EL GOBIERNO DEL SANEDRÍN
Desde que el Señor comienza su ministerio, después de su bautizo a orillas del Jordán, fue objeto de vigilancia estricta, por parte de las autoridades rabínicas que formaban parte del Sanedrín.
No le perdían pisada.
¿Pero qué era lo que no podían soportar las autoridades judías?
¿Acaso no eran los guías espirituales de la nación de Israel?
Ellos administraban la ley y administraban los ingresos del Templo de Jerusalén.
De manera que en cuanto al pecado, el pueblo estaba sujeto, obligatoriamente, a cumplir con todo los sacrificios, y ceremonias que la ley exigía, no para el perdón de pecados, porque esto solo era competencia de Dios, sino en cuanto a la recepción del pecador dentro del pueblo y su Templo; luego de pagar sus votos, de ofrecer sacrificios, de cancelar los diezmos y ofrendas.
Ellos eran muy celosos de la ley, para aplicársela al pueblo, y añadieron cargas que no estaban escritas, tal como lo denuncia el Señor aquí:
Mat 23:4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.
Jesús se refiere a las innumerables disposiciones y regulaciones que reducían la religión a un sistema pesado y confuso de observancias rituales que mantenían a la gente en una servidumbre permanente.
Es, en este marco histórico de injusticia, que aparece Dios, personificado en su Hijo, con la misión que le devolvería la paz y la libertad a los oprimidos, no solamente por el diablo, sino también por esta casta sacerdotal, que integraba el Sanedrín, leemos:
Luc 4:17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
Luc 4:18 El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;
Luc 4:19 A predicar el año agradable del Señor.
Aquella pregunta que se había formulado Job, hacía varios siglos:
Job 9:2 Ciertamente yo sé que es así;
¿Y cómo se justificará el hombre con Dios?
No era, mediante la observancia de la ley de Dios, que el hombre lograba ser justificado.
Ya estaba en medio de ellos UNO que perdonaba pecados, todavía sin ir a la Cruz, pero con todo el Poder de la Gracia de Dios, la cual es Soberana y Libre, pues no está sujeta a ningún sistema jurídico de la tierra, por cuando fue dada antes de la fundación del mundo, leemos:
2Ti 1:9 quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos,
¿Qué podían hacer los representantes de la ley, sus administradores, ante la llegada del mismo que les había dado la ley en el Monte de Sinaí?
La ley no perdona pecados, solo castiga al que viola sus mandamientos.
La observancia estricta de la ley, no justifica a nadie, por cuanto los pecados deben ser expiados mediante la sangre de una víctima inocente, que paga con su vida, los pecados del ofrendante Lev.17:11).
Y en Hebreos 10:4 se nos informa de la inutilidad de la sangre de estos sacrificios.
Esta es la explicación del por qué todos los santos cayeron presos en el Hades, donde el Emperador de la muerte los mantuvo sujetos a servidumbre.
Habían llegado allí con todos sus pecados intactos.
El mismo término «fariseo», o «separado», implicaba la exclusión de los pecadores.
De manera que la casta sacerdotal tenía motivos de sobra para asesinar a Jesús, no solo denunció su conducta hipócrita y perversa con el pueblo, sino que se ataviaron y refugiaron en el orgullo soberbio de una falsa piedad.
Ellos estaban allí, aquel día, cuando por el techo de la casa de Pedro, cuatro hombres bajaron un paralítico.
¿Quién puede perdonar pecados sino solamente Dios?
Bueno, es Dios quién está presente en medio de ellos.
Estos que no se juntaban con pecadores, porque se contaminaban, se presentaban como los legítimos administradores de la ley como gloria y privilegio de Israel.
De ahí el desprecio y distanciamiento de la gente sin educación, que los caracterizaba a ellos, leemos:
Jua 7:49 Más esta gente que no sabe la ley, maldita es.
Aquí, en este foro, tenemos varios seguidores de la ley y no de Cristo, como por ejemplo Marcelino, y otros semejantes a él.
Y ni siquiera son circuncidados, tampoco judíos, porque si lo fueran, tenían que visitar tres veces al año a Israel, pues esa es la ley.
Y, sin embargo, hablan de que guardan el sábado, y algunos han llegado a decir que Jesús no resucitó el primer día de la semana, sino el día de reposo.
No conocen la Gracia de Dios.
Y lo que tienen en su corazón es a Elena de White, Moisés, y otros personajes, menos a Cristo y su gracia Salvífica.