma de partículas infinitamente pequeñas y, por lo tanto,
invisibles.

La luz reflejando en esa humedad y en el polvo que flota
en ella, produce el color azul que vemos. Cuando la humedad
ya es mucha, pierde la transparencia y el azul, poniéndose
blanca o rosada, según el modo como recibe la luz del sol;
a esa humedad condensada es a la que llamamos las nubes;
por último, cuando las nubes se cargan excesivamente
de humedad, la atracción de la tierra las hace caer, entonces,
decimos que llueve.

Si al llover da la casualidad de que brille el sol, entonces ya no
vemos ni el color azul del cielo claro, ni el de las nubes,
sino muchos colores; esto es lo que llamamos el arco iris.

Siendo la Tierra redonda, claro es que el Sol no puede
alumbrarla toda a un tiempo, del mismo modo que nosotros
no podemos nunca ver de una vez una bola entera, sino la
mitad. El Sol, pues, no da luz más que a la mitad de la
Tierra que mira hacía él; y si ésta estuviese inmóvil,
sería siempre día en unos países y noche en otros. Pero
como el mundo gira una vez cada, veinticuatro horas, va
presentando, durante este tiempo, toda su superficie al Sol;
de suerte que, mientras amanece en un lado, anochece
en otro, y cuando son las doce del día para nosotros,
son las doce de la noche para los que están justamente
al otro lado de la Tierra. Las diversas posiciones que toma
el mundo al girar alrededor del Sol son las que producen
las estaciones. Si quisiéramos atravesar la Tierra con
un pozo que, pasando por el centro del globo, fuese a
salir al lado opuesto, o ensartarla de parte a parte con un
estoque, necesitaríamos hacer un pozo o conseguir un
estoque de 12.733 kilómetros, o sea de 21.300 leguas
españolas, que es el largo que habría de tener un eje
que quisiéramos ponerle a nuestro mundo.

III
La Tierra gira, es cierto, es indudable; pero ¿por qué?
El Sol nos calienta y nos alumbra, no cabe duda; pero
¿por qué? Y así, en todas las cosas llegamos a un último
¿por que? que ni vosotros, ni nosotros, ni todos los
hombres que han existido, existen y existirán, podrán
nunca contestar, porque esa causa primera, de la que
sólo podemos conocer los efectos, o sea los resultados,
esa causa es Dios. Pero no creáis que Dios se alegra
o se incomoda; Dios no puede mentir, confiesa la
imposibilidad completa en que se hallan los hombres
para poder nunca comprender lo que es Dios; pero
si la ciencia nos dice esto lealmente, en cambio nos
demuestra de la manera más clara que Dios ni es ni
puede ser nada de lo que las religiones de los hombres
dicen que es, sea la religión cristiana, sea cualquier otra.

Para el animal racional de este mundo que llamamos
el hombre. Dios no es ni puede ser otra cosa que las
leyes inmutables de la naturaleza; y ya comprenderéis
que eso no puede tener cuerpo de ninguna clase,
lo mismo que no puede tener cuerpo la idea de que
dos y dos son cuatro, lo que no impide que la idea exista y
que sea una verdad de la que no podéis dudar. Para poder
comprender qué cosa es Dios, es necesario ser Dios.

Esto es todo cuanto los hombres, por más sabios que
sean, pueden contestamos; pero en cambio hay otros
hombres de mala fe que, aunque saben todo cuanto
sabemos nosotros, se han valido y se valen de esa
pregunta que vosotros y todos se han hecho y hacen, de
¿qué cosa es Dios? para explicároslo a su modo,
diciendo que ellos saben lo que es, que Dios mismo
se lo ha dicho, engañando así a los otros hombres para
dominarlos y vivir a costa de ellos. En unos países Dios
se llama de un modo, en otros de otro; en unos se explica
de una manera, en otros de otra; estos diferentes nombres,
estas diferentes explicaciones» son lo que llamamos religiones.
En España, la explicación es por el método católico romano,
y por eso decimos que la religión de los españoles es la
católica romana.
(TEXTO DE R. IBARRETA).
Posteado por Armando Ortega
 
Re: La Religión al Alcance de Todos

La verdad que me duermen y me dan mucha flojera los mamotretos de estos pseudointelectuales de quinta.

No lo digo por el que abre el tema, pues si a él le divierte creer que viene a "abrir los ojos" a los inocentes creyentes, pues allá él; lo digo por el autor que ha pegado Armando, pues son patéticos escritos plagado de lugares comunes mediocres, que sólo me han hecho perder el tiempo que pude aprovechar con lecturas de calidad, como ésta:

El Zarco: episodio de la vida mexicana en 1861-63
 
Re: La Religión al Alcance de Todos

La verdad que me duermen y me dan mucha flojera los mamotretos de estos pseudointelectuales de quinta.

No lo digo por el que abre el tema, pues si a él le divierte creer que viene a "abrir los ojos" a los inocentes creyentes, pues allá él; lo digo por el autor que ha pegado Armando, pues son patéticos escritos plagado de lugares comunes mediocres, que sólo me han hecho perder el tiempo que pude aprovechar con lecturas de calidad, como ésta:

El Zarco: episodio de la vida mexicana en 1861-63

Clemente, gracias por participar. Saludos.
Armando Ortega.
 
Re: La Religión al Alcance de Todos

Jesús está al alcance de todo el que quiera:

"Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente." Apocalipsis 22:17

Solamente hay que creer en Él para salvación:

"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." Juan 3:16

Si lo quieres, si tienes sed, solamente debes confiar en Él para recibirle.

Pero si no quieres...he ahí el problema, el no querer.

Dios les guarde...
 
Re: La Religión al Alcance de Todos

LA LUNA

La Tierra, o el mundo que habitamos, no es el único que
hay en el Universo. Muy cerca de nosotros tenemos uno,
al que hemos puesto el nombre de Luna.

La Luna es una tierra como la nuestra. Con los grandes
catalejos, llamados telescopios, que se usan para mirar
a los astros, vemos sus montañas y sus valles. El tamaño
de que se ve la Luna con esos telescopios es dos mil
veces mayor que a simple vista, es decir, que si según
la vemos, necesitaríamos para atravesarla un eje de
un palmo para hacer lo mismo con la Luna vista por el
telescopio, sería preciso un eje de dos mil palmos.

