El sacrificio de la misa es groseramente idolátrico. En el año 1226, once años después de haber sido promulgado el dogma de la transubstanciación, la iglesia romanista puso por primera vez en práctica la elevación de la hostia, ante la cual se postró en adoración toda la multitud allí congregada. Diez años más tarde, en 1236, se sacó la hostia por primera vez en procesión
solemne por las calles, acompañada por obispos y otros dignatarios eclesiásticos, sacerdotes, frailes y monjas, y las gentes aglomeradas se postraban de rodillas para adorarla.
De hecho la iglesia romanista exalta la hostia por encima del Salvador crucificado y resucitado, adorándola con una pompa y ceremonia que no se da al mismo Cristo. A pesar de ello, la misa no se menciona ni una vez en la Biblia, mientras el relato de los acontecimientos de la última semana
de la vida de nuestro Señor en la tierra, que culminó con su muerte en la cruz y su resurrección al tercer día, ocupa casi una tercera parte de las páginas de los cuatro Evangelios.
A la iglesia católico-romana se le pueden aplicar las palabras que Oseas dirigió al idólatra Israel: "Porque multiplicó Ephraim altares para pecar, tuvo altares para pecar" (Oseas 8:11). Se ha calculado que se celebran cuatro misas, elevándose en todas ellas la hostia, cada segundo del día y de la noche
por todo el año. ¡Qué ofensa para Dios! ¡Que manera de pervertir el propósito divino, convirtiendo una fiesta divinamente señalada en una vuelta incesante de culto idólatra, que Dios tanto odia! (Jeremías 44:3-4).
solemne por las calles, acompañada por obispos y otros dignatarios eclesiásticos, sacerdotes, frailes y monjas, y las gentes aglomeradas se postraban de rodillas para adorarla.
De hecho la iglesia romanista exalta la hostia por encima del Salvador crucificado y resucitado, adorándola con una pompa y ceremonia que no se da al mismo Cristo. A pesar de ello, la misa no se menciona ni una vez en la Biblia, mientras el relato de los acontecimientos de la última semana
de la vida de nuestro Señor en la tierra, que culminó con su muerte en la cruz y su resurrección al tercer día, ocupa casi una tercera parte de las páginas de los cuatro Evangelios.
A la iglesia católico-romana se le pueden aplicar las palabras que Oseas dirigió al idólatra Israel: "Porque multiplicó Ephraim altares para pecar, tuvo altares para pecar" (Oseas 8:11). Se ha calculado que se celebran cuatro misas, elevándose en todas ellas la hostia, cada segundo del día y de la noche
por todo el año. ¡Qué ofensa para Dios! ¡Que manera de pervertir el propósito divino, convirtiendo una fiesta divinamente señalada en una vuelta incesante de culto idólatra, que Dios tanto odia! (Jeremías 44:3-4).