Re: la pitonisa white visita a un frenologo
Lo cierto es que los adventistas "defendieron" el nazismo...dicho por ellos mismos.
Y con un "lo sentimos mucho" arreglan el asunto.
Acá en Chile, no defendimos al nazismo.
Hubieron adventistas que se negaron a portar armas. Otros se alistaron como enfermeros. Pero también hubieron valientes que se negaron en participar en la guerra comprometiendo su vida en ello.
He aquí un testimonio de ello.
"¿Cómo actúa el creyente en medio de esta espiral terrible de violencia? ¿Cómo responde el pueblo de Dios cuando incluso y particularmente los gobiernos ordenan a sus ciudadanos a tomar las armas e ir a la batalla? ¿Debemos adaptarnos y someternos a sus demandas, o es nuestro deber responder con la objeción de conciencia a la guerra, con base en el principio de la no violencia y el pacifismo? ¿Qué enseñó nuestro Señor, y qué ejemplo nos dio?
El pueblo de Dios no tomará las armas
La Biblia enseña claramente que los cristianos no deben participar en la guerra. Zacarías afirma que el Mesías “destruirá los carros de Efraín, y los caballos de Jerusalén, y los arcos de guerra serán quebrados” (Zacarías 9:10). Nueva Versión Internacional. “Efraín” y “Jerusalén” representan aquí al pueblo de Dios, en cuyas manos no se encontraron instrumentos de violencia, porque Jesús en su enseñanza y ejemplo los quitó. En referencia al esparcimiento del evangelio, la profecía declara que “en los postreros días”, cuando “muchos pueblos vendrán” al Señor, los creyentes de una nación “no alzarán su espada contra otra, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:1-4), Versión Estándar de la Biblia en Inglés; véase también Miqueas 4:1-3. Los últimos días en que mucha gente vendrá al Señor no pueden ser otros que el día de hoy, por lo tanto, es hoy cuando tenemos que aprender a no más “tomar armas” o “adiestrarnos en la guerra”.
Ejemplo de Jesús y bendición para los pacificadores
Si deseamos tener paz, se nos insta a imitar la mansedumbre y humildad de Jesús, quien dijo: “… Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:29, NVI). Somos llamados a seguir a Somos llamados a seguir a Aquel que se sacrificó a sí mismo en la cruz: “Quien quiera ser mi discípulo niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lucas 9:23, NVI).
La promesa de Jesús es: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9), NVI. Esto no significa simplemente desear o tener paz en el rostro del mal, sino actuar como pacificadores cuando hay un conflicto: “Luchar por la paz con todos” (Hebreos 12:14, VEBI), es el llamado de las Escrituras. Si aspiramos la paz, no será posible para nosotros participar de la guerra.
Evitar incluso la ira
Otra enseñanza divina de Jesús es: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: ‘No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio‘. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio…” (Mateo 5:21, 22, RSV). A veces pensamos que la ira es una cosa muy pequeña, pero evitar la ira es más importante de lo que pensamos. Por lo tanto, según Jesús, no sólo matar, sino incluso la ira, dicha emoción subyacente que produce tal crimen, queda prohibida, ya que tendrá graves consecuencias.
Objeción de conciencia cristiana
La “objeción de conciencia” cristiana, en referencia al servicio militar es la posición que se niega a cumplir el servicio militar, con base en principios bíblicos específicos (Romanos 12:17; 1 Tesalonicenses 5:15, 22). La posición está estrictamente conectada con la “no violencia”, que incluye la abstención de todos los métodos violentos o medios que lesionan a otros y se basa en las enseñanzas del Señor Jesús tal como se muestran en los evangelios, de donde proviene el término de “no resistencia” (Mateo 5:39). “La no violencia” y la “objeción de conciencia” están relacionadas con el “pacifismo”, el principio de no participar en la guerra (1 Corintios 10:3, 4), incluso en defensa propia. El pacifismo bíblico se basa en el alto valor de la vida humana (Éxodo 20:13, Mateo 5:21, 22) y en la bendición pronunciada por Jesús a los pacificadores (Mateo 5:9). Además, el pacifismo es la consecuencia natural del principio de que Dios es el dador de la vida, y por lo tanto sólo Él puede tomarla. Como cristianos, creemos que los seres humanos no deberían oponerse a la obra de Dios y apagar la llama que él encendió. Estos mismos principios fueron llevados a cabo por los primeros cristianos.