La distancia que nos separa de la Luna es de 384.000
kilómetros, lo cual no es nada comparado a las distancias
que nos separan de otras tierras. Antiguamente creían los
hombres que la Luna era luminosa, como lo es el Sol,
y que la luz crecía y menguaba con objeto de que nosotros
pudiésemos medir el tiempo, sirviéndonos de reloj; el Espíritu
Santo mismo era de esa opinión, según consta en la Biblia;
pero ha resultado que los antiguos, incluso el 'Espíritu Santo,
estaban equivocados.

La Luna es cuarenta y nueve veces más pequeña que
la Tierra, y gira alrededor de nosotros precisamente lo mismo
que hacemos nosotros alrededor del Sol; pero tiene una
particularidad muy noble y es que, en lugar de dar muchas
vueltas sobre sí misma mientras da una vuelta alrededor de
nosotros (como hace nuestra Tierra girando 365 veces
mientras gira una vez alrededor del Sol); tarda el mismo
tiempo en girar alrededor de nosotros que en dar vuelta
sobre sí misma, es decir, veintinueve días y medio en su
movimiento de rotación y veintinueve días y medio en su
movimiento de traslación, de lo que resulta que siempre
tiene el mismo lado vuelto hacia nosotros. Esto equivale a
colocarnos en medio de un cuarto y que una persona girase
a nuestro alrededor conservando siempre la cara hacia
nosotros y la espalda contra la pared, que es justamente lo
que hace la Luna con la Tierra; de suerte que nadie ha visto
ni verá jamás lo que hay del otro lado de nuestra vecina.
La Luna tiene un movimiento más que tenemos nosotros,
porque, además de girar sobre sí misma y alrededor de la
Tierra, como la llevamos siempre en nuestra compañía,
tiene que dar la misma vuelta que cada año damos nosotros
alrededor del Sol.

Nuestra Tierra es una luna para los habitantes de la Luna,
teniendo ellos la ventaja de que como nosotros somos
mayores que ellos, les alumbramos con una luz tan fuerte
como la que harían tres lunas y media. Naturalmente,
cuando para nosotros es Luna llena nuestra Tierra es Luna
nueva para los habitantes de ella. En cambio, cuando para
nosotros es Luna nueva, a ellos les toca estar entre la
Tierra y el Sol, y nuestro mundo es una magnífica luna para
ellos. La luz que le reflejamos es tal, que daremos de ello un
ejemplo conocido de todos. Cuando la Luna nueva tiene
dos o tres días, no sólo vemos la parte iluminada por el Sol,
sino la obscura también, distinguiendo la Luna entera. Esto
proviene de que, siendo la Tierra, como hemos dicho, Luna
llena para la Luna, cuando ella es nueva para nosotros,
la luz que reflejamos es tan fuerte, que iluminamos la
parte obscura de la Luna lo suficiente para distinguirla
desde aquí; en una palabra, lo que nos hace ver toda la
Luna es lo que sus habitantes deberán llamar la luz de la
Tierra. Cuando algunas veces, al pasar la Luna entre el Sol
y nosotros, quedamos los tres en línea recta, pasando ella
precisamente por delante del Sol, nos lo tapa y decimos que
hay eclipse de Sol. Esto no quiere decir que la Luna sean
tan grande como el Sol; éste es muchísimo mayor que aquélla;
pero como la Luna está cuatrocientas veces más cerca, le
tapa, como nosotros tapamos una casa poniendo la mano
a una corta distancia de los ojos. Cuando, por el contrario,
les tapamos nosotros el Sol a ellos, decimos que hay
eclipse de Luna, y ellos dirán que hay eclipse de Sol. Las
manchas que vemos en la Luna provienen principalmente
de las diferencias del terreno, y son las sombras que estas
producen. Sus montañas han sido medidas con tanta o
más exactitud que las de nuestro mundo.

Para concluir con nuestra Luna, haremos notar que el Espíritu
Santo dice en las Sagradas Escrituras que la Luna fue hecha
simplemente para alumbrarnos por la noche. Si los habitantes
de la Luna llegan a saber que hemos convertido a su mundo
en un farol, quedarán profundamente indignados porque seguros
estamos de que si como es dado suponer, también en la Luna
hay algún Espíritu Santo, no habrá dejado de informarles
de que nuestra Tierra es luminosa y gira alrededor de ellos
con el objeto de alumbrarles; todo lo cual pueden creer con
mucho más motivo que nosotros, pues ya hemos dicho
que nuestra Tierra es para ellos una magnífica luna, alumbrándoles
con una luz tres veces y media más fuerte que la que nosotros
recibimos de ellos. Esto sin contar con que, no teniendo allá nubes,
no se les puede nublar su luna.

(TEXTO DE R. IBARRETA)
Posteado por Armando Ortega.
 
Re: La Religión al Alcance de Todos

LOS PLANETAS

¿Qué es un planeta? Un planeta es una tierra o mundo
como el que habitamos; por consiguiente, nosotros vivimos
en un planeta al que llamamos la Tierra, el mundo, el
globo terráqueo o el mundo, sencillamente. De éstos hay
varios alrededor de nuestro Sol, y vosotros, sin saberlo,
veis en noches claras esos mundos que confundís con las
estrellas, porque brillan, al parecer, del mismo modo.
Pero sí los planetas brillan, no es porque sean soles,
como lo son las estrellas, sino porque reflejan la luz del Sol,
del mismo modo que ya hemos visto lo hace la Luna.
Si nosotros nos colocásemos en alguno de esos planetas,
veríamos brillar la Tierra como una estrella. Para los
habitantes de esos mundos, nosotros estamos en el
Cielo, así como ellos nos parecen a nosotros que
están en él.

Estos planetas o tierras giran sobre sí mismos y
alrededor del Sol lo mismo que nosotros lo hacemos,
con la única diferencia de que unos giran sobre sí
mismos más de prisa que otros, produciendo así
sobre cada uno de ellos días más cortos o más largos.
Igualmente los que están más apartados del Sol tardan
más tiempo en dar la vuelta alrededor de él, produciendo
años más largos, pues como sabemos, un año no es
más que el tiempo empleado en dar vuelta alrededor
del Sol.

