Originalmente enviado por: Luis Meroño
He estado meditando en lo de estar usando sólo el 50 % de los ministerios como afirma talcual "No podemos seguir con los ministerios eclesiales al 50% de capacidad. Existen mujeres, preparadas, dispuestas, con formación suficiente, con vocación de lo alto, con poder del Espíritu Santo para servir en el Reino." y creo que es una afirmación demasiado exagerada. Entiendo y comparto que hay mujeres muy preparadas pero tambien hay que reconocer que cada uno tiene su lugar. Si o si, la mujer tiene un papel muy importante en la vida de la iglesia. En cuanto al ministerio se refiere, muchas trabajan en diferentes áreas potenciando el poder de la iglesia.
Como ejemplo, en el ministerio de la iglesia, hay dos pastores, tres ancianos y 8 diáconos, todos hombres, pero me consta que detras de cada uno se encuentran sus esposas y que sin ellas no podrían desempeñar su labor. ¿Suena discriminatorio decir que la mujer es la ayuda idónea para el hombre en su ministerio?. Sin duda, cuando nos referimos a uno de mis pastores y a su esposa decimos "nuestros pastores" reconociendo el papel de su mujer y entendiendo que tanto uno como otro son los que llevan la carga. Sin duda el hombre lleva la cara pública y la mujer la privada.
No soy psicologo y no conozco bien la psicologia del hombre y de la mujer en cuanto a términos exactos pero sin duda el hombre puede llevar mejor la carga y tiene un mayor potencial de liderazgo. Con esto no descarto que la mujer tenga fuerza para llevar cargas ni liderazgo, pero siendo iguales en cuanto a derechos Dios puso en cada uno elementos especiales, y eso no es discriminación, sino especialización. No mezclemos problemas sociales con el ministerio de la iglesia. No intentemos equiparar porque puede que sea nuestra perdición seguir una regla fija tanto dentro como fuera de la iglesia.
La equiparación y la identificación con el mundo ha hecho que sea normal cierto tipo de vestimenta, modas como tatuajes y piercing, incluso escuchar "operación triunfo" sean cosa normales. La iglesia pierde peligrosamente el rumbo y debemos estar atentos...
Espero recibir réplica a este mensaje si lo merece... Un fuerte saludo a todos....
Querido Luis:
Permiteme decirte que estoy en un tanto por ciento muy elevado en conformidad con tu postura, pero creo que hay algunos aspectos sociologícos en tu argumentación posibles de mejorar.
No podemos dejar a un lado el momento histórico en que fueron escritos algunos textos.
Te remito una pequeña reflexxión sobre 1ª Corintios. Por descontado que no tienes que estar de acuerdo en todo.
Las aspiraciones feministas de 1ª Corintios 11, 2-16
Uno de los lemas más repetidos por Pablo en la proclamación de su evangelio era el referente a la absoluta igualdad de ambos sexos en el plano de la economía de la salvación: los bienes divinos que aporta el evangelio lo mismo pueden ser poseídos por el varón como por la hembra. “Todos vosotros por la fe, sois hijos de Dios en Jesucristo. Todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo. , ya no hay ni judío ni griego, esclavo ni libre, ni varón ni hembra, pues todos sois uno en Cristo Jesús.” Gálatas 3,27-28
En la valoración religiosa del hombre ya no cuentan para nada aquellos antiguos criterios diferenciales. La meta de la “cristificación” es asequible a todos los hombres, y no se establecen restricciones atendiendo a la condición social o al sexo de cada uno.
Apoyadas, seguramente, en esta predicación claramente de tendencia “feminista”, de Pablo, algunas mujeres de la comunidad de Corinto, imitando las mil sacerdotisas del gran templo de Venus en la capital de Acaya, querían también ejercer un ministerio sagrado en la iglesia.
Pablo se ve en un tremendo apuro frente a esas pretensiones. En el fondo aquellas mujeres no hacían más que sacar las últimas consecuencias del decidido “feminismo” de Pablo, pero, por otra parte, estaba allí delante la realidad sociológica de una humanidad anclada todavía en un estado evolutivo que no permitía la inmediata puesta en práctica del lema paulino.
En la respuesta el apóstol recurre a las viejas argucias de su antigua etapa de rabino judío e intenta hacer una típica exégesis de ciertos textos bíblicos. Si se lee atentamente el texto, comprobaremos que aparece cierto nerviosismo, es como un coche sin freno, es como si fuera a la deriva intentando dominar algo que se le escapa de la manos.
Pero al final se encuentra consigo mismo y da la verdadera razón, en la cual el principio “feminista”, claramente anunciado, no se podía llevar a la práctica en aquella ocasión: “ No obstante, si alguno se empeña todavía en discutir, le decimos: entre nosotros no existe esta costumbre, ni en las demás iglesias de Dios.” 11,16. Esto quiere decir que la discusión seguía abierta y que, por lo tanto, no se trataba de ningún dogma cerrado y definitivo. Además el motivo de su actuación no era propiamente dogmático, sino sociológico y coyuntural.
De todas formas en las cartas paulinas se mencionan muchas mujeres dedicadas al servicio del evangelio en una o otra forma. Rom. 16, 3.12.15., 1ª Cor. 1., Col. 4,15., 2ª Tim. 1,5., Fil. 4,2-3
En las comunidades inmediatamente pospaulinas aparecen ya las mujeres “presbíteras” (Tit. 2,3-5), cuya función en la comunidad alcanzaba, sin duda, el rango de dirección.