Los apóstoles y los primeros cristianos
¿Qué enseñó Jesús sobre el conflicto que se avecinaba cuando estuvo en la tierra? Dijo que los creyentes debían “huir”– para “partir” del lugar de conflicto ªLucas 21:21º. ¿Qué hicieron los cristianos de la época apostólica cuando sitiaron a Jerusalén en el año 70 D.C? Un historiador judío, escribió que los cristianos “abandonaron Jerusalén”. Huyeron a una ciudad “más allá del Jordán”.1 Durante la segunda guerra judía, en los años 132-135 D.C., los cristianos se mantuvieron alejados del ejército y de la lucha, y por su posición de no violencia sufrieron ataques y malos tratos por parte de Bar-Kokhba, un falso mesías. En cuanto a la posición de los cristianos en contra del servicio militar y de portar armas durante los siglos II y III, el testimonio del mártir Maximiliano muestra la posición de los principios que sostuvieron. Así respondió al oficial que indagaba al respecto “Christianus sum, non possum militare”– “Soy cristiano; no puedo servir en el ejército”.2
Posición de los pioneros adventistas en función de la guerra y el servicio militar
La primera vez que los adventistas tuvieron que enfrentarse a un conflicto relacionado con el servicio militar fue durante la Guerra Civil en Norteamérica (1861-1865). Durante los dos primeros años, 1861-1863, no había conscripción, y el ejército se componía exclusivamente de voluntarios, por lo que los adventistas no participaron de la guerra.
“La atención de muchos–escribió Elena White–se había vuelto hacia los observadores del sábado, porque éstos no manifestaban gran interés en la guerra y no se habían ofrecido como soldados voluntarios”.
A medida que la posibilidad de una conscripción aumentaba, existía el riesgo de “encarcelamiento, tortura o muerte” por negarse a obedecer la ley. Los adventistas luego manifestaron que no podían “participar conscientemente en esta guerra”, y la hermana White afirmó esto después de haber recibido una visión.
“Se me mostró que el pueblo de Dios, que es su tesoro peculiar, no puede comprometerse en esta guerra desconcertante porque se opone a todos los principios de su fe. En el ejército no podrían obedecer la verdad y al mismo tiempo obedecer los requerimientos oficiales. Se produciría continuamente una violación de la conciencia. Los que aman los mandamientos de Dios se someterán a toda la ley buena del país. Pero si los requerimientos de los dirigentes están en conflicto con las leyes de Dios, la única cuestión que hay que zanjar es: ‘¿Obedeceremos a Dios o al hombre?’ ”
La posición del Movimiento de Reforma
El Movimiento Adventista fue llamado por el Señor para anunciar la segunda venida de Jesús y para restaurar el mandamiento que los poderes de las tinieblas han intentado cambiar (Daniel 7:25), el mandato de santificar el día de reposo. Desde los primeros años de existencia del Movimiento, éste se distinguió por defender la santa ley de Dios, los Diez Mandamientos. Así como los creyentes predicaron el mensaje, los pioneros vieron la mano de Dios que los guiaba, mostrando que llevaban la luz; por lo tanto, confiaban también que el Señor los guiaría a través de la tormenta de la guerra. Dado que el pacifismo había sido su mensaje en tiempo de paz, era obvio que el Señor esperara que vivieran a la luz de lo que habían predicado; de ser fieles como partidarios, restauradores, y defensores de la ley de Dios también en tiempo de guerra.
Por lo tanto, ¿Qué iban a hacer cuando la Primera Guerra Mundial estalló? Sólo hay una respuesta: Firmemente respetar fielmente por fe y con todo el corazón la santa voluntad de Dios, como lo habían predicado a los demás en tiempos de paz. En varios países involucrados en la guerra, este principio fue seguido por una serie de hermanos fieles, una minoría de hermanos que no estaban dispuestos a ceder y rendirse a las demandas de los gobiernos europeos cuando los hombres con suficiente edad fueron reclutados para el servicio militar desde 1914 hasta 1918. El evangelio dice: bienaventurado (Mateo 5:5, 9) el “manso” y los “pacificadores”, no los que obedecen al estado cuando éste requiere que uno comprometa su fidelidad a la ley de Dios. Estos hermanos se negaron a violar la santa ley de Dios al rendirse ante el estado y ponerse en pie contra la mayoría de líderes y miembros de iglesia que insistían en que todos debían cumplir con las exigencias de las circunstancias, según se percibían.