He aquí los nombres de los ocho grandes planetas
o mundos que, como nosotros, giran alrededor del Sol,
empezando por el que está más cerca de éste; Mercurio,
Venus, Tierra (el planeta o mundo en que vivimos), Marte,
Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno.

Además, hay entre Marte y Júpiter, 172 pequeños mundos.

¿Queréis que hagamos un viaje para conocer estos
planetas compañeros y vecinos nuestros? ¿Sí? Pues
vamos al Sol, para empezar desde él nuestra excursión;
nosotros os pagaremos el viaje.

Nos instalamos con toda comodidad en un coche salón,
y pasamos el rato conversando.

Después de escucharos hablar cuatro horas seguidas
acerca del aspecto, del campo, de la cosecha y de la
venta de trigo y cebada que pensáis efectuar el próximo
sábado, que es el día del mercado en el pueblo en que
ambos residimos, aprovechamos la oportunidad
de oíros hablar con entusiasmo de un negocio cuyo
resultado tocaréis cuarenta años más adelante, para
haceros notar que, aunque vuestra razón debe mostraros
que para esa época habréis muerto. Eso en nada os
priva de sentir el mayor placer en vuestro
proyecto, y al efecto os explicamos cómo en el hombre
hay dos existencias distintas. La existencia natural,
que consiste en comer, beber, etc., y la existencia mental,
que nos hace vivir fuera del mundo sensible, transportándonos
al mundo de las ideas; resultando de todo esto que como
siempre que no dormimos pensamos en algo, vivimos real
y verdaderamente de las ilusiones que se forja nuestra
imaginación. Esta tendencia a gozar con las ideas es la
que hace que los hombres de noventa años y de más
tomen en sus negocios tanto interés como cuando
tenían treinta, pareciendo lo natural que, viéndose tan
cerca de la muerte les fuese todo indiferente.

Como probablemente habríais calculado que el viaje iba
a ser un poco más corto, desistiréis de vuestra excursión
y preguntáis por el próximo cruce para tomar el tren de
vuelta; pero, desgraciadamente, el ferrocarril del Sol
está organizado de distinta manera que los de nuestro
planeta, y resulta que, a pesar de ser tan largo el viaje,
no hay estación alguna en todo el camino, ni más vía
que una; de suerte que no queda más remedio
que continuar. Esto nos explica la tristeza de los viajeros,
porque ni volverán a poner sus pies en la Tierra, ni llegarán
jamás al Sol, muriendo en el camino, no sólo ellos, sino
sus hijos y sus nietos; en una palabra: los únicos que
tendrán probabilidades de llegar vivos al Sol serán los
bisnietos de los bisnietos de los que van en el tren y
que deberán nacer doscientos y pico de años más adelante.
De esto a estar de vuelta para el mercado del sábado hay
alguna diferencia, porque entre ir y volver se pasarán
unos quinientos sesenta y pico de años.

Acudamos nuevamente a nuestra inventiva, suponiendo
que un alambre nos une con el Sol, y que, por un sistema
desconocido, no sólo se pueden mandar despachos
telegráficos, sino hasta objetos y, por lo tanto, personas.

Figurémonos que cuelgan una caja en aquel alambre,
que entremos en ella, que la cerramos, que partimos
con la rapidez de la electricidad, y a los ocho minutos
y medio llegamos al Sol, apeándonos en él sin que el
calor tremendo de aquel homo de millones de leguas
nos haga ningún efecto.

III
Henos aquí en el Sol; allí nos espera un amigo nuestro,
el mejor y el único que tenemos, el mismo que nosotros
queremos sea también amigo de vosotros todos, y cuyo
nombre os diremos más adelante. Este amigo nos hace
entrar en una máquina, con la que podemos recorrer
el Universo en todas direcciones con la rapidez de la
electricidad o con el paso de tortuga de nuestros
ferrocarriles.

Salimos, pues, del Sol, y el primer planeta o mundo
que encontramos es Mercurio, que es el más cercano
a él; tanto, que si uno de nosotros fuese puesto allí,
quedaría asado como un pavo queda asado en un homo.
A sus habitantes les parecerá, sin embargo, que no
hace bastante calor en el invierno, porque también ellos
tienen invierno. Aunque están tan cerca del Sol, no le
tocan con la mano, porque se hallan apartados de él
cincuenta y siete millones (57.000.000) de kilómetros,
o sea ciento cincuenta veces la distancia que hay entre
la Tierra y la Luna. Mercurio es dieciocho veces más
pequeño que nuestro mundo; pero por lo demás,
tiene mares y tierra firme, montañas, atmósfera, nubes,
todo, en fin, igual a nosotros.

Pasemos al que sigue. Venus, que se halla a ciento
siete millones (107.000.000) de kilómetros del Sol,
y que después de la Luna es el planeta más cercano
a nosotros, no estando separados de él más que por
cuarenta millones de kilómetros. De todos los
mundos que conocemos éste es el más parecido
al nuestro; es, poco más o menos, del mismo tamaño,
y gira sobre sí mismo en igual tiempo que nosotros;
pero como está más cerca del Sol tarda sólo doscientos
veinticuatro días en dar la vuelta alrededor de aquél, y
por consiguiente ellos cuentan un año mientras nosotros
contamos doscientos veinticuatro días.

Las montañas de Venus son el doble de altas de las
más altas montañas de la Tierra, y sus nubes son
extraordinariamente blancas, reflejando con gran
intensidad la luz del Sol, y haciendo que parezca
la estrella más brillante del cielo. Venus es lo que
se llama el lucero del alba, o lucero de la tarde;
pues según la posición que ocupa con respecto a
nosotros en sus movimientos, unas veces lo vemos
antes de salir el Sol y otras en seguida después de
ponerse.

Pasemos delante y acerquémonos al planeta que
sigue, al que creemos reconocer, y así es en efecto,
porque lo hemos visto mil veces representado en
la forma de un globo de cartón o de madera, con
sus mares y sus continentes dibujados en él; es,
en fin, el planeta en que vivimos; es la Tierra. Esta
se halla como sabemos, a ciento cuarenta y ocho
millones de kilómetros del Sol.

