¿Qué es la justificación por la fe? Alguien la definió así: "La justicia por la fe es la OBRA DE DIOS, que abate al polvo LA GLORIA DEL HOMBRE y hace por el hombre lo que él NO PUEDE HACER POR SÍ MISMO."
La palabra "justificación" indica "hacer justo". ¿Cómo puede Dios declarar justo a un impío? ¿Cómo puede Crsto, como abogado (1 jJan 2:1), decir ante el Padre que alguien no ha pecado, sin incurrir en mentira? Decir que yo soy inocente es faltar a la verdad. Yo soy pecador de nacimiento, de naturaleza. Nada puedo hacer por mí.
Ante el Padre, Cristo dice: "Luis Cajiga es un pecador. Él lo reconoce, pero se ha acercado a mí y me acepta como su Salvador. Yo tomo su vida injusta y le aplico mi vida justa e inmaculada." El padre ya no me ve como soy, sino a través del tamiz de la justicia de Cristo.
Pablo menciona algo que es de suma importancia: "Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida" (Romanos 5:10). Esa es la clave; LA VIDA PERFECTA DE CRISTO. Ella es imputada (acreditada) a nosotros por la fe.
El pasaje más completo y directo que hay en los escritos de Pablo es el de Tito 3:3-7: "Porque también éramos nosotros necios en otro tiempo, rebeldes, extraviados, sirviendo a concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, aborreciendo los unos a los otros. Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, no por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, mas por su misericordia nos salvó, por el lavacro de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, seamos hechos herederos según la esperanza de vida eterna."
En Romanos, esa gloriosa epístola, el apóstol dice: "Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Romanos 5:1). Al convertirnos a Cristo, al aceptarlo como Señor y Salvador, sentimos que la carga del pecado es quitada y nos sentimos libres en Cristo.
¡GLORIA A DIOS POR JESUCRITO! ¡AMÉN! ¡ALELUYA!
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Luis G. Cajiga
La palabra "justificación" indica "hacer justo". ¿Cómo puede Dios declarar justo a un impío? ¿Cómo puede Crsto, como abogado (1 jJan 2:1), decir ante el Padre que alguien no ha pecado, sin incurrir en mentira? Decir que yo soy inocente es faltar a la verdad. Yo soy pecador de nacimiento, de naturaleza. Nada puedo hacer por mí.
Ante el Padre, Cristo dice: "Luis Cajiga es un pecador. Él lo reconoce, pero se ha acercado a mí y me acepta como su Salvador. Yo tomo su vida injusta y le aplico mi vida justa e inmaculada." El padre ya no me ve como soy, sino a través del tamiz de la justicia de Cristo.
Pablo menciona algo que es de suma importancia: "Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida" (Romanos 5:10). Esa es la clave; LA VIDA PERFECTA DE CRISTO. Ella es imputada (acreditada) a nosotros por la fe.
El pasaje más completo y directo que hay en los escritos de Pablo es el de Tito 3:3-7: "Porque también éramos nosotros necios en otro tiempo, rebeldes, extraviados, sirviendo a concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, aborreciendo los unos a los otros. Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, no por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, mas por su misericordia nos salvó, por el lavacro de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, seamos hechos herederos según la esperanza de vida eterna."
En Romanos, esa gloriosa epístola, el apóstol dice: "Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Romanos 5:1). Al convertirnos a Cristo, al aceptarlo como Señor y Salvador, sentimos que la carga del pecado es quitada y nos sentimos libres en Cristo.
¡GLORIA A DIOS POR JESUCRITO! ¡AMÉN! ¡ALELUYA!
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Luis G. Cajiga