El inicio del Movimiento de Reforma
Los hermanos alemanes que defendían con firmeza los principios y la fidelidad por parte de la iglesia comenzaron a alzar la voz tan pronto como surgió la emergencia; los testimonios de testigos presenciales declaran lo que sucedió en agosto de 1914, justo después de que la circular del 2 de agosto llegara a las iglesias.
Según el hermano Otto Welp: “En nuestro país [Alemania] la confusión y división en la Iglesia Adventista comenzó en 1914, cuando estalló la guerra. Esta fue la consecuencia del error proclamado en Hamburgo por nuestros hermanos dirigentes con respecto a la observancia del sábado durante la guerra y nuestra posición hacia el servicio militar.
“Una circular del hermano G. Dail [secretario de la División Europea], de fecha 2 de agosto de 1914, enviada de Hamburgo, [Alemania,] contenía un llamado a participar en el servicio militar y violar el sábado. Nuestra convicción de conciencia, así como la de otros hermanos sinceros fue la causa que provocó una protesta en muchos lugares contra la distorsión de la santa ley y el rechazo del mensaje del tercer ángel”.
Otro hermano que estuvo presente el sábado siguiente en la iglesia de Bremen cuando el ministro oficiante anunció la posición combatiente, añade:
“Por un momento, los miembros permanecieron sentados, atónitos y estupefactos. Luego, una ola de protestas se levantó–‘¡No! ¡No! Esto es un error; es apostatar de la fe. No podemos ir a la guerra!’ Era una confusión total y un choque de opiniones–nadie puede imaginar lo que esto fue”.
En octubre de 1914, el que escribió la circular mencionó el desacuerdo que se había generado a raíz de ésta; sin embargo, defendió aún su posición:
“Redacté, imprimí y envié a nuestros hermanos esta posición de la iglesia de Hamburgo. La mayoría de las iglesias se mostraron satisfechas con ella; sin embargo, algunos consideraron que habíamos hecho mal–que sería mejor para todos los cientos y quizás miles de nuestros hermanos en los ejércitos de Europa negarse en lo absoluto a portar armas, y en especial, negarse a hacer cualquier servicio en sábado, a pesar de que podrían ser fusilados”.
No así el líder de la Unión Escandinava. Le escribió al autor de la circular y expresó su consternación, temiendo que esto había “comenzado una discusión que amenazaba con dividir a toda nuestra denominación”.8
Es así que en 1914, en Alemania, el número de miembros se dividió en dos. La mayoría estuvo a favor de la participación de la iglesia en la guerra, y la minoría estuvo ¡absolutamente en contra!
Tensión, debate y exclusión
Las primeras semanas tras recibir la circular, hubo intensos debates en algunas iglesias, revelando fuertes contrastes entre los pocos que defendían la posición de la no violencia y la mayoría que se inclinaba a ceder a las demandas de las autoridades. La situación variaba de un lugar a otro, y en algunas iglesias la tensión escaló rápidamente. No pasó mucho tiempo para que la gente tomase una decisión, y aquellos que no estuvieron de acuerdo con la mayoría tuvieron que soportar las consecuencias y fueron excluidos.
Debido a que continuaron los enfrentamientos, las exclusiones fueron muy frecuentes en Alemania y en otros países. Los miembros fueron excluidos de iglesias como Bremen, Bremen Neustadt, Essen, y Stuttgart. En otros lugares, como en Coblenza, Wermelskirchen, y Kray, en Renania, iglesias enteras se disolvieron.