Nuestro amigo, al notar el interés con que miramos este
planeta, pone ante nuestros ojos un aparato con el
cual vemos todo tan claro como si estuviésemos sobre
la Tierra misma, «y que nos permite abarcar al propio
tiempo toda la mitad de la inmensa mole que mira
hacía nosotros, en medio de la cual se halla América
en aquel momento. Allí vemos un país inmenso cruzado
por ferrocarriles de miles y miles de leguas que unen
entre sí magníficas ciudades, y sobre las que corren
innumerables trenes. Este país se llama los Estados
Unidos de América, el país, o mejor dicho, la nación
o el pueblo más joven, y, sin embargo, el más adelantado
del mundo. Mirad esos ríos de media legua de ancho y
demás, cubiertos de infinitos vapores; mirad aquel
campo, tan grande él solo como una provincia de
España, y ved las grandes máquinas de vapor con que
aran, y que hacen no uno, sino cuatro surcos al mismo
tiempo. Pero, ¿a que no veis ningún soldado?

Es que no hay más que los bastantes para contener
a las tribus de indios salvajes que están mil leguas más allá.

Aquí hay muchos millones de hombres y mujeres que
jamás han entrado en ninguna iglesia, ni aun para
casarse, porque aquí pueden casarse sin necesidad de
curas; millones de hombres y mujeres que no han sido
bautizados, y nadie cree que por eso sean peores
que los demás hombres y mujeres cuya religión se
llama la ‘caridad’, religión que no tiene más misas ni más
rosarios que hacer bien al prójimo, religión cuyos fieles
no tienen más iglesia que los hospitales que construyen
y mantienen para curar a los enfermos, o los asilos para
los viejos, los ciegos y todos los que están impedidos
para trabajar, o las casas que fabrican expresamente
para que los pobres trabajadores puedan vivir
en ellas limpios y barato. Cuando mueren, no va ningún
cura que haga cruces en el aire ni diga palabras en latín;
sus bendiciones y sus oraciones son las lágrimas que
derraman aquellos seres a quienes hicieron bien durante
su vida, y que acompañan su cadáver.

Aquí no hay...
Pero la Tierra, continuando en su movimiento, nos oculta
la gran nación norteamericana, y en cambio pasa ante
nuestros ojos un inmenso mar, sembrado de miles de islas;
es el Océano Pacífico. Dé pronto un continente enorme se
va presentando: es el país mayor de la Tierra: el Asia.

Acabamos de ver al pueblo más joven; ahora vemos al país
más viejo; acabamos de ver el movimiento, el progreso, y
ahora vemos la inmovilidad que conserva a este país
en el mismo estado que hace seis mil años; acabamos de
ver un pueblo cuyo gobierno no mantiene sacerdotes de
ninguna religión, y ante nosotros se presenta otro que los tiene
por cientos de miles.

Aquí, miles de años antes de existir la religión de los
españoles, existían las religiones que tenéis a la vista.
Ved sus templos, cuán diferentes son de los vuestros;
observad sus ceremonias, que en nada se parecen a la
misa, ni a las que veis en vuestras iglesias; mirad sus
imágenes de dioses, que ninguna analogía tienen con las
vuestras.

-Eso no es verdad —exclama nuestro paisano—, porque
allí, dentro de aquel templo, veo yo una cosa que se
parece a la Trinidad, solamente que no son dos hombres y una
paloma, sino tres personas que salen del mismo cuerpo.

-Tenéis razón, esa es la Trinidad Brahamánica, de lo que,
como más adelante veréis, sacó la suya la religión cristiana;
porque esta Trinidad existe desde muchos siglos antes
de haber nacido Jesucristo.

-Pero, ¿cómo nos decís que aquí no hay cristianos
si estoy viendo al Papa vestido lo mismo que lo veo en las
estampas, con esa cosa en la cabeza que llaman la tiara?

-Ese no es el Papa de los católicos romanos, sino el
Papa de los budistas, que es una religión que existe desde
mucho antes que la vuestra.

-Pero, hombre, ¿la religión cristiana está hecha de retazos
de otras religiones? —Esa es la verdad, como veréis en este libro.

Nuestro amigo toca un botón y haciéndose pasar por
delante del próximo mundo, que es nuestro vecino Marte,
nos encontramos de pronto en medio de una multitud de pequeños
planetas.

-¿De dónde diablos ha salido tanto mundo chico?
—pregunta nuestro paisano—.

-Pues han salido dé un planeta mucho mayor, que nuestra
Tierra, al que la fuerza de los gases interiores hizo reventar,
arrojando sus pedazos tan lejos unos de otros, que cada
uno se ha convertido en las pequeñas tierras que veis. Si
son todos redondos, es por efecto del movimiento de rotación
que, haciendo bailar como un trompo a cada pedazo,
los ha hecho redondos. Este movimiento, como os hemos
explicado, lo tienen todos los cuerpos celestes; de este
movimiento proviene el que todos los cuerpos en el espacio
hayan tomado la forma redonda que tienen.

Dejemos estos mundos de Juguete y continuemos al
siguiente planeta o mundo, ante el cual quedamos estupefactos,
porque lo que ante nosotros se presenta no es un mundo
poco más o menos como el nuestro, sino un mundo 1.234
veces mayor que el nuestro, o lo que es lo mismo, que del
planeta Júpiter, que así le llamamos, se pueden sacar mil
doscientas treinta y cuatro Tierras como la nuestra.

Cómo Júpiter está mucho más lejos del Sol que nosotros
(770 millones de kilómetros), tarda doce veces más tiempo
en dar su vuelta alrededor del Sol, de lo que resulta
que su año es igual a doce años de los nuestros, y sus
cuatro estaciones son de tres años cada una. Si sus
habitantes viven tantos años de los suyos como nosotros
de los nuestros, un hombre de Júpiter, de cincuenta años,
tendrá seiscientos de los nuestros. A este
planeta le acompañan no una, sino cuatro lunas.

Pasamos corriendo delante de Urano, que no es más que
sesenta y cuatro veces mayor que nosotros, y no tiene
más que cuatro lunas, y vamos -derechos a Neptuno, que es
el mundo que más lejos se halla del Sol, pues le separa
de él la tremenda distancia de cuatro mil cuatrocientos
millones (4.400.000.000) de kilómetros. Como está tan lejos, la
vuelta que da alrededor del Sol es muchísimo mayor que la
de la Tierra; de suerte que ellos tardan ciento sesenta y
cinco años nuestros en darla, o lo que es lo mismo, el año
para los habitantes de Neptuno es ciento sesenta y cinco
veces más largo que para nosotros.

