Uno de los episodios más interesantes de la historia humana fue el que protagonizaron los emperadores isáuricos (717-820) en el Imperio Bizantino, especialmente en lo tocante a la religión. El gran tema a tratar fue el culto a las imágenes y su papel en la vida cristiana. ¿Era lícito el culto a las imágenes o por el contrario era un culto idólatra que repugnaba a Dios?
Estos emperadores con gran devoción cristiana (mal tratados después por la historia oficial) demostraron en su día, movidos por un gran temor de Dios, que la verdadera religión cristiana abomina del culto idólatra a las imágenes y que tales cosas sólo acarrean males y desgracias.
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La historia comienza tras el peor siglo al que tuvo que enfrentarse la cristiandad, el siglo VII. Fue la época en la que los seguidores de la joven religión islámicas desplegaron sus ejércitos por toda África (la África cristiana del norte) y por Asia (tanto Persia como la cristiana Palestina y Siria). El Imperio Cristiano de Oriente, el Imperio Bizantino que un siglo atrás había intentado reconstruir el Imperio Romano, ahora se enfrentaba a una gran pérdida territorial: Egipto, Siria y Palestina caían en manos del Islam y del Califato de los Omeyas. Millones de cristianos ciudadanos del Imperio se veían obligados a pasar a la clandestinidad, negociar con los nuevos invasores (que en un primer momento se mostraron respetuosos) o bien cambiar de religión para buscar nuevas oportunidades en el mundo que les dominaba.
La fe del pueblo se derrumbaba: ¿Dónde estaba Dios que permitía que la mitad de los cristianos acabasen señoreados por invasores no cristianos? ¿Dónde estaba el Imperio bendecido por Dios para librarles de esas desgracias?

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Estos emperadores con gran devoción cristiana (mal tratados después por la historia oficial) demostraron en su día, movidos por un gran temor de Dios, que la verdadera religión cristiana abomina del culto idólatra a las imágenes y que tales cosas sólo acarrean males y desgracias.
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La historia comienza tras el peor siglo al que tuvo que enfrentarse la cristiandad, el siglo VII. Fue la época en la que los seguidores de la joven religión islámicas desplegaron sus ejércitos por toda África (la África cristiana del norte) y por Asia (tanto Persia como la cristiana Palestina y Siria). El Imperio Cristiano de Oriente, el Imperio Bizantino que un siglo atrás había intentado reconstruir el Imperio Romano, ahora se enfrentaba a una gran pérdida territorial: Egipto, Siria y Palestina caían en manos del Islam y del Califato de los Omeyas. Millones de cristianos ciudadanos del Imperio se veían obligados a pasar a la clandestinidad, negociar con los nuevos invasores (que en un primer momento se mostraron respetuosos) o bien cambiar de religión para buscar nuevas oportunidades en el mundo que les dominaba.
La fe del pueblo se derrumbaba: ¿Dónde estaba Dios que permitía que la mitad de los cristianos acabasen señoreados por invasores no cristianos? ¿Dónde estaba el Imperio bendecido por Dios para librarles de esas desgracias?

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