Persecución y martirio
Algunos hermanos fueron reclutados y permanecieron fieles en honrar el día de reposo y hacer caso del sexto mandamiento. Dentro de ellos se encontraron los hermanos Wilhelm Richter, Hollman, Geselle, Julius Wolz, Johannes Rauser, e inicialmente Crestfallen. Dos hermanos, conocidos por el Hermano Richter, murieron en el ejército tras haber sido torturados.9 Se informa que cincuenta hermanos que respondieron al llamado y se negaron a tomar las armas o trabajar en sábado fueron repetidamente castigados, golpeados, torturados y enviados de una prisión a otra. Pero, no importando lo que pase, se mantuvieron fieles a la gloria del Señor. Aproximadamente veinte de ellos perdieron sus vidas como mártires, entre ellos se encuentra Eugene Geselle.10 De estos fieles se puede decir que, por medio de su fe, a pesar que murieron, hablan aún con nosotros.
Se dice que otros cinco sobrevivieron al encarcelamiento y palizas, pero su salud se vio gravemente afectada y murieron tras ser liberados. Con su vida y muerte dejaron un testimonio de fidelidad para todos nosotros. De aquellos que fueron reclutados, cerca de veinticinco sobrevivieron las crueldades; uno de ellos fue el hermano de Richter, quien después contó su experiencia y alabó a Dios por la manera en que lo ayudó.
Actividades y progreso
Se llevó a cabo una reunión histórica en julio de 1915 en Wermelskirchen, Renania, Alemania, donde cerca de cien fieles estuvieron presentes. Allí los hermanos expresaron su firme fe y encontraron que el mensaje los había unido en espíritu y principio. Se realizó otra reunión en Gelsenkirchen, Renania, en diciembre de 1915, donde alrededor de doscientas cincuenta personas estuvieron presentes.
El hermano Otto Welp testifica que en los primeros años, un poder especial irradiaba los creyentes del Movimiento de Reforma. El Espíritu Santo y el amor de Dios les dieron poder para testificar a la gente sencilla, así como a los líderes y funcionarios del gobierno. Los hermanos recibieron poder del Cielo para ser fieles a pesar de las amenazas, tortura y muerte. Ahora, un siglo más tarde, aunque no se conocen sus nombres y hechos, su testimonio inspira nuestras mentes y corazones.
El Espíritu del Señor exhortó a los creyentes fieles a dar testimonio de su fe. Presentaron el mensaje del Testigo Fiel y Verdadero a los antiguos hermanos adventistas. Muchas almas se convencieron y gente sincera se mantuvo firme por el Señor, apoyando el mensaje y la obra del Movimiento de Reforma temprano. Asimismo, nuevos creyentes estuvieron dispuestos a mantenerse firmes por el Señor y lucharon la batalla de la fe al lado de aquellos que, aún en medio de una terrible tormenta, querían por sobre todo ser fieles a los mandamientos de Dios y vivir de acuerdo a su fe y amor a Jesús.11
Durante los años de la Primera Guerra Mundial, el mensaje celestial avanzó a través de un gran sacrificio y persecución; y en 1916, sólo en Alemania, había más de mil creyentes.
Amaban la Iglesia Adventista y a sus antiguos hermanos, pero no comprometerían los principios celestiales. Buscaron la unidad con su antigua iglesia sobre la base de una armonía espiritual–una creencia y una sola fe–pero fue imposible tanto en la iglesia local como a nivel de conferencia. El hecho de que un buen número de representantes del Movimiento de Reforma estuvieran presentes en las reuniones de Friedensau en 1920–casi un siglo atrás–mostró cuán grande era su interés al defender la herencia divina que el Señor le había confiado al Movimiento Adventista. También estuvieron dispuestos y deseosos de presentar el mensaje de no violencia y pacifismo a los delegados reunidos en la próxima sesión de la Conferencia General en 1922. Estas fueron sus últimas oportunidades. Por desgracia, no se les permitió hacer dicha presentación. ¿Se puede decir que la Iglesia Adventista ha avanzado desde entonces en estas verdades fundamentales?
Hoy, cien años después de la crisis que vio a personas fieles ser echadas de la iglesia, estamos aquí para pedir a los líderes y miembros de la Iglesia Adventista que reconsideren su posición con respecto a la no violencia y al pacifismo a la luz del Evangelio y de las experiencias de los pioneros de la iglesia. Nuestro mayor deseo es elevar la palabra del Señor, para que se honre su nombre. Que su pueblo fiel sea bendito en todas partes del mundo y pueda ser preparado para su pronto regreso (Juan 17:17; Efesios 4:5; Isaías 25:9). ¡Amén!"