Allá los niños que maman un año están mamando ciento
sesenta y cinco años de los nuestros. Los chicos de
doce años en Neptuno tendrían aquí mil novecientos ochenta
años, y, por consiguiente, habrían nacido antes que Jesucristo.
Sus hombres de cuarenta existirían desde hace seis mil
seiscientos años, y, por lo tanto, habrían existido desde
más de setecientos años antes de la época en que nos
dice la Iglesia cristiana que Dios creó el Universo, y que fue,
según ella, hace 5.882 años nada más. El mundo Neptuno
es ochenta y cuatro veces mayor que el nuestro, y tiene
una sola luna. A la gran distancia que se. halla de Neptuno,
el Sol parece veinte veces más pequeño que desde la Tierra,
y lo que calienta es tan poco, que si uno de nosotros se
trasladase a aquel planeta, a los cinco minutos quedaría
helado como una piedra. En cambio, si ellos viniesen a nuestro
mundo, los derretiría el calor.

(TEXTO DE R. IBARRETA)
Posteado por Armando Ortega.
 
Re: La Religión al Alcance de Todos

EL SOL Y LAS ESTRELLAS
Cuántos mundos como él nuestro se necesitan para
hacer un Sol.— Distancia a la estrella más cercana. —
Perdemos de vista la Tierra. — Viaje a la estrella Sirio. —
Los cometas. — Nuestro Sol queda convertido en una
estrella apenas visible. — Las estrellas son todas soles
como el nuestro. — Monstruoso tamaño de Sirio. — El número de
soles y mundos no tiene fin. — La idea de Dios. — Quién
era nuestro compañero. — Crueldades injustas de la Iglesia.
— El motivo de ellas.

Vemos que desde Neptuno el Sol pierde mucha de su
importancia, pero, sin embargo, ¿sabéis cuan grande es
el Sol? Pues imaginad que os dan el encargo de fabricar un
Sol del tamaño del que nos alumbra, y que ponen a vuestra
disposición Tierras como ésta en que habitamos, del mismo
modo que se ponen ladrillos a disposición de un albañil,
que va a fabricar una casa. ¿Creéis que necesitáis ciento,
o un millar, o cien millares?

Pues necesitaríais más; porque para formar un globo del
tamaño del Sol se necesitan mil doscientos sesenta y
nueve millares de mundos como éste en que habitamos,
y que tan enorme os parece (1.279.000 Tierras).

Como ya hemos dicho, el Sol, no es una excepción de
los demás cuerpos celestes, sino que, como todos, tiene
movimientos de rotación,

-Bueno —nos diréis—, ya vemos que hay algunas otras
Tierras y que la nuestra no es más que una de las pequeñas.

-Sí—contestaremos — pero sí no fuera más que eso,
todavía seríamos alguna cosa; pero lo malo es que cada
estrella es un sol como el nuestro, y que alrededor de cada
uno de ellos giran mundos, lo mismo que sucede alrededor
de nuestro Sol; y si no lo queréis creer, vamos allá.

Parece que a la tremenda distancia que Neptuno se halla
del Sol debemos estar ya cerca de alguna estrella, o que,
por lo menos, algunas se verán más claras y brillantes;
pues os equivocáis, porque las estrellas parecen iguales,
desde Neptuno que desde la Tierra; y la razón es muy
sencilla. Si veis una montaña a ocho mil metros de distancia,
y dando un paso largo disminuís la distancia en un metro,
ninguna diferencia veréis en el tamaño de la montaña, la
cual continuará a la distancia de ocho mil metros menos uno.

Pues bien, la distancia de Neptuno a la estrella más cercana
es ocho mil veces la distancia de Neptuno al Sol; es decir,
que nuestro Sol está separado de la estrella más cercana
ocho mil veces cuatro mil cuatrocientos millones de kilómetros
(4.400.000.000) multiplicados por 8.000. Haced la cuenta,
y empezaréis a formaros una idea de las distancias
que separan entre sí esas estrellas que os parecen una vara
unas de otras, y hasta pegando, efecto que se produce por
estar unas delante de otras.

Nuestro amigo va a llevarnos en su máquina a una de las
estrellas que más cerca están de nosotros, que es la más
brillante de todas, y que parece un cristal que se mueve,
produciendo destellos, unas veces anaranjados, y otras
blancos y azulados. A esa estrella la llamamos Sirio.

Pasamos por entre una multitud de cometas que también
giran alrededor del Sol, y que brillan porque reflejan la luz,
y pronto perdemos de vista a Neptuno y a todos ellos.

Nuestro Sol disminuye por grados y se convierte en una
brillante estrella que va apagándose y concluye por confundirse
entre las otras. Nos hallamos por algún tiempo en la más
completa oscuridad, pues transformando nuestro Sol en
una estrella insignificante, nada tenemos que nos alumbre
más que las mismas estrellas.

Poco a poco la estrella Sirio, hacia la que volamos, aumenta
su resplandor; pronto brilla bastante, para que nuestros
cuerpos hagan sombra; por último, nos alumbra claramente
y vemos que Sirio es redondo como el Sol. Finalmente
llegamos y quedamos confundidos porque Sirio no es un S
ol como el nuestro, sino un Sol 2.600 veces mayor;
es decir, que con esa estrella que os parece una lucecita,
se pueden hacer dos mil seiscientos soles como ese astro
que no podemos mirar de frente sin copar. A la distancia
que está Sirio, nuestro Sol, con todos los mundos que le
rodean, es un punto imperceptible perdido en el espacio.

Pero cualquiera dirección que tomásemos, mientras unos
soles se perdiesen a nuestra vista, otros se presentarían
haciéndonos parecer que siempre nos hallábamos en medio
de una esfera tachonada de estrellas, como nos parece
en nuestro mundo; en vano volaríamos durante toda la
eternidad; nunca llegaríamos al fin, porque la creación no
tiene fin.

Ante esa creación, sin límites, ante el Universo infinito,
tan diferente de que suponía ser, la sementera y el trigo
desaparecen por un momento de la imaginación de nuestro
paisano, porque, por primera vez en su vida, comprende lo
que quiere decir esta palabra que está en boca de todos,
y que tan pocos comprenden: "Dios'.

