Re: La realidad adventista, declaraciones nada tontas
Continuación...
3.- La ley no nos salva, ella nos condena, nos muestra que somos pecadores, y como pecadores debemos arrepentirnos y acudir a Cristo nuertro Redentor y Salvador, y aceptar su sacrificio por nosotros. ¡solo Jesús nos salva!.
Estos son algunos de los textos que claramente enseñan que somos justificados por la fe, sin las obras. Rom. 3:28: "Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley". Fue Pablo quien escribió esto, inspirado por el Espíritu Santo.
Rom. 4:5: "Pero al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia". La palabra "impío" significa malvado, y al malvado es al que Dios justifica.
Efe. 2:8 y 9: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe". ¿Qué os parece?
Tito 3:5: "Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo".
Estos son unos pocos de los muchos versículos que hay, que claramente enseñan que somos justificados por la fe, aparte de las obras (o sin las obras).
Pero sabrás semillita que hay otro grupo de textos, que dicen que nuestras obras son importantísimas: Juan 5:28-29; Rom. 14:10; 2 Cor. 5:10; Apoc. 22:12. Estos textos enseñan claramente que somos juzgados y recompensados según nuestras obras.
¿Cómo podemos reconciliar estos dos grupos de textos?
Uno dice que somos justificados por la fe, sin las obras. Y el otro dice que somos juzgados y recompensados de acuerdo con las obras. En realidad la respuesta es muy simple, y es que hay un tercer grupo de textos que se entrelazan con estos dos y lo unen todo. Este tercer grupo dice que: LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE GENUINA, SIEMPRE PRODUCE OBRAS. Las obras no nos salvan, sino que son la evidencia de que nuestra fe es verdadera. Si no hay obras de obediencia, en realidad es porque ¡la fe está ausente!
Dos ejemplos: Efe. 2:8 y 9: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe". Hasta aquí, vemos que las obras no nos salvan. Ahora el versículo 10: "Pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas".
Antes de decir nada más, vayamos a Tito 3:5: "Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo".
Está claro que incluso nuestras buenas obras no nos salvan. Pero leamos ahora el versículo 8: "Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres". ¿Os habéis fijado?, al final del versículo dice que esas buenas obras son útiles y buenas, no a los creyentes únicamente, sino a todo el género humano. Aún podríamos añadir más. Juan 14:8-9, 11: "Felipe le dijo: –Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Jesús le dijo: –Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto as mí ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: ‘Muéstranos al Padre’?... Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras". De alguna manera, Jesús dice (en el vers. 11), "si no puedes creerme por mis palabras, créeme por las obras. Las obras dan evidencia de que el Padre que mora en mí es él que las realiza". Y aún hay más, en el versículo 12, Jesús añade, "...las obras que yo hago, si creéis en mí, vosotros las haréis también". Esas obras no nos salvan, pero son la evidencia de la salvación , la evidencia de que hemos sido justificados por la fe.
Mat. 5:14: "Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder". Fijaos que dice, "vosotros sois (plural) LA LUZ (singular)" La traducción es correcta porque aunque nosotros somos muchos, la Luz es una sola. Y, ¿quién es la Luz que alumbra a todo hombre que ha venido al mundo? Juan 1:4, 9: "En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres... La luz verdadera que alumbra a todo hombre venía a este mundo". Volvamos a Mateo 5:16: "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos". Hermanos: ¿Qué han de ver los hombres? Nuestras buenas obras. Pero, ¿a quién han de glorificar? A nosotros no. A nuestra denominación tampoco. Es al Padre a quien han de glorificar.
Pero ahora surge un problema. ¿Por qué trae Dios a los creyentes a juicio? Lo preguntaré de otra forma. ¿Por qué acude alguien a un juzgado, o un juicio? Porque hay alguien que presenta una acusación, ¿no es cierto?
¿Quién acusa a los creyentes día y noche? (Apoc. 12:10; Zac. 3:1; Job 1:6; 2:1). Satanás es el acusador. Pero debéis saber que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo –los tres– están de nuestra parte.
Rom. 8:16 y 17: "El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados". El Espíritu nos dice que somos hijos de Dios y herederos con Jesús.
Rom. 8:31: "¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?" ¿Cómo sabemos que Dios esta a nuestro favor? Vedlo en los siguientes versículos (32-34): "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros".
Comprendamos esto claramente. El Padre no nos acusa, sino que nos justifica. El Hijo no nos condena, ya que murió, resucitó e intercede por nosotros. Hermanos, ¡La Deidad esta de nuestra parte!
En Santiago 2:14, 17: "Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarlo?... Así también la fe, si no tiene obras, está completamente muerta". En realidad, lo que Santiago está queriendo explicar es que, si la fe no lleva consigo sus obras inherentes, en realidad es que no hay tal cosa llamada fe. Vers. 20: "¿Quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras está muerta?"
En el juicio, Cristo os dirá, "Tuve hambre, y me disteis de comer, tuve sed, y me disteis de beber, fui forastero, y me recogisteis, estuve desnudo, y me cubristeis, enfermo y en la cárcel, y me visitasteis." (Mat. 25:35-36)
Satanás nos acusa de ser pecadores, pero ¿qué hace Cristo? Él no niega la acusación, no niega el cargo, pero trae al juicio nuestras obras de la fe. No para probar nuestra justicia, sino para probar nuestra fe, para dar a conocer nuestra fe. Y nuestra fe nunca está puesta en nosotros, sino en Cristo. Así que, Jesús aporta nuestras obras de fe para demostrar que esa fe es genuina, y entonces le dice a Satanás: 'Estas personas dependen de mi justicia para ir al cielo. Ahora, para poder condenar a una de ellas, has de señalar algún pecado en mí. ¿Puedes hacerlo?' ¡NO! Entonces Cristo dice a Satanás, 'Jehová te reprenda. Tú no tienes derecho sobre estos. ¿No son acaso como rescatados de un incendio?' (Zac. 3:2)
La justicia de Cristo, recibida en nosotros, y obrando en nosotros por la fe, nos ha arrebatado de ese lago ardiente. Cristo nos defiende. Él dirá a los ángeles, 'Quitadles esas vestiduras viles. Y vestidlos con mi ropa de gala, y con mitra limpia' (Zac. 3:4 y 5). Es decir, 'Vestidlos de mi justicia'. Y todo esto, ¿para quién? Sólo para aquellos que se han negado a sí mismos, y han reposado enteramente en Cristo para su salvación. Para ellos, el tiempo del juicio (ahora), es un tiempo precioso. No por lo que ellos hacen por Cristo, sino por lo que Cristo hace con ellos. ¿Y qué hace Cristo con ellos desde 1844, hasta que regresa a buscarlos? Los hace justos. No que la justicia de Cristo cubre sus pecados, sino que la justicia, la rectitud, la obediencia a la ley de Jesús les es dada, es su posesión. Una justicia que no es de ellos, pero que les ha sido imputada, de la misma manera que nuestro pecado le fue imputado a Cristo. Eso sí, esa justicia imputada obró en ellos, puesto que la recibieron con fe, y esa fe obró por el amor (Gál. 5:6; 2 Cor. 5:14).
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.