Bendiciones en Cristo.
Tengo la ligera impresión que este tema no será del interés de muchos, pero igual me animo a compartir algunas inquietudes que tengo esperando recibir la opinión de los que creen que esto les interesa o al menos que tienen una respuesta.
Lo que sucede en una reunión de oración, me refiero a la eficacia de la misma o a la manifestación del Espíritu Santo en ella ¿hasta qué punto depende de la llenura del Espíritu que tiene el que ministra? o acaso ¿no depende en nada del ministro?
Nuestra manera de ver la gracia y aceptarla nos puede llevar a pensar en versos como estos de Gálatas que pongo al principio y rápidamente afirmar que tanto la presencia misma del Espíritu Santo como sus dones o manifestaciones de lo que dependen es de la fe que se pone en el mensaje bíblico-evangélico que se predica y no de ninguna otra cosa. Pero pasajes como este, o como cualquier otro parecido o aquellos que hablan de que Dios no hace distinciones entre hombres ¿son realmente una base para afirmar que el ministro no incide en lo que pasa en su ministración?
Hago un esfuerzo y me explico mejor.
Estoy hablando de la ley de la Gracia, de un ministro nacido de nuevo, cuyo único interés es que Dios le use y se manifieste a través de él. Si este hombre con la ayuda y capacitación de la gracia del Espíritu Santo pone un altísimo empeño en añadirle a su fe: virtud, conocimiento, templanza, paciencia activa, piedad, amor fraterno y caridad (2 Pedro 1, 5-7) en su vida diaria, estas cosas ¿sólo sirven para que su estado de santidad aumente, pero esto no incide en nada en la magnitud con que Dios lo usa cuando ministra?.
En serio, quiero que note cómo uno se ve ante la posibilidad de descartar estas cosas como incidentes en una ministración porque le vienen a la mente frases como "si fuera por obras la gracia no sería gracia", pero yo no estoy hablando de la salvación del ministro, estoy hablando de su llenura del Espíritu Santo, de cómo él puede entrenarse día a día en dejarse llevar por el Espíritu Santo, en no resistirle, en reconocer Su voz, en estar calibrado en el uso de los dones que se le han impartido, la verdad ¿no hay manera que el ministro impida o facilite la acción del Espíritu en la asamblea? Espero haber sido claro e igualmente espero sus respuestas.
En el Amor de Jesús.
Gabaon.
"Quiero saber de vosotros una sola cosa: ¿recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por la fe en la predicación?. El que os otorga, pues, el Espíritu y obra milagros entre vosotros, ¿lo hace porque observáis la ley o porque tenéis fe en la predicación?" (Gálatas 3, 2.5)
Tengo la ligera impresión que este tema no será del interés de muchos, pero igual me animo a compartir algunas inquietudes que tengo esperando recibir la opinión de los que creen que esto les interesa o al menos que tienen una respuesta.
Lo que sucede en una reunión de oración, me refiero a la eficacia de la misma o a la manifestación del Espíritu Santo en ella ¿hasta qué punto depende de la llenura del Espíritu que tiene el que ministra? o acaso ¿no depende en nada del ministro?
Nuestra manera de ver la gracia y aceptarla nos puede llevar a pensar en versos como estos de Gálatas que pongo al principio y rápidamente afirmar que tanto la presencia misma del Espíritu Santo como sus dones o manifestaciones de lo que dependen es de la fe que se pone en el mensaje bíblico-evangélico que se predica y no de ninguna otra cosa. Pero pasajes como este, o como cualquier otro parecido o aquellos que hablan de que Dios no hace distinciones entre hombres ¿son realmente una base para afirmar que el ministro no incide en lo que pasa en su ministración?
Hago un esfuerzo y me explico mejor.
Estoy hablando de la ley de la Gracia, de un ministro nacido de nuevo, cuyo único interés es que Dios le use y se manifieste a través de él. Si este hombre con la ayuda y capacitación de la gracia del Espíritu Santo pone un altísimo empeño en añadirle a su fe: virtud, conocimiento, templanza, paciencia activa, piedad, amor fraterno y caridad (2 Pedro 1, 5-7) en su vida diaria, estas cosas ¿sólo sirven para que su estado de santidad aumente, pero esto no incide en nada en la magnitud con que Dios lo usa cuando ministra?.
En serio, quiero que note cómo uno se ve ante la posibilidad de descartar estas cosas como incidentes en una ministración porque le vienen a la mente frases como "si fuera por obras la gracia no sería gracia", pero yo no estoy hablando de la salvación del ministro, estoy hablando de su llenura del Espíritu Santo, de cómo él puede entrenarse día a día en dejarse llevar por el Espíritu Santo, en no resistirle, en reconocer Su voz, en estar calibrado en el uso de los dones que se le han impartido, la verdad ¿no hay manera que el ministro impida o facilite la acción del Espíritu en la asamblea? Espero haber sido claro e igualmente espero sus respuestas.
En el Amor de Jesús.
Gabaon.