Preguntaréis cómo probamos que lo que decimos es
cierto, porque bien se nos alcanza qué no puede haber
ferrocarril ni telégrafo al Sol, ni menos volar por el espacio
sin fin, como lo acabamos de hacer. Nuestro amigo, el que
nos llevó en Su máquina voladora, os contéstala, aunque
no es amigo, sino amiga, porque en esto, como en todo, el
único desinteresado y verdadero amigo que puede tener
el hombre es la mujer; pues bien, esta amiga es "la Ciencia".

La máquina voladora es el telescopio, que dirigiéndole
a diferentes partes del espacio, nos enseña todo cuanto
nosotros os hemos enseñado, porque vosotros sois el
paisano que creía llegar al Sol en veinticuatro horas de
ferrocarril,. y el aparato que la ciencia puso ante nuestros
ojos para poder distinguir claramente los objetos, son
los mil instrumentos que nos muestran ser cierto lo que
el telescopio nos dice por medio del sentido de la vista.

Mientras tuvo bastante poder para hacerlo, la santa madre
Iglesia romana encerraba en calabozos, y daba tormento,
y hasta quemaba vivos a los que decían que había más
mundos que el nuestro; pero, al fin, los gobiernos prohibieron
el que se quemara a los hombres por decir la verdad.

No pudiendo ya negar los doctores de la Iglesia lo que
los ojos de los hombres ven, aseguran que, si bien los
planetas son otros mundos como éste en que vivimos,
no pueden estar habitados, porque en los que están
más cerca del Sol que nosotros morirían los hombres de
calor, y en los que se hallan más lejos morirían de frío; es
decir, que la Naturaleza, que nos formó de manera que
podamos vivir a la distancia que nos hallamos del Sol,
no puede igualmente haber producido sobre los demás
mundos, hombres diferentes de nosotros y a propósito
para vivir a cualquiera distancia y bajo cualquier género
de condiciones.

El que nosotros no podamos vivir en los otros mundos
no es más que una prueba de nuestra imperfección; y
sin salir de nuestra Tierra encontramos sitios en los que
moriríamos, como, por ejemplo, en el mar, lo que no impide
que el mar esté lleno de seres vivientes. Es decir, que
esos mundos, de los que distinguimos con toda claridad
las montañas, los mares, las nubes, etcétera, están
deshabitados; y que los miles de millones de mundos
que giran alrededor de las estrellas están desiertos; y que
en toda la infinita creación no hay más que nuestro
insignificante planeta, en el que existan seres racionales.

A la pregunta de cómo es posible que Dios haya formado
tan infinito número de soles y mundos sin uso alguno,
nos contestan que su objeto es alumbrar la Tierra. Es decir,
que el planeta Júpiter, que él sólo equivale a mil doscientas
Tierras, ha sido formado con el objeto de que le veamos
como una estrella más, que es lo que a la simple vista
parece; porque en cuanto a alumbrar, aunque se suprimiese
a Júpiter y cien más como él, no se notaría diferencia alguna
en la poca luz que nos dan todas las estrellas. Es decir,
que los millones de estrellas que no sólo no se distinguen
a simple vista, sino ni aún con los más fuertes telescopios,
así como los infinitos millones de soles y mundos que
jamás podrán alcanzar a distinguir nuestros instrumentos
son hechos para alumbrarnos.

Preguntaréis por qué los doctores de la Iglesia, que no
tienen pelo de bobos, aseguran semejante barbaridad, pues
no de otra manera puede esto calificarse. Lo sostienen,
porque no les queda otro remedio; porque si confiesan la
verdad, tienen que confesar que las Sagradas Escrituras,
lejos de estar compuestas por inspiración de Dios, fueron
escritas por hombres que nada sabían de ciencias físicas,
y que han hecho, decir a su Dios en ellas disparates por
cientos; porque en las Escrituras nos cuentan que Dios
dijo que nos había hecho a nosotros a su imagen y semejanza,
y si los otros mundos están habitados, los hombres de ellos
no pueden ser iguales a nosotros; luego no es creíble
que nuestra forma sea la de Dios más que la de los
hombres de otros mundos; luego no hay tal imagen
ni tal semejanza; luego su Dios ha dicho una mentira.

Del mismo modo se ven obligados a sostener que todos
los astros han sido hechos para nosotros, aún los que no
vemos, porque en las Sagradas Escrituras nos cuentan que
Dios dijo que habían sido formados expresamente para
alumbrarnos y para señalar los años, y las estaciones,
y los días y las horas; en una palabra, su Dios dice en las
Escrituras que todos los infinitos millones de soles y
mundos fueron fabricados nada más que con el objeto
de que podamos nosotros saber qué hora es.

Omitimos reflexiones. Al lado de tal aserto todo cuanto
dijésemos les resultaría pálido.

(TEXTO DE R. IBARRETA)
posteado por ARMANDO ORTEGA.

"Asegúrale a un hombre que tiene un alma y luego
asústale con cuentos de viejas en cuanto a lo que
le va a pasar a su alma después, y tienes a un
pez enganchado, un esclavo mental" (Theodore Dreiser).
 
Re: La Religión al Alcance de Todos

EL UNIVERSO SEGÚN LAS ESCRITURAS

PRIMERA PARTE

Creación del Universo según las Sagradas Escrituras. -
Errores evidentes que demuestran que la Biblia no fue
escrita por inspiración de Dios. - Insignificancia palpable
de nuestro mundo, el cual no es más que uno de los
infinitos millones de mundos.

EL GÉNESIS

CAPITULO PRIMERO

1. En el principio crió Dios el cielo y la tierra.
2. Y la tierra estaba desnuda y .vacía, y las tinieblas
estaban sobre la haz del abismo; y el espíritu de Dios
era llevado sobre las aguas.
3. Y dijo Dios: Sea hecha la luz. Y fue hecha la luz.
4. Y vio la luz, que era buena. Y separó a la luz de
las tinieblas.
5. Y llamó a la luz día y a las tinieblas noche; y fue
la tarde y la mañana un día.
6. Dijo también Dios: Sea hecho el firmamento en
medio de las aguas; y divida las aguas de aguas.
7. E hizo Dios el firmamento, y dividió las aguas que
estaban debajo del firmamento de aquellas que estaban
sobre el firmamento. Y fue hecho así.
8. Y llamó Dios al firmamento cielo; y fue la tarde
y la mañana el día segundo.
9. Dijo también Dios: Júntense las aguas que están
debajo del cielo en un lugar y descúbrase la seca.
Y fue hecho así.
10. Y llamó Dios a la seca, tierra, y a las congregaciones
de las aguas llamó mares. Y vio Dios que era bueno.
11. Y dijo: Produzca la tierra hierba verde, y que haga
simiente, y árbol de fruta que dé fruto según su género,
cuya simiente esté en el mismo sobre la tierra. Y fue hecho
así.
12. Y produjo la tierra hierba verde, y que hace simiente
según su género, y árbol que da fruto, y que cada uno
tiene su simiente según su especie. Y vio Dios que era bueno.
13. Y fue la tarde y la mañana del día tercero.
14. Dijo también Dios: Sean hechas lumbreras en el
firmamento del cielo, y separen el día y la noche, y
sean para señales, y tiempos, y días, y años.
15. Para que luzcan en el firmamento del cielo y
alumbre la tierra. Y fue hecho así.
16. E hizo Dios dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor
para que presidiese al día, y la lumbrera menor para que
presidiese a la noche; y las estrellas.
17. Y púsolas en el firmamento del cielo para que
luciesen sobre la tierra.
18. Y para que presidiesen al día y a la noche y
separasen la luz y las tinieblas. Y vio Dios que era bueno.
19. Y fue la tarde y la mañana del día cuarto.
20. Dijo también Dios: Produzcan las aguas reptil de
ánima viviente, y ave que vuele sobre la tierra debajo del
firmamento del cielo.
21. Y crió Dios las grandes ballenas y toda ánima que
vive y se mueve, que produjeron las aguas según sus
especies, y toda ave que vuela según su género. Y vio Dios que
era bueno.
22. Y las bendijo, diciendo: Creced y multiplicaos, y hechind
las aguas del mar; y las aves multiplíquense sobre la tierra.
23. Y fue la tarde y la mañana del día quinto.
24. dijo también Dios: Produzca la tierra ánima viviente en
su género, bestias y reptiles, y anímales de la tierra según
sus especies. Y fue hecho así.
25. E hizo Dios los animales de la tierra según sus
especies, y las bestias, y todo reptil de la tierra. Y vio Dios
que era bueno.
26. Y dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza:
y tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves
del cielo, y sobre las bestias, y sobre toda la tierra, y sobre
todo reptil que se mueve en la tierra.
27. Y crió Dios al hombre a su imagen: a imagen de Dios
lo crió: macho y hembra los crió.
28. Y bendíjolos Dios, y dijo: Creced y multiplicaos, y henchid
la tierra y sojuzgadla, y tened señorío sobre los peces de
la mar, y sobre las aves del cielo, y sobre todos los
animales que se mueven sobre la tierra.
29. Y dijo Dios: Ved que os he dado toda hierba que produce
simiente sobre la tierra, y todos los árboles, que tienen en
sí mismos la simiente de su género, para que os sirvan
de alimento.
30. Y a todos los animales de la tierra, y a todas las aves
del cielo, y a todos los que se mueven sobre la tierra, y en
los que hay ánima viviente, para que tengan que comer.
Y fue hecho así.
31. Y vio Dios todas las cosas que había hecho, y eran muy
buenas. Y fue la tarde y la mañana del día sexto.

CAPITULO SEGUNDO

1. Fueron, pues, acabados los Cielos y la Tierra y todo el
ornamento de ellos.
2. Y acabó Dios el séptimo de su obra, que había hecho;
y reposó el día séptimo de toda la obra que había hecho, etc., etc.

Dejemos descansar a este Dios que se cansa, el día séptimo,
octavo,- noveno, etc., y examinemos un poco qué especie de
creación es la que nos cuentan que declaró Dios
mismo ser la verdadera.

Si lo que las escrituras nos cuentan es verdad, es una cosa
clara que su Dios no formó antes el Universo, porque no supo
por dónde, empezar. Su Dios, hemos dicho, se hallaba
provisto de materiales; pero el que tengamos ladrillos y cal
no quiere decir que tengamos una casa; y de esto nos informa
la Santa Biblia, asegurándonos que la Tierra, o mejor dicho, la
materia antedicha (puesto que todavía no había Tierra), estaba
"desnuda y vacía" (Vers. 2). ¿Por qué estuvo ese Dios desde
la eternidad, sin fabricar su Universo?

Porque entre la materia creada no había ninguna luminosa, y
por lo tanto, Dios estaba a oscuras, según nos lo afirma la
Santa Escritura, díciéndonos que las "tinieblas estaban
sobre la haz del abismo" (Vers. 2). Acaso se dirá que Dios
no necesita luz para nada; sí, pero es Dios, lo cual es una
cosa muy diferente del Dios de las Sagradas Escrituras,
porque éste necesita no sólo la luz, sino de otras muchas
cosas que necesitamos los mortales como vamos a probarlo.

Algunos doctores de la Iglesia aseguran con mucha gravedad
que separar la luz de las tinieblas quiere decir separar el día
de la noche, lo cual no es así, pues el texto dice, del modo
más terminante, que 'creó la luz, la separó de las tinieblas y
después fue que llamó día". Para que los sabios doctores
afirmasen la verdad, sería preciso que la Escritura
dijese: creó la luz y la llamó día. La causa de esto es que
Moisés era de los que creían que había cuerpos que producían
oscuridad, del mismo modo que otros producen luz; y que
siendo la luz y las tinieblas dos cosas distintas, podían
mezclarse como quien mezcla café con leche. De este mismo
modo vemos a mucha gente imaginarse que el frío y el calor
son dos cosas diferentes, siendo así que no existe el frío, sino
más o menos calor.

Después de dormir tiempo suficiente. Dios creó por segunda
vez la luz. Esto no nos dice la Escritura, pero tampoco se
necesita, puesto que si no la hubiera creado de nuevo
no habría aclarado, y por lo tanto no habría empezado el
segundo día, durante el cual hizo el firmamento "en medio
de las aguas" (Vers. 6), y "dividió las aguas que estaban
debajo del firmamento de aquellas que estaban sobre el
firmamento" (Versículo 7). De esto resulta que la traducción
del padre Scio diciendo que su Dios iba "sobre las aguas"
no es la verdadera; de lo contrario no nos habría metido a
todos debajo del agua; pues, según las Sagradas Escrituras,
lo que tenemos sobre nuestras cabezas no es el espacio
sin fin, sino un firmamento bien firme y sólido que sostiene
sobre sí una infinita cantidad de agua; y ahora comprendemos
cómo era posible la manera como nos refiere el diluvio
la Santa Escritura, que fue dejando correr las fuentes
o grifos del Cielo sobre la Tierra, la cual, como era plana y
estaba tapada con el firmamento, se fue llenando como
quien llena una botella. Con la confección de esta cueva
hecha dentro del agua, se dio el Dios de Moisés por satisfecho
y, apagando nuevamente la luz, dio por fin al día segundo.

Llegamos a la tercera creación de la luz, o sea el día tercero,
durante cuyo transcurso el trabajo fue importante, consistiendo
en separar, en el lodo que formaba el suelo de la cueva del mundo,
el agua de la tierra, formando los mares y continentes: además
creó la hierba, los árboles y, en general, toda la vegetación,
concluyendo con esto el día tercero.

No deja de ser notable que el Dios de Moisés, que con tanta
minuciosidad nos refiere la creación de las plantas y animales,
olvídase por completo explicarnos cómo formó las
montañas; porque, naturalmente, el suelo de aquella cueva,
que era barro líquido, sería tan plano como un mar.

Por cuarta vez se levanta el Dios de las Santas Escrituras,
y por cuarta vez crea la luz para ver lo que va a hacer. Natural
parece que, a fuerza de encender y apagar la luz, habría ya
adquirido la habilidad de crearla brillante del primer golpe, sin
tener que clarificarla de las tinieblas, como le sucedió la
primera vez; pero, sin embargo, con objeto sin duda de
ahorrarse aquel trabajo, "hizo dos grandes lumbreras"
(Vers. 16), una para alumbrar el día y otra para alumbrar
la noche o, lo que es lo mismo, el Sol y la Luna.

A lo que parece, aquel Dios creía que la Luna era una
lumbrera como el Sol, porque ninguna diferencia nos
dice existiese entre uno y otra, resultando así la Luna
con luz propia, si bien Dios se olvidó de decirnos por qué,
si esto es así, crece y mengua, y cómo es que, si la hizo
para alumbrarnos por la noche, no lo hace más que unas
cuantas noches al mes. (Ya hemos visto que los habitantes
de la Luna tienen mucho más derecho a creer que nuestra
Tierra fue hecha para alumbrarles a ellos).

Pasemos al versículo 17, que dice: "Y púsolas en el
firmamento del cielo". Veamos si tal cosa es posible.

Según las Sagradas Escrituras, la Tierra es plana;
démosle, pues, gusto a la Santa Biblia
haciéndola plana, lo cual no se puede efectuar sino de
este modo: tomemos la naranja de que nos hemos servido
para otras demostraciones, cortémosla por la mitad, saquemos
la carne de una de las mitades, no dejando más que la
cáscara, que quedará de la misma forma que el solideo
con que se tapan la coronilla vuestros sacerdotes; tomad
esta media naranja hueca y ajustadla a la otra media, de
modo que parezca otra naranja entera. Meted la naranja así
preparada debajo del agua, y tendréis la representación
exacta de lo que el Dios de Moisés nos dice ser el universo
entero. La parte hueca de la naranja es la cueva en medio
de las aguas, que está debajo de la cáscara hueca, y que
naturalmente resulta plana; representa la Tierra llana de la
Santa Biblia.

Ya tenemos la imagen de la creación de las Escrituras;
ahora se trata de colocar el Sol dentro del firmamento.
Siendo el hueco de la bóveda del firmamento igual a media
Tierra, del mismo modo que el hueco de la naranja es igual
a media naranja, claro está que dentro del 'firmamento no
cabría más que un sol del tamaño de la mitad de la Tierra,
y no sólo no habría sitio para la Luna, sino que aquel sol
llenaría el firmamento hasta el punto de aplastar y quemar
todas las plantas que Dios había creado el día anterior.

Pero esto no es lo peor, sino que el Sol no es del tamaño
de la mitad de la Tierra, sino un millón doscientas mil y pico
de veces mayor que la Tierra entera y, por consiguiente,
más de dos millones de veces más grande que el hueco
del firmamento. Querer, pues, colocarle dentro, sería lo
mismo que si dentro de la media naranja hueca quisiéramos
meter una casa. Pues Moisés lo hizo, o por lo menos así
nos lo dice en sus Santas Escrituras.

Después de esto, el cuento del toro que se metió por
el cañón de la escopeta, es una cosa muy natural.

TEXTO DE R. IBARRETA
(POSTEADO POR ARMANDO ORTEGA).

"La necesidad de la religión terminará cuando el hombre
se vuelva lo suficientemente sensible para gobernarse
a si mismo". -Francisco Ferrer Guardia
 
Re: La Religión al Alcance de Todos

La verdad que me duermen y me dan mucha flojera los mamotretos de estos pseudointelectuales de quinta.

No lo digo por el que abre el tema, pues si a él le divierte creer que viene a "abrir los ojos" a los inocentes creyentes, pues allá él; lo digo por el autor que ha pegado Armando, pues son patéticos escritos plagado de lugares comunes mediocres, que sólo me han hecho perder el tiempo que pude aprovechar con lecturas de calidad, como ésta:

El Zarco: episodio de la vida mexicana en 1861-63

Pero en el fondo no es que te duerman y tampoco te dan flojera. Lo que sucede es que LA VERDAD A VECES DUELE MI ESTIMADO CLEMENTE.

Si a vos te parecen mamotretos pateticos, plagados de lugares comunes y mediocres SEGURO ENTENDERAS LO QUE YO COMO ATEO EXPERIMENTO AL LEER LA biblia. Mas sin embargo la leo porque hay que conocer lo que uno no comparte pues por eso mismo uno sabe que no lo comparte.

Saludos sonrientes: ja ja ja ja
 
Re: La Religión al Alcance de Todos

La Religión al Alcance de Todos?

tanto asi no es,sino lo haces como Dios pide adorar o venerar solo a Dios sin cometer abominaciones delante de los ojos de Dios, tomanmdo como unica guia los mandamientos que dio en el sinai

no hay para Dios lo sirvo a mi manera ,sino a la manera de Dios o nada